Asamblea Nacional en Bissau
Por
Nicolás Fernández Bravo (desde Guinea-Bissau)
Aguante, eh! Manga de capangas!
Qué diría usted de esta frase? Vamos, haga el intento:
asociación libre. Es probable – aunque no sea seguro – que relacione la frase
con el mundo del fútbol y de sus apoyantes, las hinchadas. También es de
suponer que usted piense que proviene de un barrio popular del conurbano
bonaerense o del lenguaje provocativo de un grupo de jóvenes. Incluso es
estadísticamente probable que no la asocie con nada de ello, o con algo
completamente diferente. En cualquier caso, se trata de una mera conjetura: una
suerte de desafío para saber hasta dónde es posible jugar con el lenguaje.
Afortunadamente, ni las conjeturas ni la estadística guían de un modo
determinante la investigación antropológica, por lo que ciertas especulaciones
pueden tener más suceso en la literatura y en la probabilística, que en la
explicación de los procesos históricos que conforman las identidades
colectivas.
Aguante manga di capangas es una frase de fantasía,
construida sobre la base de elementos reales del kriol (“criollo”) de
Guinea-Bissau. De hecho, no escuché a ningún Bissau-guineense pronunciarla de
ese modo, aunque todos los términos fueron escuchados cotidianamente, hablando
con distintas personas de este diminuto e irrelevante país de África
Occidental. El kriol, también conocido como crioulo en Cabo Verde, es una
mezcla de portugués antiguo con fuertes influencias de idiomas africanos,
notablemente el mandinga y el fula. Al ser idiomas fundamentalmente orales, sus
variaciones regionales son importantes y no del todo estudiadas.
Guinea-Bissau en el mapa africano
La idea del “aguante”, en kriol, es casi idéntica en su
significado, al modo en que se la utiliza en el fútbol de Argentina. De origen
portugués, está fuertemente asociada a la masculinidad, a la “hombría”, la
lealtad e incluso a veces a la violencia. El aguante es un valor que un grupo
de personas deben demostrar en momentos de adversidad o enfrentamiento. De este
modo la utilizaron los apoyantes de emblemático Nino Vieira (los denominados
“aguentas”), poco después de la guerra civil del 7 de junio de 1999, cuando dos
facciones del PAIGC se enfrentaron en un conflicto armado del cual el país
recién parece estar saliendo.
El término “manga” por su parte, es más conocido y menos
problemático en términos históricos y políticos. De hecho, figura en el
diccionario de Ortíz de Oderigo, donde también hay otros términos de dudosa
explicación. “Manga” es una cantidad importante de personas (casi nunca
objetos): “muchas” o “bastantes” gentes. Un buen lingüista haría un mejor
análisis, pues la cantidad parece hacer a la calidad, una característica del
lenguaje que en castellano se ha perdido. Acaso sea la razón por la cual aún
hoy, en las calles de Buenos Aires, es posible escuchar cotidianamente su
irremplazable significado. Lo curioso es que casi siempre se usa el término
“manga” de un modo peyorativo. Por ejemplo: “qué manga de hijos de puta”.
Difícilmente se escuche “qué manga de carmelitas descalzas”. Si sucede,
parecería haber una voluntad irónica en la frase. Por el contrario, en Bissau
parece no tener una connotación desfavorable: “mucha gente” se dice simplemente
“manga di genti”.
Mercado Central en Bissau
“Capanga”, por último, es el más literal de los términos.
Un “capanga” es un jefe. En Bissau y en Buenos Aires. No obstante, no cualquier
jefe es un ‘capanga’. El líder de una hinchada de fútbol claramente puede ser
un capanga. Pero un ‘capanga’ político o empresario, posiblemente sea
sospechado de corrupción. Si uno dijera, por ejemplo, que Bergoglio es ‘el
capanga’ de la iglesia católica, ciertamente estaría atribuyendo un plus de
significado a la idea de ele ser Papa. “Quem tem capanga, não é gente boa”, me
dijo Odete Semedo, lingüista Bissau-Guineense con quien traté de afinar mi
superficial incursión por el mundo de las palabras africanas. “Há fragilidade
na falta de registro, mas a palabra resiste”. El prefijo “ka”, por su parte, es
una negación y “panga” es un término con significados diversos: puede denominar
la construcción de un tejido o de una casa (pangacasa, pangapano), por lo que
Ka-panga puede tener incluso un origen más desafiante, cuya relación con el
presente necesite de un cuidadoso estudio. Las novelas brasileñas que se
consumen en Bissau, por ejemplo, generaron un proceso inverso de migración de
términos que se habían dejado de utilizar o se volvieron invisibles. La Dra.
Semedo afirma que capanga puede ser uno de esos interesantes casos.
Celebración en Catió, cerca de Bissau
Qué es posible afirmar con esta especulación del
lenguaje? Posiblemente muy poco. En todo caso, el lenguaje es un proceso
complejísimo, polisémico, en donde el tiempo y las personas intervienen
activamente para transformarlo cotidianamente con su uso. Aunque ciertas
lecturas mecanicistas pretenden encontrar continuidades simples y afirmar,
acaso ilusoriamente, que detrás de un bantuísmo hay un africano dormido al que
hay que despertar para que recupere su esplendor, el estudio riguroso y
humanista de las influencias africanas en América necesita nuevos paradigmas de
investigación. Sin embargo, este juego del lenguaje nos permite informar que
junto a la palabra quilombo – y una cantinela de términos que aún hoy se citan
de memoria para demostrar la presencia de elementos de origen africano en el
castellano rioplatense – existen muchas otras palabras. Las palabras de este
ejemplo lúdico no se suelen citar y son de uso cotidiano a ambos lados del
Océano Atlántico.
Claro que si uno es un poco más aventurado, podría decir
algo más. Ante todo, señalar la continuidad de una relación jerárquica entre
los términos de origen africano y aquellos que no lo son. Una jerarquización
que no existía necesariamente su contexto original, sino que se produjo en el
marco de una relación social violenta y desigual. Más aventurado aún: muchos de
esos términos se encuentran hoy asociados a las clases bajas, presentando
tácitas e incómodas valoraciones sobre el otro. Todo lo cual nos recuerda que
desde el actual puerto de Cachéu (Cashew?), fueron desplazados violentamente
hacia América un número incierto de personas esclavizadas. No sería improbable
que algunas de ellas o sus descendientes, llegaran al actual territorio de la
República Argentina. Por ello, para alegría de los nostálgicos, podemos decir
que tanto 'clase' como 'raza' son conceptos que todavía nos permiten comprender
el presente – y el origen de sus desigualdades.