viernes, 25 de junio de 2010

Sobre "Andares Negros, Caminos Blancos" - o cómo hacer antropología histórica..

Ayer se realizó la presentación del libro de Lea Geler sobre los periódicos afroargentinos de finales del siglo XIX.
Lo recomiendo fuertemente. En la entrada anterior, señalo dónde se puede leer online el primer capítulo.
Abajo, mi intervención en la presentación. No es una reseña del libro, apenas intento resaltar lo que, a mi modo de ver, son sus mayores virtudes ...

Tengo el agrado de presentar un trabajo que lleva nuestra comprensión de la historia de los afroargentinos to the other level , como dicen los raperos norteamericanos. Al siguiente nivel, a un nivel de comprensión y conocimiento indudablemente más elevado.
Quienes lean sus 400 paginas –no es un libro corto, pero se lee sorprendemente rápido por lo ameno e interesante, lo que es sin duda uno de los (varios) méritos de Lea- sentirán que se abre una puerta hacia el interior de la comunidad afroporteña de la década de 1870 y los primeros años de la de 1880. Podrán comprender de una manera inédita su situación, sus preocupaciones, sus conflictos internos y su relación con la sociedad mayor del momento.
Y cuando digo “podrán comprender de manera inédita” sé de lo que hablo.
En 1989 o 1990 consulté en la vieja Biblioteca Nacional algunos de los periódicos negros , principalmente La Juventud y La Broma.
Lo hice siguiendo las pistas del libro de Reid Andrews, que era quien mas y mejor los había analizado hasta el momento. Había leído también menciones de sus contenidos en algunos trabajos de Rodríguez Molas, y especialmente, en un artículo de Soler Cañas de 1963 –autor que nunca es suficientemente citado y que hace un muy detallado análisis de uno de los episodios de discriminación que Lea examina en el libro.
Mi sensación al leer los periódicos fue ambivalente, por un lado era obvio que contenían mucha información, por otra, que había en los textos numerosos sobreentendidos que dificultaban su comprensión … demasiados episodios descriptos a medias, muchas ironías, disputas con otros colegas… Eran voces que hablaban para un auditorio de “entendidos”; de gente que conocía a las personas de que se hablaba, y que obviamente también habian escuchado descripciones de los eventos que apenas se comentaban, sin describirlos….
Yo sentía –como, a veces, todavía me pasa- que necesitaba más herramientas teóricas para analizar determinados temas que tenían que ver con relaciones raciales o racializadas…. Los métodos de registro, también, eran otros: uno tenía que anotar todo lo que podía , o leer en voz muy baja y grabar –que fue lo hice-. Después me dediqué a otros asuntos, y la desgrabación (parcial) de esas lecturas que apenas podía entender por mi tono de voz, todavía está en mi computadora.
Lo que quiero decir es que, además de la posibilidad de registrar mejor los datos históricos que nos da, por ejemplo, la fotografía digital, a partir de la década del 90 empezamos a tener acceso a toda una serie de conceptualizaciones y perspectivas teóricas que permiten, luego de una recolección cuidadosa y exhaustiva del material como la que realiza Lea, un análisis mucho más productivo que el que se podía hacer entonces.
El trabajo de Lea es una buena muestra del “rinde” que dan estas perspectivas téoricas cuando aplicadas con sapiencia, criterio y coherencia.
La conceptualización de los periódicos como contra-esferas publicas subalternas o de los periodistas como intelectuales subalternos; las ideas de disciplinamiento y de panóptico –que en un principio me pareció algo forzada pero que está bien argumentada-; el énfasis en la inclusión –negociada, resistida, deseada- dentro de un proyecto de construcción de la nación con la adopción de los valores que conlleva; la perspectiva de género, etc. son todos ejemplos de cómo la aplicación –reflexiva, cuidadosa y coherente, no como un intento por estar “a la moda”-de herramientas teóricas contemporáneas al análisis de fuentes históricas brindan una mejor comprensión de procesos históricos –como todos- complejos.
Dije que el libro nos abre una puerta hacia el interior de la comunidad afroporteña de la época –al menos, de la parte de la comunidad que escribía los periódicos, y de la que estos periodistas creían era la que los leía: la comunidad imaginada de y por los periódicos.
Ahora, en este paseo por esta comunidad, por lo que dije anteriormente respecto de las perspectivas de análisis, Lea es inequívocamente la guía.
(Es obvio, claro, que no puede ser de otra manera, ya que cualquier presentacion y selección de material ya es e implica una interpretación. Aún cuando se quiera hacer sólo una presentación de la voz de los nativos al mostrar algunos y no otros se está haciendo una interpretación –de cuál es el valor de algunas voces en detrimento de otras, sus motivos etc. No digo nada nuevo: sólo el ABC de las ciencias sociales. )
En el libro queda claro que es Lea quien lleva las riendas del análisis –aunque su manejo de ellas es suave y convincente. Sus objetivos están anunciados de manera bien explícita desde el principio, los conceptos que utilizará y las variables que considera mas relevantes, también (aunque a los antropólogos no les gusta hablar de variables).
En este caso el énfasis analítico no se contradice con, sino que se apoya en, la presentación de numerosas y largas citas provenientes de los periódicos afroargentinos. Una buena decisión por parte de la autora, y por la cual probablemente el libro tiene la extensión –pero también el encanto- que tiene. Casi todas las páginas del libro tienen alguna cita textual, cuando no dos o tres.
Uno entonces escucha (lee) las voces (opiniones) de los afroargentinos, pero dentro de un análisis que hace entendible los propósitos del discurso nativo y especialmente el contexto –la comunidad, la ciudad, la nación- en que se desarrolla. Cualquier discurso se emite en -y condicionado por- un determinado contexto social. La capacidad de Lea de relacionar las particularidades del discurso afroargentino con las del contexto social es, sin duda, otra de las varias virtudes del libro. En esto creo que avanza sobre análisis anteriores.
Hacer esta relación entre discurso y contexto no es fácil, claro. Además de examinar exhaustivamente los periódicos afroargentinos hay que leer buena parte de la bibliografía contemporánea que trata sobre la época, para mostrar de qué manera la situación del grupo y su discurso muestran especificidades propias y qué tanto responden a tendencias generales presentes en la época.
Lea dice muy explícitamente que quiere hace antropología histórica –lo que puede parecer casi un oxímoron- pero el resultado final logra, efectivamente, aunar las mejores virtudes de ambas disciplinas. Una rigurosa investigación de datos históricos examinados con herramientas teóricas actuales (que en realidad exceden la antropología) y un cuidado con y por los significados nativos que no los fetichiza sino que los contextualiza y ayuda a su comprensión enriquecida.
Decía Alan Watts –uno de mis autores favoritos de juventud- que cuando se explica el Budismo Zen para Occidente hay que evitar dos extremos: explicarlo insuficientemente y que quede inentendible, o por el contrario, hacerlo demasiado comprensible como para que el lector crea que ya entendió todo lo que había que saber y que entonces puede pasar a otra cosa.
Trasladando esta idea al dominio de los estudios afroargentinos, hay que reconocer que de los dos peligros, el libro de Lea se acerca sin duda al segundo: por toda la información que presenta y el perceptivo análisis que de ella se realiza, hace que uno crea que ya sabe todo lo que se puede y debe saber sobre la comunidad afroargentina de la época y que ya no vale la pena seguir investigándola.
Sobre este peligro –que en realidad da muestra de las muchas virtudes del libro- hay que alertar: siempre habrá nuevos datos, y siempre habrá nuevas interpretaciones que se puedan hacer de los mismos.
De hecho -y aquí va una pequeña advertencia después de tanto entusiasmo respecto de la obra- una lectura rápida de la última página puede hacer suponer que efectivamente, se han desvendado los mecanismos de la invisibilización/invisibilidad afroargentina, cuando este es un proceso cuya extensión temporal excede al analizado en el libro. Y que precisa de su continua y aún actual (re)construcción… Ningún trabajo, por lo tanto, puede “explicar” la invisibilización de los afroargentinos
porque en cada momento histórico este proceso se continúa dando, y de maneras diferentes. No hay una sola invisibilización de una vez para siempre, sino varias y continuas....
Dicho esto, no puedo sino (re)afirmar que el libro de Lea es un aporte invalorable que lleva el nivel de los estudios afroargentinos varios escalones más arriba y nos brinda formidables herramientas para futuros trabajos –que, ya sea que estudien la presencia afroargentina a fines del siglo XIX como en el siguiente, en mucho deberán esforzarse para llegar al nivel de éste ….

Para descargar la introducción, el índice y el capítulo 1 de este libro: www.scribd.com/PROHISTORIA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alejandro:
O sea que como decía Ortíza Oderigo, lo compramos de una, sin ambages ni cortapisas.

El Irascible.

P.D.: Alejandro, contáte algo más del paseo por Harlem.

Un abrazo.

I.

Alejandro Frigerio dijo...

Ya vendrá, en cuanto tenga un rato! :-)