Xangô - Por Ilona Vozari
Comentario del Babalorixá Milton Acosta, Òséfúnmi ti Bàáyin:
En algunos aspectos comparto las apreciaciones de la ìyánifá Ifáséyin: venimos con nuestro Orí cargado de potencialidades -positivas y negativas- que se desenvolverán o no mediante el despertar ritual de esa cabeza. Pero es común que cuando una cabeza se alinea psicológicamente con el orisha sacado mediante el Oráculo una persona de forma consciente o inconsciente tienda a parecerse lo más posible a aquello que conoce de dicho orisha o a aquello que le han dicho de él/la. Un hijo de Osànlá tenderá a comportarse más calmamente, imbuído de la majestad que supone ser descendiente de esta divinidad, una hija de Oyá aprenderá a llevar la vida en solfa ocupándose únicamente del día a día, un hijo de Sòngó podrá desear sostener tres o más relaciones simultáneas, y así por delante. Es decir, reproducir lo que los itòn cuentan de cada orisha.
Lo que el neófito ignora es que precisamente es esta la tarea a cumplir: mediante el ejemplo del personaje sagrado evitar los errores de ese tipo en su propia vida, errores que podrían llevarle no a la categoría de orisha como al antecedente divino sino a la ruina personal, por carecer de la depósito de ashé del orisha. Esos "defectos sagrados" son a evitar, nunca a imitar. Pero este aspecto es poco comentado, pues de otro modo ¿cómo se efectuaría en la práctica la identificación entre el iniciando y el personaje a mostrar?
Odé - Por Ilona Vozari
Cabe únicamente pensar en la capacidad de cada Orí de separar las aguas y encontrar el verdadero sentido de la teología yorubá que, pese a las simplificaciones corrientes, es mucho más sutil y profunda de lo que parece. Dice un proverbio de Ifá que "la culpa nunca cae al suelo, siempre alguien la recoge antes de su caída". Y es cierto: siempre hay alguien a quien culpar por los propios errores, y ¡qué honorable resulta tener los mismos -supuestos- defectos que un orisha!
No parece tan común asumir los éxitos sin ayuda, pues la gente bien sucedida no se apresura a identificar su acierto con el previo cumplimiento de los requisitos indispensables para recibirlo. Parece más fácil atribuirlo- oh, ego vincitor- a la propia capacidad de acción. Sólo las frustraciones, los fracasos o la no consecución de alguna cosa se deriva "al otro", a las impersonales "envidias" o a los "trabajos maléficos" de algún conocido o desconocido de turno. Y allí, para reparar sin complicarse mucho haciendo un examen de conciencia, siempre está pronto el trabajito de "demanda" o "contra-demanda" que suele cobrarse bien...