viernes, 24 de agosto de 2012

El Gran Río (3)

David. foto: página web de la película (dirección abajo)

Finalmente fui a ver El Gran Río -tremenda película, ya anunciada en este blog  y reseñada por Nicolás Fernández Bravo. Eramos pocos, casi todos del GEALA (Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos) y tuvimos la suerte al final de charlar un buen rato con el director Rubén Platáneo y con el protagonista, David Bangoura.
En el site de la película (ver dirección abajo) se la describe de la siguiente manera:
"David, joven rapero de Guinea conocido como Black Doh, arriba como polizón en barcos de ultramar a la “tierra de Maradona”. En África quedaron sus amigos, su familia y su madre a quienes no volvió a ver. Graba su primer disco con canciones en Soussou, francés y castellano. Años más tarde, su primer disco llega a África. Este es un film que viaja entre Argentina y África, reflejando rutas y raíces filiales, choques y encuentro de culturas."

David y Mohmet. foto: página web de la película


Algo más de la mitad de la película muestra la vida de David en Rosario: buscando pensiones, vendiendo bijouterie en la calle o pintando casas para sobrevivir . Sobre todo, preparando sus canciones. Vemos su círculo de relaciones: jóvenes africanos que también arribaron de polizones, raperos rosarinos con los que va armando su disco, una chica canadiense con la que traba amistad y probablemente algo más en un hotelito en una antigua casa deteriorada. Todo transcurre en pequeños cuartos, o, brevemente, en la calle. Una sobredosis de vida cotidiana, con el arte intentando abrirse paso. No es una película yanqui: no hay grandes salas de grabación, ni conciertos progresivamente exitosos. El éxito es haber llegado, vivo, con la voluntad intacta de realizar un antiguo proyecto de vida (lo confirmaremos en la segunda mitad, con los testimonios de su familia) en un nuevo contexto social.

Fatoumata (madre). foto: página web de la película

Buena parte de la segunda mitad muestra a la familia del protagonista en Conakry, la capital de Guinea  -con especial atención a su mamá y a su hermana. David no hace el viaje -su status de refugiado dificulta su salida del país- pero llegan sus cartas y su música. Vemos su barrio, su familia extensa, asistimos a un ritual religioso para su bienestar (y el éxito del proyecto artístico) y escuchamos cantar a sus antiguos compañeros de rap. En muchas oportunidades la potente música de David nos acompaña, rapeando en español o "en africano" (soussou).

Sana (rapero guineano). foto: página web de la película

La película es bellisima. Pese a no decir nada muy explícitamente, habla a través de todo lo que muestra, y de cómo lo hace. Testigo omnipresente y (co)protagonista principal, el río Paraná, que en la última década pasó a ser navegado por grandes barcos  que permiten la salida de la soja -pero también la llegada de viajeros inesperados en busca de mejores horizontes. Escenas de aguas tranquilas y barcos gigantescos;  filas interminables de camiones esperando camino al puerto.  En la ciudad, pensiones de paredes descascaradas, asados con músicos locales que intentan comprender las experiencias -a veces extraordinarias- del nuevo amigo. En Africa, el mercado, el puerto, la casa familiar, algunos espacios públicos. Todo girando en torno a David, omnipresente en Rosario, protagonista ausente de las conversaciones en Conakry.

Salematou (hermana). foto: página web de la película

Escuchamos sobre sus viajes previos -cual Ulises moderno- en barcos azarosos, que siempre terminan en una deportación desde algún lugar remoto.  En los relatos de la vida cotidiana se filtra también la brujería, que tiene un pequeño lugar en la película pero que actúa como trasfondo y catalizador de momentos importantes de su  vida. 
We all live in sorcery's shadow, diría el antropólogo devenido hechicero Paul  Stoller relatando sus experiencias en otro país de Africa.
La película no juzga, no pontifica y sobre todo, increíblemente, no exotiza.  Apenas muestra  -de manera siempre bella y convincente- qué tanto hay de común y de diferente en el antiguo y en el nuevo universo de David. No olvidaremos fácilmente la serena dignidad  y belleza de su madre y hermana; un baobab que se despliega lentamente como una montaña;  un bosque encantado donde van los primeros amores. Tampoco el agua marrón que se mece, apacible, entre grandes gigantes de acero... esperando recibir, quizás, otro cuerpo que se deslice silencioso y se pierda en la orilla, hacia una nueva vida...

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