Ningún 2.000.000
Por Norberto Pablo Cirio
Como señalé en un comentario en la entrada sobre el tema, el artículo está muy bien escrito y equilibrado, ya que buena parte de las voces de académicos y militantes de “lo afro” de/en la Argentina han sido ecuánimemente representadas. Con todo, una lectura más atenta del mismo me invita a reflexionar sobre algunos puntos.
El que más me preocupa es la confusión entre la población argentina y los modos de representarla, como por ejemplo mediante la estadística, ya que advierto disputas de sentido en torno a cuántos suman los afroargentinos y para lo cual Miriam Gomes realiza una lectura discutible sobre la validez de la Prueba Piloto de Afrodescendientes. No está demás repasar que esta se efectuó del 6 al 13 en abril de 2005 en los barrios de Montserrat (Buenos Aires) y Santa Rosa de Lima (Santa Fe) por la Universidad Nacional Tres de Febrero con el apoyo técnico del INDEC, el asesoramiento de organizaciones de africanos y de afrodescendientes de argentina y la financiación del Banco Mundial (y no por la Universidad Nacional Tres de Febrero y el INDEC, como señala Gomes). Una cuestión de formas, si se quiere, pero las cosas ocurrieron así y no de otra manera. La prueba dio que el 3% de los encuestados se consideran afrodescendientes (Stubbs y Reyes 2006: 24-26). Sin embargo, Gomes asegura que es el 5%, por lo que hay 2.000.000 de afrodescendientes. Nada más lejos de la realidad. Y no por negar la presencia negra, sino por sostener, con un mínimo juicio académico, que este tipo de aseveraciones, lejos de contribuir a la causa de la negritud, entorpece y confunde, y con justa razón Pigna dice lo que dice. Números absolutos y números relativos se confunden en un discurso confundido, pues no debemos perder el sentido crítico, cuestionador, e incluso el sometimiento a la vigilancia epistemológica de lo que significa realizar un estudio cuantitativo de una población humana. Digo esto porque considero que tales enfoques, en manos de periodistas, militantes y analistas tan entusiastas como poco reflexivos, el relumbre del “realismo estadístico” los conduce a conclusiones precipitadas (incluso presencié cómo en encendidos debates académicos algunos militantes sostenían que los afroargentinos son ¡el 10% y hasta el 50% de la población!). Pienso que tales aproximaciones no son la realidad sino un modelo para entender la realidad, ya que el objeto a ser enumerado no existe per se, previamente y por fuera de las estadísticas (Labbé, en López 2006: 268-269).
Por Norberto Pablo Cirio
Como señalé en un comentario en la entrada sobre el tema, el artículo está muy bien escrito y equilibrado, ya que buena parte de las voces de académicos y militantes de “lo afro” de/en la Argentina han sido ecuánimemente representadas. Con todo, una lectura más atenta del mismo me invita a reflexionar sobre algunos puntos.
El que más me preocupa es la confusión entre la población argentina y los modos de representarla, como por ejemplo mediante la estadística, ya que advierto disputas de sentido en torno a cuántos suman los afroargentinos y para lo cual Miriam Gomes realiza una lectura discutible sobre la validez de la Prueba Piloto de Afrodescendientes. No está demás repasar que esta se efectuó del 6 al 13 en abril de 2005 en los barrios de Montserrat (Buenos Aires) y Santa Rosa de Lima (Santa Fe) por la Universidad Nacional Tres de Febrero con el apoyo técnico del INDEC, el asesoramiento de organizaciones de africanos y de afrodescendientes de argentina y la financiación del Banco Mundial (y no por la Universidad Nacional Tres de Febrero y el INDEC, como señala Gomes). Una cuestión de formas, si se quiere, pero las cosas ocurrieron así y no de otra manera. La prueba dio que el 3% de los encuestados se consideran afrodescendientes (Stubbs y Reyes 2006: 24-26). Sin embargo, Gomes asegura que es el 5%, por lo que hay 2.000.000 de afrodescendientes. Nada más lejos de la realidad. Y no por negar la presencia negra, sino por sostener, con un mínimo juicio académico, que este tipo de aseveraciones, lejos de contribuir a la causa de la negritud, entorpece y confunde, y con justa razón Pigna dice lo que dice. Números absolutos y números relativos se confunden en un discurso confundido, pues no debemos perder el sentido crítico, cuestionador, e incluso el sometimiento a la vigilancia epistemológica de lo que significa realizar un estudio cuantitativo de una población humana. Digo esto porque considero que tales enfoques, en manos de periodistas, militantes y analistas tan entusiastas como poco reflexivos, el relumbre del “realismo estadístico” los conduce a conclusiones precipitadas (incluso presencié cómo en encendidos debates académicos algunos militantes sostenían que los afroargentinos son ¡el 10% y hasta el 50% de la población!). Pienso que tales aproximaciones no son la realidad sino un modelo para entender la realidad, ya que el objeto a ser enumerado no existe per se, previamente y por fuera de las estadísticas (Labbé, en López 2006: 268-269).
Al respecto, Laura Cecilia López (2006) propuso examinar las negociaciones y disputas de sentido por las categorías a ser usadas en los procesos de cuantificación de los afrodescendientes. Para López “Los censos hacen mucho más que simplemente reflejar una realidad social, juegan un papel clave en la construcción de esa realidad. Constituyen uno de los mecanismos de encuadramiento de las poblaciones que el poder público utiliza [… pues la] lucha por las clasificaciones [constituye …] una de las más duraderas formas de seleccionar, excluir e imaginar un ‘problema social’, los ‘nacionales’ y una nación” (p. 268-275).
Si nos atenemos al realismo matemático de la prueba piloto podríamos realizar una proyección a nivel nacional de ese 3% que se reconoce afrodescendiente, lo cual daría 1.087.803,9 habitantes (cálculo realizado en base a la población del país según al Censo 2001: 36.260.130 habitantes). Ningún 2.000.000, cifra que representa el 5,51% de la población (casi el doble de la estimada). Cabe recordar que esto no es más que una proyección, una estimación sobre una prueba piloto que concluyó que 268 personas, sobre un total de 4.412, se reconocen afrodescendientes, ¡vaya generosa proyección! Por lo expuesto, de implementarse la pregunta sobre la afrodescendencia en el Censo Nacional 2010, realmente no tenemos idea de qué cifra arrojaría ¿10.000, 5.000.000 de personas?, imposible pronosticarlo.
Por otra parte, no debemos olvidar que la desigual historia poblacional del país impedirá considerar por igual, por ejemplo, a Formosa que a Corrientes, Tierra del Fuego que a Buenos Aires. La estadística no es la realidad sino una manera, cuantitativa, de interpretarla. Recordemos que sobre ella Umberto Eco dijo “Si un hombre cenó dos pollos y otro se fue a dormir sin cenar, la estadística sirve para decir que cada uno cenó un pollo”, por lo cual los políticos y los expertos en hambruna tendrían un buen problema resuelto.
El segundo punto tiene que ver con la frase de la historiadora Marta Goldberg "Hay tres errores que siempre saltan cuando se habla sobre los negros en el país. Ni eran pocos, ni los tratábamos bien ni fueron libres a partir de 1813 como se cree". Ello es cierto, aunque agregaría una cuarta, “ni han desaparecido”. Es lógico que no la haya incluido, ya que no cree que existan, según asevera en sus artículos (Goldberg y Mallo 2000) a contracorriente de los investigadores del presente y de, incluso, la voz de los propios afroargentinos. Este tipo de aseveraciones suele ser común en los especialistas en el pasado. Por ejemplo, cualquier investigador que se precie incluirá entre sus joyas bibliográficas al indiscutido George Reid Andrews, el “antes y el después” de los estudios sobre los afroargentinos. Sin quitarle mérito a su trabajo, en un texto suyo de 2007 sobre las comparsas de negros en el carnaval en Uruguay a fin del siglo XIX encontramos una aseveración tan tajante como falsa: “Originalmente interpretado y danzado por africanos libres y esclavos en Montevideo, el candombe fue el predecesor y uno de los ingredientes del tango uruguayo y argentino; aunque a comienzos de los años 1900 ya había desaparecido de Argentina”. ¿Cómo se atreve? No sólo falta a la verdad dejando al descubierto su desconocimiento de la realidad actual del candombe argentino sino fuera porque se trata, nada más y nada menos, que de Andrews, de quien esperaríamos que nos ilumine sin par. Además, su sentencia entra en contradicción con la bibliografía más reciente sobre el tema, empezando por el ya clásico artículo de Frigerio de 1993 (vuelto a publicar en el 2000) ¡y que cita!, aunque evidentemente no lo leyó o no consideró válido que diga “Testimonios brindados por negros argentinos contemporáneos señalan que, hasta hace pocos años (y probablemente aún en nuestros días) miembros de la comunidad afroargentina tocaban y bailaban una música que reivindicaban como propia y a la que llamaban candombe” (p. 45). Evidentemente, este es uno de los precios a pagar por escribir a la distancia o por suponer que con googlear el trabajo de campo está hecho.
Por último, una aclaración sobre un comentario sobre mi persona que la periodista que me entrevistó no captó totalmente: no estudio el candombe en la Argentina, sino el candombe de la Argentina. Nuevamente una cuestión de forma, pero que dice mucho de cómo pensamos a nuestra cultura negra.
Bibliografía citada
Andrews, George Reid. 2007. Recordando África al inventar Uruguay: sociedades de negros en el carnaval de Montevideo, 1865-1930. Revista de Estudios Sociales 26: 85-104. Bogotá.
Frigerio, Alejandro 2000 Cultura negra en el Cono Sur: Representaciones en Conflicto. Buenos Aires: EDUCA.
Goldberg, Marta Beatriz y Silvia C. Mallo. 2000. Enfermedades y epidemias de los esclavos. Todo es Historia 393: 60-69. Buenos Aires.
López, Laura Cecilia. 2006. De transnacionalización y censos. Los “afrodescendientes” en Argentina. Revista de Antropología Iberoamericana. www.aibr.org/antropologia/01v02/articulos/010203.php. Consultado el 6-ene-2009.
Stubbs, Josefina y Hiska N. Reyes (Eds.). 2006. Más allá de los promedios: Afrodescendientes en América Latina : Resultados de la Prueba Piloto de Captación en la Argentina. Buenos Aires: Universidad Nacional de Tres de Febrero.
El segundo punto tiene que ver con la frase de la historiadora Marta Goldberg "Hay tres errores que siempre saltan cuando se habla sobre los negros en el país. Ni eran pocos, ni los tratábamos bien ni fueron libres a partir de 1813 como se cree". Ello es cierto, aunque agregaría una cuarta, “ni han desaparecido”. Es lógico que no la haya incluido, ya que no cree que existan, según asevera en sus artículos (Goldberg y Mallo 2000) a contracorriente de los investigadores del presente y de, incluso, la voz de los propios afroargentinos. Este tipo de aseveraciones suele ser común en los especialistas en el pasado. Por ejemplo, cualquier investigador que se precie incluirá entre sus joyas bibliográficas al indiscutido George Reid Andrews, el “antes y el después” de los estudios sobre los afroargentinos. Sin quitarle mérito a su trabajo, en un texto suyo de 2007 sobre las comparsas de negros en el carnaval en Uruguay a fin del siglo XIX encontramos una aseveración tan tajante como falsa: “Originalmente interpretado y danzado por africanos libres y esclavos en Montevideo, el candombe fue el predecesor y uno de los ingredientes del tango uruguayo y argentino; aunque a comienzos de los años 1900 ya había desaparecido de Argentina”. ¿Cómo se atreve? No sólo falta a la verdad dejando al descubierto su desconocimiento de la realidad actual del candombe argentino sino fuera porque se trata, nada más y nada menos, que de Andrews, de quien esperaríamos que nos ilumine sin par. Además, su sentencia entra en contradicción con la bibliografía más reciente sobre el tema, empezando por el ya clásico artículo de Frigerio de 1993 (vuelto a publicar en el 2000) ¡y que cita!, aunque evidentemente no lo leyó o no consideró válido que diga “Testimonios brindados por negros argentinos contemporáneos señalan que, hasta hace pocos años (y probablemente aún en nuestros días) miembros de la comunidad afroargentina tocaban y bailaban una música que reivindicaban como propia y a la que llamaban candombe” (p. 45). Evidentemente, este es uno de los precios a pagar por escribir a la distancia o por suponer que con googlear el trabajo de campo está hecho.
Por último, una aclaración sobre un comentario sobre mi persona que la periodista que me entrevistó no captó totalmente: no estudio el candombe en la Argentina, sino el candombe de la Argentina. Nuevamente una cuestión de forma, pero que dice mucho de cómo pensamos a nuestra cultura negra.
Bibliografía citada
Andrews, George Reid. 2007. Recordando África al inventar Uruguay: sociedades de negros en el carnaval de Montevideo, 1865-1930. Revista de Estudios Sociales 26: 85-104. Bogotá.
Frigerio, Alejandro 2000 Cultura negra en el Cono Sur: Representaciones en Conflicto. Buenos Aires: EDUCA.
Goldberg, Marta Beatriz y Silvia C. Mallo. 2000. Enfermedades y epidemias de los esclavos. Todo es Historia 393: 60-69. Buenos Aires.
López, Laura Cecilia. 2006. De transnacionalización y censos. Los “afrodescendientes” en Argentina. Revista de Antropología Iberoamericana. www.aibr.org/antropologia/01v02/articulos/010203.php. Consultado el 6-ene-2009.
Stubbs, Josefina y Hiska N. Reyes (Eds.). 2006. Más allá de los promedios: Afrodescendientes en América Latina : Resultados de la Prueba Piloto de Captación en la Argentina. Buenos Aires: Universidad Nacional de Tres de Febrero.