jueves, 4 de diciembre de 2014

Rosario: ciudad blanca (si las hay)


Por Nicolás Fernández Bravo (texto y fotos)

Hasta donde mis registros tienen alcance, y posiblemente esté equivocado, no hay en la ciudad de Rosario organizaciones de afrodescendientes y mucho menos de afroargentinos. Apenas si guardo en mi pequeño archivo portátil, el recuerdo de mi amigo Black Doh, un refugiado guineano cuya llegada a Rosario como polizón en un buque transatlántico fuera brillantemente documentada por el cineasta Rubén Plataneo en el film “El Gran Rio”. Sí existen conocidas instituciones en la provincia, como es el caso de la Casa Indo Afro Americana de la ciudad de Santa Fé, liderada por Lucía Molina. Sin embargo, es en Rosario donde la Fundación Litoral decidió montar una espectacular muestra sobre la esclavitud, con la colaboración del Museo Internacional de la Esclavitud de Liverpool, para problematizar también las formas contemporáneas del llamado “trabajo esclavo”.


La representación museológica de un tema como la esclavitud es ciertamente difícil. Que una Fundación privada haya tomado la iniciativa es un aspecto que merece una discusión madura, toda vez que las iniciativas públicas de distinto orden han dado mas bien muestras de su perfectibilidad. Según mi propia valoración, la exhibición, presenta un enfoque respetuoso, sin golpes bajos o amarillismos innecesarios. Hay información clara sobre lo que fue la esclavitud y el proceso abolicionista en la Argentina – que en modo alguno supuso un quiebre radical con la libertad de vientres de 1813. Se exhiben cuidadosamente además, 7 documentos (resoluciones, actas de compra venta, disputas judiciales) que tienen por protagonistas a personas esclavizadas en las Provincias Unidas del Río de la Plata.


Uno de los desafíos que se propuso la exhibición, para lo cual fui invitado a hablar, fue el de establecer relaciones entre el pasado y el presente, con lo cual la muestra se completa con un conjunto de testimonios que dan cuenta de las formas en las que el mercado de trabajo continúa, en la actualidad, operando con criterios de selección étnico-racial. Si bien la discusión sobre la misma categoría “trabajo esclavo” sigue presentando resistencias, por lo menos permite nombrar cómo las jerarquías pigmentocráticas coloniales no han sido completamente desmontas en las relaciones laborales. Por el contrario: el trabajo rural a destajo, el trabajo hacinado en talleres textiles clandestinos, la industria de la construcción sin mínimos cánones de seguridad y el trabajo doméstico “de pago arbitrario pero trato cariñoso”, son apenas algunos de los ámbitos en donde la trata de personas con fines de explotación laboral (tipificada penalmente como delito), presenta mayores índices. Siete mil casos, la punta del iceberg, llegaron a instancias judiciales. Y no son precisamente “eurodescendientes” quienes ocupaban mayormente esos puestos de trabajo.



Una ligera mirada a la fisonomía del público asistente el día de la inauguración, da la pauta del perfil de los que pueden asistir a este tipo de ágapes en lugares como el coqueto Palacio Fuentes. No es un dato menor, siendo que la lógica de acumulación del capital probablemente los interpele directamente a ellos. Entonces, acaso el recorte de la audiencia no haya sido errado: en el mundo actual, se ha vuelto un poco adormecedor convencer a los convencidos, como me hacía saber recientemente una afroargentina cuyo testimonio es parte de la exhibición.
Creo que vale la pena hacer el esfuerzo de ir a Rosario a verla.