jueves, 13 de diciembre de 2007

20 de Noviembre, Día de la Conciencia Negra: Qué conciencia es ésta?

Agradezco a Diego y a Javier Bonga, a quienes conozco desde hace muchos años y cuyo trabajo valoro enormemente, por la invitación a participar de la Celebración del Día de la Conciencia Negra en el Galpón del Movimiento Afrocultural, el 25 de noviembre del 2007. Hago extensiva mi gratitud y mis felicitaciones a todos los que los apoyan en esta dura tarea de mantener y reivindicar la cultura negra.
Agradezco también a la revista Quilombo por publicar una versión apenas reducida de la misma

Hoy celebramos el Día de la Conciencia Negra. Que será esto de la conciencia negra?. Supongo que, para un negro o afrodescendiente, debería ser, al menos, la conciencia de: reconocerse negro, de saber que serlo es bueno y, sobre todo, oponerse a la opresión social que existe sobre el negro y su cultura.

Si uno no es negro o afrodescendiente, como es el caso de la mayor parte de quienes practican actualmente alguna forma de cultura afro en Buenos Aires, propongo que la conciencia negra debería al menos incluir el reconocer: 1) que la cultura de origen afro es una parte invisibilizada, negada, de la cultura argentina; 2) que los afroargentinos cumplieron un rol relevante en la historia argentina pero que fueron invisibilizados –y aún lo son, ya que todavía existen en la ciudad; 3) que los afroargentinos y otros grupos afroamericanos y ahora africanos que aquí están son discriminados y marginados; 4) que cada una de las diversas formas artísticas que conforman la rica cultura negra incluyen a su vez distintos géneros, y estos poseen sus técnicas específicas, sus criterios estéticos y su ética. La complejidad multidimensional de la cultura negra no se aprende de un día para el otro. La puede practicar y dominar cualquiera -pero que se haya tomado el trabajo y los años de aprender con los maestros correctos; 5) Que los distintos géneros de cultura negra están emparentados y que en virtud de su origen común poseen criterios estéticos y éticos comunes; 6) que hay una opresión social sobre esta cultura, ya sea que la practiquen negros o blancos y 7) que la actual popularidad de la cultura negra (afro, afroamericana, de origen africano -esto ya es otra larga discusión) que la hace parte innegable de la cultura juvenil porteña no implica, necesariamente, una conciencia negra.

Como despreocuparse por la cultura afro

A principios de noviembre se realizó un evento interesantísimo y absolutamente necesario a esta altura del desarrollo de la cultura (de origen) afro en la ciudad: Buenos Aires Afro Hoy, organizado por el Instituto de Investigación y Difusión de las Culturas Negras, con el apoyo de muchos otros grupos. La intención era reunir a quienes practican percusión y danza afro, a los cultores de religiones afroamericanas, a coleccionistas y gestores culturales y a los que luchan por los derechos de los afrodescendientes, para que contaran sus experiencias en las distintas áreas. Fue el primer evento que reunió un espectro tan amplio de practicantes de distintas modalidades de la cultura afro y en el que se propuso el rescate y la discusión de sus experiencias dentro de este campo cultural.

Era una excelente oportunidad para plantearse preguntas como: “qué hacemos?”; “por qué lo hacemos?”; “cómo lo hacemos?”; “qué problemas tenemos?” y “cómo lo podemos hacer mejor?” Dada la cantidad de gente que practica alguna forma de cultura afro estos días sólo se podía esperar una fuerte concurrencia. Sin embargo esto no fue así. Con tantos grupos de percusión en la ciudad, por ejemplo, tendría que haber habido una mayor asistencia el día que se trató este tema. Algunos de los precursores de artes afros que fueron invitados y estaban anunciados no fueron y ni siquiera avisaron ni se excusaron después. ¿No les importaba acaso compartir su conocimiento y su historia, sus experiencias?. ¿No les interesaba escuchar a sus colegas?. ¿Será que sólo quieren gente que pague y tome sus clases y les diga que son los mejores practicantes de esa forma de cultura afro?

La concurrencia a este evento -así como a otras actividades anteriores- muestra el poco compromiso (la poca conciencia negra) que hay entre los que practican estas artes. No escuchan a sus pares, no van a las presentaciones de sus colegas y si van invitados sólo llegan para actuar y se van sin haber escuchado a los otros. Aunque presenciamos hoy un desarrollo impensado de la cultura afro en Buenos Aires parece que esto se ha producido a través de la expansión de una enorme variedad de grupos autistas. Grupos de gente que sólo ven su tambor y los de su compañeros. O su danza y la de su grupo. Si son tamboreros no les importan la danza, si tocan un género de música no les importan las otras, si hacen danza no les importa la religión, si practican religión no les interesa la cultura.

Como preocuparse por la cultura afro

Diría que la conciencia negra, para alguien que no es afrodescendiente debería como mínimo, implicar, primero y principal, respeto y segundo y no menos importante, compromiso.

Respeto por los orígenes (étnicos, nacionales) de esta cultura, por sus características propias, por conocerlas, aprenderlas y transmitirlas lo más fielmente posible. Respeto también quiere decir reconocer que todas las manifestaciones de la cultura afroamericana nacen de un hecho original de esclavización de poblaciones enteras y de la continuada opresión de un grupo por otro. Aún cuando lo que practicamos hoy en día no sea cultura de esclavizados (porque se desarrolló después de la abolición de la esclavitud) siempre es cultura de oprimidos. Cuando alguien empieza a practicar alguna forma de cultura negra, lo quiera o no, lo sepa o no, está participando de un proceso de más de cuatrocientos años de esclavización, opresión y despojo cultural de una raza por otra. Si uno participa con respeto y ayuda a ubicar a la cultura negra con sus características específicas y sin olvidar sus orígenes en el lugar que se merece en el patrimonio cultural de la humanidad, está ayudando mínimamente a reparar cientos de años de injusticia. Pero si se lo toma a la ligera, como la práctica de algo que sólo es “divertido”, “primitivo”, “para relajarse”, está colaborando con el actual proceso de estereotipación, de banalización y de mercantilización de la cultura negra -las nuevas formas de la opresión cultural. Sigue siendo parte del problema, no de la solución –dilema del que no escapan, por cierto, algunos propios afrodescendientes que parecen satisfechos en perpetuar estereotipos raciales mientras esto les reporte beneficios inmediatos. Puede y debe haber diversión en la práctica de la cultura afroamericana pero no puede haber frivolidad. Aunque la práctica de cultura afro sea divertida, siempre es un asunto serio, con una larga historia de resistencia cultural. Es una cultura cuyo desarrollo costó sangre, sudor y lágrimas. Nace de la diversión pero en un contexto de opresión. Aún las mezclas, hibridaciones o nuevos desarrollos que se puedan y deban realizar (ya que ninguna cultura es estática) no tendrían que olvidar estos orígenes. Si la consideramos como, y queremos darle el estatus de, patrimonio cultural de la humanidad, debemos conservar una conciencia de, y un respeto por, estos orígenes.

Compromiso es darse cuenta que practicar cultura afro es convertirse, en mayor o menor medida, en un “militante afro”, ya que si no hay que olvidar los orígenes, tampoco hay que dejar de tomar en cuenta el contexto social actual. Es necesario tomar conciencia de que practicar alguna forma de cultura afro en la Buenos Aires tradicionalmente “blanca y europea” se transforma en una actividad política, ya que para hacerlo hay que ir en contra de las condiciones sociales dadas y de los estereotipos vigentes acerca de cómo somos y qué deberíamos hacer de nuestra vida cultural, especialmente en los espacios públicos, los porteños.

Aunque uno no esté conciente de que está realizando resistencia cultural, la resistencia frecuentemente se siente del otro lado. Aún quien cree que no resiste culturalmente es discriminado socialmente. Las reacciones sociales ante estas prácticas muestran la continuidad centenaria de procesos cotidianos de racismo, discriminación, invisibilización, estereotipación –de los cuales son víctimas no solamente los practicantes afrodescendientes sino todos aquellos que practican “cosas de negros”.

Conciencia negra y compromiso es darse cuenta que por sus orígenes esta cultura, y por ende sus practicantes, no importa si son negros o blancos, son discriminados.

Lo saben quienes tocan cualquier forma de tambor y encuentran en sus vecinos la misma oposición que se viene manifestando desde el siglo XVII ante la presencia de tambores en el espacio público de la ciudad. No importa si antes eran tocados por africanos, luego por negros argentinos, mas tarde por migrantes afrouruguayos, ahora por porteños blancos de clase media –la reacción es la misma. Lo saben los miles de practicantes de religiones afroamericanas, que son considerados brujos y cuyos rituales son vistos como potenciales escenarios de crímenes. Lo saben las muchas bailarinas de danza afro, cuya práctica no tiene el mismo status que otras formas de danza. Saben que no importa qué tan bueno sea su espectáculo (y varios de los que se hicieron en los últimos dos años lo fueron), nunca tendrá la repercusión que puede tener un espectáculo de danza moderna, de tango o de flamenco.

Compromiso es tomar conciencia de las conexiones (performáticas, estéticas, históricas) entre los distintos géneros de cultura afroamericana; religión, danza, música, percusión y de la discriminación que estas sufren.

Conciencia negra es también conciencia de la historia

De la historia afroamericana, pero también de la historia local, de la historia que todos estamos haciendo sin saberlo. Puedo dar fe de esto porque nunca pensé que de las prácticas pequeñas y aparentemente insignificantes de formas de cultura afro que practicábamos en la segunda década de 1980 pudiera surgir este movimiento cultural tan dinámico y diverso.
Conciente de la importancia de la historia local, considero necesario pensar una fecha de la conciencia negra que esté más relacionada con la historia y la realidad rioplatense o argentina. La enormidad de la historia y la lucha afrobrasilera no nos tiene que hacer olvidar la resistencia que hubo y que hay, acá en nuestra tierra.

Es claro que bien puede haber dos fechas o dos conmemoraciones de la conciencia negra, pero yo propondría:
a) buscar en la historia afroargentina una fecha o un personaje que se ajuste a una celebración semejante.
b) pensar seriamente en la fecha del asesinato de José Acosta Martínez (5 de abril de 1996) como la fecha de la Conciencia Negra local. José era candombero y uruguayo, pero murió por defender a afrobrasileros en tierra argentina. Es el primer y esperemos que el último mártir de nuestro actual movimiento cultural afro. Y ciertamente murió por tener conciencia negra.