A la sombra de la historia oficial
En los últimos 25 años, una nueva generación de académicos empujados por las comunidades de afrodescendientes logró redescubrir la Argentina negra y mestiza que había sido invisibilizada en el pasado por la ilusión de un país blanco y europeo.
Por: Guido Carelli Lynch
En las celebraciones escolares del 25 de mayo siempre hay un negro o un mulato que sostiene alegremente una cesta de empanadas en la cabeza. Luego de pintarse con carbón, los chicos se olvidan para siempre. ¿Por qué? Porque Africa siempre tuvo mala prensa, también en la Argentina.
Es extraño, en apariencia, que se olvide ese detalle como tantos otros recuerdos de la infancia y es difícil conciliar ese personaje secundario del acto (porque no todos pueden ser Saavedra, French o Beruti) con toda la desinformación institucionalizada a la que se somete a los chicos desde hace más de un siglo en las clases de historia. El olvido, pensándolo bien, tal vez no sea del todo inexplicable.
"Hay tres errores que siempre saltan cuando se habla sobre los negros en el país. Ni eran pocos, ni los tratábamos bien ni fueron libres a partir de 1813 como se cree", explica Marta Goldberg, la única argentina en integrar el Comité Científico Internacional de la Ruta del esclavo de la Unesco y una de las primeras historiadoras en sincerar la significativa presencia de los negros en el país.
Si la Asamblea de 1813 hubiera declarado la libertad de los esclavos (que se hizo efectiva en 1861) y no la libertad de vientres, como efectivamente sancionó, el mismísimo Rosas no habría declarado en 1825 entre sus bienes muebles a los 33 esclavos que tenía repartidos en dos estancias. Algo normal para la época, cuando llegaban al puerto "toneladas de negros", a los que se bautizaba y daba el apellido de su dueño. Miles de los 11 millones de africanos vendidos como esclavos que llegaron a América eran en 1810 un tercio de la población porteña y el 60% de la catamarqueña, según consta en los registros parroquiales que Goldberg encontró hace casi cuatro décadas, cuando la academia negaba la existencia de los negros, aún a pesar de los actos escolares.
Sin embargo, hasta 1970 nunca había habido negros en la Argentina. ¿Por qué? "Por culpa de dos ideologías surgidas en el siglo XIX –la del blanqueamiento, y la del marxismo– que hicieron que los estudios sobre los negros en la Argentina no se desarrollaran hasta los años 90", contesta el profesor de la Universidad de Princeton George Reid Andrews. Para el autor de Los Afroargentinos de Buenos Aires, el poderoso compromiso de la sociedad argentina con el concepto de un país blanco y europeo volvió muy difícil que los intelectuales argentinos pudieran reconocer y aceptar la dimensión negra de su historia, cultura y sociedad. El enfoque marxista y estructuralista teorizaba sobre las clases sociales y relegaba a un segundo plano raza, etnia y género.
Los textos clásicos de Ricardo Rodríguez Molas (Pardos y Morenos en el año 80), Elena Studer (La trata de negros en el Río de la Plata) y la propia Goldberg, entre otros, facilitaron la historia vieja de los negros en el país, pero en los últimos 20 años ciencias menos rígidas y desprejuiciadas lograron abrir un nuevo horizonte en la materia. "La historia oral, la antropología biológica, la estadística y la musicología han demostrado que una parte considerable de la población argentina se reconoce como descendiente de los negros esclavizados hasta 1861 y mantienen buena parte de su cultura vigente", sentencia el antropólogo Pablo Cirio, antes de advertir que el que quiera estudiar la cultura viva del afroporteño tiene que ir al cinturón del conurbano. Sin embargo, en la actualidad, la mayoría de los investigadores argentinos todavía coincide en identificar la ilusión forzada de una sociedad blanca y europea, de una París porteña, como el cepo que invisibilizó la suerte de los afrodescendientes en Argentina, de aquellos que sobrevivieron mestizos a las guerras de la Independencia, del Paraguay y a las epidemias de viruela y fiebre amarilla.
Para Alejandro Frigerio, uno de los investigadores que más ayudó a repensar la presencia y contribuciones de la cultura africana en Argentina, existe "una narrativa dominante de la nación" que forzó e invisibilizó la presencia y las contribuciones étnicas y raciales de los africanos en América.
Tres clases de enfoques son los que para Frigerio rigieron desde siempre la forma de encarar los estudios sobre el tema. El primero, preocupado por los estudios históricos sobre los esclavos y negros libres en la colonia, otro sobre la relación que hoy los países africanos mantienen con la Argentina y, el último y más revolucionario, sobre la situación actual de las comunidades de afrodescendientes en el país. Las tres áreas, no obstante, están de alguna manera vinculadas, ya que la mentada revisibilización se debe en gran medida a Miriam Gómes, directora de la Sociedad de Socorros Mutuos y Unión Caboverdiana de Dock Sud y una de los afrodescendientes militantes que más ha luchado por devolver a los negros a la historia pasada y presente. Hija de los caboverdianos libres que vinieron para trabajar en el puerto, Gómes destaca cada vez que puede que hoy el 5% de la población argentina es afrodescendiente. "Muchos siguen diciendo que no existimos. Parte de la academia, también aquella supuestamente más abierta, la revisionista, sigue negándonos. Felipe Pigna, por ejemplo, ha dicho que ni por asomo somos 2 millones, cuando un estudio del INDEC y de la Universidad Tres de Febrero muestra lo contrario", remarca. Gracias a su trabajo, el del Inadi y el de la Universidad 3 de Febrero, entre otras entidades, el censo 2010 incluirá preguntas sobre ascendencia africana. "Hace 25 años no había mucha literatura al respecto, pero ahora hay una nueva generación que está produciendo y que creció con nosotros", dice Gómes. Cirio, Marta Maffia y la historiadora Florencia Guzmán son sólo algunos de los profesionales que trabajan codo a codo con las comunidades de afrodescendientes. Esa irrupción, de la que también forma parte Dina Picotti, sirvió para recuperar la obra de antiguos investigadores. En ese contexto se publicó un texto póstumo de Néstor Ortiz Oderigo, el Diccionario de Africanismos en el castellano del Río de la Plata, y entre las palabras que reúne sobresalen dos vocablos bien argentinos y originarios de voces y de ritmos africanos: el tango y la milonga. Una estocada para cualquier compadrito nacionalista .
Desde el principio, desde la oscuridad de las sombras, la cultura negra impregna la más intangible e inventada argentinidad. "La pregunta no es por qué no se los ve, sino por qué no podemos verlos ", larga –sugerente– Cirio, uno de los especialistas más interiorizados con el devenir del candombe en Argentina. "Todo antecedente de cultura extraeuropea ha sido negado para construir una identidad nacional. Siempre se habla en tiempo pasado, siempre (los negros) son extranjeros, siempre el candombe es uruguayo", aporta Cirio, para quien los negros comenzaron a preservar su cultura dentro de su casa como estrategia, pero terminaron –sin querer– por hacerle el juego al discurso blanco que los negaba.
La realidad hoy es otra y Los estudios afroamericanos y africanos en Argentina (Clacso, 2008) es tal vez uno de los textos más actuales y mejor logrados para pensar cómo se enseña y se asume Africa y su diáspora en América Latina. La edición compilada por Gladys Lechini reúne además a varios de los nuevos académicos que Gómes celebra. "Los europeos abordaron los estudios sobre Africa de la misma manera que los estudios sobre América, desde una concepción eurocéntrica. Esa visión permanece muchas veces en los trabajos de los académicos del propio sur", explica Lechini desde Rosario al tiempo que avizora que La Historia de Africa de la Unesco comenzará a saldar esa deuda.
El programa de Estudios Africanos, desde el que Juan Vagni estudia la inaccesible África musulmana, y que Diego Buffa y María Becerra coordinan desde la Universidad Nacional de Córdoba, es otra de las puntas de lanza de la nueva perspectiva que ilumina desde el interior la Argentina negra y mestiza.
Las polémicas y las visiones encontradas también son moneda corriente dentro de la africanística nacional contemporánea. Así, Goldberg cuestiona la falta de rigurosidad académica de algunos estudios y Gómes se queja de las diferencias políticas que separan a algunas de las comunidades de afrodescendientes del tronco colonial con la de descendientes de africanos libres. "Yo soy víctima del racismo como cualquier otro negro que ande por el país, porque para el que oprime y margina no hay diferencias: el sistema nos somete por la intensidad de la melanina", dice Gómes sobre algunas de las disputas teóricas que esconden pujas por subsidios económicos y reparaciones históricas.
Sin embargo, precisar cuánto falta para que todo ese flujo de nuevos conocimientos, la mayoría de las veces financiado por el Estado, se incorpore a la enseñanza primaria y media y de ahí al imaginario colectivo, es difícil saberlo. Pero además de los afrodescendientes están los otros, tantos más, los demás argentinos que mamaron, aun a pesar de ellos, la cultura mestiza. Primero, sin embargo, cabe sincerarse y responder: ¿usted los ve?
Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/06/20/_-01942331.htm