“En eventos culturales nosotros
recreamos ceremonias afro-religiosas”, dije.
Contestaron
categóricamente los hermanos cubanos: “Nosotros las hacemos”.
Relata la mãe de santo (afro)uruguaya Susana (Andrade) de Oxum en su testimonio sobre una ceremonia para Iemanjá (Yemayá) realizada hace poco tiempo en Cuba, con motivo del 32avo Festival del Caribe...
Iemanjá en Santiago de Cuba: Fiesta
del Fuego - Festival del Caribe
Por Susana (Andrade) de Oxum
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Sucedió en el año 2012 en la República
de Cuba y en el Mar Caribe en aguas que circundan a la mayor de las Antillas,
mirando a las Américas Central y Sur.
El homenaje a Yemanjá se realizó en Juan
González, Municipio costero de Guamá; paisajes que entrelazan mares, ríos y
montañas, playa de pedregales situada en la costa oriental de Santiago de Cuba,
muy cerca de la Sierra Maestra y de Guantánamo, lugares imantados con historias
cargadas de espíritus. Al adentrarse en el paisaje serrano y antes de la
ensenada, se llega a la cascada del poblado Nima Nima nacida en lo alto de la
sierra de la revolución, donde numerosos bañistas locales y foráneos acuden a
disfrutar la belleza y energía del entorno. Dicen que en noches claras y a la
distancia, desde allí se percibe la luminosidad de Haití. Islas menos grandes y
más pequeñas, islotes o cayos, nos rodeaban como espectadores y partícipes de
la hermosa comunión con la naturaleza.
La actividad a cielo abierto era parte
del itinerario cultural del Festival del Caribe Edición Nº 32, prevista como
una de las instancias representativas de la Fiesta del Fuego santiaguera,
esencia de la más ancestral tradición afrocubana.
Muchos van para "limpiarse", y
otros por folcklore o diversión. Las
Madres del Agua cobijan sin preguntar, a todas y a todos.
Llegamos
un poco antes del atardecer y los templos protagonistas y sus fieles, ya tenían
armadas las ofrendas básicamente consistentes en flores, frutas, granos,
hierbas, otras comidas y líquidos perfumados o bebibles. Cantaban a tambor
batiente, haciendo resplandecer un día que se había mantenido gris aún en medio
del intenso calor
En plena ofrenda de animales hecho
por los santeros sobre las rocas cercanas dentro del agua, una cámara de
televisión local registraba y hacía entrevistas a creyentes y curiosos,
mientras las aves ofrecidas al mar, gallinas, patos y palomas por lo que
pudimos apreciar, se mecían en las olas caribeñas, y una paloma inerte
regresaba a la orilla de arena y piedras. También se ofrendaron un chivo a
“Eleggua” y una oveja a “Yemayá”, por lo que la fiesta continuaría con comidas consagradas en algunas de las
congregaciones religiosas allí presentes.
Resalto y anhelo la paz y espontaneidad
con que expresan su sentir religioso los afrocubanos, ya que recibiendo la
limpieza de las personas incorporadas, y como parte del público en medio de las
faenas rituales, iban y venían autoridades de cultura y algunos de los
prestigiosos académicos de visita en el archipiélago para hacer sus
conferencias en el coloquio El Caribe que nos une.
En consonancia con el objetivo de la
celebración planteada dentro de parámetros de promoción cultural e identidad,
las costumbres místicas negroafricanas en la isla, son potenciadas por los
gobernantes de la cultura como parte de una impronta nacional. Algo
absolutamente insólito para nuestra mentalidad euro céntrica, occidentalizada y
rioplatense.
(click en las fotos para agrandarlas)
En contactos previos al viaje, la
coordinación de la Fiesta del Fuego nos cedió gentilmente y por iniciativa
propia, un espacio para homenajear a Yemanjá “a la uruguaya” si así lo
deseábamos, ofreciendo proporcionarnos y trasladar los elementos necesarios
para la ofrenda, ya que Juan González dista unos veinte kilómetros o más de la
ciudad santiaguera. Literalmente expresaron: “Les brindamos y llevamos lo que
necesiten para el rito menos las aves, pues las que hay, ya están destinadas a
paleros y santeros”. Dando a entender la eventualidad de gestionarlas con
anticipación en otra instancia. Puntualización basada en criterios
organizativos que nos sorprendió gratamente, pues además de demostrar
convivencia, traslucía involucramiento formal con las colectividades
africanistas locales. Agentes estatales comprometidos con el éxito de la
actividad ceremonial, se encargan de proveer a los religiosos los elementos
típicos para honrar a la Orixá en la playa; incluso los animales destinados a
los correspondientes sacrificios.
Nos comentaban desde la organización de
la Casa del Caribe que en años anteriores, estas ofrendas, ritos y faenas se
hacían en la Casa de las Religiones Populares, segunda Casa del Caribe. Debido
a que la entrada era abierta, pública y muy concurrida, no todo el mundo estaba
preparado para comprender dichas manifestaciones y por ello se optó -además de
estar actualmente en reparaciones la referida casa- por trasladarlos al aire
libre en sus ámbitos naturales o en los lugares sagrados particulares o sea las
casas-templo que se suscriban voluntariamente al calendario del festival.
Hicimos nuestra ceremonia modestamente
pues queríamos ser espectadores más que protagonistas. Ellos no utilizan pipoca
en sus comidas votivas ni desarrollan el mundo de Pombagira, pero nos acompañaron
muy bien cuando “puxamos” para la Reina de las Aguas. Finalizandos los “puntos”
(oraciones cantadas) y ofrendas dije un; “Bueno, ya está” a manera de “sigamos”
y Lisandro de Eleggua Echu Bí, oficiante del ceremonial de bendición de la
Mpaka -receptáculo de energía protectora- en el teatro Heredia en ocasión de
entregarse el Premio Internacional Casa del Caribe dijo con su energía
particular: “¡Mira tú que salió el sol cuando cantaste!”. Sería casualidad pero así fue.
Ya liberada de la responsabilidad de lo
nuestro, nos propusimos disfrutar su rutina religiosa en plena acción:
filmarlos, rezar, limpiarme, sacar fotos, cantar con ellos, entrevistarlos,
escribir sus giros idiomáticos para recordarlos y todo a la vez. ¡Gran
bendición estar allí!
Besando la capital del Caribe tierra de Compay Segundo, Olga Guillot y Luis Carbonell el acuarelista de la
poesía antillana; a quien tuvimos ocasión de disfrutar en vivo en la plaza
principal, 92 años de pasión por su arte y su cuna santiaguera; digo un gran
SARAVÁ y FELICITACIONES a los hermanos afroespirituales cubanos desde lo más
profundo de mi corazón, por la valentía y autenticidad con que se presentan
internacionalmente como población con identidad propia y a la fe como fuerte
componente de su cultura, distintivo étnico y territorial. Al menos hoy día,
concibo esta libertad espiritual solo en Cuba.
Me parece fantástico y digno de imitar
en honor a nuestros ancestros y ancestras africanos y aborígenes que sufrieron
rapto, tortura, vejaciones, genocidio, casi exterminio y un sinfín de
humillaciones perpetradas por el sistema esclavista y la diáspora salvaje, generadores
del capitalismo cruel. ¿Por qué esconderse hoy? ¿Ser condescendientes para qué
y con quién? ¿Con los intereses económicos de un mundo imperialista feroz que
nos transformó en mercancía y nos avasalló en lo más íntimo que un ser humano
tiene; su sensibilidad y sus creencias?
Salve la resistencia fortalecida y
recreada en los misterios de la espiritualidad milenaria que nos permitió
subsistir como pueblo aún trasplantados. Salve la resiliencia africana que es
volver a nacer desde la nada. Sobreponiéndose a dificultades históricas y a
racismos estructurales y globalizados derivados de la invasión, han tenido la
capacidad de observarse a sí mismos y hacer elaboraciones contemplativas de su
memoria intrínseca y potente idiosincrasia de matriz afroindígena.
Portadores, intérpretes, investigadores,
transmisores y sobre todo; concientes. El trabajo de la Casa del Caribe es
afirmación latinoamericana y cultura para el desarrollo. Es Caribe como espacio
de integración de este lado del mundo.
La convocatoria a participar del
festival habla por sí sola: “Llamamos a artistas y practicantes de cultura y
religiones populares a participar con todas las dimensiones de sus propias
culturas nacionales.”
Así pensado, el programa incluye como
puntos altos entre las actividades variadísimas intelectuales y artísticas,
ceremonias “mágico-religiosas” dado el carácter devocional de tales
manifestaciones -o sea no son representativas sino reales- llevadas adelante por sacerdotes y sacerdotisas
en distintos puntos de la naturaleza o directamente en sus casas-templo de
Santería, Palo Mayombe o de los distintos cultos practicados en el
archipiélago, generalmente establecidos en los domicilios particulares del
ministro o ministra, y de sus entidades sagradas a la misma vez.
Esa familiaridad con los seres
espirituales es característica y también obedece a circunstancias materiales,
como también pasa por estas latitudes, que impiden tener un inmueble dedicado
exclusivamente a lo sagrado, atendiendo a la modesta realidad de las religiones
populares en general y sus líderes. También es un mensaje; vivir lo esotérico
como parte del ser social sin visos de fanatismo.
La celebración de ritos dentro del
calendario de actividades culturales, si bien es una costumbre caribeña y de
organismos a nivel mundial como UNESCO, es toda una novedad para nosotros
uruguayos, “blanqueados” a la fuerza en una sociedad predominantemente
cristianizada, que ve como normales las creencias europeas y sus derivadas y
como “raras” a casi todas las otras, con marcado énfasis en los cultos
africanos o indígenas a los que el prejuicio indica menospreciar y emparentar
con estafas o “chanterías”, impidiendo esto aquilatar el enriquecedor y
profundísimo acervo cultural que portan.
Recuerdo haber dicho a hermanos cubanos
de visita en Uruguay “En eventos artísiticos nosotros recreamos ceremonias
afro-religiosas”. A lo que contestaron categóricamente: “Nosotros las hacemos”.
Era impensable en nuestro medio -todavía
lo es salvo excepciones excepcionalísimas- en un calendario a nivel
institucional, promocionar sesiones afroumbandistas integrando el programa.
Cuesta entender que la religiosidad es componente cultural afro fundamental.
Uno de los aportes más potentes de su impronta étnica a la “uruguayés” junto al
candombe, expresión de cultura popular predominantemente artística y musical
surgida de la misma raíz y socializada con apariencia de mero divertimento.
Hoy existe una actividad sugerida por
Pai Julio Kronberg de Atabaque que también es asesor del Dpto. de Cultura en la
Intendencia de Montevideo y coordinador en Diversidad Cultural, que integraría
los festejos de “2013 Montevideo: Capital Iberoamericana de la Cultura”: son
las fiestas de San Juan dedicadas a los Africanos de Umbanda y sus
tradicionales fogatas purificadoras. Los 24 de junio son celebraciones basadas
en cambios periódicos de la naturaleza, acontecimiento relevante para diversas
etnias llamado con diferentes nombres, relativo al movimiento astral que
determina uno de los equinoccios. En los templos de Umbanda en tales ocasiones,
se hacen fogatas pidiendo limpieza astral y bienestar para los asistentes, y el
día especial conlleva la posibilidad de ver caminatas sobre brasas.
Lo resaltamos pues no es habitual que se
brinden esos espacios. Hay abundante sobre exposición pública de la
religiosidad dominante, asumida y consumida como parte de la historia del país
sin que se queje nadie de “violación a la laicidad”. Simplemente es un “estado
normal de desigualdad” tolerado.
¡Qué falta hizo en Cuba Germán; nuestro
hijo carnal y tamborero desde la infancia! ¡Cuánto es necesario el intercambio
entre percusionistas de religiones de matriz afro de diversos países! Músicos,
tocadores y cantores de trasmisión oral ritual, portadores de tradición por
excelencia.
La Fiesta del Fuego es una ocasión
inmejorable para compartir saberes musicales nacidos en los ritos, columna
vertebral de la mayoría de los ceremoniales de origen afro. Esos legados
inmateriales tienen el valor inconmensurable de lo efímero, y son las personas,
instituciones y administradores de cultura quienes tienen la posibilidad y
responsabilidad de perpetuar dicho patrimonio intangible y transgeneracional.
Aquí batallamos constantemente por el
reconocimiento en partes iguales de los aportes de las tres raíces étnicas que
conforman nuestra nacionalidad y para que no existan supremacías culturales.
Nuestro trabajo social es la valorización de las costumbres aborígenes y
africanas en su integral dimensión, buscando equidad en el tratamiento y la
comprensión de la importancia sustancial que tiene el mundo espiritual y
religioso en dichos pueblos originarios y sus descendientes biológicos y
culturales. Lo que vivimos en Santiago de Cuba en este sentido, es
palmariamente invalorable.
El Festival es una estupenda herramienta
de afirmación de la identidad latinoamericana y afrocaribeña, volcada a ser un
puente cultural con miras a la integración territorial, política y económica,
colaborando en la descolonización ideológica y real sufrida por algunos
territorios que aún permanecen como departamentos de ultramar o simples
propiedades de las potencias otrora y actualmente colonizadoras. Por la
libertad, la independencia formal y económica, y la integración de los países
emergentes y en desarrollo del “Nuevo Mundo”; ¡Bendiciones Fiesta del Fuego y
que vivas para siempre!
Reitero mi admiración por la fuerza de
lo popular en Cuba. Isla de la magia hecha religión en la cual la luz proviene
de una resplandeciente oscuridad. Donde al decir de Bastide: “La esclavitud
transformó lo africano en negro” como en casi todas las regiones de las
Américas colonizadas.
Mis respetos al sistema de valores del
pueblo cubano. Son ellos mismos sin ostentación y también con orgullo. Casi
naturalmente cultos, artistas, cantores, agradecidos, ceremoniosos, bailarines
y hospitalarios. Un pueblo digno y trabajador, pensante y conciente de la tarea
que supone defender la herencia ancestral indígena y negra que les hace tan
cubanos.
Aún en medio de dificultades históricas
que a mi juicio han preservado y purificado esa esplendorosa psiquis colectiva
revolucionaria y transgresora, destaca la actitud positiva ante la vida como
sesgo de identificación nacional. La confianza en el mañana y la entrega al hoy
con devoción, ritmo y alegre esfuerzo. La certeza de superación. Su canto
perenne a la libertad, el amor a su patria y a su gente.
Rodeados de la bendición del agua; sin
dudas no solamente sobreviven. Viven y disfrutan la vida.