El autor de este texto es un migrante congoleño en Argentina. Cansado de las postergaciones que sufre en el país a raíz del color de su piel, envío la carta que sigue a los diarios La Nación , Clarin y Pagina 12, con copia a la Presidenta de la Nación y al Jefe de Gobierno de la Ciucad de Buenos Aires. Hasta el momento, no recibió respuesta alguna .....
El dolor del camino de la exclusión permanente
Por Nengumbi Celestin Sukama
Contemplando al mundo a través de distintos acontecimientos históricos, sociales, culturales, científicos y económicos para citar algunos, se puede, sin lugar a duda concluir y confirmar que la paz y la estabilidad política son los dos pilares de toda sociedad democráticamente organizada.
En este contexto, es importante destacar que la estabilidad política es el generador de la paz, el progreso y del bienestar socio –económica. Sería una utopía pensar en la paz y el progreso económico, cultural, intelectual, científico y social en un contexto o clima de guerra y dictadura.
El camino de la democratización tiene su costo y, los países que ya han alcanzado este nivel de organización política saben lo que cuesta y están preparado a mantenerlo, cueste lo que cueste. En cambio, en la mayoría de los países en desarrollo, esto es un tema que cada vez se parece a un laberinto, donde es demasiado difícil encontrar la salida correcta y apropiada. Tal es el caso de la República Democrática del Congo, Ex - Zaire, también conocido como Congo Belga, el país del histórico heroico Patrice Emery Lumumba, mi país de origen.
Tras sufrir persecuciones políticas que había puesto en peligro mi vida, había decidido irme del Congo en la búsqueda de un destino seguro, donde podría prevalecer la paz. Es así, como llegué en Argentina en agosto de 1995. Sería ilógico, poco honesto y hipócrita de mi parte no reconocer el clima de paz que me fue brindado por las autoridades argentinas.
Sin embargo, a pesar de no sufrir persecuciones como fue el caso en el Congo, hasta el día de hoy, la sombra de la persecución sigue estando presente en mi vida a través de distintas manifestaciones o hechos tal como: la barrera a la integración socioeconómica, la negación de conseguir un empleo digno y estable, el rechazo cultural permanente por motivos raciales, la persecución del hambre, pues, sin trabajo no se puede vivir y no se puede hablar de la dignidad humana sin un trabajo digno, etc.
Soy contador y me recibí en el Congo en 1988. Tras llegar en Argentina y en el intento de penetrar el mercado laboral, he realizado varios cursos, entre otros: Español para extranjeros en la UBA, Ayudante de contador, instalaciones eléctricas domiciliarias, varios cursos de computación, reparación y armado de PC, etc. Además del perfil profesional arriba mencionado, cuento con un excelente nivel de Francés e Inglés.
Estimados lectores y autoridades, mi experiencia en la Argentina me enseñó y demostró que la gran barrera para mi integración laboral y socioeconómica es mi grupo étnico o mi raza. En la actualidad, a pesar de ser un ciudadano argentino, por mi nombre y apellido, y mis características físicas, se me identifica como extranjero. Por lo tanto me corresponde la exclusión.
Estimados lectores y autoridades, me veo y me siento en la obligación y honestidad intelectual de decirles que la cultura que prevalece en la Argentina no permite que un “Negro” comparta la oficina con un “Blanco y Nacional”. Pues, el dicho argentino “el negro rinde mejor usando las manos y no la cabeza” sería el promotor cultural que abrió el camino para mi exclusión permanente, casi definitiva. Un camino doloroso, penoso y lleno de frustraciones.
Lo que más llamó y llama mi atención es la incapacidad o la falta de voluntad de una organización prestigiosa como el ACNUR (Alto comisionado de Naciones Unidad para Refugiados), que, a pesar de la expansión que ha tenido en Argentina en los últimos diez años, no haya podido, aunque sea por medio de su servicio social que funciona en la sede de la Fundación Comisión Católica Argentina para Migraciones ofrecerle un trabajo intelectual ni a un solo refugiado o exiliado político. Sería esto su colaboración a la cultura de exclusión permanente de los que tengan características como las mías?
Estimados lectores y autoridades, le agradezco por haber tenido el tiempo, la paciencia y la amabilidad de leer esta carta, sobre todo, agradezco a aquel empresario solidario y sensible que quiera tomar en cuenta mi preparación profesional y ofrecerme un poquito de dignidad mediante un empleo, aunque sea en un “Call Center”.
“Luchemos a favor de la diversidad, la integración y la inclusión de todos sin excepción”.