Comentario del Babalorixá Milton de Xangô (Òséfúnmi ti Bàáyin):
La fuerza del deseo que inspira al ser amado es tan vieja como el mundo. Cada cultura ha creado hechizos de este tipo porque los hombres han reconocido la sexualidad como una divinidad a quier es preciso interesar en nuestros asuntos amorosos para obtener sus favores. Ishtar, Isis, Kybeles, Afrodita, Anait, son algunas de las divinidades que conjugaban la sexualidad con la fecundidad y en medio de ellas la posibilidad de la magia de seducción. La propia Isis, que a fines de la época tolemaica aparece tan casta que dio pie a confundísele con Maria, obtuvo el nombre secreto de Ra mediante un hechizo amoroso.
Pero es Lilith, sin embargo, la decana occidental de todas las seductoras divinas, ya que de creer la escritura bíblica desentrañada por los qabbalistas, fue la primera pasión de Adan -antes que Eva, inclusive- y por su rechazo a unirse con exclusividad al primer hombre el Supremo se vio obligado a formar a Eva de una costilla de Adan... Lilith, madre de toda sabiduría erótica y del hechizo temible que la mujer dispone por su pertenencia al género, pasa a ser continuada en la afroamérica de estos dos últimos siglos por Pombogira.
Pombogira no es lo que se dice una "madre"; es más adecuado tratarla incluso de "señora" que de "mae", porque lo suyo es el amor, la pasión, el deseo, la seducción del varón proveedor de bienes. Los hijos, la maternidad, son consecuencias y las más de las veces, ni siquiera deseadas. Esta oración "fuerte" enfatiza ese campo de acción que se centra en el deseo -y más que ningún otro, el de dominio del ser amado- y lo hace con las armas de estos tiempos: hasta a través de emails. El mundo podrá haber llegado a una etapa tecnológica envidiable, pero los problemas humanos continúan siendo los mismos de siempre. Pombogira y sus referentes culturales universales son parte de una misma sensación de soledad y de derrota frente al deseo no correspondido. El hechizo amoroso repetido hasta el cansancio en voz alta en el costado de la encrucijada hoy es enviado por internet -como una gran encrucijada ciberespacial- donde la Señora actúa con rapidez y eficiencia. Tal vez, ese hombre deseado no acuda al llamado imperativo si no es ese su destino, pero la magia sigue en funcionamiento y quizá aparezca en el horizonte un nuevo objeto que llene esa necesidad de tener en exclusiva al amante de los sueños: ese hombre perfecto y robótico que no tenga ojos, oídos ni voz más que para la hechicera.
Pombogira ha triunfado al prejuicio, a la oscuridad, al ambiente sórdido del lupanar, al espacio restricto del terreiro. Y se ha proyectado en la actual tecnología con la fuerza existencial de la mujer, con el clamor del vientre y el hambre infatigable porque como bien lo señaló el sabio "Nada nuevo hay bajo el sol".
Foto: Alejandro Frigerio -altar a Pombogira en una tienda de artículos religiosos en la feria de Sao Joaquim, en Salvador.
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