sábado, 9 de febrero de 2008

Recuerdos de Iemanjá (II)

Una de las cosas interesantes de estar tanto tiempo allí fue ver cómo, poco a poco la playa de bañistas se transformó en una playa de devotos. Algunos templos llegaban y comenzaban a marcar un territorio para su altar, que generalmente erigían contra la pared de la rambla, mientras que delimitan con palos e hilos el área en el cual llevarán a cabo su gira de umbanda. Pontos riscados de tela, imágenes de yeso, manteles, frutas, barquitos con presentes… y comenzaban a aparecer, de a poco, los altares. Hacia la tardecita, pasadas las cinco o seis, la playa se fue raleando de bañistas y cada vez eran más quienes estaban allí haciendo pocitos en la arena para poner sus velas prendidas, o armando sus mini-altares en la playa, o entrando en el mar para dejar sus barquitos de telgopor con ofrendas.


Al atardecer la Ramírez ya era una playa devota, con templos que habian iniciado sus sesiones, con incorporaciones de caboclos o africanos, y otros que llegan con barcos más grandes llevados en lo hombros de dos o cuatro filhos. En uno o dos de los espacios rituales consagrados por los templos se realizaban rodas de batuque, sin manifestaciones de orixá pero con las canciones y los bailes característicos de esta rama religiosa menos sincrética que la umbanda. El mayor de estos espacios pertenecía al templo de Miriam de Oxum, una conocida mae de santo afrobrasilera radicada en Montevideo y una de las pioneras en realizar rodas de batuque en la playa Ramírez. Al caer la noche, su roda de Batuque dio paso a una performance del coro Afrogama, integrado casi totalmente por mujeres afrodescendientes y que realizó una bienvenida mezcla de canciones de candombe con otras cubanas, varias de las cuales eran en honor a los orixás. Una interesante mezcla de ritmos y de canciones profanas y sagradas que merecen ser registradas en cd.

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