domingo, 5 de julio de 2009

Violencia racista contra inmigrante africano

“Acá no hay racismo” suele afirmar el sentido común porteño. Frase a veces acompañada por otra, más realista, que señala “porque no hay negros” (o “porque son pocos”). La versión algo más contracultural de la frase resultaba bastante más exacta. Si somos, como también quiere nuestro sentido común, la Italia o España del subdesarrollo, ¿por qué no íbamos a evidenciar, más temprano que tarde, parecidas muestras de xenofobia ante la presencia creciente de inmigrantes negros en nuestra ciudad?
Aún en la época en que los negros brasileros eran exotizados (“qué onda”, “qué simpáticos”, “cómo bailan”), especialmente durante la década del 80 y 90, se sabía (ellos, al menos, sabían) que los encuentros con la policía eran, como diría el antropólogo ítalo-brasilero Livio Sansone, “áreas duras” de racismo. Recuerdo cómo en la primavera alfonsinista el precursor local de la capoeira (y del uso de trenzas en el pelo, algo completamente inusual para los varones de entonces) siempre salía con una carta que certificaba su condición de profesor del Centro Cultural Ricardo Rojas. Como en la época de los gauchos “vagos y mal entretenidos”, él debía certificar –ante la policía que lo paraba mucho más frecuentemente que a cualquier otro- que era un ciudadano responsable y trabajador.
Cuando el activista cultural afrouruguayo José Delfín Acosta Martínez fue asesinado el 5 de abril de 1996 por la policía en la comisaría de Lavalle y Callao, ya no quedaron dudas de que los “encuentros con autoridades injustas” (para utilizar el título de un libro clásico del estudio de movimientos sociales) podían ser ya no sólo incómodos o peligrosos, sino letales.
El caso del inmigrante africano relatado abajo no sólo continúa esta cadena –se podrá argumentar que el policía no estaba en servicio, pero eso no deja de afirmar una tendencia más general- sino que bien puede ser el preludio de más episodios similares. Pensemos que los inmigrantes africanos no tienen el glamour exotizado del que contaban los inmigrantes afrolatinoamericanos de hace unos años, no dominan el lenguaje como varios de ellos sí lo hacían, y por su trabajo, deambulando por la ciudad, se encuentran más expuestos a encuentros con una diversidad de sujetos con grados variables de xenofobia e impunidad para ejercerla. Por su condición de migrantes y ambulantes, sus escasos recursos económicos y sociales y su poco dominio de la lengua local, son presa fácil para todo tipo de abusos.

Constitución. Policía de civil dispara contra vendedor ambulante senegalés frente a 30 personas
Por COPADI (Colectivo para la Diversidad)
punchou@yahoo.com

Frente a un bar de Constitución, en Avda. Garay y Lima oeste, un policía de civil, identificado como personal de la policía federal, cuerpo de “Alarma”, disparó su Bersa 9mm reglamentaria contra un vendedor ambulante Senegales que pasaba por allí ofreciendo bijouterie en un maletín.
El vendedor, al que no identificamos para su seguridad, caminaba por la vereda cuando vio que dos hombres discutían en la puerta de un bar. Ante los gritos se detuvo. Al verlo, uno de los hombres le gritó “que mirás negro de mierda”, y se le tiró encima. Comenzó a golpearlo furiosamente con sus puños y le pegó en la cabeza con su arma reglamentaria. Luego le gritó “Negro de mierda, andate a tu país”, apuntó al pecho y disparó. Milagrosamente el vendedor se movió y el disparo rozó su pierna derecha, dejando un agujero en su pantalón.
Había allí unas 30 personas, varias de ellas personal de diversas fuerzas de seguridad. Ante la denuncia efectuada por un testigo concurrió personal uniformado de la Comisaría 16, quienes detuvieron a tres hombres que fueron trasladados a esa Comisaría. Allí se identificó al autor de la tentativa de homicidio como personal policial perteneciente al cuerpo de Alarma de la PFA, quien quedó detenido a cargo de la Jueza Iermini, del Juzgado de Instrucción Nro. 48 de la Justicia Penal nacional. También se secuestró su arma y el casquete de la bala disparada.
En el bar se encontraba otro vendedor senegalés, quien minutos antes había sido hostigado por el mismo hombre que efectuó el disparo cuando se acercó a su mesa a ofrecer bijouterie: “Negro, regalame un reloj”, le gritaba mientras tironeaba de su maletín. Tanto que habría sido mismo personal del bar quien le pidió a quien resultaría un policía que abandonara el lugar.
En esta circunstancia, otro vendedor se comunicó con el Colectivo para la Diversidad (COPADI) y el INADI (Instituto Nacional contra la discriminación), quienes apoyaron la realización de la denuncia en la comisaría 16. El INADI tomó la denuncia en su 0800, y la coordinadora a cargo, Alba Rueda, se presentó oficialmente en la Comisaría 16 para apoyar la denuncia y proceder ante los gravísimos hechos de violencia racista. También se informó a la Defensoría del Pueblo de la CABA, quienes se presentarán como terceros interesados en la causa.
A pesar de la motivación racista del intento de homicidio, y aún frente a la presencia del INADI, los hechos quedaron radicados como “Disparo de arma de fuego con lesiones” en la comisaría 16 de la Policía Federal (San Juan y San José).
“Este hecho racista no es aislado. Desde enero venimos denunciando el racismo lamentablemente presente en actuaciones de la policía y otras autoridades de la CABA. El tribunal Superior de Justicia acaba de darnos la razón el 1ro de julio pasado, confirmando la violación de garantías básicas del estado de derecho a las personas africanas frente a hechos de racismo institucional. Creemos que es necesario que las autoridades estatales intervengan de manera urgente. Hoy un africano se salvó de milagro de ser asesinado en la vía pública por personal de nuestras fuerzas de seguridad”, declararon abogados de COPADI. “No nos parece que ante hechos de esta gravedad la calificación legal sea adecuada. Al minimizar los hechos estamos negando a la víctima las medidas de seguridad adecuadas para su protección. Estamos frente a un colectivo de personas extremadamente vulnerables. Son pobres, son negras, y no hablan español. Si no hubiera sido por la intervención del INADI y de organizaciones sociales, no se podría haber hecho correctamente la denuncia de los hechos, porque en la policía no cuentan con traductores de wolof.”
La Lic. Rueda, del INADI, calificó al hecho como “De la mayor gravedad y de interés del organismo”, por tratarse de un acto de violencia racial. Dio aviso al Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos e intentó comunicarse con el personal del juzgado de turno. Lamentablemente no logró comunicarse con el personal judicial interviniente, y por ello aún la seguridad de la víctima no está garantizada. El lunes se ratificará la denuncia ante una justicia cerrada por la gripe A.
Tememos que la crisis de salud que estamos atravesando aumente aún más el riesgo al que están sometidas las personas africanas que viven en la CABA. Una vez más la denuncia de un hecho motiva que otros vendedores hablen de los abusos que sufren, y ya contamos con información que da cuenta que no se trata de un hecho individual, sino que esta práctica ha sido realizada por otro personal de la policía en otras ocasiones, hechos que por miedo han quedado impunes. Creemos en nuestras instituciones y en que estos hechos son evitables, por eso es necesario que las más altas autoridades actúen inequívocamente sobre el racismo institucional y sus consecuencias nefastas.
Foto 1: nunca pude determinar el autor
Foto 2: Walter Astrada (llevada al blanco y negro y recortada)

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