martes, 18 de noviembre de 2008

La Umbanda en el obelisco: Reflexiones y frustraciones

Sabía, claro, que iban a ir muchas menos personas que las que deberían estar. Después de todo, esto es Argentina, y estamos hablando de la Umbanda, una de las religiones más estigmatizadas del país –la más, quizás… También suponía que iba a ser difícil para la cada vez mayor cantidad de personas que la practica en el tercer cordón del Gran Buenos Aires y aún más lejos llegarse hasta la capital. Pagar o conseguir micros no iba a ser fácil, y sin micros las movilizaciones parecen no funcionar mucho… aunque no estoy seguro, pensemos en las últimas reuniones de los evangélicos, que llevaron varias cuadras de personas sobre la Nueve de Julio desde todos los lugares del país. Pero bueno, sin duda que los evangélicos han desarrollado, a lo largo de estos últimos años, una capacidad de movilización que parece ser inversamente proporcional a la de desmovilización de los practicantes de la religión. Mientras estaba en el obelisco no podía sino pensar que en 1986 Luconi (por Dios, Luconi!) y quienes en ese momento lo apoyaban habían llevado más gente frente al Congreso que el domingo frente al obelisco, 22 años más tarde! Era menos sacrificado salir a la calle en esa época que ahora? Quizás había más ilusiones, menos desencantos. Una época de mayor inocencia, de creer en cosas que se estaban formando. El ethos de la primavera democrática alfonsinista, también. Todos renacíamos en aquel entonces…
Pero me pregunto (y no sé que contestarme): cuántos templos de Umbanda, de religión (Umbanda, Nación, Kimbanda) hay en el Gran Buenos Aires? Mil? Dos mil? Tres mil? Mäs? Es realmente difícil decirlo. Quien tenga cifras concretas y alguna prueba para respaldarlas, bienvenido. Si hay, digamos, tres mil, cómo es que no fue ni siquiera una persona por templo al obelisco?
Quizás faltó información. No estaba del todo claro quién organizaba, quiénes apoyaban, quiénes iban a ser los oradores y, sobre todo, a qué hora iban a hablar. Yo hubiera intentado informar más, junto con la convocatoria, para que no quedaran dudas y para disminuir la suspicacia, inevitable cuando de religiones de origen afro se trata.
Pero eso no justifica la menos que auspiciosa concurrencia. Y no lo digo con ánimos de crítica, lo digo con desilusión. Aún en mi profesional escepticismo, fui defraudado. Pensaba que era una buena oportunidad para que quienes practican la religión dijeran: acá estamos, nosotros también somos, también tenemos derechos y los queremos hacer valer.

Sin embargo, parece que a una parte importante (la mayoría) de los religiosos no le interesa mostrar su presencia en la ciudad, ni su orgullo por practicar su religión o sus deseos de que sus creencias y prácticas sean respetadas como las de cualquier otro credo. A una parte importante de los religiosos parece que no le importa nada. Parecen pensar: Yo me encierro en mi casa, hago mis sesiones de Kimbanda, algún ebó para los orixás (dudo que todos puedan realizar batuques) y el resto, no me importa. No me importa que mis vecinos desconfíen de mí, que hablen a mis espaldas, que mi hijo no pueda decir en el colegio que es un macumbero con la frente en alto. Total, cuando necesiten ayuda, me van a venir a ver. Y si no vienen, no es mi problema. A mí no me importa nada. El buen religioso, para muchos, parece ser el que se queda puertas adentro y sólo se (pre)ocupa de lo suyo.
Creo que es hora de reconocer que si los umbandistas no salen en los censos, no aparecen en las encuestas sobre religión, no están inscriptos en el registro de cultos, no van a otra cosa que no sean las kimbandas de amigos o conocidos, y al único lugar al que van son los flogs ajenos en busca de firmitas para el propio; chicos, seamos realistas, no existen. No existen para la sociedad, no existen para los medios (salvo cuando alguien realiza algún asesinato sádico), no existen para más allá del grupo reducido de amigos o de templos con los que tienen alianzas (alianzas que siempre se quiebran y redefinen). No existen como ciudadanos con derechos. Con derecho a ser, derecho a hacer, derecho a mostrarse, derecho a decirlo.
Debo confesar que –algo inesperadamente- me da bronca. Después de 23 años de estudio de estas religiones, de haber hecho muchos amigos, de haber pasado por mil experiencias que enriquecieron mi vida, de haber conocido líderes admirables, de haberme encontrado con seres humanos y entidades espirituales de alto, medio y bajo astral (muy pocos de éstos, afortunadamente) me da bronca que tantos herederos de esta cultura centenaria, de esta religión que aprecio como ninguna, de un patrimonio riquísimo que costó sangre, sudor y lágrimas crear y preservar (como ya dije, nunca tan bien empleada esta frase como cuando se habla de la cultura afro), se la tomen tan a la ligera. Que digan o piensen: Yo no voy, que vayan otros. Chicos, es el Centenario! Cuántos más de éstos van a vivir? Sin conciencia histórica no hay presente y tampoco hay futuro. No era por Zelio, tampoco era por ustedes, era por sus hijos ….

En fin, mi abrazo y mi respeto a los que estuvieron, a los que organizaron, a los que hablaron y a los que le pusieron toda la onda…. Espero que el año próximo seamos más y crucemos la avenida…. Como dice el proverbio: un viaje de mil millas comienza con el primer paso

Fotos: Alejandro Frigerio