Intentaré hacer una crónica liviana sobre un hecho que sin duda no lo es, pero que merece ser conocido aún por quienes no se interesan demasiado por cuestiones legales. Ya habrá oportunidad para realizar análisis más concienzudos, especialmente cuando se sepan los resultados concretos. De todas maneras, para un seguidor (y/o estudioso, entusiasta y otros adjetivos posibles) de varios años de los temas afro en Buenos Aires, el de hoy fue un día muy especial. Como señala la entrada anterior de este blog, se realizó una audiencia pública ante los jueces de la Cámara Penal, Contravencional y de Faltas de la CABA para que vendedores ambulantes senegaleses presentaran su testimonio respecto del hostigamiento que sufren a manos de la policía. El testimonio fue presentado en wolof, uno de los idiomas africanos que se utilizan en Senegal, y traducido por migrantes que saben español. Las casi siete horas que duró la audiencia –con un intervalo de una hora- fueron siempre con traducción –algo precaria, pero traducción al fin- entre el español y el idioma africano. Este hecho ya aparece como un logro inédito y nada menor.
Los vendedores africanos fueron patrocinados por abogad@s del Colectivo para la Diversidad (COPADI) –a esta altura verdader@s paladines de los litigios afro, que muestran una creatividad, profesionalismo y pensamiento de vanguardia inusuales por estos lares. Modern@s San Jorges luchando contra el Dragón del racismo, después de ver su trabajo de apoyo al Movimiento Afrocultural, y ahora a los vendedores senegaleses, no es posible elogiarlos lo suficiente.
La audiencia fue, por ahora, el último eslabón en una cadena de procedimientos jurídicos. Luego de que en enero uno de los testimoniantes se viera privado de sus mercaderías, pasaporte y libertad, se iniciaron una serie de acciones judiciales cuyas resoluciones por parte del Tribunal de primera instancia y la Cámara de apelación no fueron a favor de los vendedores. Primero se presentó un habeas corpus a su nombre, luego el recurso de apelación; finalmente, ante el rechazo de un recurso de inconstitucionalidad, se interpuso un recurso de queja frente al Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad. Allí, el 10 de junio, fue la primera declaración en wolof de los amparistas. El primero de julio el Tribunal decidió que la Cámara Penal, Contravencional y de Faltas de la CABA debía realizar la audiencia pública, ya que que consideró una violación al Estado de Derecho rechazar la acción de hábeas corpus presentada en enero por los tres vendedores ambulantes senegaleses sin escuchar sus testimonios y considerar nuevas pruebas.
Los vendedores africanos fueron patrocinados por abogad@s del Colectivo para la Diversidad (COPADI) –a esta altura verdader@s paladines de los litigios afro, que muestran una creatividad, profesionalismo y pensamiento de vanguardia inusuales por estos lares. Modern@s San Jorges luchando contra el Dragón del racismo, después de ver su trabajo de apoyo al Movimiento Afrocultural, y ahora a los vendedores senegaleses, no es posible elogiarlos lo suficiente.
La audiencia fue, por ahora, el último eslabón en una cadena de procedimientos jurídicos. Luego de que en enero uno de los testimoniantes se viera privado de sus mercaderías, pasaporte y libertad, se iniciaron una serie de acciones judiciales cuyas resoluciones por parte del Tribunal de primera instancia y la Cámara de apelación no fueron a favor de los vendedores. Primero se presentó un habeas corpus a su nombre, luego el recurso de apelación; finalmente, ante el rechazo de un recurso de inconstitucionalidad, se interpuso un recurso de queja frente al Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad. Allí, el 10 de junio, fue la primera declaración en wolof de los amparistas. El primero de julio el Tribunal decidió que la Cámara Penal, Contravencional y de Faltas de la CABA debía realizar la audiencia pública, ya que que consideró una violación al Estado de Derecho rechazar la acción de hábeas corpus presentada en enero por los tres vendedores ambulantes senegaleses sin escuchar sus testimonios y considerar nuevas pruebas.
En la reunión de hoy, luego de los testimonios de los afectados, se escucharon las presentaciones de sus abogados, la del defensor de los comisarios que lideran las instituciones policiales donde ocurrieron los abusos, y la de un Fiscal de la Ciudad (como saben, mi especialidad no es el Derecho por lo tanto me disculpan si pongo mal alguna referencia). Luego vinieron los testigos presentados por la defensa de los senegaleses, cuyos testimonios dejaron pocas dudas de los abusos que sufren los vendedores ambulantes negros. Dos de ellos habian visto la detención del inmigrante senegalés el 6 de enero –la gota que colmó el vaso- y un tercero había presenciado otros dos hostigamientos. Una experta del CAREF (Servicio Ecuménico de Apoyo y Orientación a Migrantes y Refugiados) revalidó los numerosos pedidos de ayuda que realizan los senegaleses a su organización. Para finalizar, el demoledor testimonio de Nengumbi Celestín Sukama resultó conmovedoramente convincente por su conocimiento de la situación de los africanos en nuestra ciudad, su enlazamiento de cifras y relatos testimoniales al respecto y su lucidez para analizar el racismo cotidiano que reina entre nosotros.
Nadie que haya estado en esa audiencia –y digo nadie, no importa cuál fuera su posición en el proceso- puede no haber salido conmovido por los testimonios que se escucharon. Aún para quien conoce las diversas peripecias que atraviesan los migrantes afroamericanos, la situación de los africanos no deja de ser estremecedora. Su trabajo transcurre todo el tiempo en la calle, donde siempre están sujetos a encuentros traumáticos con la policía o a interacciones con fuerte contenido de burla y desprecio y la situación no mejora cuando salen a pasear a la noche. No tienen familia, no comprenden el idioma ni la idiosincrasia local, y salvo otros compatriotas no tienen mayores compañias en la ciudad. Están sin duda en una peor situación que otros migrantes negros, ya que los latinoamericanos al menos hablan el idioma local (o lo aprenden más fácilmente, como los brasileros), consiguen pareja más fácilmente, y varios de ellos –pensemos en los afrouruguayos, al menos- tienen parientes en la ciudad. Los migrantes africanos están solos, en un entorno cada día más racista y en un mundo que les resulta extraño.
Como bien señaló uno de los protagonistas, en su alegato final en wolof, ellos sólo quieren trabajar, y quieren hacerlo sin miedo.
Mañana seguimos. ¿Se hará justicia?