viernes, 7 de noviembre de 2008

Cultura afro y conciencia negra


Sábado 8 de noviembre en el Museo José Hernández
18.30 hs. Cultura afro y conciencia negra: El ejercicio consciente de la práctica cultural.
Panel: Alejandro Frigerio, Cecilia Benavídez, Dinah Schonhaut y un representante de la diáspora africana en Argentina.
Coord: Bruno Valentini.
17 hs. Clínica de percusión y tambores
Tambores afrobahianos, tambores de candomblé.
Prof. Leonardo Puchetta.
Asistir con tambor.
16 hs. Libros con nuevas perspectivas
Novelas y ensayos 2008 sobre la temática afro. Debate con los autores.
Panel de autores: Miguel Rosenzvit, Pablo Cirio, Juan Batalla y Luis Ferreira Makl.
Coord.: Nicolás Fernández Bravo.
14.30 hs. ¿Qué es la capoeira angola?
Charla y roda a cargo del grupo de capoeira angola Fundo do Quintal (Mestre Dedeco)
14hs. "Quilombo! en Buenos Aires"
Audiovisual sobre cultura afro en Buenos Aires. Duración: 18 min.
Museo de Motivos Popular José Hernández
Av. Libertador 2373, entre San Martín de Tours y Coronel Díaz

VII Exposición y Feria artesanal-cultural de los Pueblos Originarios
31 de octubre al 9 de noviembre
Coordina el día afro:
Instituto de Investigación y Difusión de las Cultuas Negras
Ile Ase Osun Doyo

Sobre el ejercicio conciente de la cultura afro....

Mi intervención en la mesa:

El año pasado, invitado por el Movimiento AfroCultural a hablar en el día de la conciencia negra me preguntaba qué seria, para alguien que no es negro o afrodescendiente -como es el caso de la mayor parte de quienes practican actualmente alguna forma de cultura afro en Buenos Aires- qué sería esto de tener conciencia negra, o como está muy bien fraseado en esta oportunidad, el ejercicio conciente de la cultura afro. Propuse entonces que este ejercicio consciente para el caso de un no afrodescendiente, debería al menos incluir el reconocer:
1) que la cultura de origen afro es una parte invisibilizada, negada, de la cultura argentina;
2) que los afroargentinos cumplieron un rol relevante en la historia argentina pero que fueron invisibilizados –y aún lo son, ya que todavía existen en la ciudad;
3) que los afroargentinos y otros grupos afroamericanos y ahora africanos que aquí están son discriminados y marginados;
4) que cada una de las diversas formas artísticas que conforman la rica cultura negra incluyen a su vez distintos géneros, y estos poseen sus técnicas específicas, sus criterios estéticos y su ética. La complejidad multidimensional de la cultura negra no se aprende de un día para el otro. La puede practicar y dominar cualquiera -pero que se haya tomado el trabajo y los años de aprender con los maestros correctos;
5) Que los distintos géneros de cultura negra están emparentados y que en virtud de su origen común poseen criterios estéticos y éticos comunes;
6) que hay una opresión social sobre esta cultura, ya sea que la practiquen negros o blancos y
7) que la actual popularidad de la cultura afro (negra, afroamericana, de origen africano -esto ya es otra larga discusión) que la hace parte innegable de la cultura juvenil porteña no implica, necesariamente, está lejos de significar un ejercicio conciente de la misma.
En la charla que salió publicada en la revista Quilombo, y que también está en su versión un poco más completa en este blog resaltaba las dimensiones históricas y políticas del ejercicio conciente de la cultura afro –o una dimensión de respeto y otra de compromiso con y por esta cultura.

El compromiso –La dimensión política
Compromiso es darse cuenta que practicar cultura afro es convertirse, en mayor o menor medida, en un “militante afro”. Es necesario tomar conciencia de que practicar alguna forma de cultura afro en la Buenos Aires tradicionalmente “blanca y europea” se transforma en una actividad política, ya que para hacerlo hay que ir en contra de las condiciones sociales dadas y de los estereotipos vigentes acerca de cómo somos y qué deberíamos hacer de nuestra vida cultural, especialmente en los espacios públicos, los porteños. Aunque uno no esté conciente de que está realizando resistencia cultural, la resistencia frecuentemente se siente del otro lado. Aún quien cree que no resiste culturalmente es discriminado socialmente. Las reacciones sociales ante estas prácticas muestran la continuidad centenaria de procesos cotidianos de racismo, discriminación, invisibilización, estereotipación –de los cuales son víctimas no solamente los practicantes afrodescendientes sino todos aquellos que practican “cosas de negros”.
El ejercicio conciente de la cultura afro sería, en una primera instancia, darse cuenta que por sus orígenes esta cultura, y por ende sus practicantes, no importa si son negros o blancos, son discriminados.

El respeto –La dimensión histórica y la dimensión estética
Respeto, en su dimensión histórica, quiere decir reconocer que todas las manifestaciones de la cultura afroamericana nacen de un hecho original de esclavización de poblaciones enteras y de la continuada opresión de un grupo por otro. Aún cuando lo que practicamos hoy en día no sea cultura de esclavizados (porque se desarrolló después de la abolición de la esclavitud) siempre es cultura de oprimidos. Cuando alguien empieza a practicar alguna forma de cultura negra, lo quiera o no, lo sepa o no, está participando de un proceso de más de cuatrocientos años de esclavización, opresión y despojo cultural de una raza por otra. Si uno participa con respeto y ayuda a ubicar a la cultura negra con sus características específicas y sin olvidar sus orígenes en el lugar que se merece en el patrimonio cultural de la humanidad, está ayudando mínimamente a reparar cientos de años de injusticia.
Pero si se lo toma a la ligera, como la práctica de algo que sólo es “divertido”, está colaborando con el actual proceso de estereotipación, de banalización y de mercantilización de la cultura negra -las nuevas formas de la opresión cultural. Sigue siendo parte del problema y no de la solución
Aunque puede y debe haber diversión en la práctica de la cultura afroamericana no puede haber frivolidad. La práctica de cultura afro es divertida,pero a la vez también siempre es un asunto serio, con una larga historia de resistencia cultural. Es una cultura cuyo desarrollo costó sangre, sudor y lágrimas. Nace de la diversión pero en un contexto de opresión. Aún las mezclas, hibridaciones o nuevos desarrollos que se puedan y deban realizar (ya que ninguna cultura es estática) no tendrían que olvidar estos orígenes.
Si la consideramos como, y queremos darle el estatus de, patrimonio cultural de la humanidad, debemos conservar una conciencia de, y un respeto por, estos orígenes.
También debemos guardar un respeto similar por su dimensión estética.

Respeto, en su dimensión estética,
Hoy quiero insistir sobre la dimensión estética, sobre el hecho de que cada uno de los géneros artísticos afroamericanos posee sus técnicas específicas, sus criterios estéticos y su ética. La complejidad multidimensional de la cultura negra no se aprende de un día para el otro. La puede practicar y dominar cualquiera -pero que se haya tomado el trabajo y los años de aprender con los maestros correctos.
En su creciente expansión por todo el continente y aún por el mundo –uno encuentra grupos de percusión y danza afro de distintos orígenes en casi todos los países, ya- se corre el peligro de contribuir a una creciente estereotipación, exotización, banalización y/o mercantilización de la cultura negra.
Especialmente en un primer momento de la expansión de estas manifestaciones culturales, se las asocia –aún cuando positivamente- con lo lúdico, cuando no lo erótico, lo primitivo, el desenfreno emocional y corporal. el dejarse llevar, conectarse con lo primordial que todos llevamos adentro.
O sea, en vez de considerarlas como manifestaciones culturales complejas, legítimas, con sus propias y complicadas técnicas de expresión (musical, dancística) se las racializa y naturaliza. Se considera que “los negros” las saben en virtud de su raza o de su pertenencia nacional (o de ambas combinadas) y que más importante que la técnica y el trabajo duro para los blancos que las quieran aprender es entrar en la modalidad lúdica y relajada que caracterizaría a los “negros”.
De esta simplificación participan, muchas veces, los propios afroamericanos quienes, por haber aprendido algunas de estas artes como parte de su socialización primaria, las han incorporado por un proceso de mimesis prolongado. Un aprendizaje informal -pero aprendizaje sin duda- de varios años durante la niñez, la adolescencia, a veces hasta la adultez. Aprendizaje que da como resultado un cuerpo y habilidades modeladas durante años de repetición, de ensayo y error, de participación en y ante una audiencia de elevada capacidad crítica de la forma cultural que se practica. El resultado práctico es el de haber pasado por un conservatorio (musical, dancístico) sin la necesaria percepción de que así fue.
La falta de reglas claras y formas explícitas de enseñanza, transmisión y aprendizaje de las técnicas específicas, hace que muchas veces los propios profesores enfaticen que los alumnos deben encontrar dentro de sí mismos las capacidades -adoptando las disposiciones de ánimo y de relajación que ellos creen caracterizan a la cultura negra y por las cuales sería posible bailar de una determinada manera.
Si persisten el tiempo necesario, los alumnos terminan aprendiendo, más por mimesis inconciente que por relajarse o encontrarse con su “lado primitivo” o con algún arquetipo universal. Pero la riqueza técnica y conceptual de la danza y percusión afros continúan mayormente invisibilizadas, a la espera de quien quiera y pueda codificarlas y transmitirlas como los saberes complejos que son…. (continuará, pero no en breve…)