domingo, 27 de febrero de 2011

Nuevo estilo de candombe (3) - (sobre el candombe-homenaje "Nunca Menos")


Comentario del músico Alejandro Polemann:
Estimado especialista: es bastante conocida la controversia en la identificación de "lo original", "lo puro", tanto para los investigadores como para algunos músicos que, además, disputan las credenciales para inscribir sus producciones dentro de esos valores.
En el caso del "Nunca menos", lo que quizás sea interesante observar es que algo tuvo que pasar en estos últimos años de arte rioplatense para que un espacio militante se permita, no, mejor, se invente una excusa de "candombe" como canal apropiado para llevar adelante un homenaje político. Y más aún, que la periferia que flota alrededor de la militancia se sienta convocada también por la utilización de ese nombre. Lo he visto desde adentro y todo eso es verdaderamente inédito.
Porque habla de la posibilidad de incluir (finalmente!) una sonoridad, no todavía un género, una sonoridad más en la paleta de músicas significativas para los habitantes contemporáneos de Buenos Aires y alrededores. No de París, de Barcelona, de Lima o Los Ángeles: de "buenosaires". Y si fuera necesario advertir cierta liviandad en el uso del nombre del género o especie (según la religión del investigador) justo sería señalar que, en realidad, es mucho más de lo que nombra.
Porque puede ser candombe en su clave, murga (murgas, las dos) en su canto, milonga en sus arpegios, rock en sus solos, tango en algunas de sus secuencias armónicas, marcha camión en su marcha camión y, sobre todo, canción. Es una canción. Todos los participantes "músicos" hemos sabido salvar estas diferencias e inclusiones, por encima de nuestros saberes adquiridos, para priorizar el sentido -central en toda producción artística- con el que se ha hecho el objeto. Basta con mirar a la Gloriosa de Boedo sin preocuparse por si sus pasos, saltos y contorsiones se ajustan o no a la clave de la llamada.
Lo Rioplatense es mucho más que cada música en particular y viene generando desde hace años entrecruzamientos artísticos y sociales superadores de cualquier intento de sectarismo. Como se sabe hay bibliografía y música sobre el tema. En 2003, por ejemplo, se editó un disco compacto (Música para no ahogarse. Suramusic 2003) compilando un mínimo de producciones que representaban la punta de un gran iceberg "rioplatense", caracterizado por una gran variedad de propuestas, géneros y estilos. Hay también numerosos artículos y compilaciones (de Alicia Martín, por ejemplo) que dan cuenta de las posibles reconfiguraciones del folclore urbano.
Ya para despedirme y anhelando la posibilidad de apertura de debates en su blog le explicito la profunda convicción que existe en los espacios de producción artística e intelectual en los que participo de que una mirada actual sobre la diversidad cultural e intercultural se ve siempre enriquecida por la posibilidad de mezclas, fusiones e hibridaciones, en donde los procesos de tradicionalización se manifiestan de manera necesariamente dinámica y libre de todo prejuicio.
Le envío un saludo cordial y me abocaré a estudiar atentamente sus textos publicados que seguramente representarán un valiosos aporte para mis clases de música.
Atentamente, Alejandro Polemann.


Comentario de Alejandro Frigerio:
Estimado tocayo: agradezco el tiempo que te tomaste en escribir el comentario. En general, en otras oportunidades estaría de acuerdo con lo que planteas. De hecho, en mi comentario original digo que lo primero que me llamó la atención es que el tema fuera un candombe –coincidiendo con lo que decís al principio.
Debo reconocer que yo pasé de una posición antropológica (antigua) de, quizás, excesivo celo purista a una más contemporánea apreciativa de las “mezclas, fusiones e hibridaciones”.
Sólo resaltaría dos cosas, atendiendo a mi planteo original. La primera, que siempre es necesario, de todas maneras, estar atentos a que generalmente hay desiguales distribuciones de poder que hacen que las hibridaciones suelan ir siempre en el mismo sentido o seguir una misma lógica: el acercamiento a formas eruditas como forma de validación de lo popular. En un primer momento, esto no es malo. En un segundo momento, sería mejor que las formas populares fueran validadas por sí mismas, por sus valores intrínsecos, y no por su capacidad de aproximación a formas legitimadas socialmente. Básicamente: que las fusiones no hagan desaparecer los elementos originales que tomaron de inspiración. Es cierto que toda forma cultural es dinámica y cambia; de todas maneras, hay que estar atento -repito- a qué asimetrías de poder llevan el cambio en una dirección u otra.
La segunda es que, por más que tampoco suelo defender posiciones excesivamente nacionalistas, hay determinados (quizás pocos) momentos neurálgicos en que sí creo que el contorno de la nación debería remarcarse. Este era uno de ellos. Sin embargo, no censuro la elección estética, sólo la comento. Como suelo decir, el blog está para ayudar a pensar sobre determinados temas que suelen pasar desapercibidos o considerados poco importantes, no para dictar cátedra.
Un abrazo AF

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡ESTO SE ESTÁ PONIENDO BUENO!

KW.

Anónimo dijo...

verdad que se esta poniendo bueno...sin aferrarnos a verdades,de los cruces de ideas y opiniones nos enriquecemos todos...
interesante lo de las asimetrias...comparto
saludos
diego

AlePole dijo...

Estimado Alejandro: agradezco la consideración y publicación de mi comentario y más aún la respuesta. Estoy en un todo de acuerdo en la necesidad de valoración de las formas populares por sus valores intrínsecos y no sólo por su acercamiento a las formas eruditas (aún Ayestarán, con su avanzada visión para la época, anhelaba la llegada del "gran compositor que (lo) universalice" al candombe). La pregunta para un músico como yo y muchos otros sería ¿qué hacemos mientras tanto? ¿volvemos a nacer pero en un barrio pobre, intentamos no morir desnutridos y luego hacer la canción que el pueblo recoja para sí y entonces incida en el marco cultural verdaderamente popular?. Y, no. No podemos, por suerte. Entonces, hacemos música. Y ahí (quienes no pretendemos transformarnos forzadamente en el referente de algún grupo de culto) mezclamos todo lo que somos o tenemos cerca. En ese "cerca" elegimos (algunos) el Río de la Plata, que es lo más cercano. Y quienes trabajamos en instituciones y damos clases de música y también decidimos tomar lo cercano, armamos carreras, planes, propuestas que, a riesgo de "institucionalizar" formas que son originalmente populares e informales (como ha sucedido siempre en occidente con todas las músicas) abrimos una puerta con dos salidas posibles e interconectadas: la de la valoración y validación de esas formas populares; y la de la generación de nuevas músicas que, en un futuro cercano, hagan crecer (no evolucionar, sólo crecer) a esas formas tan significativas.
Para despedirme y agradeciendo nuevamente, vuelvo a señalar que lo que más me impactó del proceso de construcción del "Nunca menos" (adscripciones políticas y de amistad aparte) es que justamente se adoptó esa música (con sus mezclas e "impresiciones) como una posibilidad popular-no-erudita para expresar un sentimiento exis.
Eso me asombró, me agradó y me alegró. Un abrazo, Alejandro.

Berenice Corti dijo...

Como dicen los comentarios de más arriba, el debate planteado es interesantísimo tanto estética como políticamente (esta última una dimensión que está muy presente en el ejemplo del candombe "Nunca menos").
A mi modo de ver lo que se está planteando aquí son distintas narrativas sobre la legitimidad de las "mezclas, fusiones e hibridaciones", que creo significan cosas distintas aunque muchas veces se las tome indistintamente. Mezcla suele referir a una combinación aleatoria de elementos; fusión a una idea totalizadora que engloba otras (como dice AF, por ejemplo, en relación a la validación en la música erudita; o, pienso, al concepto de jazz fusión en los setenta). Me parece que hibridación menciona más bien a un proceso –creativo, productivo- en donde también intervienen las cuestiones de poder, cuyas características son bien diferentes en los distintos casos y que hay que atender en su particularidad (al respecto, están los trabajos de María Eugenia Domínguez sobre la “música rioplatense”). Lo que está haciendo Poleman es justamente describiendo ese proceso, que busca invertir jerarquías, referir a nuevas “identidades” y que a su vez funcione como una herramienta política.
Creo, como ya lo has mencionado, que todavía el trabajo que todos tenemos por hacer es especificar la conexión entre géneros musicales y culturas, dotando de otros sentidos políticos a esas hibridaciones. Las desconexiones que vos mencionás son producto de las políticas hegemónicas de construcción del Estado Nación en el país, pero tampoco por tener claro esas políticas las elecciones estéticas tienen que ser tan estrictas. Si no el jazz más identificado con las culturas negras no habría cambiado tanto para ser cada vez más “negro”. Están las opciones, y lo que sería deseable es que éstas puedan tomarse sobre el conocimiento de nuestra(s) cultura(s) negra(s).
Felicitaciones por estar construyendo en este blog los puentes para pensar estas cuestiones entre todos.

Alejandro Frigerio dijo...

Chicxs: Agradezco todos los cometnarios. Los más largos o que crea aportan más a la discusión irán también en el cuerpo del blog.Intentaré decir algo en la medida en que mis neuronas lo permitan...