viernes, 12 de agosto de 2011

Calunga Andumba -vuelve en agosto y septiembre

(doble click en la imagen para agrandarla)

Vuelve la puesta en escena de la obra concebida por las hermanas afroargentinas Susana y Carmen Platero a fines de la década de 1980 -esta vez dirigida por la actriz afrocubana Alejandra Egido.

La imagen del cartel, para quien pueda no conocerla, es a la vez bella y escalofriante. Es la famosa puerta a través de la cual, se dice, millones (?) de personas fueron embarcadas desde Africa a América. Se encuentra en la isla de Goreé, que oficiaba de depósito de esclavizados, a cuatro kilométros de la costa donde está la ciudad de Dakar, en Senegal. El lugar ha sido decretado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y es uno de los principales lugares de memoria de la esclavitud, visitado por miles de turistas -muchos afrodescendientes- pese a que, últimamente, su centralidad en la trata ha sido cuestionada.


Las funciones serán los sábados de agosto (comenzando mañana) a las 21 hs. y los sábados de septiembre a las 21.30 hs. La entrada cuesta $35. 

Ver el comentario de Nicolás Fernández Bravo sobre la versión 2010 de la obra:
http://alejandrofrigerio.blogspot.com/2010/11/calunga-andumba-este-miercoles-segunda.html

jueves, 11 de agosto de 2011

Afrodescendientes en Villa Ocampo


Como otro de los milagros del Año de los Afrodescendientes, vuelven personas de piel oscura a la aristocrática Villa Ocampo! -algo que probablemente no sucedía desde la estadía del filosófo y poeta indio Rabindranath Tagore en la década de 1920.
La histórica casa de San Isidro que perteneció a Victoria Ocampo-que ahora es un centro cultural de la UNESCO- inaugura una muestra de fotos del fotógrafo argentino Ricardo Preve.


 Foto: Ricardo Preve. Fuente: Mirabaires

Ricardo Preve es también productor y director de documentales para National Geographic Television (NGT). Su primera exposición de fotografías fue "Iemanjá /Brasil, Cuba, Haiti" en 2010 en Punta del Este, que se llevó a cabo en beneficio de la labor de ayuda a Haití de Médicos sin Fronteras, seguido de "Iemanjá/Brasil, Cuba, Haití, Uruguay" que fue organizado por la Unesco, en Montevideo.

  Foto: Ricardo Preve. Fuente: Mirabaires

Según información del site Mirabaires, la muestra consiste de 34 imágenes que Preve tomó entre 2008 y 2010, que muestran la fiesta de Iemanjá en Montevideo, rituales de origen afro en Brasil, Cuba y Haití, así como el Carnaval de Artigas y el Desfile de Llamadas de Montevideo. El fotógrafo ha empezado a trabajar en su primer libro de fotos, Afrodescendiente - Raíces africanas en América Latina, con lanzamiento proyectado para el 2 de febrero de 2012. 

 Foto: Ricardo Preve. Fuente: Mirabaires

Agradezco a Vivian...
Fuente:
http://www.mirabaires.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=869:muestra-fotogr%C3%A1fica-sobre-afrodescendientes-en-am%C3%A9rica-latina-y-el-caribe&Itemid=123
Tagore en Villa Ocampo:
http://www.villaocampo.org/cas/historico/elmundo_2.htm

miércoles, 10 de agosto de 2011

Racismo argentino - según Roly Serrano


Para tener una idea de cómo funciona el racismo argentino, ayuda leer los testimonios de personas ahora conocidas que cuentan sus experiencias cuando no lo eran, y sufrían por su fenotipo "no suficientemente blanco". 
El actor Roly Serrano es uno de esos "morochos" que durante demasiado tiempo tuvo que interpretar a tipos "pesados" o marginales. Lo recuerdo, especialmente, como un feroz guardiacárcel en Tumberos o como un letal ladero del demonio en El Garante. Su talento, finalmente, pudo más.
Dice en una entrevista en Clarín de hoy:
"En Salta existe una sociedad muy jodida, para ellos siempre fui “un negrito de mierda”. Fui a Córdoba para hacer la colimba, me quedé y después empecé a cantar en las peñas, trabajaba de parapalos, hice de todo. Pasaba de ser el “negrito” a “un morocho interesante”, que, de pronto, podía hacer el amor con una rubia. Ese cambio fue muy fuerte para mi. En esa época había mucha juventud pseudo-intelectual, latinoamericanizada y yo era un tipo que hablaba y los atrapaba."

lunes, 8 de agosto de 2011

7 de Agosto: San Cayetano ... (and friends)

 Foto: Cecilia Galera

El domingo, como todos saben, fue el día de San Cayetano.  A un par de cuadras de la estación de tren de Liniers, la iglesia de este santo y las santerías a su alrededor son el epicentro capitalino del catolicismo popular. A la enorme multitud que se concentra todos los 7 de agosto para venerar/agradecer/ofrendar y prometerle, hay que agregar los devotos que van todos los 7 de cada mes, y la cantidad aún no determinada de personas que van diariamente a comprar las múltiples imágenes de santos (“oficiales” o “populares”), seres espirituales diversos y parafernalia de todo tipo necesaria para una variedad de rituales religiosos/mágicos. 

  Foto: Cecilia Galera

En este espacio ecuménico, especie de zona liberada de la creencia y la imaginación religiosa, no podían sino encontrarse dos de los íconos más populares del país, que velan igualmente por el sustento espiritual y material de sus hijos/devotos.


Foto: Cecilia Galera
(y un tercero...)


 Foto: Cecilia Galera
(Bonus: San Cayetano, versión Feng-Shui)

Agradezco, obviamente, a Cecilia Galera...

domingo, 7 de agosto de 2011

Estudios sobre afro-argentinos (2): Sobre la naturaleza de la ética



En la entrada anterior de esta serie reflexionaba en voz alta sobre los criterios de construcción de “la verdad” en antropología. En ella reconocía forzosamente la precariedad de nuestro conocimiento, ya fuera construído a través de la ya fenecida “autoridad etnográfica”, o de una falaz (re)construcción de la “autoridad del nativo” –que en realidad sólo puede lograrse a partir de la sobre-homogeneización de una población muy diversa, o de mecanismos de nombramiento de un grupo determinado que excluyen a una gran mayoría que no lo utiliza. Peor aún, directamente haciendo pasar la voz del antropólogo como si fuera la voz del nativo, disfrazando un monólogo (seudo)académico -que atrasa en muchos años- como “diálogo intercultural”.
Es justamente por esta reconocida precariedad de nuestro conocimiento que las asociaciones de antropología han intentado elaborar códigos de ética para sus miembros. En Argentina, desgraciadamente, este tipo de emprendimientos apenas comenzaron a discutirse –justamente, este año.
El documento más completo al respecto –que aún así no puede abarcar todos las posibilidades - es el de Asociación (Norte)Americana de Antropología.
En una versión traducida que se encuentra online (dirección abajo, y también del original) se llama la atención hacia las complejidades de la interacción antropólogo-“nativos” y hacia la necesaria cautela por parte de los estudiosos:
 “En un campo con tales complejos compromisos y  obligaciones es inevitable que surjan incomprensiones, conflictos y la necesidad de elegir entre valores aparentemente incompatibles.  Los antropólogos son responsables de encarar dichas dificultades y de luchar por resolverlas en maneras compatibles con los principios aquí establecidos”
 De la lista de incumbencias éticas,  quisiera resaltar, primero,  las que hacen referencia a la obligación básica del compromiso de los antropólogos con la verdad:
 “Los antropólogos tienen la responsabilidad de la integridad y reputación de su disciplina, de su ciencia y de su conocimiento.   Los antropólogos son sujetos de las normas generales de conducta científica y académica: no deben engañar ni conscientemente distorsionar la información (por ejemplo, manipular evidencias, falsificar ...(…)”
 Luego, en línea con la entrada anterior de este blog, se hace referencia a la necesaria precariedad y carácter situado del conocimiento que producen (producimos) los antropólogos:
“Al así hacerlo deben ser honestos; ellos no son sólo responsables por el contenido empírico de sus investigaciones pero deben también considerar cuidadosamente las implicancias sociales y políticas de la información que ellos diseminan.   (…)  Deben dejar claras las bases empíricas que fundamentan sus informes, deben ser honestos acerca de sus calificaciones y de sus prejuicios filosóficos y políticos, y reconocer y dejar en claro los límites de su autoridad antropológica.   Al mismo tiempo deben esta alertas acerca del posible daño que su información puede causar a las personas con quienes estudian o a sus colegas.”
Las consecuencias negativas y la violación a la ética profesional que implica la diseminación irresponsable de información –cuya condición de “verdad” por todo lo antes expuesto es siempre contingente- que pueda dañar a los nativos es mencionada y condenada en varias oportunidades:
“Estas obligaciones éticas incluyen:
Evitar herir o dañar, entendiendo que el desarrollo del conocimiento puede cambiar lo que se entiende como positivo o negativo para las personas con quienes se trabaja o estudia.
(…)
Los antropólogos deben hacer todo lo que esté de su parte para evitar que su investigación cause daño a la seguridad, dignidad o privacidad de las personas con quienes trabaja, investiga o desarrolla actividades profesionales. ” 
 Es claro que estas afirmaciones hacen referencia a la totalidad de los “nativos” involucrados en la investigación. O sea, a la clase general de individuos a la que pertenecen. Para el caso que nos ocupa, al estudio de los afro-argentinos (en general).
Resultaría improcedente y falaz, por todo lo argumentado hasta el momento, pretender que porque se estudia o trabaja con un grupo de afro-argentinos se pueda diseminar información perniciosa respecto de otro/s grupos de afro-argentinos.
El compromiso ético es con todos.
No es infrecuente que los estrechos lazos que suelen establecerse entre un investigador y el grupo de “nativos” con el que trabaja lleven a una militancia –de distintos grados de involucramiento- en pro de su causa. 
Trabajar a favor, empoderar a un grupo no suele estar reñido con la ética antropológica. Pero sí aparece un conflicto grave con ésta cuando se entiende que por militar a favor de un grupo se puede o debe estar en contra de otros grupos. Las preferencias no deben expresarse en condenas. La lucha por el empoderamiento de un grupo no debe llevar al desempoderamiento de otro.
 El aún insuficiente desarrollo de los estudios afro-argentinos, el poco conocimiento local de lo ya acontecido con anterioridad –y criticado- en otros países y el escaso poder del que gozan los distintoS grupos afro-argentinos y sus militantes, llevan desafortunadamente a abusos de (ir)responsabilidad y desapego a la ética profesional. Como suele suceder en nuestra sociedad (aficionada a relatos dicotómicos que enfatizan la necesaria existencia de “buenos” y “malos”) estos abusos son disfrazados -en un nuevo alarde de ingenio local-  de “compromiso existencial”, “gesta heroica”, conversión post-epifanía, o las varias maneras que la febril imaginación humana pueda fabular.
Que el Santo Rey Baltazar nos proteja… 

Código de Etica de la AAA (traducido):
www.colegioantropologos.cl/web/images/stories/codigo_de_etica_def.doc
En inglés:
http://www.aaanet.org/committees/ethics/ethcode.htm

Y ya que estamos, también el código de ética de la Asociación Brasilera de Antropología:

viernes, 5 de agosto de 2011

Relaciones racializadas - según Capusotto

Algo más fácil pero sin duda no menos revelador ...
Por si alguien todavía cree que el color de la piel no es importante para la discriminación local:


"Con el nuevo testeador de ADN vas a poder ver quien es morocho de verdad"
"Evotest: Para distinguir si con alguien podes cenar o solamente te tiene que limpiar la mesa..."


El video dura 6 minutos, a partir del minuto 4, el Evotest...

Los humoristas lo dicen mejor que los estudiosos...

miércoles, 3 de agosto de 2011

Estudios sobre afro-argentinos (1): Sobre la naturaleza de "la verdad”


Hace poco me ví involucrado en una discusión (más o menos) amistosa con personas interesadas en el tema de los afro-argentinos. Como me llamó la atención que individuos con (mucha o poca) formación en ciencias sociales parecieran ignorar –no estar al tanto, o dejar de lado- algunos aspectos básicos de la formación y de la naturaleza del “conocimiento” que generamos, van estas reflexiones en voz alta. 
En otra entrada seguirán las conclusiones que, en base a ello, se derivan respecto de nuestra responsabilidad ética.
Nada demasiado complejo, después de todo este es un blog de difusión. Pero con las mismas cuestiones me he enfrentado también en distintos cursos que dí. Lo que sigue se puede aprender mejor y de manera más compleja en cualquier curso de metodología e investigación.

1) Sobre la autoridad del etnógrafo
Hace unos cuantos años ya que se habla de la crisis de la “autoridad etnográfica”. El “estar allí” o “haber estado allí” con los “nativos” (palabra no del todo simpática pero tampoco peyorativa, todos somos “nativos” para algún tipo de estudio o de reflexión) dejó hace bastante de ser el criterio máximo e “infalible” de autoridad para escribir sobre o hablar por/en vez de, determinado grupo social/cultural. Pasadas también están las épocas en que se podría pensar que la mera acumulación de (mas) información llevaba a (necesariamente) mejores relatos etnográficos de los grupos que nos interesaban.
Como enseña cualquier curso de metodología y técnicas de investigación o de elaboración de proyecto de tesis, la información que se va recolectando en contacto con determinado grupo no se transforma automáticamente en “datos”.
Para que un chisme  o un comentario sea  un “dato” –una información relevante para mi relato- tiene que estar filtrado o mediado (al menos) por: a) cuál es mi problema de investigación –o qué tema quiero estudiar- y b) cuál es mi perspectiva teórica –qué conceptos uso, cómo los defino, y que tipo de relaciones mi perspectiva dice se establecen entre los conceptos, o entre éstos y variables determinadas –dimensiones de la vida social. 
Aún cuando crea que no estoy investigando, al participar de la vida de un grupo tengo determinadas preocupaciones y objetivos (o sea, mi “tema”) y creo que las cosas se relacionan de determinada manera (mi “teoría”, aunque no lo sepa). Por eso, de la infinita marea de informaciones que me llega, selecciono o me acuerdo de algunos y no de otros. Esto lo hacemos todos cotidianamente, pero cuando construimos un relato etnográfico (y no un relato cotidiano) tenemos que estar un poco más concientes de los mecanismos por los cuales recolectamos y procesamos esa información y validamos lo que decimos.
Entonces: siempre hacemos un recorte de la “realidad” –que es vasta- y siempre alguna información será “dato” y otra será irrelevante –dependiendo, de nuevo, de mi problema, de mi conceptualización y de mi perspectiva-. La información mas maravillosa y relevante para una persona no le servirá de nada a otra. No hay información objetivamente relevante ni verdadera –mas allá de la constatación de un hecho puntual-. Pero en cuanto empiezo a enlazar hechos puntuales con otros, y a hacer alguna interpretación de todos esos entrelazamientos, ya estoy usando teoría (aunque sea implícita) para hacer algunas asociaciones y no otras, y llegar a un determinado relato y no otro. Por ejemplo: tal grupo tocó tal tipo de música en determinado lugar. Si, es comprobable. Ahora, la relevancia de esa actividad (es la primera? Qué visibilidad tuvo? Cómo influyó en eventos posteriores? Es un hecho “histórico”?) dependerá de las asociaciones (arbitrarias) que yo establezca con otros eventos. Esas asociaciones son arbitrarias, puede haber varias interpretaciones acerca de cuáles son las correctas. Nada se relaciona “naturalmente” u “obviamente” con nada.

2) Sobre la autoridad del “nativo
Una salida fácil para la crisis de la autoridad etnográfica es pasarle la responsabilidad de la veracidad, ahora, al “nativo”. Como por un lado, hay una revalorización de las identidades y saberes de grupos minoritarios, se considera que está bien que el nativo hable por sí mismo y que todo lo que diga será relevante o verdadero. Que hable por sí mismo sin duda es muy deseable. Que lo que dice es relevante –al menos para él- también es cierto. Ahora, pensar que esa afirmación es necesariamente “verdadera”, es pecar de inocente.
Por un lado, quién es o quiénes son, los “nativos”? Para el caso de los afroargentinos, a quiénes voy a considerar así? A los que se definen así? A los que son “negros”? A los que tienen determinada cantidad de generaciones en el país? Cuál es el criterio de demarcación del grupo?. Cuántos criterios hay?
Por otro, aún cuando pueda lograr una delimitación más o menos precisa de un grupo, siempre hay muchas, demasiadas, opiniones nativas. Y no sólo hay muchas, sino que muy frecuentemente, están en conflicto. A quién le creo?
Y para peor: las personas van reinterpretando constantemente la realidad. El amigo de hace un tiempo ya no lo es, la mejor persona pasa a ser la peor, los hechos que antes creía que sucedieron así ahora los relato de otra manera. Si, como sabemos, todos nosotros hacemos eso, por qué los nativos no lo harían también?
Un ejemplo que para mí fue muy revelador. Cuando estudiaba en la Universidad de California en Los Angeles, tuve el privilegio de hacerme amigo del documentalista argentino Jorge Prelorán y de su mujer, Mabel, que también estudiaba antropología. En ese momento, Jorge había hecho algo muy pionero (como muchas otras veces), que fue llevar a la protagonista indígena de uno de sus documentales a vivir con ellos y dejarla que armara la obra con él. Ella había sido criada por su tía, y la primera versión de la película mostraba el importante rol que había tenido en su vida. La chica se va de Los Angeles, vuelve unos meses a su ciudad de origen, y cuando retorna a USA para hacer la versión final, se había peleado con su tía y ya no quería que ella figurara en el documental en absoluto. En su reinterpretación de su vida, la persona que había sido fundamental según una mirada anterior, ya no lo era.  Tuve varias –demasiadas- experiencias similares en mi propio trabajo de campo con los umbandistas locales. El pai de santo de un médium era la persona más importante de su vida, cuando se peleaba con él y se iba del templo, era una lacra. Personas cuya vida yo había seguido a lo largo de 5 o 6 años remodelaban su biografía constantemente, realzando la valía de algunos acontecimientos y personas y minimizando o suprimiendo otros.
Nada que nosotros no hagamos, en realidad.
Estos sencillos ejemplos deberian ayudar a dudar de otro mito –anterior- que la crisis de la autoridad etnográfica a veces deja en pie: el del nativo omnisciente. Este sabe de todo, se acuerda de todo, y sus interpretaciones no están contaminadas por intereses propios.
Es claro que todos –nosotros y los nativos- estamos inmersos en redes de intereses, que hacen que necesariamente veamos las cosas de una manera o de otra. Y es muy inocente pensar que uno, dos, tres o veinte versiones nativas no van a estar contaminadas de esta subjetividad.
Para finalizar –aunque se podrían apuntar más cosas- es claro que los nativos no están tomando en cuenta una serie de factores que condicionan su accionar, y que hacen que su relato sea, siempre, parcial. Los nativos, como nosotros, suelen carecer de imaginación sociológica: la capacidad de ver las fuerzas sociales e históricas actuando detrás de los comportamientos individuales. Ese es uno de los plus que se supone, los versados en ciencias sociales podríamos contribuir en la construcción de relatos etnográficos.
Los relatos de los nativos son siempre interpretaciones, parciales e interesadas. Y nuestras propias interpretaciones son siempre de segundo grado: intepretaciones parciales e interesadas nuestras sobre otras interpretaciones nativas igualmente sesgadas.
Esto no quiere decir que no haya relatos mejores que otros, pero esta evaluación no es fácil ni terminante. Siempre hay que considerar todos los factores que intervienen en la fabricación de un relato para ver su coherencia y solidez. No depende ni del prestigio del antropólogo/sociólogo/historiador ni del de los nativos involucrados.

3) Sobre los contextos de observación y actuación
Si la información que se vuelve relevante –“dato”- depende de mi problema de investigación –o de qué tema específico me interesa-  y de mi perspectiva teórica, también los contextos de observación o de recolección de datos dependerán de ellos. Para algunas preocupaciones, los contextos privados serán relevantes, para otros los semi-públicos, para otros los contextos ritualizados, para otros los contextos públicos –y hay distinto tipo de éstos.
Yo siempre pienso que los contextos públicos y las interacciones cotidianas son las más interesantes, porque a): creo que sólo las cosas que se dicen públicamente tienen efectos “en la realidad” –especialmente en contextos sociales más jerarquizados- y b): las cosas que se dicen espontáneamente en interacciones cotidianas son menos pensadas –que las que se dicen, por ejemplo, en una entrevista- y tienen efectos sociales reales. Pero en última instancia la relevancia del contexto depende de mis objetivos y mi teoría.
Siempre desconfío de las entrevistas –aunque no niego su utilidad, pero pienso que no deberían ser la técnica considerada más eficiente- porque es la instancia en la cual la persona más cuida y reelabora lo que dice, sin importar qué tanta confianza tenga con ella. Me ha pasado de ir dos o tres años a un templo, y que al entrevistar al líder me dé una descripción de las actividades que poco se correspondía con lo que yo había visto. Y no era que intentaba mentirme, pero sí transmitirme su visión de cómo deberían ser las cosas, más que la de cómo eran…
Por otro lado, si  hay distintos contextos de observación, similarmente también hay distintos contextos en los cuales los nativos se desempeñan de una manera u otra. Hay identificaciones contextuales –en algunos una persona es “negra”, en otro “afrodescendiente”, en otro “afroargentino”-,  relaciones contextuales y discursos preferenciales para un lugar u otro. Y hay contextos en los cuales las personas tienen más capacidad de imponer sus definiciones de la situación –como quiero que los otros me vean- y otros en que menos –y son víctimas de las visiones, identidades atribuidas y acciones de otros.

De todo esto se desprende, para quienes investigamos/nos interesamos/nos comprometemos con algún grupo social que no se puede esperar que mi problema de investigación sea el mejor o el único relevante, que mi grupo de nativos sea el único verdadero, y que mis datos sean los mejores o únicos válidos.
Tengamos un poco de humildad, chicos ...

Ver también: