lunes, 8 de marzo de 2010

Activistas Afro en la Embajada

(foto: blog de Nengumbi Celestin Sukama)

Una tarde en la Embajada.
Sobre las paradojas del activismo afro en Buenos Aires.
Por Nicolás Fernández Bravo

El pasado 24 de Febrero, la representación diplomática de los Estados Unidos de América en la Argentina organizó una vez más la “celebración” del Mes de la Historia Negra (“Black History Month”). Se trata de una “celebración” cuyo origen en los Estados Unidos se encuentra íntimamente asociado a la figura del ex-Presidente Abraham Lincoln y su legado como abolicionista. Con el tiempo, la otra figura igualmente fundadora de la “celebración“, un ex - esclavo negro de nombre Frederick Douglas, quien logró trascender en la historia como liberto y activista político fue pasando a un segundo plano: como suele suceder con muchas figuras subalternas cuando la historia es contada desde el centro del imperio o sus sucursales. En su versión local, la celebración lleva el nombre de Mes de la Cultura Afro-Americana. Esta adaptación no está exenta de problemas. La primera vez que supe de la existencia de este rito fue hace unos años, por medio de una colega africana nacionalizada estadounidense y residente en Buenos Aires, quien me preguntó por qué los pocos afro argentinos participaban tan poco de esa celebración para pocos y bastante poco conocida. En ese momento no tuve ninguna respuesta.
Cuando el año pasado, en plena efervescencia Barackobamista, fui invitado por primera vez a “la Embajada” junto a un amplio abanico de personas (entre activistas, artistas, intelectuales, estudiantes y funcionarios de la administración pública), volví a considerar lo complejo que era pensar en la actualidad los límites del campo afro en Buenos Aires y sus alrededores. Sucede que los distintos referentes de este campo evitan activamente compartir espacios que en otras circunstancias los vincularían. A su vez, las iniciativas del Estado Nacional a través del INADI (buenas, malas: ¡iniciativas!) dan cuenta de lo ríspido que puede ser este ejercicio y lo caro que puede costar un “error”, cualquiera sea su naturaleza.

(foto: blog de Nengumbi Celestin Sukama)

En los últimos años, con la excepción de la mencionada celebración, un intento por vincular a distintos grupos y cuasi-grupos en el Centro Cultural de la Cooperación bajo la iniciativa de la Embajada de Sudáfrica, un cocktail realizado por la Embajada del Brasil ante la visita del grupo Ilé Ayê y el Congreso organizado por Marisa Pineau bajo el auspicio del programa "La Ruta del Esclavo" de la UNESCO, este campo prácticamente no se reunió bajo un mismo techo. Y ciertamente nunca por iniciativa propia. Esto se explica en buena medida por la proliferación de grupos, asociaciones, institutos, ONGs, movimientos y federaciones con vocación de mandar al menos en una baldosa de poder, y cuya legitimidad se encuentra siempre jaqueada por un desplazamiento frenético de activistas que emula el movimiento de jugadores de fútbol ante un libro de pases abierto todo el año. De esta lógica de facciones participamos activamente todos: no hay grupo que no cuente con su “asesor”, su “investigador”, su “artista” y su “líder”. Este problema es reconocido en privado y fue señalado públicamente por Miriam Gomes en el Congreso mencionado, si bien cargando las tintas exclusivamente sobre "los antropólogos". No obstante, a veces coexistimos.
Este escenario frágil reafirma que pese a las diferencias existentes (y precisamente debido a ellas), se puede dar cuenta de un mapa que se conoce muy bien y un campo en el que los jugadores saben perfectamente cómo desplazarse. Por supuesto, hay quienes no ven ningún tipo de conexión entre un comerciante de bijouterie senegalés, un artista afro argentino de sexta generación, un candombero rioplatense y un deportista hijo de caboverdianos. Y tienen algo razón. Esencialismos al margen, la conexión se puede construir o no: dependerá de las conveniencias que de ello se espere y de las desventajas que pueda traer aparejada (especialmente si esas desventajas son interpretadas como una porción de sombra en la baldosa que Preside ego). Pero es evidente que la experiencia de ser afro en la Argentina es mirada por una sociedad bastante ignorante que rotula a esta población diversa con mecanismos taxonómicos homogeneizantes, rígidos, esteriotipados y - claro está - muchas veces discriminatorios.
(Fidel Nadal con el anterior embajador de EEUU en el encuentro del año pasado - foto del site de la embajada)

Durante la celebración de este año en “la Embajada“, a varios nos llamó la atención la video-conferencia a cargo de una historiadora brasileña radicada en los Estados Unidos cuya referencia específica a la realidad Argentina estuvo virtualmente ausente. Tan sólo una cita pasajera a Reid Andrews - algo así como el common place de los estudiosos del tema - para luego pasar elegantemente por arriba a una abundante producción académica, la cual se ha incrementado en cantidad y sobre todo en calidad en los últimos años. Como bien lo señaló Marta Maffia, a la consabida “invisibilidad” de los afro argentinos, nos ha venido hermanando la invisibilidad de quienes trabajamos sobre temáticas afro desde la Argentina. Pareciera entonces que la adaptación local de la “celebración” (que del Mes de la Historia Negra pasó a ser de la Cultura Afroamericana) representa el vaciamiento de la historia y los intelectuales geográficamente posicionados, y la celebración de los ritos que esencializan la cultura despojándola de los conflictos particulares que involucran a sus protagonistas.
Por su parte, el grueso de la audiencia - compuesta mayormente por un público activo, con lecturas habitualmente muy lúcidas y críticas sobre la realidad local - se dedicó a agradecer amablemente y a solicitar consejos de un modo algo obsecuente a una académica cuya formación, evidentemente, poco tenía que ver con las problemáticas específicas que nos hermanan en la Argentina. Con la excepción del representante de uno de los grupos afro más combativos, al cual no se le otorgó la palabra, nadie pareció percatarse de lo evidente o no lo supo decir en público: las rencillas se pueden suspender si el escenario demanda un comportamiento educado (sobre todo antes de los sanguchitos), y se le puede solicitar advise a una académica que poco le podía decir al público presente. Y que de hecho, muy poco le dijo que no supiese ya.
Resulta entonces bastante inquietante que en un año en el que se celebrará el bicentenario de la Nación Argentina y en el que se incluirá una pregunta referida a la afro descendencia en la ficha del Censo Nacional de Población propuesta por el INDEC, el primer “encuentro” del campo afro sea promovido por y asistido en nada menos que la Embajada de los Estados Unidos de América. Si dejamos de lado la responsabilidad de la Embajada al momento de la convocatoria y la lucidez de quienes decidieron no asistir (hubo algunas notorias ausencias), este y otros encuentros ilustran que el campo afro se rige por un mapa cuya división continúa estando fuertemente marcada por la nacionalidad y los imaginarios nacionales: precisamente aquel argumento que pretendemos (¿pretendemos?) criticar como fuente de la clasificación racial moderna.
En una coyuntura histórica en la que distintos reclamos podrían, podrían, podrían, eventualmente confluir para generar pensamientos y acciones consistentes, con la participación directa de les damnês de la terre, capaz de influir en la realidad y en el sentido de las transformaciones... el campo afro sólo parece coincidir para asistir con algarabía a ciertas celebraciones en busca de un lugar en el palco de formatos nacionales administrados por un poder que, históricamente, los ha marginado de la historia. Es preocupante.
Habida cuenta de la posibilidad de coexistir (la "celebración" es una prueba actualizada) y del potencial que tiene el campo afro si se piensa como tal, quizás sea un momento adecuado para realizar una nueva convocatoria, ampliada y seria, en la que quienes se saben marginados de la historia puedan también estar a la altura de las transformaciones que reclaman, saliéndose del lugar ambiguo de la víctima-que-va-a-la-Embajada, para ocupar un lugar de prestigio en un “segundo momento” (tal como lo planteó un activista): el que le sigue a la protesta. No vaya a ser que la oportunidad histórica pase frente a nosotros y mientras criticamos el egoísmo del otro (que nunca es el propio), nos sigan invitando a las reuniones de la Alta Sociedad para que los afro sigan "haciendo de negros".
No me preocupa la falta de unidad, sino de estrategia.

Fotos 1 y 2: http://nengumbicelestin.blogspot.com/

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