El pseuriodismo y “los africanos”: (Nuevos) comentarios críticos sobre la (no tan nueva) nota de la revista del diario Crítica.
Nicolás Fernández Bravo
nhicuf@arnet.com.ar
Una vez más, el periodismo en Argentina descubre que hay negros en Buenos Aires. Como si de un reflejo impresionista se tratara, “describe lo exótico” sin el menor reparo profesional. El pasado domingo 13 de julio, una nueva nota que poca información relevante aporta a las que circunstancialmente aparecen en medios nacionales, aborda el mentado “tema” de la discriminación. Tal vez como fruto de las políticas de la declamación tan en boga en los últimos tiempos, el eje de la nota está puesto en las denuncias por discriminación. “Qué barbaridad”, “algo habría que hacer”, “no se puede creer, ché”, “pero mirá vos!” – parecerían ser la conclusiones a la que se llega luego de su lectura.
La nota publicada por Cicco (ese es su apodo, no hay un nombre real ni un correo electrónico; lamentablemente la nota no está en internet) puede ser cuestionada desde al menos tres perspectivas: la periodística, la documental y la antropológica. En este ejercicio de taxonomía argumental, estoy dejando por fuera la valoración estilística del uso del lenguaje periodístico.
Nicolás Fernández Bravo
nhicuf@arnet.com.ar
Una vez más, el periodismo en Argentina descubre que hay negros en Buenos Aires. Como si de un reflejo impresionista se tratara, “describe lo exótico” sin el menor reparo profesional. El pasado domingo 13 de julio, una nueva nota que poca información relevante aporta a las que circunstancialmente aparecen en medios nacionales, aborda el mentado “tema” de la discriminación. Tal vez como fruto de las políticas de la declamación tan en boga en los últimos tiempos, el eje de la nota está puesto en las denuncias por discriminación. “Qué barbaridad”, “algo habría que hacer”, “no se puede creer, ché”, “pero mirá vos!” – parecerían ser la conclusiones a la que se llega luego de su lectura.
La nota publicada por Cicco (ese es su apodo, no hay un nombre real ni un correo electrónico; lamentablemente la nota no está en internet) puede ser cuestionada desde al menos tres perspectivas: la periodística, la documental y la antropológica. En este ejercicio de taxonomía argumental, estoy dejando por fuera la valoración estilística del uso del lenguaje periodístico.

En este sentido, una nota sobre la discriminación hacia las y los afro-descendientes e inmigrantes recientes, debería estar asociada a alguna forma de actualidad. Podríamos inferir que la noticia es que “hay negros en la Argentina”, o bien que “hay discriminación”. Dado que como novedad es poco novedosa, la nota se ubica entre el periodismo de investigación y la actualidad. Resulta paradójico que frente al hecho tan evidente de la visibilidad (que da origen a la nota) y el accionar diverso de la diáspora africana (en el campo político como luchadores, en lo económico como agentes, en lo cultural como artistas y en lo pedagógico como maestros y educadores), la nota sea recurrente en la “invisibilidad” y en la “denuncia”. Como si no hubiera escuelas de danza afro, organizaciones de afro-descendientes y negocios desarrollados por africanos. Pareciera ser que, cuando los negros participan activamente de la esfera pública en festivales, conferencias, educación, negocios, debates, etc., la noticia es que el vecino de la esquina le dijo “negro de mierda”. Las novedades asociadas a mundo africano parecieran ser, por naturaleza, “afro-pesimistas” o “afro-victimizantes”.

Luego de leer la nota, parecería ser que las principales acciones realizadas por las organizaciones, agrupaciones e individuos africanos y afro-descendientes, han sido: 1) la queja y 2) el lamento. Un periodista profesional debe manejar el arte de preguntar y no conformarse con los datos según se presentan ante la impresión de sus ojos, dado que – afirman periodistas rigurosos como Kapuscinski – la realidad suele ser más compleja de lo que aparenta. De lo contrario, la función social del periodismo – esto es, informar – más bien alimenta los estereotipos que tanto parecen irritarle al periodista en cuestión. Conviene entonces preguntar quién queda como el culo en una revista de este tipo: si la clase dirigente que pretendió desarrollar un modelo de sociedad en el contexto histórico del evolucionismo social, o si un periodista “comprometido” con un “análisis trasgresor” de nuestros próceres… 150 años después.

Si se tratara de un análisis histórico (y aunque el periodismo no lo sea), al menos se deberían citar fuentes que permitan minimizar el uso de apoyaturas oscurantistas tales como “se calcula” o “aparentemente”, por mencionar algunas. Rigurosidades de este mismo tenor son las que han permitido afirmar, sin el menor reparo, que “se calcula que todos los negros son bastante primitivos”, o que “aparentemente están más cerca de la naturaleza, como tantas otras tribus”. A veces parece que el periodismo construye la realidad sobre la base de “me dijeron de que”, “parece de que”, “escuché que escucharon que alguien escuchó de que”. Si es este campo argumental que se pretende cuestionar, es importante hacerlo de modo tal que la crítica emplee una lógica diferente. El uso de adjetivos calificativos como “racista garca que los trata como el ojete”, aunque parezcan envalentonados por la toma de partido, bastante poco contribuyen a explicar los motivos por los cuales los mecanismos de discriminación se generaron, y se reproducen en la actualidad.
De todos los juicios de valor presentes en la nota, el comentario sobre la visión “light” acerca del racismo, es la que tal vez amerite mayor atención. Denominar “light” a la lucha coherente y comprometida desarrollada por Víctor Bille en los últimos 13 años en la Argentina, es poco más que una falta de respeto. Lo grave es que, desde el poder que otorga escribir desde un medio masivo de comunicación, Cicco identifica a personas que desconoce con adjetivos calificativos inadecuados. Y eso trae consecuencias. Escribir palabras contundentes como “mierda” o “hijos de puta” genera una sensación de fuerte compromiso (probablemente sea más cómodo que poner el cuerpo, sabiendo del compromiso real que demuestran algunos periodistas con ciertos temas el día después de la edición de su nota) que debería contrastar con el liviano hecho de haber dedicado esfuerzos sobrehumanos para construir espacios en los que la conversación, la solidaridad y el respeto – y no el legítimo resentimiento – sean el motor del diálogo con la diversidad humana. Me pregunto si el periodista considera que su nota es “strong”, o si ser uno de los pocos interlocutores serios del poder político en un campo complejo es una función secundaria.


El contexto del desalojo del Movimiento Afro Cultural, al cual se dedica pobremente el último de los párrafos, así como también la falta de idoneidad para señalar las coincidencias entre los distintos grupos y personas entrevistadas o las distintas acciones inteligentes y creativas que se desarrollan a diario, deberían ser parte de una buena estrategia de información, responsable y comprometida. Eventualmente podría aportar al contenido de una noticia interesante sobre aquello que hacen los negros, que se deslice suavemente desde el lenguaje del padecimiento hacia el de la acción. Es (nuevamente) una pena que siete hojas con texto e imágenes se hayan vuelto a desperdiciar para informar que hay discriminación en la Argentina. Y nada más.
Nicolás Fernández Bravo es antropólogo y docente de historia contemporánea de Asia y África (UBA). Fue director de la oficina del Centro Carter en Mozambique y trabajó en el campo de los derechos humanos en Mozambique, Angola y Sudáfrica. Actualmente asesora al Movimiento de la Diáspora Africana en la Argentina.