lunes, 29 de junio de 2009

Estudios afroargentinos en Ñ (3)

¿Cuántos somos? [1]
Por Nicolás Fernández Bravo
nhicuf@arnet.com.ar

En un trabajo seminal para los estudios sobre las identidades nacionales, Benedict Anderson señaló que las políticas de construcción de las “comunidades imaginadas” se asentaban en tres instituciones fundamentales: el censo, el mapa y el museo. Anderson se preocupó por señalar lo complejas que eran estas herramientas, y cómo fueron utilizadas de distinto modo en las sociedades periféricas en las que la construcción de ese territorio lleno de diversidad, tenía que ser de una u otra manera “homogeneizado” para poder ser administrado racionalmente. Algunas de las discusiones originadas en los últimos tiempos en torno al “número” de afrodescendientes, me han invitado a reflexionar sobre este tema y compartirlo con los lectores de este blog.
En el año 2000, junto a un grupo de colegas, fuimos convocados por el INDEC para realizar una consultoría para la elaboración de la pregunta que iría en la cédula censal respecto de las poblaciones indígenas. Esa consultoría dio origen a una gran cantidad de trabajos que señalaron lo problemática que resultó (y aún resulta) este tipo de preguntas para el Estado. Después de todo, contar numéricamente una variable cualitativa como lo es la identidad, supone una cantidad de interrogantes que evidentemente el Estado argentino apenas se estaba comenzando a formular. Estaba en claro que no se podría enviar censistas y preguntar alegremente “¿es usted indio?”, y esperar un resultado serio. Era necesario elaborar otro tipo de preguntas. Señalado el problema, su resolución resultó extremadamente difícil y conflictiva. La primera observación que hicieron muchas organizaciones indígenas, fue que era necesaria una campaña de autoafirmación en la que el sentido de auto-reconocimiento como indígena, al menos fuera discutido con rigurosidad entre los propios involucrados. Por su parte, resultaba sensato que muchas personas se preguntasen para qué les serviría reconocerse como indios ante un Estado que, en el mejor de los casos, les otorgaría prebendas (Y, en el peor de los casos, habría que preguntarse si es posible –y cómo– reconstruir la identidad y la memoria allí donde se consumó el etnocidio).
Este tipo de dilema es comparable, al menos parcialmente, con el que se enfrenta el colectivo afro ante un interrogante estatal análogo: “¿es usted negro?”. O será que la pregunta debería ser, “¿es usted afro?”. La misma formulación de la oración nos presenta la complejidad del debate y la necesidad de un tratamiento serio [2]. Creo que es acertado el señalamiento que hace Pablo Cirio respecto de los “dos millones”, pero no es menos cierto que no sabemos cómo medir una variable (el lenguaje de la estadística así ordena la diversidad, perdón) soterrada en la historia y en constante cambio. Es en ese sentido que algunos activistas, entre los que se encuentra Miriam Gómes, levantan una cifra que puede sonar exagerada, aunque su utilización política no deja de ser racional en términos estratégicos: señala un problema cuyo tratamiento estadístico no le corresponde a la sociedad civil. Incluso defendiendo una cifra conservadora, es necesario advertir que un país que ha sido históricamente indiferente a la diversidad, no sabe cómo está compuesta su sociedad en términos étnico-raciales. Como dice la conocida frase: “nada más peligroso que el que no sabe que no sabe”.
Por último – y muy a gusto por el hecho de no ser un “estadístico de la identidad”, si es que eso existe – habría que preguntarse si es en el número donde deberíamos colocar el eje del debate. Una tradicional práctica de las políticas clientelares es, justamente, que se definen en función del peso numérico del grupo al que están destinadas. Indudablemente, incluso siendo optimistas, la población afro constituye una minoría. Lo cual no modifica en absoluto sus derechos. Por el contrario, precisamente por ser una minoría deberían ser sujetos de derechos. Entiendo que acciones de visibilización como las que lleva adelante el proyecto que dirige Miriam Gómes, son exactamente del mismo tenor que las que reclamaba el pueblo mapuche en su campaña Inche Mapuchenguen. Para el caso de las redes de la diáspora africana, estará en ellas definir la modalidad y las características que le quieran dar a las formas de su visibilización, a partir de qué ideas, con qué sentido, mediante qué alianzas y para qué. Es por ello que la participación y la legitimidad de las decisiones tomadas, es tan importante. Lo que se juega en el escenario es bastante más que un caché artístico.
Personalmente (y puedo estar equivocado en mi percepción), creo que este es el principal desafío que tiene hoy la población afro en este envase jurídico territorial que denominamos Argentina: considerar si existen mecanismos para elaborar puntos en común, que permitan mejorar las formas de sus reivindicaciones y demandas, sabiendo que no son tantos. Aunque sí muchos más de los que se cree. Ese es el punto. Dada la falta de experiencia que existe al respecto, no es un desafío menor ser consciente de que no hay un “modelo” o una “receta” a la que se pueda apelar. Las formas de organización tendrán que surgir de la propia capacidad e ingenio de los grupos que vemos cotidianamente en acción en las múltiples actividades públicas (y a veces no tan públicas) que se suceden a diario. Su proliferación constituye en sí un símbolo de optimismo, y nos anima a creer que en el futuro la diversidad será mejor comprendida y más valorada – independientemente de la estadística. Para lo cual, la pregunta crucial de la población afro podría ser: ¿quiénes somos?

[1] “¿Quántos somos?” fue el lema del primer censo de población de la República de Mozambique. Me resultó atractivo recuperar este lema, porque ilustra el tipo de pregunta que se hizo una comunidad (nacional, en este caso) al momento de definir su identidad (política, en este caso). Al usar la primera persona del plural, no pretendo incrementar la estadística definiéndome como “afro”, sino socializar el interrogante entre todos.

[2] En la Prueba Piloto del 2005, se implementaron dos preguntas similares a la que finalmente se desarrolló para contar a la población indígena: “¿Hay en este hogar alguna persona que sea afro-descendiente? y “¿Hay en este hogar alguna persona que reconozca un antepasado afrodescendiente o africano?”. No obstante, y dado el carácter experimental de la prueba, aún no podemos afirmar cuál es el modo menos inadecuado para abordar la inquietud estatal que, corrección política y terminológica de lado, apunta a contar cuántos negros y/o afros hay en la Argentina, actualizando los señalamientos de Anderson. Los trabajos de Laura López abordan muy bien esta problemática, y han dejado la puerta abierta para que la población involucrada participe del debate activamente pero con mejores herramientas.

domingo, 28 de junio de 2009

Moonwalker (2)

Esta nota de Sergio Pujol salió publicada en el suplemento Radar de hoy. Me alegro de coincidir con su opinión sobre MJ.

Pagina 12, Suplemento Radar, domingo 28 de junio de 2009
La tradición negra, de Al Jolson a James Brown

Cuerpo y alma
Por Sergio A. Pujol

En una de las últimas entrevistas que concedió poco antes de su muerte, el ídolo del soul Marvin Gaye reconoció que, así como podía ser el número uno con la voz, jamás ganaría el podio con los pies. Para Gaye, sólo Michael Jackson tenía los dones corporales para ocupar el sitio que, a regañadientes, empezaba a dejar vacante James Brown. El elogio no restringía su argumento a una cuestión anatómica o gimnástica. El cuerpo de Jackson era un instrumento, del mismo modo que la voz de Gaye podía crear un swing envolvente sin que la castigada osamenta de su emisor se moviera un milímetro de su lugar.
Es difícil exagerar la importancia cultural de Michael Jackson. Su presencia en el derrotero de la música popular ha sido rutilante: cantante, compositor, bailarín. Sus aportes mediáticos, por decirlo de alguna manera, quedaron categóricamente resumidos en el videoclip derivado del disco Thriller. (Es cierto: lo dirigió John Landis, pero es un trabajo de Michael, así como Cantando bajo la lluvia es más de Gene Kelly que de Stanley Donen.) Su talento compositivo está bien representado en “Billie Jean”, “Wanna Be Startin’ Something” y algunas otras canciones. Si hablamos de influencias, bueno, muchos deben haber sentido la angustia de reconocerlas: ¿qué figura pop de los últimos 25 años no ha sacado alguna cosita de Michael?
Y sin embargo, con todos estos blasones a la vista, con tan contundente y precoz manifestación de talento, el paso de Michael Jackson por este mundo nunca dejó de despertar críticas más o menos antipáticas. Estas nacieron de un malentendido, o sencillamente de reflejos racistas, apenas encubiertos por un discurso falsamente progresista: ¿cómo era posible que un negro quisiera parecer blanco? ¡Qué descaro! ¡Qué manera de desestabilizar nuestros lugares comunes sobre las razas y las artes! ¿Quién se creía que era ese pibe de los Jackson 5 para inventarse un cuerpo y una vida con la libertad de los grandes artistas? ¿Cómo se aceptaba que sus pares negros, gente como Marvin Gaye o Quincy Jones, fueran cómplices de tamaña traición a nuestra estereotipada idea de lo que debe ser un hijo del gueto posterior al Black Power?
Obviamente no hubo paso de baile, falsete vocal o groove musical que, habiendo brotado del ambiguo cuerpo de Michael, no haya remitido su genealogía a las fuentes más vigorosas de la cultura afroamericana. En realidad, más que el de la piel, más que los de su oscura vida privada y su alienada fantasía Disney, el verdadero e imperdonable pecado de Michael Jackson fue el de convertirse en modelo negro de públicos blancos. Y negros. Y amarillos. Y mestizos.
Sus abuelos de vodevil debieron soportar que Al Jolson se tiznara el rostro para divertir a una sociedad segregada. Pues bien, en los últimos 20 años del siglo XX, ese joven negro, pronto coronado como Rey del Pop, pareció burlarse de todas las expectativas. Su piel se fue descolorando, mientras la música de su cuerpo se oscurecía hasta la tonalidad profunda de los mitos.
Fuente de la nota:
Notas en Radar de hoy sobre MJ:

L'Oreal blanquea

(Beyoncé -derecha- según la propaganda de L'Oreal)

Clarín, El Mundo, 27 de junio de 2009
La suma es de 30 mil euros
L´Oréal, condenada a pagar una multa por discriminación
Por: María Laura Avignolo

L'Oréal, la empresa de cosmética francesa, fue condenada a pagar una multa de 30.000 euros por la justicia francesa por discriminación racial. Los jueces especificaron que, para la compañía, las mujeres árabes, asiáticas o negras no pueden promocionar o vender sus productos de belleza y champúes.

La Corte de Casación, el más alto tribunal francés, determinó que el grupo dio instrucciones a la agencia de reclutamiento Adecco para contratar solo vendedoras blancas o BBR (bleu blanc, rouge, los colores de la bandera francesa). Una expresión que para los reclutadores franceses es un código que significa empleados blancos de padres franceses blancos. Una decisión que automáticamente descalifica a 4 millones de personas de otras minorías francesas. Las contratadas debían vender el producto Fructis Style, realizado por Garnier, una de sus divisiones de belleza.

El tribunal consideró esta política completamente ilegal bajo la ley laboral francesa. La sentencia daña la reputación de L'Oréal, que ya había sido impugnada el año pasado, cuando la acusaron de aclarar la piel de la cantante negra Beyoncé Knowles para una campaña publicitaria. La agencia de reclutamiento Adecco también fue acusada de discriminación racial junto a Districom, su división reclutamiento. En una instancia anterior, la Cámara de Apelación había ordenado una multa de 30.000 euros para ellos y un adicional idéntico en pago por daños a SOS Racismo, el grupo antirracista que hizo la denuncia. L'Oréal expresó su disgusto ante la sentencia, que se debatió en Tribunales durante 3 años. Adecco no quiso comentarla. El grupo ha contratado para sus campañas a Claudia Schiffer, Penélope Cruz y Eva Longoria, entre otras estrellas.

Fuente de la nota:
http://www.clarin.com/diario/2009/06/27/elmundo/i-01947259.htm
Fuente de la foto:
http://estaralaultima.com/2008/08/beyonce-blanca-para-l%C2%B4oreal/

sábado, 27 de junio de 2009

Exú en Quilombo

Algo atrasado –aunque no creo que la revista digital Quilombo precise propaganda entre quienes puedan acercarse a este blog- recomiendo la producción radial online sobre Exú que acompaña a su última edición -número 48, del mes de junio. El micro, que combina textos literarios de Paula Picarel, entrevistas y diversos extractos de audio –siempre me encantó la voz profunda y aguardentosa que saluda “laroié” en el tema de Carlinhos Brown- está realmente muy bueno. El resto de la revista, como siempre, también. Parabéns.

Radio: Exú, el primero Entre sonidos de llaves
Ramiro Saénz, Dinah Schonhaut

Una presencia sonríe entre el humo y la noche. Promete y pide. Dice tener la llave

Entrevistas a Juan Batalla y Alejandro Frigerio

Textos: Paula Picarel
Extractos de audio de: Carlinhos Brown, Gotan Proyect, Ramiro Musotto, Baden Powell & Vinicius de Moraes, Carlinhos D`Oxum, Mariana Ingold, Nzinga Capoeria Angola, Ciudad de Dios soundtrack, Federico Aubele, Puente Celeste
Producción y edición: Quilombo! y La Colectiva

En: http://www.revistaquilombo.com.ar/revistas/48/q48.htm

viernes, 26 de junio de 2009

Moonwalker

Enttre los muchos motivos por los cuales la persona de Michael Jackson resulta interesante está, sin duda, la casi unánime indignación que siempre produjo en los medios locales su “blanqueamiento” (ya fuera provocado o inevitable, deseado o involuntario por parte de quien lo produjo o lo sufrió). Más que sobre la psiquis de Michael, este repudio nos revela bastante sobre los fantasmas acerca de lo racial vigentes en nuestra sociedad.
Antes de ir a estudiar a Estados Unidos, a comienzos de la década de 1980, yo también tenía la impresión de que Michael Jackson era un “negro vendido”, un “oreo” (negro por afuera, blanco por dentro). Me sorprendió bastante ver que –al menos entonces- los afro(norte)americanos tenían mucho amor y admiración para con el cantante. Para ellos no había dudas: Michael era negro -sin importar qué…. Un poco por la inevitabilidad de su ascendencia africana, y por otro –quizás más importante- por la pura excelencia de su performance afro. Su moonwalk era el patrón por el cual se medía a todos los otros. Según la versión absolutamente racializada de la realidad que impera en EEUU, el tipo no podía sino ser negro, de lo contrario era imposible que se moviera cómo lo hacía. Todo lo demás era superfluo.


En Argentina, por el contrario, la excelencia de su performance afro nunca fue lo suficientemente bien valorada –después de todo era sólo moverse como un monigote, algo para tomar a la joda-.
Aquí, propongo, lo que llamó la atención principalmente fue la osadía de su intento de quebrar barreras raciales. Este hecho, quizás no voluntario ni deseado –pero así percibido- resultaba indignante.
Sin pretender que entiendo del todo la complicada lógica de nuestras categorizaciones raciales–eso intento, sin embargo- pareciera que cae muy mal, en un país de miles y miles de afrodescendientes “invisibles”, que un negro (“negro negro”, “negro mota” -o sea, obvia e indudablemente negro, “de raza negra”) tenga la osadía de querer, en base a sus millones de dólares, pasarse al otro, a nuestro bando: que quiera blanquearse. No señor, no se puede, son dos estados diferentes del ser.
Como muestra, vaya un botón -una serie de fotos que sacó hoy el diario Clarín que muestran las “mutaciones” de Jackson:
(doble click en la imagen para agrandarla y verla mejor)
En este breve relato de sus “mutaciones” –y señalo de nuevo la palabra utilizada- hay varias frases interesantes. En primer lugar, se nota -como sostengo en algunos trabajos- la importancia asignada al “pelo mota” en la categorización racial. Se lo señala en la primera foto: “todavía tenía pelo mota”, mientras que en la última se resalta: “pelo planchado”. Más sorprendente es la frase que acompaña a la foto del medio: “bastante agresiva es su imagen decolorada”. ¿La “decoloración” resulta “agresiva”? ¿Por qué y para quién?. Sin duda para quienes encuentren inadmisible la (supuesta) pretensión de pasar o cruzar de raza. Finalmente, y acompañando al “pelo planchado” está la no menos curiosa frase “irreconocible a nivel raza”.
Este tipo de afirmaciones y, sobre todo, valoraciones, sólo tienen sentido dentro de un deterrminado esquema de clasificación racial en el que ciertos rasgos se asignan a razas específicas, y cualquier intento (de nuevo, supuesto o atribuído, no sabemos si era la intención del cantante) de cruzar de raza, es considerado inadmisible y condenable.

En una canción –que todavía no pude encontrar - recuerdo que Jackson cantaba : “I don’t want to spend the rest of my life being a color”. En la algo estrecha visión de los medios locales, esa frase podría ser, efectivamente, interpretada como “quiero cambiar de color”. En una perspectiva algo más comprensiva de las relaciones raciales, podría ser entendida como “no quiero que sea mi color lo que (principalmente) me defina por el resto de mi vida”.

Fuente de las fotos de las "mutaciones": diario Clarín del 26/6/09.

jueves, 25 de junio de 2009

Catriel al rescate...



Quizás inspirados por el dossier sobre Africa de la revista Ñ de esta semana, los editores de Caras incluyeron en el último número una larga serie de fotos sobre la "visita humanitaria" de Osvaldo Laport a un campamento de refugiados en la RD del Congo.
Si tienen un poco de suerte, en la próxima les mandamos al Diego... We are the (humanitarian) champions....

(se puede leer la versión abreviada de la nota "La visita humanitaria de Osvaldo Laport al África -por Osvaldo Laport" -aunque no es necesario, claro)

miércoles, 24 de junio de 2009

Estudios afroargentinos en Ñ (2)

Ningún 2.000.000
Por Norberto Pablo Cirio

Como señalé en un comentario en la entrada sobre el tema, el artículo está muy bien escrito y equilibrado, ya que buena parte de las voces de académicos y militantes de “lo afro” de/en la Argentina han sido ecuánimemente representadas. Con todo, una lectura más atenta del mismo me invita a reflexionar sobre algunos puntos.
El que más me preocupa es la confusión entre la población argentina y los modos de representarla, como por ejemplo mediante la estadística, ya que advierto disputas de sentido en torno a cuántos suman los afroargentinos y para lo cual Miriam Gomes realiza una lectura discutible sobre la validez de la Prueba Piloto de Afrodescendientes. No está demás repasar que esta se efectuó del 6 al 13 en abril de 2005 en los barrios de Montserrat (Buenos Aires) y Santa Rosa de Lima (Santa Fe) por la Universidad Nacional Tres de Febrero con el apoyo técnico del INDEC, el asesoramiento de organizaciones de africanos y de afrodescendientes de argentina y la financiación del Banco Mundial (y no por la Universidad Nacional Tres de Febrero y el INDEC, como señala Gomes). Una cuestión de formas, si se quiere, pero las cosas ocurrieron así y no de otra manera. La prueba dio que el 3% de los encuestados se consideran afrodescendientes (Stubbs y Reyes 2006: 24-26). Sin embargo, Gomes asegura que es el 5%, por lo que hay 2.000.000 de afrodescendientes. Nada más lejos de la realidad. Y no por negar la presencia negra, sino por sostener, con un mínimo juicio académico, que este tipo de aseveraciones, lejos de contribuir a la causa de la negritud, entorpece y confunde, y con justa razón Pigna dice lo que dice. Números absolutos y números relativos se confunden en un discurso confundido, pues no debemos perder el sentido crítico, cuestionador, e incluso el sometimiento a la vigilancia epistemológica de lo que significa realizar un estudio cuantitativo de una población humana. Digo esto porque considero que tales enfoques, en manos de periodistas, militantes y analistas tan entusiastas como poco reflexivos, el relumbre del “realismo estadístico” los conduce a conclusiones precipitadas (incluso presencié cómo en encendidos debates académicos algunos militantes sostenían que los afroargentinos son ¡el 10% y hasta el 50% de la población!). Pienso que tales aproximaciones no son la realidad sino un modelo para entender la realidad, ya que el objeto a ser enumerado no existe per se, previamente y por fuera de las estadísticas (Labbé, en López 2006: 268-269).

Al respecto, Laura Cecilia López (2006) propuso examinar las negociaciones y disputas de sentido por las categorías a ser usadas en los procesos de cuantificación de los afrodescendientes. Para López “Los censos hacen mucho más que simplemente reflejar una realidad social, juegan un papel clave en la construcción de esa realidad. Constituyen uno de los mecanismos de encuadramiento de las poblaciones que el poder público utiliza [… pues la] lucha por las clasificaciones [constituye …] una de las más duraderas formas de seleccionar, excluir e imaginar un ‘problema social’, los ‘nacionales’ y una nación” (p. 268-275).
Si nos atenemos al realismo matemático de la prueba piloto podríamos realizar una proyección a nivel nacional de ese 3% que se reconoce afrodescendiente, lo cual daría 1.087.803,9 habitantes (cálculo realizado en base a la población del país según al Censo 2001: 36.260.130 habitantes). Ningún 2.000.000, cifra que representa el 5,51% de la población (casi el doble de la estimada). Cabe recordar que esto no es más que una proyección, una estimación sobre una prueba piloto que concluyó que 268 personas, sobre un total de 4.412, se reconocen afrodescendientes, ¡vaya generosa proyección! Por lo expuesto, de implementarse la pregunta sobre la afrodescendencia en el Censo Nacional 2010, realmente no tenemos idea de qué cifra arrojaría ¿10.000, 5.000.000 de personas?, imposible pronosticarlo.
Por otra parte, no debemos olvidar que la desigual historia poblacional del país impedirá considerar por igual, por ejemplo, a Formosa que a Corrientes, Tierra del Fuego que a Buenos Aires. La estadística no es la realidad sino una manera, cuantitativa, de interpretarla. Recordemos que sobre ella Umberto Eco dijo “Si un hombre cenó dos pollos y otro se fue a dormir sin cenar, la estadística sirve para decir que cada uno cenó un pollo”, por lo cual los políticos y los expertos en hambruna tendrían un buen problema resuelto.
El segundo punto tiene que ver con la frase de la historiadora Marta Goldberg "Hay tres errores que siempre saltan cuando se habla sobre los negros en el país. Ni eran pocos, ni los tratábamos bien ni fueron libres a partir de 1813 como se cree". Ello es cierto, aunque agregaría una cuarta, “ni han desaparecido”. Es lógico que no la haya incluido, ya que no cree que existan, según asevera en sus artículos (Goldberg y Mallo 2000) a contracorriente de los investigadores del presente y de, incluso, la voz de los propios afroargentinos. Este tipo de aseveraciones suele ser común en los especialistas en el pasado. Por ejemplo, cualquier investigador que se precie incluirá entre sus joyas bibliográficas al indiscutido George Reid Andrews, el “antes y el después” de los estudios sobre los afroargentinos. Sin quitarle mérito a su trabajo, en un texto suyo de 2007 sobre las comparsas de negros en el carnaval en Uruguay a fin del siglo XIX encontramos una aseveración tan tajante como falsa: “Originalmente interpretado y danzado por africanos libres y esclavos en Montevideo, el candombe fue el predecesor y uno de los ingredientes del tango uruguayo y argentino; aunque a comienzos de los años 1900 ya había desaparecido de Argentina”. ¿Cómo se atreve? No sólo falta a la verdad dejando al descubierto su desconocimiento de la realidad actual del candombe argentino sino fuera porque se trata, nada más y nada menos, que de Andrews, de quien esperaríamos que nos ilumine sin par. Además, su sentencia entra en contradicción con la bibliografía más reciente sobre el tema, empezando por el ya clásico artículo de Frigerio de 1993 (vuelto a publicar en el 2000) ¡y que cita!, aunque evidentemente no lo leyó o no consideró válido que diga “Testimonios brindados por negros argentinos contemporáneos señalan que, hasta hace pocos años (y probablemente aún en nuestros días) miembros de la comunidad afroargentina tocaban y bailaban una música que reivindicaban como propia y a la que llamaban candombe” (p. 45). Evidentemente, este es uno de los precios a pagar por escribir a la distancia o por suponer que con googlear el trabajo de campo está hecho.
Por último, una aclaración sobre un comentario sobre mi persona que la periodista que me entrevistó no captó totalmente: no estudio el candombe en la Argentina, sino el candombe de la Argentina. Nuevamente una cuestión de forma, pero que dice mucho de cómo pensamos a nuestra cultura negra.

Bibliografía citada
Andrews, George Reid. 2007. Recordando África al inventar Uruguay: sociedades de negros en el carnaval de Montevideo, 1865-1930. Revista de Estudios Sociales 26: 85-104. Bogotá.
Frigerio, Alejandro 2000 Cultura negra en el Cono Sur: Representaciones en Conflicto. Buenos Aires: EDUCA.
Goldberg, Marta Beatriz y Silvia C. Mallo. 2000. Enfermedades y epidemias de los esclavos. Todo es Historia 393: 60-69. Buenos Aires.
López, Laura Cecilia. 2006. De transnacionalización y censos. Los “afrodescendientes” en Argentina. Revista de Antropología Iberoamericana.
www.aibr.org/antropologia/01v02/articulos/010203.php. Consultado el 6-ene-2009.
Stubbs, Josefina y Hiska N. Reyes (Eds.). 2006. Más allá de los promedios: Afrodescendientes en América Latina : Resultados de la Prueba Piloto de Captación en la Argentina. Buenos Aires: Universidad Nacional de Tres de Febrero.