Espero no volverme muy monotemático estos días con lo del Movimiento Afro-Cultural, pero me parece que es un caso testigo realmente importante, ya que va a poner a prueba y revelar todas las prenociones, prejuicios, escalas de jerarquía cultural y también, claro, actitudes racistas de nuestra sociedad. De funcionarios, "defensores de la cultura", "vecinos", periodistas, jueces y aún de quienes habitualmente nos ocupamos de estos temas.
La situación es similar al caso de la familia que piensa que sí, que todos tenemos iguales derechos sin importar raza ni condición social. Primero la hija tiene un compañero negro en el colegio ( "que bien, que abiertos de mente los del colegio"); luego el compañero se hace amigo de la nena ("¿ sos muy amiga del chico ese?"); el nuevo amigo comienza a ir a la casa frecuentemente ("pero tenés que traerlo a casa tanto?"); se ponen de novios ("te dije que no me gusta ese chico para vos") y finalmente anuncian que se casan ("cómo te vas a casar con ese negro de mierda?).
Los límites de la "tolerancia" se prueban cuando los derechos de las minorías comienzan a acercarse peligrosamente a los nuestros y sentimos que amenazan algunos de nuestros privilegios.
Cuando exceden el "lugar" (geográfico, cultural, moral) que les hemos asignado.
Las opiniones de los "vecinos" transcriptas abajo lo muestran claramente. Esta es una "reunión" pero no los dejamos hablar. "Su" lugar no es "este" lugar (por más que legalmente ahora les corresponda). Los apoyamos pero no los queremos acá -ni en el Centro ni en el barrio. Defendemos la cultura pero no esta cultura -que, si es cultura, es suya y nunca podrá ser nuestra.
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