viernes, 20 de junio de 2008

Jóvenes africanos refugiados en Argentina

Nota en el diario Crítica de hoy sobre jóvenes africanos refugiados en Argentina. Al principio me chocó un poco el título (¿sugerirán que sólo hay 28 afroargentinos?) después pensé que bueno, en realidad quieren decir que son africanos que serán argentinos.
De todas maneras, la nota es interesante, relevante además por ser el Día del Refugiado y es una notable coincidencia que aparezca justo antes de las actividades del Movimiento de la Diáspora Africana.
Sociedad / Edición Impresa
Día mundial del refugiado
Los 28 afro argentinos
Llegaron este año en barco escapando de sus países. Se sumaron a los 116 chicos que ya viven en el país. Cinco historias de horror y amor.

María Helena Ripetta
20.06.2008


Sufrieron hambre y persecución. Y padecieron la muerte de sus familiares. Pero, por sobre todas las cosas, fue el miedo el que los animó a subir al barco que los alejó del horror. Sin saber qué les depararía el destino. Sin saber adónde llegarían. Viajaron en espacios pequeños. Al costado de la hélice. Parados por falta de espacio. Compartieron sus lugares con desconocidos con la misma desesperación por huir.
S. dejó que su hermano menor lo siguiera. Durante el viaje, oculto en un cubículo del barco, se quedó dormido y cayó al agua. S. vio cómo su hermano se perdía en el mar sin poder hacer nada para evitar su muerte.
M. fue niño soldado. Nada podía ser peor que quedarse, aun si el riesgo era perder la vida.A cambio de un par de aros –lo único que le quedaba de su mamá– consiguió que un tripulante lo esconda en la bodega.
E. no vio la luz por tres semanas, según cree. Alguien le pasaba comida.
N. se escabulló en una barco, con una ración de arroz y seis litros de agua. Pero ni el alimento ni el líquido alcanzaron para los 21 días que tardó en llegar a la costa. Una vez en tierra firme tampoco fue fácil. Si el capitán del barco los descubre, 100 metros antes de la costa, los obliga a arrojarse al mar. Así se salva de pagar una multa por llevar “polizones”.
C. debió ayudar a un compañero que, por mala alimentación, no tenía fuerza para nadar. Al capitán no le importó. No saben adónde llegan. Escuchan una lengua que no entienden. Alguien les dice que están en la Argentina. Sólo comprenden cuando escuchan “Maradona”.
EN BUSCA DE UN HOGAR. Este año llegaron 28 chicos, la mayoría desde África occidental. Ellos nacieron en Guinea Conakry, en Sierra Leona y en Costa de Marfil. Hoy en la Argentina viven 116 niños, niñas y adolescentes menores de 21 años que pidieron refugio.
El 95% son varones, según explica Marcos Filardi, tutor de los chicos refugiados, y cotitular de la Comisión para la Asistencia Integral y Protección al Migrante, Refugiado y Peticionante de Refugio de la Defensoría General de la Nación.
En 2001 llegaron tres chicos pidiendo refugio, el año pasado fueron 47. “Uno de ellos cambió los aros de su mamá, lo único que les quedaba de ella, por que lo suban a un barco. Su madre, aun estando muerta, lo siguió salvando del horror”, agrega Ernesto Fernández Núñez, cotitular de la comisión, que está en contacto con los chicos.
La mayoría no tiene documentos que avalen su identidad. Tampoco los tuvieron en sus países de origen. ACNUR, a través de sus agencias de implementación, FCCAM y MIRAR, les brinda hospedaje, ropa, cursos de castellano y 80 pesos semanales hasta que alcancen la mayoría de edad. También microcréditos y trabajo. La defensora general de la Nación, Stella Maris Martínez, creó un equipo interdisciplinario de acompañantes integrado por antropólogos, trabajadores sociales y psicólogos, para que los acompañen a buscar trabajo, a usar el subterráneo, a ir al médico, en fin, en su vida cotidiana y para que sean su referente en el país.
“Vienen escapando de situaciones traumáticas, en muchos casos desnutridos, y saltan de una cultura a otra. La mayoría llega a los puertos de Buenos Aires, Rosario y Mar del Plata”, dice Filardi.Varios de ellos viven en un hotel en el barrio de Once, donde no falta la salsa de maní que los acerca a África. Pero muchas veces no quieren recordar el horror ni la muerte.
“Había problemas, guerra civil”, explica E., de 17 años. Llegó de Guinea hace ocho meses y habla un perfecto castellano que se esforzó en estudiar y en practicar con la televisión. Llegó en barco, tuvo que nadar hasta la costa. Sólo hablaba francés y peule. Le dijeron que estaba en la Argentina. Él pensaba que viajaba a América como sinónimo de los Estados Unidos.
“La vida acá es muy tranquila. Acá puedo ir a la escuela. Quiero trabajar, estudiar y vivir tranquilo”, dice E., con sus penetrantes ojos negros que esconden la tristeza. De chico ayudó a su papá en la cosecha de papa. Toda su familia fue asesinada. “El presidente de Guinea desde hace 27 años manda a matar a la gente. La pobreza trae problemas”, agrega.
A su lado está P., también de 17, que llegó hace siete meses del mismo lugar. Se conocieron acá y ahora comparten cuarto. “Tenía mucho miedo allá”, baja la voz para contarlo. Él también perdió a toda su familia y con la cadenita de su mamá logró que lo subieran a un barco para escapar. Le dijeron que iba a Europa, llegó a Argentina.
“Acá no hay problemas, estamos tranquilos”, agrega P., aunque admite que le cuesta conseguir trabajo. Venden bijouterie en la calle, como lo hacen sus hermanos africanos. “Si la gente sabe que sos refugiado deja de respetarte”, murmura E., que quiere quedarse a vivir acá.

Fuente: http://www.criticadigital.com.ar/impresa/index.php?secc=nota&nid=6517