jueves, 2 de abril de 2009

El INADI y el Candombe (reflexiones preliminares)

Los que estuvieron/estuvimos allí saben/mos que estuvo bueno. Había clima de fiesta, gran parte del público que nunca la había visto pudo constatar que enorme artista es Rita Montero, quien ratifica que la edad es un solo un estado del espíritu y canta candombes (argentinos) y continúa seduciendo a la audiencia como lo hacía en sus años de cantante de jazz. También se pudo ver que performer y tremenda bailarina es Pelusa Giannone (mis disculpas si no se escribe así). A mí ya me habia dejado con la boca abierta cuando la ví bailar en una fiesta organizada por Africa Vive en el 2000 que nucleó a varias familias afroargentinas y que intentó revivir los famosos encuentros del Shimmy Club que llegaron hasta los primeros años de la década de 1970. Nunca pensé que argentinas (aunque fueran afro-) pudieran bailar de la manera en que ella y Pocha Lamadrid lo hicieron entonces. Algunos años después –que parecen no haberles hecho mella- y ahora en el galpon de La Chiringa, ambas ratificaron sus cualidades para una audiencia mayormente no afrodescendiente.
El repertorio de la agrupación compuesta por afrodescendientes argentinos La Familia (¿ex o actual Rumba Nuestra?) fue como su nombre lo indica, más de rumba que de candombe (argentino). Su ejecución de varias piezas de rumba abierta llamó la atención hacia la apropiación, más dancística que musical, que los afroargentinos hicieron de este género y que también animó (mucho, a juzgar por las fotos y testimonios) las noches del Shimmy Club. Hay una manera de bailarlo que es netamente local –como bien señaló Pelusa. Esta apropiación merece ser reconocida –y, desde una perspectiva antropológica, mejor comprendida y estudiada.
Ahora bien, como este blog intenta ser crítico –aunque, como dije alguna vez, no criticón- y aportar elementos para pensar qué estamos haciendo y hacia adónde llevamos toda esta pujante y multifacética movida cultural afro, la realización del evento no deja de producirme algunas dudas y motivarme algunas preguntas que me gustaría plantear públicamente. Como suelo decir, no pretendo tener todas las respuestas pero sí contribuir a pensar hacia adónde estamos yendo
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Presentación del ballet religioso afroargentino

Creo, y ya lo dije, que el INADI, como organismo cuya principal función es luchar contra la discriminación, no debería estar haciendo promoción cultural, o mejor dicho, en el área afro y afroumbandista, no hacer de ello (lo que parece ser) su principal actividad.
Atenta a esta cuestión, al dirigirse al público presente el domingo 29 la presidenta del INADI, María José Lubertino, dijo “El INADI promueve estas actividades porque no nos conforma trabajar simplemente contra la discriminación (...) lo que queremos es un cambio cultural que valorice nuestras raíces y de alguna manera valorice las diferencias y las diversidades”.
Esta posición es sin duda atendible, pero es necesario tomar en cuenta algunas cuestiones.
Los afroumbandistas hace varios años que intentaron mejorar la situación de su religión en la sociedad a través de la promoción cultural y pocos fueron los frutos que lograron. Informarse acerca de la historia de la religión en el país y de los emprendimientos previos puede ser un buen primer paso para no repetir esfuerzos que ya mostraron sus claras limitaciones.

Rita Montero y tambores de La Chilinga
Para el caso de los afrodescendientes, la promoción cultural del candombe –por un organismo que hace de la lucha contra la discriminación y la estereotipación de las minorías sus caballitos de batalla- plantea algunos interrogantes. Aunque las presentaciones que ví eran inobjetables desde el punto de vista artístico (no pude ver a Farías Gomez o Egle Martin), me surgen algunas preguntas:
1- si se intenta mostrar los valores y la estética de la religiosidad afro, ¿no sería mas adecuado que en este caso y en este contexto, la presentación no incluyera una gran dosis de creatividad respecto de las danzas religiosas originales y la utilización de elementos de otras danzas étnicas (las alas de danzas árabes, por ejemplo), así como de un vestuario que poco tiene que ver con el religioso? En distintos foros y charlas he abogado por el valor y aún la necesidad de la creatividad artística en presentaciones de danza afro –dado el peligro de caer en una folklorización excesiva de lo que es en realidad un patrimonio muy vivo e inspirador. Pero en este contexto quizás un repertorio más ajustado al original hubiera sido más adecuado. Este, en todo caso, no es un problema de los artistas, sino de los organizadores que deberían tener más claro qué quieren mostrar y para qué, en cada ocasión.
2- ¿Qué se gana haciendo un evento de estas características en lo que ya es un espacio afro por excelencia? ¿No se corre el riesgo de predicar a los ya conversos? ¿No sería mejor y más adecuado, ya que se cuenta con el apoyo (aunque sea mínimo) del Estado, presentar a y llevar a los afroargentinos en contextos a los cuales éstos no podrían acceder por sus propios medios? (Acá, en defensa del INADI, se podría argumentar que aún en los “espacios afro” no hay lugar para el candombe argentino, y que es necesaria su visibilización en lugares en los cuales otras manifestaciones afro son más valoradas o al menos más conocidas).
3- Lo que más me preocupa: si el candombe argentino fue, durante mucho tiempo, quizás la práctica cultural más fundamental para la construcción de una identidad afroargentina –un patrimonio tan valorado que sólo algunos blancos lo conocían y menos podían bailarlo- ¿qué pasará cuando cualquiera que haya tomado un par de clases pueda tocarlo, o cualquier grupo pueda salir por allí cantando y tocando: “oh, oh, oh, guariló, guariló, oh, oh”?
¿Alguien se puso a pensar en las consecuencias de abrir esta práctica al público general sin tomar recaudos respecto de su correcta transmisión, y de las condiciones bajo las cuales se puede o debe producir?
Pelusa y Familia Rumba Nuestra
La consecución de “un cambio cultural” debe comenzar por la propia toma de conciencia acerca de los valores específicos de la cultura que se intenta promover y de las consecuencias que las actividades que se emprenden pueden traer.
La promoción cultural –especialmente de prácticas que se encuentran, como el candombe argentino, en un estado casi liminal- siempre trae aparejadas algunas cuestiones espinosas y de difícil resolución: ¿quién está en condiciones de enseñarlo? ¿con qué motivos? ¿para qué auditorios? ¿quién decide qué se puede enseñar y qué no?
Como dije, no pretendo tener las respuestas a estos interrogantes -tan sólo aportar a una acción más reflexiva por parte de todos los que estamos involucrados.

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