viernes, 2 de abril de 2010

Los ojos celestes de Jesús

Hace muchos años, caminando por Toronto, llegando a un edificio que parecía un teatro, vi una imagen de un individuo morocho, con una cara fuerte y saludable y pelo largo y tupido (casi un rasta, a lo lejos). Pensé´que habría algún recital de reggae. Al acercarme, me sorprendió mucho ver que el supuesto cantante de reggae era en realidad ¡Jesús! y que el edificio era una iglesia.
Esa imagen tan diferente de Jesús me hizo dar cuenta de qué naturalizado tenía al Cristo de rostro enjuto, pálido, tomado del arte de El Greco, por el que suele optar la Iglesia Católica en Argentina. El rostro saludable y alegre del Jesús canadiense me hizo comprender que ciertamente podían haber otras visiones de su persona que no enfatizaran necesariamente la mortificación de la carne.
La imagen que vi y ahora no puedo encontrar era, en cierto modo, parecida a la de abajo -aunque ciertamente mucho más querible y afable. Una persona con el rostro típico de un habitante de Medio Oriente. La imagen que reproduzco a continuación de un posible rostro de Jesús fue reconstruída hace algo menos de una década mediante computadoras por un equipo internacional de científicos a pedido de la BBC de Londres, Discovery Channel y France 3.
Los expertos se basaron en informaciones disponibles sobre los judíos del siglo I después de Cristo; con la nariz pronunciada, la barba ordenada, la piel olivácea y los cabellos cortos y rizados.
En su momento la reconstrucción causó cierto malestar porque no coincidía con las imágenes de las pinturas clásicas ni las del cine y televisión.
Por de pronto, claro, no es castaño clara ni rubia, ni tiene ojos celestes, como suelen tener las imágenes más populares de Cristo.



Resulta interesante comparar las dos imágenes de abajo: casi exactas, pero una con el pelo y los ojos mucho más claros que la otra.


La "desetnicización" de Jesús -la necesidad de que parezca más blanco, más rubio o claro, más "europeo" y menos morocho de lo que realmente debe haber sido- no es la única, claro. Ultimamente hemos tenido muy interesantes y cercanos ejemplos. Uno es el indio Juan Diego, a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe, y cuyo rostro se occidentaliza cada vez más, hasta que en su versión canonizada parece casi un caballero hispánico. Otro es Ceferino Namuncurá, quien también va perdiendo facciones indígenas a medida que se acerca a la santificación.
Según el orden de representaciones étnico-raciales imperante, es claro que la divinidad sólo puede tener los ojos y los rasgos del poder...