jueves, 24 de septiembre de 2009

Los múltiples Obamas

La nota de Juan Gelman que apareció hoy en Página 12 sobre las varias visiones existentes respecto de Obama y el racismo -sin haber hecho mucho ya es una pesadilla de la derecha norteamericana- sirve de excusa para mostrar las también diversas imágenes que andan circulando sobre el presidente afro-americano. Obama nazi, dictador ruso, maoista, hasta vulcano!
“Por un lado está el Obama que sonríe, que habla de los derechos de las mujeres, de su pueblo, de la seguridad social, el que quiere un mundo sin bombas atómicas, y luego está el Obama presidente del país imperial, del golpe en Honduras, de las siete bases militares en Colombia. Es el enigma de los dos Obamas.”
Hugo Chávez, presidente venezolano. Página 12, 21/9/09
(Esta es la foto que ilustra la nota de Página 12 de hoy - foto AFP)

Página 12, Jueves, 24 de septiembre de 2009. Contratapa
Paradojas del racismo
Por Juan Gelman

Las vive Obama con frecuencia: los neoconservadores –republicanos o demócratas– lo consideran un racista al revés. No hace mucho, dos estudiantes negros golpearon a uno blanco en un autobús (www.stlto day.com, 15909) y Rush Limbaugh, comentarista radial y peso pesado de los círculos fundamentalistas de derecha, comentó en su programa: “Pienso que el muchacho (blanco) se equivocó, que no sólo fue racismo, sino racismo justificado... quiero decir, él no debía haber estado en ese autobús. Necesitamos autobuses segregados, fue una invasión de espacios. Estos son los EE.UU. de Obama” (
mediamatters.org, 16909).
Limbaugh no paró ahí, aunque la Associated Press había ya informado que la policía, luego de investigar el incidente, retiró los cargos de racismo. “En los EE.UU. de Obama, los chicos blancos son golpeados y los negritos aplauden.” Se habló de que este presidente inauguraba “la era post-racial” en EE.UU., pero qué. El 16 de julio pasado, Henry Louis Gates Jr., profesor universitario pero afroamericano, fue detenido en su propia casa cuando se vio obligado a forzar la puerta para entrar (
www.theroot.com, 20-7-09). Obama criticó a la policía de Cambridge, declaró que el arresto tenía un tinte racista y lo calificó de “estupidez”. Una ocasión para Limbaugh: opinó que se trataba del caso de “un presidente negro interesado en destruir a un policía blanco”. Un colega de Fox News, Glenn Beck, fue más lejos: acusó a Obama de racista que profesa “un odio profundamente asentado a los blancos o a la cultura blanca” (www.nowpublic.comm, 24709). No explicó qué era la cultura blanca.
Obama sólo tocó el tema una vez a lo largo de su campaña electoral y, aconsejado por su equipo, se mostró luego omiso en la materia: había que ganar el voto blanco. Instalado en la Casa Blanca y salvo el incidente de Gates Jr., el nuevo mandatario despertó disgustos en la comunidad afroamericana. Muchos criticaron su decisión de boicotear la conferencia “Durban II”, que tuvo lugar en Ginebra del 20 al 24 de abril de este año para analizar los avances logrados en las metas que se establecieron en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, realizada en Durban, Sudáfrica, en el 2001. El mandatario norteamericano alegó que la reunión podría fomentar la formulación de “acusaciones hipócritas” contra Israel (www.haaretz.com, 20-4-09).

Es verdad que el tema palestino-israelí estuvo presente en la primera conferencia, pero la mayoría de los debates versaron sobre Africa, el legado todavía pesante de la esclavitud y las deudas impagas que los países ricos tienen con los países pobres. Finalmente, en el período colonial, el desarrollo del Norte se basó en buena medida en el robo de tierras y riquezas de sus pobladores originarios y en el comercio de esclavos. Los gobiernos africanos y caribeños demandaron dos cosas: el reconocimiento de que la esclavitud y el propio colonialismo son un crimen contra la humanidad y la necesidad de que los países que se beneficiaron con la comisión de ese crimen compensaran los daños cometidos. Muchos señalaron que era “una deuda moral” y, en definitiva, se pedía la implementación de un Plan Marshall para Africa. Los representantes de gobiernos occidentales fruncieron la nariz. El argumento de las acusaciones contra Israel, que las hubo, encubre otras cuestiones.

Obama visitó Ghana en julio y pronunció un discurso que irritó a los activistas de las comunidades negras: lo consideraron condescendiente. El mandatario afirmó que el futuro de Africa sólo depende de los africanos y que éstos deberían terminar con la excusa de que el colonialismo y el imperialismo son los padres del fracaso económico y de los malos gobiernos del continente (www.washington post.com, 12704). No deja de ser una opinión, más bien una proyección: en materia de excusas –para invadir países, por ejemplo–, quién le gana a la Casa Blanca.

Los 748 mil millones de dólares que Obama destinó a salvar a Wall Street iban a beneficiar a todos los estadounidenses, “negros, morenos y blancos”, dijo. Una declaración acorde con la presunta “era post-racial”. Pero el desempleo en la ciudad de Nueva York en el primer trimestre de este año había echado a la calle a cuatro afroamericanos por cada blanco, aunque los últimos son mayoría en la ciudad (The New York Times, 13-7-09). Los ejecutivos de los bancos salvados por Obama han vuelto a cobrar los mismos sueldos y las mismas bonificaciones de antes de la crisis. El acusado de destruir a los blancos parece dedicarse a lo contrario.

Fuente de las fotos: 1) Página 12 24/9/09; 2) Página 12 30/8/09 (AFP); 3) Página 12, sup. Radar, 8/9/09; 4) diario Crítica 20/9/09; 5) revista Rolling Stone.

Un apartheid para extraterrestres

Coincido con la crítica de Monteagudo. La película promete al principio, pero después se transforma en una de acción, de esas medio asquerositas. Ver en DVD, si no hay mucho para hacer....
Página 12, Jueves 24 de septiembre de 2009.
CINE › SECTOR 9, DE NEILL BLOMKAMP, PRODUCIDA POR PETER JACKSON
Un “apartheid” para extraterrestres
Por Luciano Monteagudo

Que el ghetto donde son recluidos un millón de alienígenas no sea muy diferente al apartheid que hizo tristemente célebre a Sudáfrica es uno de los varios aciertos de un director nativo de Johannesburgo que sabe muy bien de qué está hablando.

¡Al fin! Por una vez, la invasión alienígena no se produce en Nueva York, Los Angeles o Washington DC. La inmensa nave nodriza que oscurece el cielo se posa ahora apenas a unos cientos de metros sobre la línea de rascacielos de Johannesburgo. Y, a diferencia de lo que sucedía en Día de la Independencia, estos extraterrestres parecen haber venido en son de paz. O al menos no están en condiciones de hacer la guerra. Pertenecientes a una sumisa colonia obrera, desnutridos y hacinados en las bodegas de una embarcación que se quedó sin combustible para volver allí de donde ha venido, más de un millón de “langostinos” –como los nombra la sabiduría popular, por su horrible aspecto crustáceo– pasan a habitar el “Sector 9” de la ciudad. Que este sector no sea muy diferente al apartheid que hizo tristemente célebre a Sudáfrica es uno de los varios aciertos de la ópera prima de Neill Blomkamp, un nativo de Johannesburgo que sabe muy bien de qué está hablando.
Peter Jackson se dio cuenta cuando vio su corto Alive in Joburg, un borrador de su primer largo que Blomkamp filmó cuando tenía apenas 26 años. Y antes de que cumpliera los 29 ya tenía como productor al director de El señor de los anillos, que puso su nombre y sus recursos detrás de District 9. El primer acierto de la película es que sus ideas –que no son pocas– nunca se dejan ganar por la solemnidad. Hay un humor cáustico, muy corrosivo en casi toda la película que la hace aún más eficaz. Y ese humor empieza por concebir todo el proyecto como si fuera un informe especial para la televisión, con todos los clisés, simplificaciones y amarillismos a los que suelen ser afectos los noticieros de TV.
Este informe tiene la palabra supuestamente autorizada de periodistas, científicos y expertos, pero su protagonista es Wikus van der Merwe (Sharlto Copley), un funcionario más bien ridículo del consorcio privado Multi-National United al que el gobierno sudafricano ha asignado la seguridad del Sector 9 (un poco en la misma línea en que operan los ejércitos privados en Irak). Marido devoto de la hija del dueño de la empresa, que lo usa como un títere, Wikus es esencialmente un burócrata: cuando empieza la película se dedica a recorrer choza por choza el apartheid para que los “langostinos” –que ya llevan 20 años reproduciéndose en el Sector 9– firmen un consentimiento de desalojo por el cual van a ser removidos a un Sector 10, que promete tener comodidades y servicios equivalentes a los de Guantánamo.
Sucede que los “langostinos” no están muy dispuestos a colaborar y menos aún los nigerianos, otros descastados que no sólo comparten con los alienígenas el mismo ghetto sino que también lucran con la situación, vendiéndoles comida enlatada de gato –la favorita de los aliens–, armas y sexo. “Ya se sabe, donde hay pobreza extrema también hay corrupción”, afirma muy seria a cámara una de las entrevistadas por el documental televisivo. Mientras tanto, en sus infructuosos intentos por llenar los formularios, Wikus se contagia con la sangre alienígena, convirtiéndose en un preciado mutante, perseguido por la propia compañía a la que pertenece, que quiere experimentar con él. No es de extrañar, sin embargo, que la televisión lo presente como a un peligroso terrorista y que se le pida a la población que lo denuncie y colabore en su captura a través de la línea gratuita 0-800-STOP-WIKUS.

Si el salvajismo con el que el MNU elimina a los “langostinos” no es muy distinto a la manera en que se vuelan las cabezas de los muertos-vivos en las películas de George Romero, la estética trash de Sector 9 viene a recordar una película injustamente olvidada del holandés Paul Verhoeven, Invasión (1997), basada en la novela de Robert Heinlein. Es una pena que en su tramo final el film de Blomkamp se vuelva convencional y reduzca su efecto al de una mera película de acción, con Wikus como héroe-transformer, intentando que al menos un “langostino” y su pequeño hijo puedan escapar de la esclavitud a la que son sometidos en la Tierra. A pesar de quedarse sin combustible, como la nave que obtura el cielo de Johannesburgo, brilla tanto la primera mitad de Sector 9 que justifica una visita al ghetto.

Fuente de la nota: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-15401-2009-09-24.html