En la entrada anterior subí el artículo de La Nación que se refiere, de manera algo ligera, a la posibilidad de incrementar el comercio con Angola -con caricatura de Moreno "africanizado" incluída.
En las líneas que siguen, el antropólogo argentino Nicolás Fernández Bravo, que conoce esas tierras de primera mano, reflexiona sobre los resabios decimonónicos subyacentes a las perspectivas innecesariamente críticas sobre la posibilidad de acceder a "nuevos mercados" africanos.
¿Qué tiene de "heterodoxo" comerciar con Angola?
Por Nicolás Fernández Bravo
Cuando en el año 2008 viajé a Angola, mi sensación fue ambigua. Luego de más de 10 años de haber estado allí por primera vez, las escenas bélicas de tanquetas y jeeps militares habían sido reemplazadas por un bullicioso tránsito civil. Esto se explicaba especialmente por la exuberante fauna de voluminosas camionetas 4x4 –producto de la bonanza petrolera y la perdurabilidad de los acuerdos de paz– mientras que en las afueras (y en los interiores) la miseria continuaba a la orden del día. La bonanza no había llegado aún al famoso mercado Roque Santeiro, una gigantesca feria de calles de tierra (la más grande del continente, según dicen) donde era posible conseguir los elementos necesarios para un feitiço completo, pasando por armamento ruso para llevar a cabo un modesto golpe de Estado, sillones indios de pana artificial para decorar una sede diplomática, la más variada colección de música africana (en formatos cuya informalidad difícilmente penetraría mercados puritanos), o galletitas Terrabusi para atemperar la nostalgia rioplatense. Pero la bonanza sí había llegado a los barrios nuevos de Luanda Sul, donde una pujante clase acomodada crecía a ojos vista en condominios privados desarrollados por firmas portuguesas y sudafricanas. Como una ironía de la historia, el despegue angoleño lucía sobre un conjunto fresco ainda, de símbolos que hasta hace poco colisionaban entre sí. Los impresionantes cambios por los que está atravesando la economía mundial impactan en las sociedades africanas de un modo que aún es difícil diagnosticar. Estas transformaciones tienen la particularidad de coexistir entre tradiciones y modernidades. O, para ser más precisos, entre aquello que fuera de África se caracteriza como “tradición” y se distingue de aquello que cae imprecisamente bajo el rótulo de “modernidad” – ideas que poco explican las vibrantes dinámicas de la economía política de sociedades como la angoleña, donde las rutas transatlánticas siempre han vinculado memorias, utopías y presentes.
En este contexto no resulta extraño que una nueva misión comercial de Argentina tenga por destino Angola. Después de todo, el idioma portugués ofrece una cercanía lingüística y cultural bastante única, y las conexiones no se presentan del todo desfavorables. De hecho, se trata de una ruta que tiene una incómoda y antiquísima historia. Por ella cruzaron muchos de los barcos negreros que trajeron personas esclavizadas hacia el continente Americano. Pero eso es “historia”. Sucede que el mundo continúa transformándose, y el presente deslumbra con nuevas alternativas. Por estos y otros motivos es preocupante que una iniciativa comercial de este tipo lleve el mote de “heterodoxa”, según la caracterizó recientemente un artículo firmado por Alfredo Sainz en un matutino porteño. ¿Será que el comercio “ortodoxo” se conserva en una ruta prefijada? ¿Quiénes definen lo que es ortodoxo en la economía mundial, y quienes son sus portavoces? La relación entre la ortodoxia y la heterodoxia se parece bastante a la que define a la tradición y a la modernidad: segrega a los significados en compartimentos estancos y los vuelve manipulables. Es de esperar que las personas del mundo contemporáneo, que no viven en el mundo de las ideas de la época de la trata esclavista, comprenden el hecho de que la economía mundial se está volviendo cada vez más compleja y que el lugar que ocupan en ella los prejuicios es visto cada vez de un modo más anacrónico. Estas preocupaciones pueden llegar al extremo de la irritación cuando las notas periodísticas son acompañadas –como la del señor Sainz, aunque en este blog nos hemos cansado de señalar otros ejemplos– por caricaturas ofensivas en donde se retrata a “los africanos” a partir de los mismos estereotipos con los que la economía colonial ubicó a las sociedades africanas en los márgenes de los sistemas de intercambio.
Existen en la Argentina un conjunto de iniciativas sumamente dignas destinadas a comprender mejor nuestra relación con África, los africanos y el legado de los Afrodescendientes. Algunas de ellas han incluido el desplazamiento de argentinos para que conozcan distintas sociedades africanas, como las impulsadas por Mafila Kouyate, Víctor Bille o Santiago Michaël, casi sin ningún apoyo oficial y sin la parafernalia que caracteriza acciones semejantes en el lucrativo y desigual mundo de las ONGs. El intercambio comercial necesariamente tiene que ocupar un lugar en este debate, el cual se presenta como un espejo al otro lado del Océano Atlántico. Tal como me lo refirió recientemente Mário de Paiva, un intelectual independiente interesado en la novela de Pola Oloixarac “Las Teorías Salvajes” (¡!), los angoleños también tienen curiosidad por comprender mejor el lugar de América Latina en el intercambio global de mercancías, símbolos e ideas. No cabe la menor duda que el desafío de establecer nuevas rutas de intercambio presentará problemas; también es cierto que en la Argentina existe una frágil experiencia para llevar a buen puerto este tipo de empresas; nunca está de más la prudencia ante escenarios cuya racionalidad se desconoce. Pero todo ello no es razón suficiente para desestimarlas burlonamente con ese tono afropesimista que tanto recuerda a las formas contemporáneas del racismo. Quienes afirman que Argentina debe aferrarse a sus mercados “tradicionales”, bien harían en revisar la consistencia de sus argumentos. Tal vez notarían que el mundo ya no es el del siglo XIX.
5 comentarios:
Que bueno que al menos pensemos qué lugar querríamos en esta nueva era de intercambios Sur-Sur,especialmente si de economía política se trata, porque además nunca se llevan adelante objetivos económico-políticos de manera aislada (hasta las políticas entendidas como culturales, como las patrimonializaciones en todo nuestro continente, resultan a mano con esta nueva configuración del sistema mundo). Ojalá en todo este juego nos toque una agenda que sepa tener en cuenta no solamente los negocios, como supo decir una argentina experta en el tema durante 2011 aquí en Bs.As., ya que el transatlántico vuelve a ser red. Y ojalá los afrodescendientes existan en esa agenda, y lleguen al juego con una imagen mucho menos mítica del Africa, caso contrario compraremos "espejos de colores" y no a españoles esta vez (eventos, acciones, intercambios que tienen priorizan otros fines SIN tener en cuenta el lugar de los afrodescendientes en esta coyuntura...ni el del común de los africanos, muchos de ellos en situación migrante, ya sea esta en Bs.As. o Europa o ciudades y suburbios del Africa misma...).
¿Qué tienen las elites de ambas márgenes -junto al BM- para ofrecerle, esta vez, a los (nuevos/mismos) condenados de la tierra?
No creo que las elites le puedan ofrecer demasiado a los condenados de la tierra, pero está claro que hay dimensiones de la economía politica mundial que están cambiando, y la linea editorial de LN no se da cuenta. Con esto no pretendo decir que los cambios supongan una "mejora". Muchos africanos ya están sintiendo nostalgia del imperialismo británico cuando lo comparan con la voracidad del capital chino! En fin, no es materia de este blogui, pero sí señalar las representaciones que evoca nuestra prensa un poco fuera de siglo.
NFB
Si, es clara tu idea. Y es factible que por estas latitudes también pinte cierta nostalgia criolla/colonizadora, cuando quienes añoran el Africa mítica le vean el rostro a sus elites negras (porque ese es el rostro africano que asoma por ahora en los "encuentros" Sur-Sur acontecidos en nuestro continente. No creo que no sea tema de este blog: querramos o no, va a ser cada vez más un tema sobre el que los afrodescendientes (y los expertos en América) van a tener que detenerse...
(no?)...-
Muy interesante la entrada, así como el intercambio entre Vivi y NFB. Llevan a pensar y mucho.
Ahora, entre todas las ideas expuestas, hay una que me llamó mucho la atención: la nostalgia por el imperialismo británico ante la actual voracidad del capital chino.
Ya que hoy por hoy, China es uno de los principales socios comerciales de la Argentina, sería interesante saber cuáles son las características de lo que se entiende por "voracidad" del capital chino, al punto de producir nostalgia del imperialismo británico, sistema en la que un colonizado no lleva la mejor parte.
En segundo lugar ¿cuál es el perfil ideológico de un africano que añora un régimen imperialista? ¿Es un miembro de la élite que con posterioridad a las independencias perdió sus privilegios? ¿Un columnista de un diario africano equivalente a nuestro "La Nación", es decir un colonizado mental?
¿Un progresista desencantado con las actuales dirigencias?
KW.
Muy buena nota sobre el tema
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