lunes, 22 de noviembre de 2010

Calunga Andumba - este miércoles, segunda función

Quienes no fueron a la primera función, este miércoles tendrán la (última?) oportunidad para ver el reestreno de esta obra de la Comedia Negra de Buenos Aires. Mientras, NFB resalta la relevancia, actual y pasada, de la obra.
Vale absolutamente la pena verla.

Cuerpos reflexivos, cuerpos libres: tenaz reestreno de Calunga Andumba, de Susana y Carmen Platero.
Por Nicolás Fernández Bravo

Cuando en la década del 70, las hermanas Carmen y Susana Platero escribieron Calunga Andumba, una obra de teatro que en aquellos años se animaba a abordar el legado de la esclavitud y el racismo en la memoria de los argentinos, jamás imaginaron que en el año 2010 su obra se iría a reestrenar bajo la magnífica dirección de Alejandra Egido. Tan distante parece esa época de invisibilidad radical, que la voz “afrodescendiente”… ¡todavía no existía!
 
Hace algunos años, La Comedia Negra de Buenos Aires era un “rumor conocido” entre las redes de la población afrodescendiente, algunos artistas y un puñado de intelectuales interesados en la temática. Sólo que había asumido las dimensiones de un verdadero mito urbano del cual se hablaba en voz baja y poco se sabía realmente. La decisión de desempolvar la obra un domingo en un departamento de Chacarita y trabajar en la creación de una nueva compañía formada por actores profesionales y amateurs, fue arriesgada y no estuvo exenta de problemas. Pero la recompensa ha sido un estreno de un nivel actoral y una sensibilidad temática que nada tiene para envidiarle a espectáculos del género que ofrece la nutrida cartelera porteña.
La obra fue convenientemente adaptada con pinceladas de contemporaneidad, y se apeló al asesoramiento antropológico e histórico para el guión de algunas escenas nuevas, entre las cuales la discusión entre los espíritus de los militares afroargentinos en los albores de la modernidad –surgidos de la lectura del libro “Andares Negros, Caminos Blancos”, de Lea Geler– es especialmente emotiva. Habitualmente resulta difícil llevar a escena temáticas que tanto en la teoría como en la práctica enfrentan bibliotecas y sectores en disputa por las formas de la representación de un legado escurridizo. Pero la magia artística de la directora cubana logró acomodar en el lenguaje teatral y con un acertado manejo del tiempo, los debates sobre el cuerpo, la memoria y el dramático protagonismo de los afrodescendientes en la hechura de la historia nacional. Tales son las muy logradas “ventas de mercadería”, la casi pictórica escena del candombe federal en tiempos de Rosas, y la tristemente actual escena final en la que se representa a Pocha Lamadrid siendo discriminada en el aeropuerto internacional de Ezeiza.
Pero los méritos de la obra no se agotan en el lenguaje puesto en escena, sino que aborda el presente que habita detrás del escenario. La compañía, integrada por varios actores afrodescendientes, supo subvertir la lógica representacional que tradicionalmente se hace sobre los afrodescendientes, para explorar formas de auto-representación genuinamente liberadoras. Tal como lo expresó una de las actrices amateurs (hasta cuándo, convendría preguntarse) luego del estreno: “No sabés lo que es representar ‘eso’, ponerse en el personaje… para mí fue muy fuerte estar ahí, compenetrada”. El clima que eligió Egido para abordar la temática como un todo fue preciso, e interpretado por la compañía prácticamente sin quiebres, con una solidez poética inusual.
En una coyuntura en la que emergen oportunidades –y oportunistas– con una frecuencia cada vez más asombrosa, generando incómodas preguntas sobre la continuidad y el cambio, la profundidad estética y la seriedad ética de la obra merecen el reconocimiento público que hace 30 años, pasó desapercibido.