En la red, el video de la cámara del boliche a cuyas puertas fue
atacada la militante afrouruguaya Tania Ramírez.
Con la edición correspondiente, se puede
ver con cierto detalle cómo se fueron sucediendo los hechos, aunque no se puede
escuchar la discusión que los motiva.
Llama la atención, y estremece, cómo (casi) de la nada
puede surgir un altercado de este tipo. De interacciones absolutamente
cotidianas: todo el mundo sale en orden, no parece haber un ambiente de
"descontrol" como a la salida de algunos boliches -apenas otra
madrugada en la ciudad.
Aunque digo "casi de la nada" porque obviamente
hay un entrelazado previo de relaciones, de imágenes y presupuestos sociales
que permiten que determinadas personas puedan realizar determinadas
valoraciones de otras, de sus derechos y de sus fenotipos y opciones estéticas.
Y que se sientan, mas allá de su superioridad numérica en condiciones de
defenderlas a los golpes.
Estremece la duración y los distintos episodios que forman
el ataque -el encarnizamiento de una de las chicas, el rol que juega la madre
que parece querer separar pero termina atacando arteramente- pero, sobre
todo, la escasa intervención de personas ajenas al hecho. Nadie hace nada. No
había un tiroteo ni armas, no era una peligrosa pelea entre barras -¿qué costaba
intervenir y separar a las mujeres?.
Desconozco casi todo sobre la obra de Hannah Arendt, pero
es prácticamente imposible ver este video sin que la frase "la banalidad
del mal" venga a la mente. Contra la creencia que pone el acento en
la agencia destructiva de individuos extraordinaria o patológicamente
malvados, la filósofa alemana enfatiza el rol de las circunstancias
sociales que llevan a la generalización de determinadas actitudes como parte de
lo normal, de lo correcto o adecuado (social o individualmente) para hacer en
ese momento. La indiferencia moral y apatía generalizadas pueden ser tan
importantes o más que la presencia de individuos con un gran plan y estrategias
malignas.
Para el caso que nos ocupa, además del consabido
"no te metás" (que supongo también existirá en la orilla oriental del
Plata), una estructura de racismo cotidiano -el entrelazado de relaciones y
valores sociales que día a día determinan la valoración que algunas personas pueden realizar sobre
otras en base a su fenotipo y opciones culturales y estéticas- que permite que
de interacciones casuales, menores (una disputa por un taxi) surja un brutal
ataque racista, ante la mirada indiferente de decenas de personas.
La banalidad de este mal -pero su presencia ubicue- y la
existencia y modalidades de este racismo cotidiano es lo que hay que comprender
y denunciar para evitar episodios similares en el futuro.
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