Comentario del músico Alejandro Polemann:
Estimado especialista: es bastante conocida la controversia en la identificación de "lo original", "lo puro", tanto para los investigadores como para algunos músicos que, además, disputan las credenciales para inscribir sus producciones dentro de esos valores.
En el caso del "Nunca menos", lo que quizás sea interesante observar es que algo tuvo que pasar en estos últimos años de arte rioplatense para que un espacio militante se permita, no, mejor, se invente una excusa de "candombe" como canal apropiado para llevar adelante un homenaje político. Y más aún, que la periferia que flota alrededor de la militancia se sienta convocada también por la utilización de ese nombre. Lo he visto desde adentro y todo eso es verdaderamente inédito.
Porque habla de la posibilidad de incluir (finalmente!) una sonoridad, no todavía un género, una sonoridad más en la paleta de músicas significativas para los habitantes contemporáneos de Buenos Aires y alrededores. No de París, de Barcelona, de Lima o Los Ángeles: de "buenosaires". Y si fuera necesario advertir cierta liviandad en el uso del nombre del género o especie (según la religión del investigador) justo sería señalar que, en realidad, es mucho más de lo que nombra.
Porque puede ser candombe en su clave, murga (murgas, las dos) en su canto, milonga en sus arpegios, rock en sus solos, tango en algunas de sus secuencias armónicas, marcha camión en su marcha camión y, sobre todo, canción. Es una canción. Todos los participantes "músicos" hemos sabido salvar estas diferencias e inclusiones, por encima de nuestros saberes adquiridos, para priorizar el sentido -central en toda producción artística- con el que se ha hecho el objeto. Basta con mirar a la Gloriosa de Boedo sin preocuparse por si sus pasos, saltos y contorsiones se ajustan o no a la clave de la llamada.
Lo Rioplatense es mucho más que cada música en particular y viene generando desde hace años entrecruzamientos artísticos y sociales superadores de cualquier intento de sectarismo. Como se sabe hay bibliografía y música sobre el tema. En 2003, por ejemplo, se editó un disco compacto (Música para no ahogarse. Suramusic 2003) compilando un mínimo de producciones que representaban la punta de un gran iceberg "rioplatense", caracterizado por una gran variedad de propuestas, géneros y estilos. Hay también numerosos artículos y compilaciones (de Alicia Martín, por ejemplo) que dan cuenta de las posibles reconfiguraciones del folclore urbano.
Ya para despedirme y anhelando la posibilidad de apertura de debates en su blog le explicito la profunda convicción que existe en los espacios de producción artística e intelectual en los que participo de que una mirada actual sobre la diversidad cultural e intercultural se ve siempre enriquecida por la posibilidad de mezclas, fusiones e hibridaciones, en donde los procesos de tradicionalización se manifiestan de manera necesariamente dinámica y libre de todo prejuicio.
Le envío un saludo cordial y me abocaré a estudiar atentamente sus textos publicados que seguramente representarán un valiosos aporte para mis clases de música.
Atentamente, Alejandro Polemann.
Comentario de Alejandro Frigerio:
Estimado tocayo: agradezco el tiempo que te tomaste en escribir el comentario. En general, en otras oportunidades estaría de acuerdo con lo que planteas. De hecho, en mi comentario original digo que lo primero que me llamó la atención es que el tema fuera un candombe –coincidiendo con lo que decís al principio.
Debo reconocer que yo pasé de una posición antropológica (antigua) de, quizás, excesivo celo purista a una más contemporánea apreciativa de las “mezclas, fusiones e hibridaciones”.
Sólo resaltaría dos cosas, atendiendo a mi planteo original. La primera, que siempre es necesario, de todas maneras, estar atentos a que generalmente hay desiguales distribuciones de poder que hacen que las hibridaciones suelan ir siempre en el mismo sentido o seguir una misma lógica: el acercamiento a formas eruditas como forma de validación de lo popular. En un primer momento, esto no es malo. En un segundo momento, sería mejor que las formas populares fueran validadas por sí mismas, por sus valores intrínsecos, y no por su capacidad de aproximación a formas legitimadas socialmente. Básicamente: que las fusiones no hagan desaparecer los elementos originales que tomaron de inspiración. Es cierto que toda forma cultural es dinámica y cambia; de todas maneras, hay que estar atento -repito- a qué asimetrías de poder llevan el cambio en una dirección u otra.
La segunda es que, por más que tampoco suelo defender posiciones excesivamente nacionalistas, hay determinados (quizás pocos) momentos neurálgicos en que sí creo que el contorno de la nación debería remarcarse. Este era uno de ellos. Sin embargo, no censuro la elección estética, sólo la comento. Como suelo decir, el blog está para ayudar a pensar sobre determinados temas que suelen pasar desapercibidos o considerados poco importantes, no para dictar cátedra.
Un abrazo AF