Sentimientos muy encontrados respecto de la celebración por
el Bicentenario de la Asamblea del Año 13 realizada ayer en Plaza de Mayo. Por un lado, me
parece bien el nation-building que se hace a través de la conmemoración de
hitos notables del pasado - una construcción ideológica, diría que necesaria...
La imagen dominante de que "los argentinos descendimos de los barcos"
parece a veces empezar todo (lo que
importa) a principios del siglo XX (como mucho, fines del XIX) y trae
aparejada la imagen superpuesta o consecuente de la Argentina "blanca,
europea y moderna". Nunca está
demás, por lo tanto, darle un poco más de profundidad y densidad histórica
a nuestro relato patrio y señalar la presencia, en el pasado y ahora en el
presente, de colectivos indígenas y afrodescendientes que aportaron a nuestra
historia y aún lo hacen a nuestra
sociedad y cultura. En esta línea, me pareció interesante el énfasis en las
disposiciones de la Asamblea respecto de la esclavitud y cómo esto llevó a
incluir a los afroargentinos y afrodescendientes en las actividades de la
celebración. Principalmente a través de un stand alusivo (de unos 7 u 8 que
había), de la participación de la Asociación Misibamba a través de su grupo de
candombe porteño Bum Ke Bum y de la presencia de dos comparsas de candombe
uruguayo (Escuela de Candombe Bonga e Irala). Me gustó y disfruté mucho del candombe uruguayo suelto por la Plaza de Mayo, y de ver al porteño con el Cabildo de fondo.
Escuela de Candombe Bonga. Foto: Alejandro Frigerio
Escuela de Candombe Bonga. Foto: Alejandro Frigerio
Javier Bonga. Foto: Alejandro Frigerio
Sin embargo, no me gustó, y ya lo señalé en este blog, la visión demasiado simplista que se dio del tema, afirmando que la Asamblea
"puso fin al tráfico de esclavos y estableció la libertad de vientres,
garantizando la libertad e igualdad a todos los hijos de esclavas", llevando
incluso a la exageración de funcionarios afirmando que "instituyó la
abolición de la esclavitud en nuestro país" (interventor del INADI dixit).
Folleto oficial
De esta manera,
la imagen dominante de la esclavitud en Argentina como más benéfica y de
nuestro país como una especie de adelantado respecto de los derechos de los
esclavizados es perpetuada y reafirmada ahora desde un gobierno que pretende
tener y proponer una visión "progresista" de nuestra historia. Con
matizar las afirmaciones y relativizar su alcance -con una frase o una oración-
hubiera sido suficiente.
Lo Bueno: Bum Ke Bum frente al Cabildo. Foto: Alejandro Frigerio
La presencia de candombe porteño en el acto sin duda que se transforma en un hecho significativo, que hubiera adquirido la relevancia que se merece si, en vez de tocar primeros a las 5 de la tarde para un auditorio de sillas vacías -aunque con público más "popular" detrás de ellas- lo hubieran hecho a las 20 o 21 hs, delante de esa platea llena de funcionarios y partisanos, con la plaza colmada y para las cámaras de televisión.
Lo malo: Bum Ke Bum demasiado lejos de todo(s). Foto: Alejandro Frigerio
Ese es el efecto visibilizante que los afroargentinos
se merecen y que un gobierno preocupado por el tema de manera mínimamente
genuina podría/debería haber provisto. También, con una presencia de
afroargentinos/as entre los convidados a sentarse en esa platea exclusiva - y
no atrás de las vallas, vigilados por personal de seguridad cada dos metros,
como si fueran o fuéramos potenciales invasores de espacios exclusivos.
Pero bueno, quizás, como dice el proverbio chino, un viaje
de mil millas comienza con el primer paso... A estar atentos, y reclamar por los lugares merecidos....
Originalmente, tenía pensado tan sólo incluir la nota de Pigna
que salió hace un par de semanas en la revista Viva del diario Clarín (6/1/13),
haciendo, en todo caso, una breve referencia a lo desafortunado del título: El instinto
de libertad.
¿Por qué una nota que habla del cimarronaje y los quilombos en
Brasil -gestas de libertad si las hay- debe estar encuadrada (framed)
interpretativamente con un énfasis en un supuesto instinto de libertad? ¿Es necesario utilizar esa palabra que ubica
a los cimarrones y quilombolas mas cerca de los animales que de los hombres? ¿Acaso
no era más apropiado y obvio hablar de "deseos" o "ansias"?
De esta manera, el encuadre brindado por el título -aún
cuando no sea retomado en la nota- ayuda a perpetuar las nociones de inferioridad y
animalidad (menos-que-humanidad) que
pesan sobre los afrodescendientes y, quizás en medida mayor aún, sus
antepasados esclavizados. Un status de inferioridad posibilitado por los
regímenes esclavistas pero cuya influencia perniciosa llega hasta nuestros
días, transformada y perpetuada por este tipo de pre-nociones y prejuicios que
se filtran en los lugares menos pensados, con
una cotidianidad que a esta altura ya no asombra pero sí asusta.
Uno puede estar de acuerdo o no con las "visiones-Pigna"
de la historia, cuestionar qué tan actualizado parece estar con la bibliografía
contemporánea de los temas que trata -especialmente cuando espinosos y aún poco
conocidos por fuera de un grupo de especialistas- pero no cabe duda del valor
visibilizador que sus escritos adquieren para ciertas temáticas, sobre todo cuando
aparecen en un medio de comunicación masivo de este porte.
Dada la dinámica y la peculiar forma que adquieren la
construcción de noticias -en diarios y revistas- es probable que el título
final no haya sido suyo, sino de algún redactor en jefe o encargado de sección
de la revista.
Poco importa, ya que el efecto pernicioso de construcción y repetición
de una imagen animalizada de los "negros" cimarrones y quilombolas -y
por ende de los "negros" actuales- se perpetúa a través de una nota que pretende ser educativa y de divulgación de la
historia de nuestro continente. Un
buen intento, severamente desvirtuado por un título que atrasa casi doscientos
años.
Como siempre digo, para este tipo de evaluaciones es
importante tomar en cuenta el contexto -histórico, semántico, hasta mediático.
Las representaciones de grupos étnico-raciales -y su subalternización- se
forman a través de la repetición, en innumerables ocasiones y ámbitos de todo
tipo, de determinadas imágenes, adjetivos y metáforas que se repiten o se complementan
para lograr una concepción naturalizada de su inferioridad.
Es necesario entender, analizar críticamente, evidenciar y denunciar
este tipo de mecanismos ya que hacen posible la reproducción del racismo
cotidiano que tan sutilmente pero eficientemente afecta la vida de miles de
personas a un lado y otro del Río de la Plata.
En un momento particularmente
sensibilizado ante la subsistencia de discriminaciones -en Uruguay por el
ataque racista a Tania Ramírez y la campaña "Borremos el racismo dellenguaje", en Argentina por la celebración del Bicentenario de la Asamblea
del Año 13 que supuestamente "puso fin al tráfico de esclavos y estableció
la libertad de vientres, garantizando la libertad e igualdad a todos los hijos
de esclavas que nacieran en adelante en el territorio de las Provincias
Unidas " es particularmente importante -reitero- comprender y denunciar
los mecanismos a través de los cuales estas "igualdades" permanecen
promesas incumplidas.
Fuente de la nota de Pigna: Revista Viva del diario Clarín, 6/1/13.
Es ya de público conocimiento que por Decreto 2435/2012,
sancionado el 13 de diciembre pasado, el
año 2013 fue declarado como “Año del Bicentenario de la Asamblea General
Constituyente de 1813”. Por ello, la ley
Ley 26.840 estableció "por única vez feriado nacional" el día 31 de
enero de 2013 en su conmemoración.
Entre los considerandos del decreto, se justifica esta
celebración ya que:
"la Asamblea General Constituyente de 1813 marcó un
hito trascendental en nuestra historia, no sólo por el rol soberano asumido por
quienes la presidieron sino por su representatividad, albergando en su seno a
todos los pueblos integrantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata."
y que
"dicha Asamblea introdujo profundos cambios
políticos y sociales que resultaron trascendentales para nuestra soberanía
popular, y que han sido puestos de manifiesto a través de una incipiente tarea
legislativa, ratificando su vocación de independencia, libertad e igualdad,
plasmada en el dictado de numerosas disposiciones fundamentales."
Entre las varias iniciativas mencionadas (apreciables en la imagen de arriba que
reproduce el decreto) se señala que:
"puso fin al tráfico de esclavos y estableció la
libertad de vientres, garantizando la libertad e igualdad a todos los hijos de
esclavas que nacieran en adelante en el territorio de las Provincias Unidas."
Este énfasis despertó el entusiasmo de numerosos
afrodescendientes de y en nuestro país, que asistirán al acto conmemorativo a realizarse
el jueves en la plaza. Aparentemente estaría prevista hasta la presentación de
candombe (en su modalidad local y uruguaya) en lo que podría ser un interesante
golpe de visibilización de la cultura afro de ambas márgenes del Plata.
Si las celebraciones de hitos progresistas notables en
nuestra historia son justificadas y bienvenidas, para no quedarnos en una nueva versión Billiken de la misma -especialmente en temas poco tratados y
conocidos como la esclavitud en Argentina- es necesario indagar en qué fue realmente lo que pasó en esos años y en qué medida estas disposiciones y enunciaciones
de buenas intenciones fueron llevadas o no a la práctica.
O sea, qué consecuencias tuvieron para la vida real de
las personas (esclavizadas) de la época. De lo contrario, en vez de la pretendida lectura revisionista, corremos el peligro de reproducir las visiones tradicionales acerca de que la esclavitud en Argentina fue "mas benigna" que en otros países, o que fue abolida o "suavizada" mucho mas tempranamente de lo que en realidad fue.
Ciertamente la esclavitud en Argentina no es un tema en
el que me especializo -sobre el que faltan, además mucho más estudios de los
que hay- pero reproduzco abajo lo que ya hemos afirmado -en un trabajo conjunto con Eva Lamborghini- en base a análisis previos de historiadores locales.
Imagen tomada de www.elhistoriador.com.ar (ver al final)
Cito del trabajo (fuente y bibliografía abajo):
"La Asamblea General Constituyente de 1813 aprobó la
ley de libertad de vientres, por la cual “los niños que nacen en todo el
territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata [deben ser]
considerados y tenidos por libres” (Goldberg, 1995: 545). Poco más tarde
estableció que “Se declaren libres todos los esclavos que se introduzcan en el
territorio de la Nación”. Estas medidas
no tuvieron, sin embargo, efectos inmediatos. Ante quejas de la corona
portuguesa, posteriores disposiciones limitaron sus alcances para impedir la
fuga de esclavos desde Brasil y para que quienes llegaran con esclavos propios (para
uso personal y no para la venta) no los perdieran.
El “Reglamento del Liberto” que reguló la ley de libertad
de vientres estableció que “todos los niños de castas que nacieran libres
deberían permanecer en casa de sus patrones hasta la edad de veinte años” (Goldberg, 1995: 546). La edad de emancipación de los libertos
se fijó en los 16 años –o antes, si se casaban–. Sin embargo, estos límites no
siempre se respetaron, y en la práctica el liberto funcionaba como un esclavo
más y podía ser objeto de diferentes operaciones mercantiles, pudiendo incluso
ser separado de la madre después de los dos años si esta era vendida (Rosal,
1994: 167).
Imagen tomada de www.elhistoriador.com.ar (ver al final)
El tráfico de esclavos volvió a prohibirse en la
Constitución de 1819, en el tratado con Gran Bretaña de 1825, en la
Constitución de 1836, “en fin, demasiadas veces, lo que podría sugerir que el
decreto de 1812 no se cumplía estrictamente”, como señala Rosal (1994: 167).
Recién en 1840 se firmó un tratado con Gran Bretaña que logró la absoluta
abolición del tráfico de esclavos (Goldberg, 1995: 538). La abolición de la
esclavitud como institución, sin embargo, no llegó sino en 1853, al promulgarse
la Constitución Nacional, y en Buenos Aires recién se concretó en 1862, cuando
esta provincia se integró al resto del país.
De todas maneras, Andrews duda de que la abolición
realmente se haya efectivizado. La Constitución de 1853 que liberaba a los
esclavos también disponía la formación de comisiones para compensar
económicamente a los dueños. Como estas comisiones no parecen haberse formado nunca,
el autor suscribe a la posición de Leslie Rout Jr. (1976), quien afirma que “la
esclavitud en Argentina nunca se abolió, simplemente falleció de edad avanzada”
(Rout apud Andrews, 1980: 58)."
Bibliografia citada:
Andrews, George Reid. 1980. The Afro-Argentines of Buenos
Aires 1800-1900.
Madison: University of Wisconsin Press.
Goldberg, Marta. 1995. “Los negros de Buenos Aires”. En:
Luz M. Montiel
(Ed.). Presencia africana en Sudamérica. México DF:
Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, CONACULTA.
Rosal, Miguel Ángel. 1994. “Negros y pardos en Buenos
Aires, 1811-1860”.
Anuario de Estudios Americanos. Vol. 51, Nº 1: 165-184.
Rout Jr., Leslie B. 1976. The African Experience in
Spanish America. Cambridge:
Llegan a Buenos Aires -ya las tiene el kiosquero amigo,
antes que el cine- dos películas realizadas por famosos directores norteamericanos
que tratan, de manera muy diferente, el tema de la esclavitud en Estados
Unidos: Lincoln, de Steven Spielberg, y DjangoUnchained, de Quentin Tarantino.
Ambas vienen precedidas de polémicas, en su país de
origen, acerca de las visiones que transmiten sobre "nuestra peculiar
institución" -como se la denominaba en el sur norteamericano, en momentos
en que la palabra "esclavitud" era considerada impropia. Critic@s o
cineastas afronorteamerican@s, especialmente, han cuestionado los motivos y
consecuencias que estas visiones de "hombres blancos privilegiados"
(privileged white men) puedan tener en la sociedad actual.
La más polémica, como podría esperarse, ha sido la de
Tarantino, que narra la alianza entre un cazarecompensas alemán y un esclavo
que compra para que lo ayude a identificar a determinados fugitivos, relación
que acaba transformándose en una parceria (amistad?) e intento conjunto de
recuperar a la mujer de Django, esclavizada en una de las grandes plantaciones
de Mississippi.
La mecha probablemente se encendió con la declaraciones
de Spike Lee, quien en un tweet afirmó que "la esclavitud americano no fue
un western spaghetti de Sergio Leone. Fue un Holocausto. Mis ancestros son
esclavos. Robados de Africa." Y en
una difundida entrevista a la revista Vibe, señaló que "no iba a ver la película", porque
le parecía "una falta de respeto a sus ancestros". Aunque aclaró que
esa era su opinión personal, y que no estaba hablando en representación de
nadie.
En una nota ya más extensa y reflexiva, la cineasta y crítica de cine afronorteamericana
Tanya Steelecuenta que fue a ver ambas películas el mismo
día, curiosa por aprender "cómo sería la esclavitud en la imaginación de
los hombres blancos". Señala que, como cineasta negra, se preocupó siempre
por "cuestiones de 'responsabilidad', 'quién la va a ver', 'qué impacto
tendrá sobre el discurso en América', 'qué imágenes estará proyectando a
nuestra juventud o el mundo', pero que, por el contrario, los cineastas blancos no parecen tener estas
preocupaciones -ya que aparentemente la carga racial parecía serles ajena.
Existiría, por lo tanto, "un arte privilegiado, una cinematografía
privilegiada: las películas actuales de Hollywod no parecen responsables por
nada ni ante nadie".
La película Lincoln, afirma, le despertó emociones mixtas.
Por un lado, la llevó a preguntarse "¿por qué pone el foco en este aspecto
de la esclavitud? (aún considerando que antes hizo la película Amistad). ¿Por
qué necesitan concentrarse en Lincoln o en ese momento de la historia? ¿Por qué
no muestra por lo que estos hombres blancos están luchando: la experiencia del
esclavo? (...) Los esclavos aparecen bien vestidos y no muestran las cicatrices
de la esclavitud. Esto me pareció problemático".
Su opinión final de la pelicula, sin embargo, es positiva,
ya que:
"No todos los personajes no son la misma cosa, no piensan
de una sola manera. Muestra lobbies ocultos, vanidad y arrogancia. Hasta
Lincoln, quien parece haber pronunciado sólo palabras que brillaban
poéticamente, no aparece enteramente inmaculado. La película no es sobre el noble
hombre blanco. Es sobre hombres blancos
que son llevados, pateando y gritando, hacia el futuro".
Sus apreciaciones sobre Django son algo más críticas:
"Hay momentos en la película que pueden parecer nuevos
para quienes saben poco sobre la esclavitud -cosas que no se han visto
previamente en la pantalla cinematográfica. Momentos cautivantes de la
película, presentados de manera interesante y creativa. Comprendo la necesidad
de divertir, fantasear, crear una nueva mitología a su alrededor, para
distraernos de la locura que reside en el pasado de nuestra nación. Pero, si
fuera fácil escapar de la esclavitud, como lo hizo Django, estaríamos en otro
lugar en este momento de la historia. Si hubiera sido tan fácil salir, lo
hubiéramos hecho. (...) Hay un momento en la película (que no revelaré) donde
me pareció que Tarantino creía que si no fuéramos tan sumisos no estaríamos
donde estamos. Django y su mujer fueron la excepción. El resto de los esclavos
parece aceptar su destino, algunos con felicidad. (...) Los esclavos de
Tarantino son lo contrario de los de Spielberg -no son nobles, son
caricaturas.. (...) Django era el 'super-negro', el que era único, inteligente,
rebelde, diferente del resto. Ninguno de los esclavos intenta ayudarlo. Era el
negro especial. (...) Esto funciona bien para una cultura que no quiere
reconocer las maldades del sistema de la esclavitud. Queremos creer que no fue
tan mala. Que era soportable, escapable, brindaba oportunidades para los
héroes. Las personas negras fueron esclavas porque no luchamos lo suficiente.
Django es un personaje creado por un hombre blanco privilegiado. (..) Tarantino
es el cineasta perfecto para estos times. Queremos nuestra información de
manera rápida, graciosa, presentada de una manera interesante y no demasiado
complicada (...) Está nuestra cultura peor por 'Django Unchained'? No creo que
estemos mejor por ella. Profundizará las discusiones sobre la esclavitud?
Probablemente no (...) Pero tenía todo el derecho de hacerla. Es
entretenimiento. Tiene una buena banda de sonido. Tiene gente bella. Es un
escapismo. Es una obra de Arte. Hemos pasado muchos años escapando (into the)
hacia el héroe blanco masculino, por qué no uno negro? 'Lincoln' es pensante.
'Django Unchained' es activo. Y nosotros estamos aún afuera, viendo como otros
escriben nuestra historia"
Opiniones de otros críticos norteamericanos surgen de la
extensa nota que el suplemento Radar de Página 12 le dedicó en una reciente
nota de tapa.
Reproduzco una
parte del artículo del periodista Mario Kairuz:
"El periodista del Los Angeles Times Erin Aubry Kaplan escribió que
la esclavitud “es una institución cuyos horrores no hace falta exagerar, pero
Django sin cadenas hace exactamente eso, ya sea para iluminar o para
entretener. Un director blanco soltando a la ligera esa palabra con N (nigger:
el uso más despectivo de “negro”) en un homenaje al blaxploitation de los ’70
como Jackie Brown es una cosa, pero el mismo director convirtiendo las
salvajadas de la esclavitud en pulp fiction es otra”.
Para sus detractores no parece ser suficiente argumento a favor del
estilo “irresponsable”, despojado de culpa, con que Tarantino se entrega a sus
temas. Quentin insiste: “Todos ‘conocemos’ intelectualmente la brutalidad e
inhumanidad de la esclavitud, pero tras investigar el tema deja de ser
intelectual, ya no es un mero registro histórico. Uno lo siente en los huesos;
te enoja, te hace querer hacer algo. Normalmente, cuando se filma el relato de
la esclavitud, salen películas históricas con H mayúscula, polvorientos manuales
escolares. Yo quiero romper para siempre esa vidriera con una piedra y llevarte
adentro de la historia. Quiero hacer películas que lidien con el horrible
pasado de los Estados Unidos, pero hacerlas como spaghetti westerns, no como
películas de Grandes Temas. Quiero hacerlas como películas de género que tratan
con todo aquello con lo que Norteamérica nunca ha lidiado porque está
avergonzada de ello, y que otros países no tratan porque sienten que no tienen
el derecho de hacerlo”.
Hay también un componente, dice, de “catarsis cultural” en el modo de
representación del cine de acción. “Creo incluso que puede ser bueno para el
alma. No quiero sonar como un bruto, pero todos esos telefilms sobre el
Holocausto y la esclavitud son un bodrio. Contar una película de acción en el
contexto histórico de la esclavitud es otra cosa: en mi película, los que
normalmente aparecen como víctimas se convierten en ganadores y vengadores. No
existe hoy una gran demanda de películas que asimilen esta parte oscura de la
historia por la que aún estamos pagando. Y creo que EE.UU. es uno de los pocos
países que no han sido forzados por el resto del mundo a mirar sus pecados
pasados completamente a la cara. Esa es la única manera de superarlos. No es
como los turcos, que no reconocen la masacre armenia, mientras los armenios
siguen reclamando que se lo reconozca: acá nadie quiere reconocerlos. Si
hiciera mi película mil veces más violenta, seguiría sin ser tan violenta como
la realidad, por lo tanto, si me piden que la atenúe, me piden que mienta, que
no cuente la verdad. No hay explotación, simplemente lo podés aguantar o no lo
podés aguantar. (..)
En rigor de verdad, los críticos norteamericanos de los medios más
influyentes acompañaron bastante de cerca las intenciones declaradas de
Tarantino. Betsy Sharky escribe en Los Angeles Times que “su particular brillo
proviene de tomar una página horrible de la historia, pasarla por su propia
molienda, hacer una comedia audaz, irónica y graciosa y aun así, no permitirnos
ni por un momento olvidar la brutal realidad”. En The New York Times, A. O.
Scott compara a Django con el Lincoln de Spielberg: “(Ambas películas) son
esencialmente soluciones diferentes para un mismo problema. Uno puede
imaginarse a sus respectivos héroes decidiendo con el amable humor del
estereotipo racial que solía ser usado en la comedia stand-up: ‘Los hombres
blancos abolimos la esclavitud así’ (aprobando una enmienda constitucional),
‘Pero los tipos negros, la destruyen así’ (vuelan en pedazos la plantación).
Django es desvergonzada y autoconscientemente artificiosa, con movimientos de
cámara y guiños musicales que evocan tanto los westerns alimentados a maíz de
los ’50 como a su progenie alimentada a pasta de la siguiente década.
Digresiva, humorística, vertiginosamente brutal y ferozmente profana. Una
película problemática e importante sobre el racismo y la esclavitud”.
En The Village Voice, Scott Foundas muestra su aprecio por el “ajuste de
cuentas” que emprende Tarantino sobre una hipócrita tradición narrativa de su
país. “Es una coincidencia que Django sin cadenas se estrene en la misma
temporada que el segundo film de Spielberg sobre la esclavitud (Lincoln, el
anterior fue Amistad, hace 16 años) que no muestra las duras realidades de la
vida de una plantación. Spielberg trabaja sobre una tradición honrada en el
tiempo: desde El nacimiento de una nación, con sus risibles escenas de esclavos
liberados violando y saqueando a las blancas sureñas, las películas han tratado
durante un siglo a esta institución ‘peculiar’ mayormente con distancia; desde
los felices esclavos de Lo que el viento se llevó y Canción del sur a las
alegorías simiescas de King Kong y El planeta de los simios. En televisión,
Raíces y La autobiografía de Miss Jane Pittman intentaron una aproximación más
honesta, aunque dentro de los límites que impone la censura del buen gusto del
horario central. Solo un gran film de estudio de la era moderna, el notable
Mandingo de Richard Fleischer, se atrevió a encontrarse con la esclavitud en
sus propios términos: una bacanal de sadismo, incesto, cruces interraciales,
coronada por un final inolvidable en el que el amo blanco hierve vivo en una
caldera al epónimo luchador. Escandalosamente extravagante, ferozmente
inteligente, Django sin cadenas es un acto de provocación y reparación a la
vez, no solo por la esclavitud sino por décadas de negros y laderos de habla
canchera en Hollywood, y su blanqueo de la historia, desde ¿Sabes quién viene a
cenar? a Historias cruzadas.”
En su artículo para Esquire titulado “Por qué Django sin cadenas es
mejor que Lincoln”, Stephen Marche argumenta sobre la necesaria violencia de la
película de Tarantino: “Si uno ve Lincoln cree que la esclavitud era un asunto
de debate y política, que era una cuestión legal y que la gente blanca solo
debía corregir su error de considerar a otras personas como su propiedad.
Django necesita ser física: para una película sobre la época más sangrienta de
la historia, a Lincoln le falta sangre. Tarantino necesita una reacción física
a un crimen físico”. "
En la red, el video de la cámara del boliche a cuyas puertas fue
atacada la militante afrouruguaya Tania Ramírez.
Con la edición correspondiente, se puede
ver con cierto detalle cómo se fueron sucediendo los hechos, aunque no se puede
escuchar la discusión que los motiva.
Llama la atención, y estremece, cómo (casi) de la nada
puede surgir un altercado de este tipo. De interacciones absolutamente
cotidianas: todo el mundo sale en orden, no parece haber un ambiente de
"descontrol" como a la salida de algunos boliches -apenas otra
madrugada en la ciudad.
Aunque digo "casi de la nada" porque obviamente
hay un entrelazado previo de relaciones, de imágenes y presupuestos sociales
que permiten que determinadas personas puedan realizar determinadas
valoraciones de otras, de sus derechos y de sus fenotipos y opciones estéticas.
Y que se sientan, mas allá de su superioridad numérica en condiciones de
defenderlas a los golpes.
Estremece la duración y los distintos episodios que forman
el ataque -el encarnizamiento de una de las chicas, el rol que juega la madre
que parece querer separar pero termina atacando arteramente- pero, sobre
todo, la escasa intervención de personas ajenas al hecho. Nadie hace nada. No
había un tiroteo ni armas, no era una peligrosa pelea entre barras -¿qué costaba
intervenir y separar a las mujeres?.
Desconozco casi todo sobre la obra de Hannah Arendt, pero
es prácticamente imposible ver este video sin que la frase "la banalidad
del mal" venga a la mente. Contra la creencia que pone el acento en
la agencia destructiva de individuos extraordinaria o patológicamente
malvados, la filósofa alemana enfatiza el rol de las circunstancias
sociales que llevan a la generalización de determinadas actitudes como parte de
lo normal, de lo correcto o adecuado (social o individualmente) para hacer en
ese momento. La indiferencia moral y apatía generalizadas pueden ser tan
importantes o más que la presencia de individuos con un gran plan y estrategias
malignas.
Para el caso que nos ocupa, además del consabido
"no te metás" (que supongo también existirá en la orilla oriental del
Plata), una estructura de racismo cotidiano -el entrelazado de relaciones y
valores sociales que día a día determinan la valoración que algunas personas pueden realizar sobre
otras en base a su fenotipo y opciones culturales y estéticas- que permite que
de interacciones casuales, menores (una disputa por un taxi) surja un brutal
ataque racista, ante la mirada indiferente de decenas de personas.
La banalidad de este mal -pero su presencia ubicue- y la
existencia y modalidades de este racismo cotidiano es lo que hay que comprender
y denunciar para evitar episodios similares en el futuro.