No tuvieron quizás la belleza celebratoria y masiva que están adquiriendo las llamadas de comparsas de diciembre (“oficiales” o “independientes”) -ya casi espectaculares, aunque claro que para Montevideo todavía falta bastante-. Sin embargo las llamadas, llamémoslas tradicionales o de días festivos siguen siendo, para mí, el locus de “la real”.
Roda de bambas, dirían en Brasil –donde sólo participan quienes tienen el conocimiento y la experiencia suficientes. Claro que en el evento hay lugares más y menos centrales, como se puede ver en la espontánea pero calculada formación de la batea inicial, pero sin duda es un ámbito en el que la excelencia musical se da en su formas más cruda, exaltada, y, llegado el caso, maravillosa.
Es probablemente y para nuestro contexto, el lugar donde mas fuerte y claramente se ve la dimensión no sólo comunitaria y lúdica sino también agonística –competitiva- de la cultura afroamericana. Donde el “ethos guerrero” del candombe uruguayo -que tan bien analiza Luis Ferreira en sus trabajos- se expresa con mayor fuerza y, quizás, fiereza. Donde se ven bien las dimensiones artísticas, musicales, lúdicas pero –insisto- agonísticas del género. Es a la vez un tocar juntos, pero casi contra los demás, demostrando todo lo que cada intérprete puede sacar de su tambor y de su persona fisica. Una performance musical que por el esfuerzo físico que conlleva se asemeja a una maratón; una demostración de sensibilidad y dominio musical, pero también de fuerza física y masculinidad.
Desde el “tu no juegues conmigo que yo como candela” de los cubanísimos Estrellas de Areito, pasando por el sobrador y excluyente “esto es de barrio, papi, de callejón” del rapper boricua Tego Calderón (cantando con voz aguardentosa junto con Julio Voltio), la performance artística afroamericana callejera se cruza fácilmente con –por no decir se nutre de- la construcción del género masculino (y femenino), de la afirmación identitaria (personal, racial, comunitaria) y de la lucha –en sus diversas formas- por el prestigio personal.
La expresión brasilera “roda de bambas” que se aplica tanto a una roda de capoeira como a una de samba identifica el lugar donde no todos pueden entrar, donde la excelencia performativa es a la vez artística y condición de supervivencia. La intensidad de la experiencia y el gozo puede correr paralela a la del peligro –como cualquiera que haya pasado algún carnaval en Bahía “pulando por tras do trío elétrico” con o povão, sabe. De ahí también la expresión bahiana “quem não pode com mandinga não carrega patuá”. No lleves un amuleto que no sirva para protegerte de la magia. O, en una lectura más acertada, no pretendas ser lo que no sos ni saber lo que no sabés porque en ciertos contextos puede costar muy caro.

