lunes, 1 de diciembre de 2008

¿Educatin' inna Babylonnn?

Ayer ví que mi cantante favorita argentina de reggae tenía una línea de ropa propia. Estaba en un local –caro- de un shopping de Palermo. La ropa estaba linda, pero debo reconocer que al verla inmediatamente me surgió la pregunta: ¿cuándo el arte se transforma en una mercancía? ¿Cuándo la conciencia se transforma en mercancía? ¿Puede la conciencia transformarse en mercancía? Remeras con siluetas de mujeres con turbantes rastafaris, con consignas como “Positive Girl”, por ejemplo (si la memoria no me falla), ¿no transforman esta imagen y consigna en un objeto más de consumo?
Quizás me hubiera chocado menos si hubiera visto la ropa en un negocio de la Bond Street o algún lugar similar. Probablemente porque hubiera pensado que la gente que circula por ahí y la compra tenga –quizás- un poco mas de idea acerca del artefacto que está comprando y lo compre con un poco más de apreciación cultural y conciencia sobre el lugar de esa ropa y esa simbología. Y de esa cultura. No sería la compra de un objeto con un significado absolutamente extraño al comprador. También porque hubiera pensado que era un proyecto menos masivo, autogestionado, etc. Digamos, el equivalente de sacar un disco de manera independiente.
Ahora bien, si las ropas están en una cadena o una serie de conocidos negocios de consumo juvenil masivo (por no adjetivar este consumo de alguna manera negativa, que bien se podría en este caso) obviamente de autogestión y pequeña empresa tiene poco. Mas bíen, seguramente, algo así como “te vendo los diseños y vos los fabricas y distribuís masivamente” –como Carlitos Tevez con Nike.
Pero no sólo están en negocios de consumo masivo, sino también en los shoppings de mayor poder adquisitivo. ¿Tiene algún sentido vender consignas “con conciencia” en estos lugares de absoluta desaprensión por la cultura negra, la religión rastafari, hasta del reggae? -más allá del consumo facilongo de Bob Marley o de algún imitador local-. No digo que el dinero o la pobreza estén necesariamente relacionados con la posesión o no de determinada conciencia. Sólo que ciertos públicos obviamente tienen determinadas preferencias culturales e ideológicas que en nada se relacionan con, sino que mas bien van contra, el producto vendido.
Yo, debo reconocer, me sentí un poco decepcionado. Entiendo que una oportunidad económica es una oportunidad económica, pero se hace menos creíble despotricar contra Babylon si uno pasa a formar parte del engranaje. No creo que sea lo mismo grabar un disco en una discográfica importante y que lo vendan en Musimundo, por ejemplo. Después de todo, el disco es el mensaje. ¿Es la remera el mensaje?
Me hubiera resultado más simpático si la cantante tuviera alguna buena justificación ideológica. Por lo que ví en un reportaje, sólo: “Es importante tener emprendimientos, no quedarse. Además, ¡los Marley tienen la suya!”. Como justificación, algo escaso, no?
Le estamos dando educación a las mujeres –una de las preocupaciones de la cantante- de esta manera?
No pretendo tener las respuestas, sólo, a veces, formular preguntas.

1 comentario:

Alejandro Frigerio dijo...

Manu
Disculpame que no coloque tu comentario pero prefiero no dar nombres de los/a involucrados/a. Creo que es mejor debatir temas o eventos que a las personas que los provocan.De lo contrario las cosas se transforman en ataques o defensas personales y prefiero evitarlo. Abrazo