Pablo: Claro que esperaba una respuesta tuya!. Pongo los comentarios en el cuerpo del blog porque supongo que como hay muchos candomberos el debate puede (espero) interesar. Es cierto que las formas culturales cambian y un cierto número de años después, a nadie le importa demasiado, salvo a los antiguos practicantes que puedan sobrevivir. Sin embargo, como suelo decir, no hay que descuidar las variables de raza y clase que intervienen y que suelen llevar los cambios en una dirección determinada -a la imposición de algunos saberes y racionalidades sobre otros/as-. Las relaciones de poder asimétricas entre los grupos hacen que la posibilidad de elecciones, ya sea entre lo "técnico" y lo "simbólico", entre lo propio y lo ajeno, entre mostrar y ocultar, no sean inocentes ni tan autónomas. Fue probablemente una serie de este tipo de decisiones lo que llevó a la casi desaparición del candombe argentino.
En tu ejemplo, no sabemos si los “nativos” coincidían con la explicación “densa” del antropólogo. En el mío, son ellos los que enfatizan la importancia extra-musical del templado -análisis profundo de Ferreira aparte. Me parece por lo tanto importante rescatar la visión “tradicionalista”, que por otro lado también es reivindicada por varios de los practicantes nuevos. Para muchos ya no hay una disyuntiva tan drástica entre parche de plástico o de cuero (usan cuero, directamente) o la arreglan con cuero-tensores y templado (una interesante salida por arriba del laberinto). Templan como un compromiso conciente y expreso -por más que les trae problemas con quienes controlan el espacio público, prefieren pagar ese costo extra. Pero muchos también tienen los tensores por si se hace imposible templar.
El caso del candombe me parece sumamente interesante porque si bien para mí no hay religión, sí hay un sagrado secular que se está expresando de manera muy fuerte, dada la densidad/intensidad simbólica investida en los tambores. El tambor es, actualmente, el símbolo condensador de la cultura y la identidad afrouruguaya. Quizás no siempre fue así -a lo mejor antes había más elementos que pudieran cumplir esta función- pero en nuestros días tomó este rol preponderante y por eso las eternas discusiones y peleas (frecuentemente físicas) sobre cómo tocar y cómo hacer las cosas correctamente.
Me gustaron los testimonios porque creo que evidencian justamente una idea diferente sobre la relación medios-fines. En la visión de los practicantes, el templado sí parece ser un fin en sí mismo, ya que de lo contrario no tenemos candombe –como hecho cultural total- tendríamos apenas música.
Tomando una perspectiva más abarcativa, tanto el antes como el durante como el después son todos medios a los fines de la creación de identidades étnico-raciales y de género. Esto es una manera antropológica de ponerlo, pero me parece que este es el big picture al que apuntan o hacen referencia, implícitamente, los practicantes cuando hablan del fundamento del candombe.
Claro que este es un análisis de entusiasta, inspirado en parte por la lectura (no sé que tan fiel) del trabajo de Luis Ferreira. Tampoco hice tanto trabajo de campo con estos aspectos del candombe como para afirmar algo taxativamente. Pero con que se hayan movido algunas neuronas con este pequeño debate me doy por satisfecho….
En tu ejemplo, no sabemos si los “nativos” coincidían con la explicación “densa” del antropólogo. En el mío, son ellos los que enfatizan la importancia extra-musical del templado -análisis profundo de Ferreira aparte. Me parece por lo tanto importante rescatar la visión “tradicionalista”, que por otro lado también es reivindicada por varios de los practicantes nuevos. Para muchos ya no hay una disyuntiva tan drástica entre parche de plástico o de cuero (usan cuero, directamente) o la arreglan con cuero-tensores y templado (una interesante salida por arriba del laberinto). Templan como un compromiso conciente y expreso -por más que les trae problemas con quienes controlan el espacio público, prefieren pagar ese costo extra. Pero muchos también tienen los tensores por si se hace imposible templar.
El caso del candombe me parece sumamente interesante porque si bien para mí no hay religión, sí hay un sagrado secular que se está expresando de manera muy fuerte, dada la densidad/intensidad simbólica investida en los tambores. El tambor es, actualmente, el símbolo condensador de la cultura y la identidad afrouruguaya. Quizás no siempre fue así -a lo mejor antes había más elementos que pudieran cumplir esta función- pero en nuestros días tomó este rol preponderante y por eso las eternas discusiones y peleas (frecuentemente físicas) sobre cómo tocar y cómo hacer las cosas correctamente.
Me gustaron los testimonios porque creo que evidencian justamente una idea diferente sobre la relación medios-fines. En la visión de los practicantes, el templado sí parece ser un fin en sí mismo, ya que de lo contrario no tenemos candombe –como hecho cultural total- tendríamos apenas música.
Tomando una perspectiva más abarcativa, tanto el antes como el durante como el después son todos medios a los fines de la creación de identidades étnico-raciales y de género. Esto es una manera antropológica de ponerlo, pero me parece que este es el big picture al que apuntan o hacen referencia, implícitamente, los practicantes cuando hablan del fundamento del candombe.
Claro que este es un análisis de entusiasta, inspirado en parte por la lectura (no sé que tan fiel) del trabajo de Luis Ferreira. Tampoco hice tanto trabajo de campo con estos aspectos del candombe como para afirmar algo taxativamente. Pero con que se hayan movido algunas neuronas con este pequeño debate me doy por satisfecho….
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