viernes, 6 de junio de 2008

Ancestralidad y Arte (II)

(... continúa el texto de Tse Tse)
Éste es el sustrato de Igbalé. Su vertiente épica. Mi trabajo funciona acoplando un discurrir visual y conceptual a tal esfera de aconteceres. No obstante, creo que existe un riesgo enorme en la manipulación de estéticas y acontecimientos de esta índole por parte de artistas entrenados. Suelo aborrecer los resultados de semejantes cruces y apropiaciones. Sé que para indagar en esta veta hay que realizar una operación del espíritu y estar muy consciente. Implica comprometerse con campos intensos de lo real. En cierto modo, el gesto artístico debe contener un componente sacrificial. Hay una clave en el sacrificio, justamente cuando la contemporaneidad en cierto modo le ha asignado un rol de fósil producido por los sistemas de adoración antiguos. Pero, por ejemplo, cuando un gallo limpia un cuerpo y asume sus males con altivez, allí hay una acción sustitutoria que es afín a la que realiza el arte. Hay ahí secuencias de hechos que me llevan a percibirme hilado, una cuenta del collar atravesado por impulsos que me unen, se un lado, a algo que es superior y virtualmente incomprensible; y, del otro, a criaturas que con solicitud extrema estructuran un ciclo que me liga a eso que me excede. Es una lógica, cierta lógica, que podríamos pensar resulta de la percepción de continuidades y desplazamientos de los destinos. Y en la que acepto gozoso el hecho de ser comido puntualmente por divinidades que me mastican y reciben el sacrificio que ofrezco. Y aún en el corazón de este mundo devorador la cadena de engranajes incluye la posibilidad del libre albedrío que otorga lo representacional. Un gallo representa a algo que no es el gallo., es moneda de pago a la divinidad. Y, dentro de la lógica dentro de la cual seré a la vez deglutido, pienso en crear obras que cumplan este rol de intermediarias entre lo que destruye y lo que forma. Obras gallo. Que alimentan a lo que se alimenta de mi.

El desarrollo de Igbalé requirió realizar varias operaciones. La primera fue ingresar la obra a un despojamiento de ángulos que podían interponerse a una flotación. El círculo en sus distintas variantes resultó adecuado. Esto significó cierto viraje en la obra que venía haciendo por entonces, que mayormente estaba dedicada a explorar tensiones entre rectas. En cuanto a la materia, el caucho de cubiertas usadas de bicicletas y de autos que ya había estado utilizando desde un tiempo antes encontró en esta obra el sentido más completo que podían darme. El tránsito sutil que era tan vital expresar tenía así un correlato en sordina desde la significación más llana que la palabra puede alcanzar. El caucho sirvió para tener escarificación, contrapunto, ritmo.

Fue necesario que hubiera obras que se incorporasen desde el suelo, otras que flotasen, abarcar aproximaciones a una heráldica y a lo arbóreo. También a un vestuario intangible. Para las esculturas me gustó utilizar una base de hierro que me recuerda a las que se usaban para exhibir el arte "primitivo" en los tiempos que éste inspiró a los maestros del siglo pasado, casi como una broma dirigida a mí mismo.
El montaje en la galería de Loreto Arenas fue planeado junto a Gustavo Vásquez Ocampo, que fue sumamente receptivo para mis ideas. Sólo una franja roja de pared debía cortar una alternancia de negros y blancos. Al pie de un tondo trazamos un círculo de sal a modo de espejo. Sobre él imprimí la textura del círculo. A la entrada de la sala un cuadro de bicicleta oxidado que recogí en una calle de Catamarca trazaba un paralelo con las firmas de los espíritus en los rituales afroamericanos. Antes había presidido el taller en el que la obra fue realizada. Aún hoy lo hace.
(fin del texto de la revista Tse Tse)

(texto del blog de Juan, escrito poco después de la exposición)

"Igbalé" en la Galería Loreto Arenas. Ideas circulares: desde las esculturas a los tondos, la instalación, todo el recorrido buscaba esa circularidad precisa. No quería aristas, angulosidades. Y casi plena monocromía. El negro ominoso. Solo aproveché el rojo de un sector de la pared.Metáforas del recorrido entre los vivos y la esfera ancestral. Estaba muy influenciado por los ritos de Egungún en Bahía. El montaje lo hicimos con Gustavo Vásquez Ocampo y Alejandro Vauthier. Cerramos los ventanales de la galería y no quedó ni una silla a la vista.

Toda la etapa de "Igbalé" está cruzada por la idea de la desmaterialización, de la oscilación entre la carne y el espíritu. La instalación también dió lugar a esta serie de fotografías, algunas de las cuales también eran autorretratos llevados a ese eje de hamacarse en el vacío.

"El itinerante", ensamblaje de caucho sobre madera y base de hierro, 166 cm.,2005. Con estas bases me metía en el clima de las antiguas exhibiciones del arte africano. Gusto y chiste.

Fuente de las fotos: Blog de Juan Batalla: http://juanbatalla.blogspot.com/ Entradas 2007
Fuente de los textos: Revista Tse Tse 18/19 y blog de Juan Batalla

No hay comentarios: