lunes, 1 de septiembre de 2008

Africanizados

Este es el texto que, creo, complementa la nota de Nicolás. Ambos fueron escritos de manera absolutamente independiente, motivados por las mismas crónicas periodísticas.
(doble click en las imágenes para agrandarlas)
La delgada línea que en el imaginario argentino separa a los “negros” (cabecitas) pobres de los individuos negros también puede apreciarse en un fenómeno reciente que ha pasado inadvertido: la generalización, en medios argentinos, de alusiones al Africa o a países africanos como referentes comparativos de la Argentina en crisis del 2002.
Tan recientemente como noviembre de 2001, un escritor argentino reseñando la novela ambientada en Buenos Aires de una autora francesa, podía quejarse de que:


“su narración se apoya en un pastiche de pintoresquismo tropical y postales porteñas estereotipadas (…) un palo borracho es descripto como un “conjunto de árboles” (…) se habla del gusto de la papaya..” (Eduardo Berti en el suplemento Cultura y Nación de Clarín, 10/11/01)

El título de la reseña -“Tangos en la capital de la papaya”- muestra qué molesto se sentía el escritor con la osadía de la autora francesa de ubicar a un personaje comiendo papaya en Buenos Aires.

Sin embargo, sólo unos meses después, luego de la descomunal agudización de la crisis -y su simbolización de maneras diversas y contundentes a partir de los hechos del 19 y 20 de diciembre del 2001- fueron varios los periodistas y escritores dispuestos a comparar a la Argentina y a la situación de sus ciudadanos más pobres, ya no con alguna república bananera caribeña -ni siquiera con las naciones más pobres latinoamericanas- sino con países del Africa. Dicha comparación se expresa en formas más o menos jocosas (chistes gráficos, notas de humor) pero también en editoriales, notas de opinión y entrevistas a intelectuales de diverso tipo.
Algunos ejemplos:

- “Pobres nos sentimos etíopes, con perdón de esa gente seguramente más inocente que nosotros.” (el periodista Orlando Barone, en “Puerto Libre”, su columna dominical en La Nación, 15-9-02)

- “Si no luchamos por una utopia , terminaremos como un pobre país africano” (título a doble página de un reportaje a Marcos Aguinis en la revista Gente, 23-4-02)

- “Volviendo al escenario nacional que y sin ánimo de ofender, camina aceleradamante hacia su africanización…” (la periodista Sylvina Walger en “El FMI que nos merecemos”, nota de opinión publicada en La Nación, 24-5-02)

- “Nosotros nunca pensamos que podíamos llegar a compararnos con algunos países pobres de Africa” - (reportaje a Beatriz Sarlo en la revista dominical del diario La Nación , 26-5-02)

- “ Africanización : Tal vez usted tenga agua, luz, calefacción… Yo no, y vivo como en Africa. Y eso es el país hoy, una Euráfrica, donde unos viven como en Europa y los demás como en el continente negro.” (el periodista Manuel Fernández López, en “El Baúl de Manuel”, su columna dominical del suplemento económico Cash de Página 12 , 30-6-02)

- El cómico Enrique Pinti tituló : “Candombe Nacional” a su nuevo espectáculo estrenado el 5 de enero del 2002. Eligió ese nombre para su espectáculo porque: “El candombe es una música de esclavos. Como en el candombe, estamos descalzos, en la calle, como esclavos. Somos esclavos, ¿entendés? Ahora ya se acabó la fiesta. Se acabó…” (“El candombe según Pinti”, La Nación, 21/12/01)

Sugiero que, a la luz de todo lo expuesto hasta ahora, se hace más comprensible el “pobres nos sentimos etíopes” del renombrado cronista de La Nación, en la medida en que la pobreza está, efectivamente, asociada en el imaginario porteño con la negritud. Que la extrema pobreza nos lleve a vernos negros comprueba, según lo expuesto hasta aquí, la efectiva vigencia -no importa qué tan silenciada- de las categorías raciales como reproductoras de las diferencias sociales que nos aquejan. Resulta sugestivo que la mayor parte de las comparaciones no se realizan con países latinoamericanos - con “cabecitas negras”- sino directamente con países africanos o con esclavos - con negros .
Se ha sugerido que para la Argentina, el negro es la imagen más fuerte de alteridad. Propongo que es así principalmente porque, para el hombre de Buenos Aires, desde hace más de 100 años es el Otro más cercano, con el que efectivamente convivió, con mayor o menor intensidad, desde la época de la esclavitud hasta nuestros días. Por esta cercanía, y por la efectiva miscigenación que pese al prejuicio se producía y aún se produce, hemos estado exorcizándolo de nuestra sangre, de nuestra familia, de nuestra ciudad, de nuestra cultura y de nuestra historia.
Durante la última década del siglo XX, “extinguidos” los negros y domesticados los “negros” -por un presidente a quien el establishment porteño pasó a ver como “alto, rubio y de ojos celestes” aunque su fenotipo lo desmintiera- creímos que por fin habíamos entrado al Primer Mundo de los indudablemente blancos que nos correspondía. Resulta paradójico que justo cuando creímos haber cumplido nuestro destino manifiesto, nos vimos de nuevo lanzados del paraíso hacia el infierno de la pobreza, un infierno de carritos y cartones, para enfrentarnos con el diablo que, como todos sabemos, es negro.

Texto extraído de Alejandro Frigerio (2006): “ “Negros” y “Blancos” en Buenos Aires: Repensando nuestras categorías raciales”. Publicado en Temas de Patrimonio Cultural 16: 77-98. Número dedicado a Buenos Aires Negra: Identidad y cultura. Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires.

Fuente de las imágenes: Página 12 (31/5/02); Clarín (s/d, pero cerca): La Nación (8/12/01)
Las imágenes son parte de una investigación que estoy realizando sobre la imagen de los afrodescendientes y africanos en la Argentina.