miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sobre "Radiografía de la comunidad afro" en Página 12

Ayer dos organizaciones de militantes afrodescendientes, Africa y su Diáspora y Diáspora Africana de la Argentina (DIAFAR) firmaron un acuerdo, en la cancillería argentina, para formar un Consejo Nacional de Organizaciones Afro (Conafro) con el objetivo –entre otros- de presionar al Estado argentino para lograr la efectiva inclusión de la temática afro en su agenda.
En el evento se presentó un estudio sobre la “población afrodescendiente y africana” elaborado por un equipo de estudiantes de sociología dirigido por la Dra. Karina Bidaseca.
Tanto la firma del acuerdo –que incluye la organización de un congreso nacional de afrodescendientes el año próximo- como el informe recibieron una buena cobertura del diario Página 12 que les dedicó una página entera en su edición de hoy. Reproduzco la nota, y abajo doy la dirección online de la misma.


No es éste ciertamente el lugar para un comentario “académico” del informe, pero dada la dimensión y el enfoque de la cobertura en Página 12 (comenzando por el título, “Una radiografía de la comunidad afro”) algunas observaciones me parecen necesarias, para que una lectura apresurada del mismo no dé lugar a malas interpretaciones.
Quienes producen datos cuantitativos a través de muestreos no probabilísticos saben de las limitaciones de los mismos. Sin importar las advertencias de precaución respecto de los datos que puedan realizar, una vez que éstos son presentados públicamente son generalmente leídos como información estadística válida y representativa. Los equívocos que pueden surgir de lecturas irreflexivas pueden tener consecuencias no deseadas sobre las cuales intentaré advertir.

En primer lugar, es necesario que no se tome al informe como una “radiografía de la comunidad afro”, como reza el título de la nota de Página 12. Hablar de una radiografía implica darle un carácter de representatividad estadística del cual ciertamente carece. Como afirma Bidaseca en el diario (y como, efectivamente, señaló ayer en la presentación) “el informe no se sostiene en una encuesta representativa, pero los datos que arroja son pertinentes” ya que “ante la falta de estadísticas, hay datos que son muy importantes” (cito del diario, pero sus palabras creo que no fueron muy diferentes). Pertinentes sí, representativos, no. Después aclararé por qué este énfasis.
En segundo lugar, el informe no habla de la “comunidad afro” –aunque alguno de los presentadores pueda haberlo sugerido, no recuerdo las palabras exactas utilizadas-. El título del mismo es “Perspectivas socioculturales y sociodemográficas de la población afrodescendiente y africana” (mi énfasis). Aunque tenga sentido hablar de “comunidad afro” en determinados contextos de reivindicación política, cualquier descripción que intente ayudar a la creación de políticas específicas debe partir del reconocimiento de que no hay una ni varias “comunidades” (concepto cada vez más problematizado y menos utilizado en análisis en ciencias sociales) sino colectivos diferentes, con características y necesidades muy disímiles, cuyo punto principal en común es que son visualizados por la sociedad argentina como “negros” (y algunos, pero ciertamente no todos, se reconocen como tales) y en base a ello reciben un tratamiento diferente y, generalmente, denigratorio. O sea, son víctimas del prejuicio, la discriminación y el racismo en base a su construcción social como “personas negras”.
Fuera de eso, hay individuos y familias afroargentinas, y migrantes afrolatinoamericanos y africanos de procedencias muy diversas. Las características y necesidades de todos estos grupos (aún agrupados como “afrodescendientes” y “africanos”) son, repito, bastante diferentes. Su dominio del español, los trabajos a los que pueden acceder, su posesión o no de documentos nacionales, las redes familiares o de amigos en las que pueden verse inmersos, las posibilidades de acceder a una pareja argentina o de su propia nacionalidad, qué tanto se ven expuestos a prejuicios sociales o a encuentros potencialmente peligrosos con la policía varía bastante de un grupo a otro.
A efectos de diseñar políticas afirmativas, englobar a todos como una “comunidad afro” diluye, confunde y demora las medidas que cada segmento necesita con más urgencia. Sus identificaciones, por otro lado, son ciertamente distintas, y complejas, y resulta algo inocente, exotizante y esencializante esperar que no lo fueran.



Creer o sugerir que este informe es una “radiografía” de la “comunidad afro” llevaría a pensar que ésta es una comunidad compuesta mayoritariamente por extranjeros, lo que no hace sino confirmar el estereotipo de la irrelevancia de los “negros” locales. Efectivamente, en la muestra utilizada para el estudio, sólo un 13% son afroargentinos; el 87% son migrantes (34 % latinoamericanos y 53 % africanos). Esto no quiere decir que estas proporciones caractericen efectivamente al universo de los individuos que se pueden identificar o se identifican como afros, afrodescendientes, etc.
Según se especifica en el estudio “la forma de contacto con cada entrevistado/a tomó la modalidad de rastreo intencional, en el espacio público (la calle) o al interior de las organizaciones afro en ciudad de Buenos Aires” (pag. 12, contando desde la portada). Esto quiere decir que por su visibilidad y disponibilidad en el espacio público, es más fácil ver y contactar africanos que a otros migrantes afrolatinoamericanos o a afroargentinos –que no trabajan en la calle y cuyo fenotipo quizás no sea tan marcadamente u obviamente “negro” como el de los africanos. Esto lleva (para mí, sin duda) a la sobrerepresentación africana en la muestra, algo que no está suficientemente especificado ni problematizado en el informe. Otro ejemplo: si el 31 de la muestra está compuesta por senegaleses, y el 5% por afrouruguayos, esto no quiere decir que “realmente” haya 6 veces más senegaleses en Buenos Aires que afrouruguayos.


Aún cuando pudiera ser cierto que hay más inmigrantes afro que afroargentinos en la ciudad –y esto no lo sabremos hasta contar con información cuantitativa confiable- sería necesario o no estaría de más señalar que una buena parte de la población afroargentina (tanto de las familias cuyos ancestros fueron esclavizados, como las que descienden de migrantes caboverdianos) vive en el Gran Buenos Aires. Este es un dato que se puede obtener de la lectura de los varios trabajos recientes sobre las distintas poblaciones de origen africano (más remoto o más reciente) producidos por académicos argentinos y que, inexplicablemente, no están citados ni aprovechados en el informe. De lo contrario, repito, del mismo se puede inferir que la “población afro” está compuesta mayormente por extranjeros.


Otro equívoco que puede surgir de una lectura rápida del informe tiene que ver con el nivel de educación formal de esta población (“afrodescendiente y africana”). Se señala que 56 % de la misma tiene escuela secundaria completa, y que un 25 % hasta terciaria o universitaria completa. De pensar que la muestra es representativa, se puede creer que la población afro local no necesita de medidas específicas para acceder a la educación, ya que según los datos presentados esto no parece ser un problema. No es el caso, sin embargo, como todos sabemos, de gran parte de los afroargentinos y migrantes afro-(algo).
De manera similar, tampoco surge, en el cuadro de discriminación, que la escuela sea un ámbito importante de la misma. Esto quizás se deba a que la mayor parte de los encuestados son migrantes que quizás no la sufrieron en su país de origen (seguramente, el 53% de la muestra que está compuesta por africanos). Los datos etnográficos sugieren, sin embargo, que las escuelas argentinas son un contexto importante y temprano de experiencias discriminatorias. Cualquier política de acción afirmativa y antidiscriminatoria debe, si no empezar por, al menos tomar muy en cuenta las falencias de las instituciones educativas locales (de todos los niveles) respecto de la población afrodescendiente –y ahora, también africana.

La  nota sobre el informe se puede leer completa en:
Sobre la firma del convenio que funda Conafro: