viernes, 25 de enero de 2008
miércoles, 23 de enero de 2008
Ancestralidad
Escucha en el viento
El suspiro del arbusto:
Es el soplo de nuestros antepasados.
Nuestros muertos no partieron.
Están en la densa sombra.
Los muertos no están sobre la tierra.
Están en el árbol que se agita,
En la madera que gime.
Están en el agua que fluye,
En el agua que duerme.
Están en la cabaña, en la multitud;
Los muertos no murieron…
Nuestros muertos no partieron:
Están en el vientre de la mujer
En el llanto del bebé
Y en el tronco que se quema.
Los muertos no están sobre la tierra:
Están en el fuego que se apaga,
En las plantas que lloran,
En la piedra que gime,
Están en la casa.
Nuestros muertos no murieron.
jueves, 17 de enero de 2008
17 de Enero Santo Bahiano
martes, 8 de enero de 2008
8 de Enero Santo Gaucho
ómnibus estacionado en Palermo
El Gauchito con Rodrigo en altar de Palermo Viejo, Honduras y la vía
taxi en algún lugar de la ciudad
domingo, 6 de enero de 2008
6 de Enero Santo Candombero
Letra: Yábor - Musica: Yábor - Abel Montenegro
Un clásico, de mucho antes de que "lo afro" se pusiera de moda...
viernes, 4 de enero de 2008
Politicamente incorrecto / Políticamente correcto
miércoles, 2 de enero de 2008
Llamada de Primero de Año en San Telmo (II)
Celebro la visibilidad de lo invisible,
eso que se agazapa en la sangre y se define por la piel.
Celebro ese llamar continuo, terco, irrefrenable
a lo ancestral contenido en cada uno de nosotros.
Celebro el ritmo del fuego
convocante de cada dios personal
aunque nadie sepa que se esconde
en un punto ínfimo coronando la cabeza.
Celebro esa celebración;
el paso lento sosteniendo entre dos brazos
el propio vientre de la tierra dividido en miles,
fertilizado por cada hombre que golpea
metódica, sudorosa, incansablemente
la lonja con su mano encallecida
y la vara del árbol primigenio.
Celebro ese repicar que golpe a golpe
se reinscribe en los adoquines centenarios
que otras manos esculpieran
anunciando este paso.
Celebro que no sea Montevideo,
que cada orilla de este Plata ceniciento
se haga año a año más negro,
más memorioso,
más vital.
Celebro que San Telmo haya duplicado sus fuegos
nutriendo con su calor el de esos cueros
que llaman
a aquellos muertos
que continúan vivos
en estos aires buenos de Buenos Aires
que se mantuvieron vivos.
Babá Milton de Xangô, Òséfúnmi ti Sàngó Bàáyin
(sobre estas fotos)
martes, 1 de enero de 2008
Compadre en tiempos difíciles (I)
Este placer y esta corporalidad exacerbada también los acerca, pero ahora por vía de la imaginación católica, al Angel Caído. Idea que a algunos –pocos- de los practicantes puede no resultarles extraña ya que no se eliminan patrones cognitivos ni habitus corporales de la religión en la que se creció, aún después de varios años de práctica de otra. Mas allá de los tridentes que adornan sus pontos riscados (dibujos identificatorios), de los cuernitos de sus imágenes, de algunas manos en garra en las primeras etapas del trance, es sin duda esta corporalidad, esta sensualidad, esta cercanía de los espíritus con el mundo material de sus devotos lo que explica, creo, su inevitable asociación con el diablo católico. Cercanía a, pero sobre todo gozo de, el plano material. No hay aquí solamente una cuestión ética relativa a distintas ideas acerca del bien y del mal; hay, sobre todo, visiones distintas de la relación entre el espíritu y la carne. La ecuación parecería ser: espiritualidad con corporalidad (peor aún, con gozo y sensualidad) sólo puede provenir del demonio. Es hora de aceptar que la carne, en la visión católica, está hecha para sufrir, y no para ser gozada. Nunca mejor demostrado que en la apreciación eclesial por la visión melgibsoniana de La Pasión, una prolongada orgía, no sexual como se imagina a las diabólicas, sino de sangre. De sangre humana y divina. De martirio y no de sexo. La carne que sufre es virtuosa, es santificada; la carne que goza es pecadora, es demoníaca.
Compadre en tiempos difíciles (II)
Es, por lo tanto, esta espiritualidad fuertemente encarnada la que remite y, temo, remitirá siempre al diablo católico (de la misma manera que el falo del Exú africano llevaba inmediatamente a los misioneros a asociarlos). Sin importar qué tanto quienes los reciben en sus cuerpos no se cansen de aclarar que no creen en el diablo. Que Exú orixá no es el diablo porque las religiones africanas y por lo tanto las afroamericanas no creen en el mal absoluto (ni en el bien absoluto). Que los exús de Kimbanda tampoco pueden serlo porque no son otra cosa que espíritus desencarnados y en continua evolución espiritual –sólo posible mediante su continuo trabajo en las sesiones. Y sobre todo porque no llegan desde sus moradas espirituales (donde sea que éstas estén) para hacer el mal, sino el bien. Al menos, el bien que les piden sus devotos, que puede, efectivamente, mostrar la lejanía de una ética popular, situada, de otra abstracta, supuestamente universalmente válida. El bien solicitado por los devotos es transmutado en magia que es blanca para algunos, pero que al mismo tiempo puede ser negra para otros: “¿Quieres que ella vuelva a vos? ¿Y si ella no quiere?”; “¿Quieres conseguir ese trabajo? ¿Y el otro aspirante que entonces se queda sin?”. Un universo sin bien (buenos) o mal (malos) absolutos, sino un universo donde algunos ganan con el apoyo adecuado, y otros pierden por carecer de él.
El cariño y la familiaridad con que sus devotos se acercan a estos espíritus (lejos ya del temor que inspiraban cuando estas religiones primero se expandían en los 80s) también conspiran contra cualquier interpretación demoníaca de estas presencias. Los saludos de los compadres y de las señoras entre sí, y con sus amigos/admiradores/devotos humanos tiene poco de demoníacos y son demasiado parecidos a las charlas de comadres y compadres de barrio (sólo que en portuñol):
“- Como está a Senhora? Faz tempo que nao lhe veo!
- Aquí, fumando meu charuto y bebendo minha pinga. Eh voce?”
“Como vao suas coisas mina filha? Eu já le disse que nao melhoraría até que voce nao se pusese as pilas! Voce sempre a mesma, eh?”
“Esse é o seu nené? Qué bonito! Cómo cresceu!”
“- Ay, hoje estoy muito cansada, nao quero trabalhar, nao, vou ficar num cantinho….
- Qué é isso, moça? Todos temos que trabalhar hoje…”
Cómo pueden ser diabólicos estos espíritus que transforman cualquier ceremonia religiosa en una amena reunión social? Que comparten continuamente su bebida con los humanos, diciendo cosas como: “ Pida, pida! Pero despois cuando le cumpla” (o si se le cumple, dependiendo del grado de confianza de la entidad en sus poderes, o quizás del médium en los poderes de su entidad) “vai me trazer um presente!”
Compadre en tiempos difíciles (III)
Entrado el nuevo milenio, se produjeron dos nuevos desarrollos dentro de la Kimbanda y el culto a los exús/pombagiras. Por un lado, la Kimbanda se fue autonomizando de su progenitora la Umbanda, desarrollando cada vez más rituales propios, y aumentando el número y tipo de exús y pombagiras que podían presentarse en sus sesiones. Por otro, se produjo un creciente sincretismo de esta variante religiosa con nociones de la religiosidad popular local. Si los exús tradicionalmente fueron considerados espíritus amorales, ahora lo son cada vez menos por su poca evolución espiritual (como presuponía la cosmovisión umbandista tradicional) y más por su sabiduría que deviene de conocer que difícilmente se transiten caminos inequívocamente buenos en condiciones sociales cada vez más deterioradas. Se puede apreciar aquí un pasaje o una contaminación de la cosmovisión umbandista/espiritista por la de la religiosidad popular con sus devociones por gauchos bandoleros y mujeres de vida fácil martirizadas. Un creciente sincretismo con la cosmovisión popular licúa, por un lado, las nociones de bien/mal de la Umbanda y acerca a los exús y señoras a la figura/metáfora de compadres y comadres protectores. Como otra cara de la misma moneda, enseña que los santos populares necesitan cada vez más ofrendas a la manera de la Umbanda como cigarrillos y vino tinto (para el Gauchito) o alcohol blanco (para San La Muerte). Por el mismo motivo, las velas tradicionalmente blancas de la religiosidad popular se cambian por las rojas para el caso del Gauchito, o blancas y negras para el Santito. Es entonces en la hipertrofia de la ofrenda popular y en la amoralidad , no como carencia ética sino como sabiduría popular ante condiciones sociales injustas o desfavorables, que se puede apreciar el creciente sincretismo que se produce entre la religiosidad popular y la kimbanda. Sincretismo que es muy explícito en algunos templos, en los cuales San La Muerte ya es Exú Caveira (o al revés) y puede aparecer alguna estatua del Gauchito Gil, en un altar separado o quizás en algún rincón del principal.
A medida que el Gran BAS se deterioró, que se tornaba cada vez era más peligroso salir de una sesión y volver tarde a casa; que había que esperar más para que pasara el colectivo; que las salidas se tuvieron que hacer de a grupos ya que ya no era aconsejable que salieran médiums (varones o mujeres) solos, los compadres extendíeron cada vez más su capa protectora por sobre el Gran Buenos Aires). Como la sombra amparadora del Gauchito Gil, o la guadaña justiciera y los ojos mudos de San La Muerte, todos ellos son figuras poderosas para tiempos de inseguridad -delictiva, laboral, pero también moral. Santos (o espíritus) para tiempos difíciles.