viernes, 11 de julio de 2008

Fiebre Negra - Nuevo libro de ficción sobre los afroargentinos

Como dije hace poco, el interés por los afroargentinos va en aumento. Acaba de aparecer una novela que narra el romance entre una niña blanca y rica y un negro liberto en la Buenos Aires del siglo XIX. Todavía no lo leí pero celebro su aparición. Al menos un libro de ficción que se toma el tema en serio...


Sobre la historia:
Diana es una joven antropóloga heredera de una vieja casa de Monserrat, en el casco histórico de Buenos Aires que luego de adentrarse en los misterios de una de las construcciones más viejas de la ciudad, descubre la existencia de un pequeño cuarto, tapiado, en el que encontrará variados objetos y cientos de hojas dispersas por el suelo. En ellas podrá leer los fragmentos que irán poco a poco revelándole el origen de un insólito hallazgo. Deberá remontarse casi 200 años atrás para comprender la historia de Valeria y Joaquín, y a través de ese vínculo, la suerte que corrieron los negros de Buenos Aires, que llegaron a ser más del 30 por ciento de la población y que hoy, según la historia oficial, han desaparecido.
Joaquín, un negro liberto, hijo de esclava, y Valeria, blanca, rica, hija de los amos, nacen el mismo día de 1820, en la misma casa. Muy a pesar del entorno, compartirán muchas cosas más que la fecha de nacimiento. Desde la teta de Angelita, la madre de Joaquín, que amamantará a ambos, hasta el aterrador febrero de 1871 en el que Buenos Aires se vio azotada por la epidemia de fiebre amarilla. Durante todos esos años, jamás dejarán de buscarse a tientas, sin saber cuál era el nombre de la relación que pudiera unirlos. En el medio de la pampa amarilla y desértica, Valeria estará en manos de Joaquín ante el ataque de una jauría de perros cimarrones y pocas horas más tarde, será Joaquín el que esté en manos de Valeria a la hora de pagar las consecuencias. Juntos descubrirán el pantanoso suelo de Buenos Aires, el perezoso río, y también sus cuerpos. Juntos descubrirán las utilidades e inutilidades de las letras, el rigor del frío y de la guerra y los mandatos del amor y el desamor.
Diana, con las múltiples sorpresas que le deparará la exploración de su casa y de su alma, irá reconstruyendo la oscura historia de sus antepasados. Así, todas y cada una de las afirmaciones que justifican tanto la desaparición de los negros de la escena demográfica argentina como la supuesta benignidad de la esclavitud en el Río de la Plata irán revelándose como falsas o parciales.

Adelanto

1820
Ni el retumbado paso de seis bueyes, ni el crujir de toda la carreta, ni el griterío de cuanto muchacho tuviera algo para vender en esa agitada tarde de Buenos Aires, pudo disimular el insulto que, insistente y monocorde, bajaba desde los altos de Beltrán. El carretero se puso en puntas de pie y estiró el cuello para espiar. Pero del balcón no asomaban más que cuatro palabras.
–Puta que te parió, puta que te parió, puta que te parió...
A pesar de la franca segunda persona, el doctor Reihan no se daba por aludido y seguía pidiéndole a la joven señora, con voz tierna, pero firme, que pujara otro poco. Su ayudante, en cambio, apostado en la ventana, sintiendo quizá el pudor que su jefe no sentía, se inclinó hacia la calle para ver, como si de veras cayeran, dónde caían las palabras. No vio más, sin embargo, que unas cuantas cabezas cubiertas por empanadas, ropas o sombreros, y una carreta persiguiendo al sol.A ambos lados de la cama, dos niñas negras sostenían una manta cubriendo las piernas de la señora de Beltrán, quien, de a ratos, cerraba las rodillas hasta casi juntarlas, queriendo aplastar el dolor. Repitió ese gesto, respiró hondo para sostener su insulto, y cuando separó de nuevo las piernas, el doctor Reihan se puso en cuclillas, y miró los progresos por debajo de la manta: ahí estaba la cabeza de la criatura, palpitante y sangrienta, como el corazón de una vaca recién carneada.
–Vamos, señora, vamos que ya viene –dijo el médico.
–Vamos, amita –alentó también una de las negras.
–Dale, Raquel –se sumó Ludovica, dama de compañía de la señora de Beltrán, que no obstante su edad adulta, parecía carecer de toda experiencia reproductiva, cosa que había quedado de manifiesto hacía un rato, cuando le sugirió al doctor Reihan suministrarle a Raquelita un infalible jarabe laxante de preparación casera. Con ingratitud, con algo de rudeza incluso, el doctor la había mandado a sentarse al rincón, en donde, hasta recién, se había mantenido en silencio.El ayudante se acercó con un paño empapado y lo apretó contra la frente de la señora. Ella, algo aliviada, lo miró sin dejar de putear, y de pronto, como si le hubieran arrebatado las entrañas, con los ojos desenfocados, y aunque sin variar una sola letra, aumentó el volumen de las cuatro palabras hasta llevarlas a un grito ensordecedor que sin embargo no dio a luz. Las venas de su cara casi infantil, siempre fresca, ahora parecían el mapa de un delta. Sus manos se aferraron a las manos de las niñas con violencia. La manta cayó y contorneó la media esfera de su panza. El doctor la descubrió en seguida. La cabecita seguía allí.
Raquelita respiró profundamente y pareció calmarse. Miró uno a uno a todos los presentes, preguntándose cuál de ellos podría ayudarla a vencer el dolor y la impotencia. Hubiera querido que don Arturo Beltrán, su esposo, estuviera allí. Pero él hacía negocios en el puerto, lejos de las vicisitudes del parto.
–Niñas –dijo por fin–, llamen a su mamá.Ambas corrieron escaleras abajo, volaron por el pasillo, salieron al patio, y justo cuando estaban a punto de llamar a su madre, se dieron de narices contra el grito:
–¡¡¡Angelitaaaaa!!!
En el cuarto de los criados, asistida por el negro Matías y el pardo Petriel, Angelita también estaba a punto de parir. Había sentido la llegada de su hijo en plena preparación de la cena. Petriel, que la había ayudado a cruzar el patio hasta la pieza, no tuvo tiempo ni de soltar el cuchillo, prueba de lo cual era ese trocito de cebolla adherido a la hoja.
Angelita, en cuclillas, sostenida por los dos hombres, pujaba sin apretar las muelas ni fruncir el rostro, sintiendo en el vientre el dolor de la vida con la misma naturalidad con la que un corcel sableado, las patas ya rendidas a la tierra, conoce el dolor de la llegada de la muerte. Si quería sospecharse que esa aparente displicencia no era tal, había que mirarle la córnea, que se enrojecía bajo sus párpados oscuros, atravesada por una tormenta de sangre. Por lo demás, el cuarto, sin ventanas, daba al este, y a esta hora, la ínfima luz que entraba por la puerta, apenas alcanzaba para distinguir las negras sombras de los esclavos, con lo que no valía mucho la pena andar retorciendo los gestos.
Aun así, concentrada en su propio parto, Angelita no había podido librarse de la correa que ataba su oído a la voz de la señora de Beltrán: había escuchado cada lamento por el dolor de las contracciones, la orden para que llamaran al médico, la pronta llegada de Reihan y todas las emisiones de las invariables cuatro palabras de su insulto.
Cuando Angelita advirtió que el parto de la señora venía en serio, también empezó a putear. Su insulto, sin embargo, no era indefinido. Ni monótono. Tenía por destinataria a la mocosa mal nacida de su patrona. Y cuanto le faltara de sonoro, puesto que nunca había excedido el murmullo, le sobraba en metáforas, originalidad y menosprecios de todo calibre. Estaba convencida, lo había estado durante meses, de que el parto de la señora llegaría quince o veinte días después del suyo, el cual, por lo tanto, habría de tener en paz.
Pero el rugido de su nombre en el patio le atoró el alumbramiento. Cerró los ojos, alzó apenas los pómulos y llamó a sus hijas para ordenarles que subieran y le suplicaran a la señora quince minutos de tolerancia. Ellas no respondieron ni con la boca ni con los pies. Seguían allí, paralizadas por el grito.
–Andá vos, Matías –dijo Angelita–. Decíle a la mocosa que estoy pariendo, que voy en quince minutos.
Cuando el negro Matías fue, como es lógico, la soltó. Y ella, atenta como estaba a desenredar el nudo que se le había hecho entre las piernas, casi se va de costado al suelo. Apoyó la palma de la mano en la pared, y abrió los ojos para mirar a ningún lado. Tenía que imaginar algo lindo para serenarse, y eso lo hacia con los ojos bien abiertos. El paisaje de su interior no la calmaba. Durante el tiempo que tardó Matías en tartamudear el encargo, Angelita se imaginó entrándose en el río, somero por cuadras y cuadras, hacia un barco francés, y con su hijo, su nuevo hijo, prendido de su cabeza. El capitán le tendía la mano para ayudarla a subir. Era su esposo. Ella le preguntaba cómo podía ser, si le habían dicho que había muerto. Y justo cuando él empezaba a explicarle que todo había sido una confusión, el patio volvió a tronar:
–¡Que suba! ¡Que suba esa negra puta!
El joven ayudante de Reihan salió con Matías y ofreció su asistencia. Angelita, que había escuchado perfectamente la respuesta, juntó las rodillas, las dobló como para sentarse sobre una invisible silla y se dejó guiar por las niñas y el pardo Petriel. Le dio pena por su hijo, que no iba a poder darse el gusto de ser el primero en probar su leche. En el medio del patio se sumaron Matías y el ayudante, y entre todos la arrastraron por la escalera. Las lágrimas, prohibidas para sus ojos, empezaron a reventar por los poros de la cara, entre los labios, por la nariz.
Ya faltaban dos pasos para la habitación de la señora pero Angelita se estremeció y el grupo detuvo la marcha. La negra abrió la boca para dejar salir un huracán de aire contenido, en el que viajó también una exclamación ininteligible, y se agachó, juntando sus manos, para atajar su propia cría. Después cayó sobre sus nalgas, colchón generoso, y quedó de frente a su hijo. Era, como lo había soñado, un varón.
–Joaquín –dijo Angelita sin pensarlo y sin saber de dónde había sacado ese nombre.
–Es varón –dijo Azucena, y su voz fue tapada por la de Joaquín, que en ese mismo instante se largaba a llorar con una fuerza negra.
–Cortá acá, Petriel –pidió Angelita, despabilada por un nuevo llamado de su patrona. Petriel se apresuró a limpiar la cuchilla en su grasienta pechera de cocinero, quitando por lo menos el trocito de cebolla, y apoyó el filo sobre el cordón umbilical, más cerca del niño que de la madre.
–Cortá, flojazo –repitió Angelita.
–Espere, tenga –dijo el ayudante de Reihan, que había entrado a la habitación en busca de instrumental más adecuado y menos sucio. Petriel maniobró con torpeza el bisturí y cortó el cordón, con lo que Joaquín redobló el volumen de sus vagidos. El ayudante estaría pensando una excusa por si el doctor descubría el préstamo. Angelita, sin tiempo para palidecer ni para quejarse, envolvió a su hijo en una mantilla y se lo dio a Azucena, quien, orgullosa de la capacidad pulmonar del nuevo hombre de la familia, intercambiaba miradas y sonrisas con su hermana.
¿Sería eso nacer liberto? ¿Poder llorar a grito pelado y en la mismísima puerta del cuarto de la patrona? Azucena había nacido bien esclava, una década atrás, y Julia, la menor, de siete años, le había errado a la Asamblea del 13 apenas por un mes.
La señora de Beltrán, que en abierta competencia con Joaquín no había dejado de gritar un solo segundo, enmudeció al ver aparecer a Angelita y la miró con odio todo el tiempo que tardó en volver a hablar. Reihan aprovechó la pausa para secarse la frente y su ayudante para mojar la de la señora, que lo empujó. El ayudante miró el trapo húmedo, recordó su infracción y salió al pasillo para sacarle el bisturí a Petriel. Lo limpió todo lo que pudo, y antes de volver al cuarto, se lo metió en el bolsillo.
–¿Por qué no me dijo que dolía así, negra mala? –dijo la señora de Beltrán agarrándose al brazo de Angelita.
–Por negra y por mala, señora.
–¿No me va a salir?
–A ver –Angelita, sin soltarse de su ama, se inclinó hacia un costado y miró al ras de los muslos–, pero si ya casi está, tire para afuera, jovencita.
La patrona obedeció, enrojeció, apretó los dientes, se llenó de sudor y con el último suspiro, empezó a putear de nuevo.
–¡Ah, no! –dijo Angelita mostrándole la marca que le había dejado en la muñeca–. Usted está haciendo fuerza en los brazos, en los pies, así no –alzaba la voz, a medida que hablaba, para tapar el escándalo de su propio hijo, que la reclamaba desde los brazos de Azucena–. Haga fuerza en el vientre nomás, ponga las ganas ahí y del resto olvídese.Raquelita de Beltrán la miró esperanzada. –¿Listo?
–Creo que sí –dijo Raquelita.
–Entonces puje y haga nacer esa criatura de una buena vez.
Raquelita distendió sus brazos y algo se estremeció dentro de su hinchado cuerpo. Le temblaron los labios, le brotó una lágrima y soltando un gran berrido de dolor, pujó para expulsar casi todo el bebé. Antes de desvanecerse, alcanzó a sentir las manos de Reihan llevándoselo.
La primera sensación que experimentó el nuevo ser fue, quizá, la cercanía del rostro de Reihan husmeando entre sus piernas diminutas, lo cual bastó para irrumpir en un pavoroso llanto.
–Una niña –anunció Reihan.
Difícil habría sido escucharlo con dos bebés llorando juntos. Pero por suerte, Joaquín, desde el mismísimo instante en que esta nueva Beltrán lagrimeó su arribo, guardó el más completo silencio.
Addenda de Nicolás Fernández Bravo:
"El libro de Miguel Rosenzvit tiene muchos méritos, pero el principal es literario. Crea una atmósfera sorprendentemente colonial y cercana, estableciendo una continuidad histórica muy lograda. El tratamiento ambiguo de la categoría negro y su progresivo deslizamiento valorativo en el tiempo, también son reflejo de un meritorio acompañamiento documental de una novela que, no obstante ficcional e histórica, no cae en las trampas de las "novelas históricas" habituales. El personaje de Diana tal vez esté un poco estereotipado, quizá por tratarse de una persona extremadamente real y casi te diría que cercana... y amiga mía!
Felicitaciones,
Nicolás Fernández Bravo "

miércoles, 9 de julio de 2008

¿Danzas de segunda?

Este es el aviso que salió en Clarín hace poco con la información sobre los cursos en el Rojas. Todos o muchos saben que el Centro Cultural Ricardo Rojas fue instrumental para que la danza afro, la capoeira y otras manifestacines culturales afroamericanas se expandieran por la ciudad. A finales de la década de 1980, gracias a los esfuerzos de Yoji Senna y de José Acosta Martínez, se instituyó un Area de Culturas Afroamericanas en la cual los profesores pioneros de estas artes encontraron un lugar para transmitir sus conocimientos con cierta continuidad y tranquilidad. Cuando Yoji se fue, Isa Soares quedó al frente del área que unos años más tarde, quizás por la segunda mitad de los 90s, se descontinuó.
De ahí en más toda la parte afro quedó agrupada bajo "danzas étnicas".
Ahora, mirando el aviso con cierto detenimiento (ver abajo), nos podríamos preguntar por qué la danza butoh, el tai chi, el yoga no son "danzas étnicas"?, (también si el tai chi y el yoga son "danzas", pero bueno, esa es otra cuestión....).
Será que las danzas o artes orientales son lo suficientemente valoradas como para ser consideradas universales (valiosas más allá de su pertenencia a un grupo o a una nación)? Algo que claramente no sucede con las de origen afro, que quedan en un segundo nivel: "danzas étnicas". Las manifestaciones culturales orientales ya se han legitimado lo suficiente como para pertenecer a la "alta cultura", mientras que las africanas pertenecen a la "baja cultura".
Juegan en Primera B como les sucede a las religiones de origen africano. Las religiones están aún peor, ni siquiera son ubicadas en un segundo nivel, directamente parece que no jugaran al mismo juego (son "sectas", "brujería", etc) ...
En esta ocasión el hip hop también es ubicado dentro de las "danzas", pese a su obvio origen étnico. Será porque pese a sus conocidas raíces afro se originó en el primer mundo, es demasiado moderno, o que ya se ha globalizado lo suficiente..,.
(Y si, también nos podemos preguntar por qué el tango y el folklore tampoco son "danzas" hechas y derechas.... quizás hay algún motivo administrativo, pero convengamos que este tipo de cosas contribuyen a naturalizar la inferioridad de algunas manifestaciones culturales respecto de otras. El que no lo crea así, bueno, es hora de pensarlo.....)

martes, 8 de julio de 2008

¿Religiones de segunda?

La reflexión de la mae Susana Andrade de Oxum es tan válida para Uruguay como para Argentina. El "diálogo interreligioso" en nuestro país se da principalmente entre católicos, judíos, musulmanes y ocasionalmente protestantes históricos, dejando fuera a los millones de argentinos evangélicos, pentecostales, umbandistas, espiritistas -practicantes de religiones de segunda, demasiado encantadas para este mundo "moderno"-.



Las religiones todas deben conversar para bien de la humanidad

Por Susana Andrade

Hace mucho que los afroumbandistas uruguayos reclamamos un diálogo interreligioso inclusivo y abierto donde los participantes expongan sus perfiles sin cortapisas. En el entendimiento o en el disenso, es necesario conocernos y reconocernos en las diferencias con las distintas visiones espirituales que habitan nuestro país. ¿Quién teme a la pluralidad?
He dicho y sostengo que en el tema religiones, la participación de dos o tres, se parece más a una confabulación que a un coloquio. En Uruguay no hay verdadero diálogo interreligioso, lo digo con propiedad. Hoy conversan judíos, católicos y algunos evangélicos. Trabajar juntos para mejorar el mundo sería urgentemente necesario, sin embargo por aquí falta la voluntad política de las llamadas grandes religiones. Así dadas las cosas, y por más que se diga tener las mejores intenciones, la realidad es que hay discriminación donde se debiera dar ejemplo de solidaria hermandad. Si “de la abundancia del corazón habla la boca” como dicen los evangelios bíblicos, el diálogo entre congregaciones diferentes sería una esencial expresión de amor por la humanidad. No es concebible que alguien diga arbitrariamente este sí y este no, dada la hora de unirnos para ayudar al bienestar colectivo mundial, pues por el fin buscado, necesariamente deben estar presentes los diversos perfiles de creencias, ya que será poco creíble un mensaje de paz originado desde el no respeto por los caminos que ofrecen las opciones religiosas integralmente consideradas.
¿Es que aún no hemos adquirido las comunidades creyentes, la suficiente madurez humana y espiritual como para intercambiar conceptos e ideas prácticas en beneficio de la sociedad que habitamos? Planes de salud cívica se verían magníficamente potenciados en el hacer conjunto.
El racismo estructural determina que existan en la actualidad credos de primera y segunda categoría. ¿Es eso justo? ¿Puede provenir de algún dios? Igualmente, toda verdad relegada se abre paso.
Tal vez las religiones provenientes de los países colonizadores de América por temor a perder endémicos privilegios, se resisten a ceder espacios de poder perpetuados en la conciencia popular a fuerza de presencia permanente en los medios de comunicación y poderío económico. Sin embargo, los tiempos exigen miradas interiores sinceras tendientes a conversar profundamente y sin exclusiones para optimizar energías en provecho de la gente. De lo contrario corremos riesgo de acrecentar la pérdida de valores de convivencia, el descontento y las desigualdades que inevitablemente engendran violencia. Combatir la pobreza humana y espiritual es misión natural inherente a las religiones.
Tomando decisiones consensuadas es y será posible combatir flagelos que anegan de injusticia las naciones mestizas del tercer mundo, por ejemplo, resulta imperioso deplorar masivamente desde la espiritualidad, la infame ley inmoral y xenófoba que criminaliza la inmigración, votada recientemente por el parlamento europeo.
La necesidad de dialogar está ampliamente demostrada en emprendimientos internacionales, de los cuales tal vez el más trascendente sea el Parlamento Mundial de Religiones donde participan todas realmente.
No casualmente, el gobierno de la Intendencia montevideana tiene un compromiso refrendado en la promoción del diálogo interreligioso, como forma de revalorizar los grupos de creencias marginados por su origen afroindígena, en el Plan de Acción de la Coalición de Ciudades Lastinoamericanas y Caribeñas contra el Racismo promovido por UNESCO en el 2006 y de la cual nuestra Montevideo es líder y capital iberoamericana desde el año pasado. En el Compromiso 8 parte final de dicho plan dice: “Promover el respeto en el ejercicio de las manifestaciones religiosas y el diálogo interreligioso.” Instruir: “Programas de promoción para el diálogo interreligioso.” La comuna central del país sería un inmejorable convocante y moderador en estas lides y a estar por lo allí firmado, ha empeñado su palabra en hacerlo. Entusiasta batalladora de la convicción de lo que no se ve, espero con optimismo ver llegado pronto el momento de tomar vida la fría letra normativa, dando señal pública del compromiso encarado hacia el reparto plural de las oportunidades, tendiente a la construcción de ciudadanía a través de promover mecanismos útiles a la cohesión social.
Si bien en la religión está implícito lo sectorial, el mundo existe en función de las diferencias y eso no obstaculizará grandes confluencias que tenemos la responsabilidad de fomentar. Y esto no se logra si hablan solo dos o tres, pues al faltar la perpectiva de los excluidos se empobrecerá el debate, y lo que es peor, perderá credibilidad. El hecho es que si de verdad se trabaja por el pueblo, hay que incluir sus variadas tendencias filosóficas y espirituales, de lo contrario se predicará con ejemplo divisionista y no de seria intención de unión.
Lamentablemente, no somos los practicantes de las religiones nativas y minoritarias los habilitados para tomar iniciativa pues hemos dado señales claras de nuestra disposición a dialogar y nunca encontramos eco.
Enérgicamente y por la situación de nuestro país y del mundo, ruego, exhorto, reclamo o como quieran llamarle, que ágilmente se entable un diálogo interreligioso oficial en el Uruguay.
El idioma y la espiritualidad, son las dos piernas sobre las que el hombre se yergue y camina hacia su destino, se proyecta como ser social y crece en comunidades de valores.La identidad religiosa es un potente componente nacional que no debe ser subestimado a la hora de aplicar políticas que involucren actores fieles a un culto equis. Muchas veces los legisladores al hacer leyes, obvian las libertades espirituales que luego se ven recortadas, siendo una necesidad para la gente el uso y disfrute constitucionalmente consagrado de sus derechos culturales, entre ellos la fe.Pensemos en la fraternidad que aleja el egoísmo, cuidemos los valores de convivencia en paz y buenas costumbres. El concepto de tolerancia es caduco, implica jerarquías, rangos, grados, comparaciones. Sobre bases de desigualdad no podremos construir un mundo de beneficios paritarios y de justicia social. Tengamos respeto más que resignación y démonos oportunidad de conocer al otro para alejar los miedos que nos ghettizan. Apliquemos el verbo amar.

lunes, 7 de julio de 2008

Sobre Exú....

El pai Milton de Xangô de Montevideo tiene, como ya dije, la virtud de poner en palabras lo que muchos (algunos, al menos) pais o maes de santo piensan o saben de su religión, pero que llegan a transmitir principalmente a través de la performance ritual o mediúmnica.
El don de la palabra escrita, desafortunadamente, no nos es dado a todos. El de la lectura, sin embargo, nos permite acceder a materiales valiosos que sin duda nos ayudan a desprendernos de pre-nociones y pre-juicios sobre determinadas prácticas religiosas.
Quienes quieran entender mejor quiénes son los Exús de Kimbanda (los kimbandas, como le gusta decir al pai Milton) deben leer las descripciones abajo. Y comprar Dueños de la Encrucijada, claro, libro sobre el que ya hablamos bastante en el blog.


Exú Tranca Rua das Almas

Rayo de luz en medio de la oscuridad

El señor que me acompaña, el que va conmigo pero delante de mí, el que el 1 de noviembre de 1977 se instaló en un asiento de piedra e hierro junto a la Rainha das Almas, el amigo, el confidente, el camarada... El que me cuida y nos cuida, el que nunca ha negado su mano generosa y ha enseñado -y enseña- a conducirse en un mundo donde parece haberse perdido el equilibrio de valores...
El que es tan sencillo que parece grande, y tan grande que resulta ser sencillo de entender y querer.
El que siempre tiene tiempo de escuchar y cosas para decir; el que cada día me sorprende con un nuevo regalo como muestra de su incondicional apoyo -siempre y cuando siga las reglas que le marcara la Rainha da Praia que le ubicó en su lugar-
El que hace del respeto a toda forma de vida o existencia su credo; el que danza y canta con el corazón; el que se comunica con una simple mirada, el que me muestra la cara escondida de la Luna y el diamante que se esconde en cada trozo de carbón...
El que recibe con alegría y despide con tristeza; el que hace amigos sin solicitar nada a cambio, el que hace del don un presente cotidiano...¡
Ese es mi compadre!
Es a quien agradezco lo poco o mucho que fui, lo que soy o lo que podría llegar a ser porque sin su apoyo y ayuda nunca sería yo mismo...
Mi amigo, camarada, compadre, compañero: gracias por estar a mi lado. Gracias por enseñarme hasta a través de las malas experiencias, por darme la mano y ayudarme a levantar cada vez que hube caído. Gracias por darme la oportunidad de recibirte y hacer a través de mis simples medios tu trabajo de titán.
Tranca-ruas nas Sete Porteiras das Almas: aunque sólo seas el Mayordomo de mi Rey, te rindo mi más absoluto reconocimiento.
Que Sòngó premie eternamente tu fidelidad y trabajo.


Minha senhora das Almas

Minha senhora das Almas
atira e não erra a mira!
Ela é minha protetora,
saravá, sá Pombogira!
Pombogira das Almas,
vem tomar xoxô!
As almas da calunga
todas sabem é trabalhar!
Botam fogo no terreiro
que ninguém pode é apagar!
María das Almas, pombogira da calunga. Mujer austera que guarda el secreto de Binah, columna del rigor de la Madre Vigilante. Misterio que fascina porque conserva el fuego de la hoguera oculto en las cenizas. Dama de la noche, Luna nueva, Hécate triforme que construye identidades.
Todo lo transforma bajo su mirada helada: su risa es interior porque se nutre en las entrañas de la Tierra. Guardiana de la Casa del Pan y pan de la casa, rosa abierta y perfume de musgos y de hierba...
También a ti debo esta vida, porque sin tu concurso no habría descendencias. Que tu amor que no conoce de fronteras -porque entre la vida y la muerte hay sólo un suspiro- nunca me abandone. Que tu juicio no condene, que tu mano no claudique, que tu voz nunca se alce...
Te brindo mi homenaje, señora. Guárdanos en el abrigo de tu velo y acláranos la niebla que surge a cada hora. Brilla con tu presencia soberana y prospera a cada miembro de tu casa

domingo, 6 de julio de 2008

Venus Williams y los negros (?) de Hairspray

El diario Clarín de hoy trae dos notas interesantes que dan una idea de cómo se muestran (o no) a los negros en Argentina.
Por un lado, en la nota sobre la final de Wimbledon protagonizada por las dos hermanas Williams, el enviado especial de Clarín describe a Venus de la siguiente manera:

"Serena, resignada, respondió con una ironía a la pregunta de la entrevistadora de la televisión inglesa: "Estoy muy feliz porque ganó Venus...". Su cara, claro está, decía todo lo contrario. A un costado, Venus dejaba escapar su sonrisa inmensa de dientes blanquísimos que contrastaban con su piel morena. Ella, Venus, era la dueña de Wimbledon una vez más: la quíntuple campeona..."
Quizás la frase pueda sonar innocua o leerse desaprensivamente, pero ubicada dentro de la historia de las descripciones de personas negras en Buenos Aires resulta terriblemente estereotipante. Son demasiadas las imágenes y las descripciones que juegan/se maravillan con el contraste entre los dientes blancos y la piel negra (sin contar las referencias a bocas amplias). Qué tal si solo adjetivamos la sonrisa, como con cualquier persona (bella sonrisa, amplia sonrisa, dulce sonrisa) sin hacer referencia a contrastes con la piel? Cuál es la relevancia de la comparación?

En el mismo diario, pero en la sección espectáculos, se publica una nota a Enrique Pinti sobre su actuación en la versión teatral de Hairspray que se estrenará en breve. Quienes vieron la película saben que muestra los esfuerzos de una joven por triunfar como cantante en un show de televisión y las dificultades que debe superar por ser gorda. La segregación racial de la época pasa a ser una parte importante de la trama, ya que la protagonista y su mejor amiga encuentran más apoyo entre en los alumnos negros de su colegio que en los blancos. Sus esfuerzos por lograr la integración racial en el show televisivo llevan a importantes conflictos.

Sobre este tema, entre otros, opina Pinti:

"La obra habla de la integración de los negros en los Estados Unidos. Los argentinos nos criamos con la idea de que este país es un crisol de razas, pero existe un racismo terrible y larvado.

Pinti: Sí. Nosotros tuvimos que hacer casting de negros y nos volvimos locos, porque acá no hay. ¿Por qué no hay negros en la Argentina y sí en Uruguay? Tiene que haber una explicación. Dicen: la fiebre amarilla del siglo XIX. Pero ya se fue, digamos. ¿Por qué se establecieron en grandes colonias al otro lado del río y no acá? Será que les hicieron, antes y después, la vida imposible. De eso no se habla. Una vez vi una serie, Los inmigrantes, que planteaba que no todos los extranjeros que venían a la Argentina eran bien recibidos y que muchísimos pegaron la vuelta por racismo. El racismo es un gen podrido que está en todos los seres humanos. Yo soy racista, como cualquiera, sólo que me parece mal y hago todo un trabajo para elaborarlo. A veces me tengo que frenar cuando digo cosas como "tano tenía que ser".

Ahora se instaló un eufemismo, que se escucha bastante en el conflicto del campo, y que compite con el "tengo un amigo judío". "Yo estoy en contra de los negros, pero de los negros de alma".

Pinti: Ah, claro. ¿Qué quiere decir negro de alma? Decí que sos enemigo de la gente mala, de los hijos de puta. En la obra, Velma, una de las racistas de "Hairspray", mete un bocadillo bárbaro. El conductor del programa le comenta que a los chicos les gusta la música negra. Y ella le responde: "Los chicos no saben, a los chicos hay que guiarlos, hay que apartarlos de la oscuridad". Evidentemente se asocia lo negro con lo malo, con el mal olor, esa gente transpira mucho, ¿viste?, baila muy bien porque son como monos.

¿Mejoramos o empeoramos en ese aspecto?

Pinti: Mejoramos, porque está consciente. Se habla. Calculá: en una comedia musical hecha para reírse un rato y pasarla bien, afloran estos temas. Y ojo, que acá la discriminación funciona de una manera más subliminal. Allá, en los Estados Unidos, hasta los '60, los negros no podían tomar el mismo colectivo que los blancos, en algunos estados no votaban... Los latinos tenemos otra forma de discriminar. En última instancia, nos da vergüenza, y aunque seguimos segregando, por ahí pensamos "no, che, tiene derecho".

Una de las fotos que ilustra la nota, y que describe a los principales protagonistas, no muestra ningún actor/cantante negro. No habrán conseguido ninguno?

Fuente: Clarín del 6/7/08. Espectáculos págs. 10-11 y Deportes pág. 75

http://www.clarin.com/diario/2008/07/06/espectaculos/c-01011.htm

http://www.clarin.com/diario/2008/07/06/deportes/d-07501.htm

martes, 1 de julio de 2008

"1810: La Revolución de Mayo vivida por los negros"

El redescubrimiento de los afroargentinos, que hasta el momento abarcaba a los académicos, los medios y el INADI –también podríamos incluir al BID, al Banco Mundial, al otrora INDEC- llega ahora a la literatura. Washington Cucurto, que edificó su carrera sobre lo considerado “negro” socialmente (la cumbia, los inmigrantes, el curanderismo, los “negros cabeza”) y que, antes de D’Elia, lo ligó a lo negro fenotípico (ver los avisos de sus libros) ahora se dedica a contar la historia nacional desde el punto de vista de los “negros negros”.

(folleto de propaganda del libro El Curandero del Amor)
Tengo sentimientos muy encontrados respecto de Cucurto: por un lado, me parece necesario su rescate de un universo social que compone una parte importante de nuestra ciudad, y que siempre invisibilizamos o marginalizamos. Un universo social que quizás desde Jorge Asís nadie retrataba con una cierta densidad descriptiva (recuerdo “La calle de los canguros muertos”, creo que se llamaba el libro). Ojo, no soy un crítico literario, no tengo tiempo para leer ”literatura” -y cada vez menos para leer artículos o libros “académicos”- pero los pocos libros actuales que leí sobre la vida de los sectores populares (“pobres”, “villeros”) me parecieron artificiosos y superficiales. Con la excepción de Cristian Alarcón, el autor de “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” a quien le sobra etnografía pero le puede faltar un poco(ito) de literatura.

Volviendo a Cucurto: me parece interesante su rescate de una temática y de una óptica marginalizadas. Me parece mucho más interesante, sin embargo, su fenotipo: es absolutamente meritorio que un tipo con esa cara (seamos neutros, con ese fenotipo) esté publicando en Emecé. Logró dejar de ser repositor en un supermercado y convertirse en escritor, y en uno exitoso, además. Las personas con ese fenotipo están, en nuestra sociedad, condenados a ser pobres, o ascender socialmente sólo mediante el fútbol , el boxeo, quizás la cumbia.
Como D’Elia, Santiago Vega (el nombre verdadero de Cucurto) sabe, por tener esa cara, que detrás de la categoría “negro” (cabeza, villero) por más que juremos o perjuremos que sólo hay un preconcepto de clase también se oculta un preconcepto racial. La ciudad y la Argentina, están (estamos) efectivamente dividida entre blancos y negros. No digo que sea la única división, o la más importante, pero sin duda tiene mucha más relevancia de la que usualmente le asignamos (que es ninguna).
Pero no me gusta mucho lo que escribe Cucurto. Su óptica “desde abajo” me parece terriblemente “desde arriba”, la confirmación de todos los estereotipos que los de arriba tienen de los de abajo. Parece a veces cumplir la función de los negros que se pintaban de negros para cantar las cosas que los blancos cantaban sobre los negros. O sea, la confirmación nativa del estereotipo de los sectores dominantes.
No leí su obra lo suficiente, ni con la debida atención como para emitir un juicio categórico (aún cuando éste lo parezca). Sólo me parece interesante llamar la atención hacia su obra, y este libro en particular. Después que cada uno juzgue por sí mismo…… (frase repetida en este blog ....). Para ello, van trechos de su último libro…..

(folleto de propaganda del libro El curandero del amor)
1810: La revolución de Mayo vivida por los negros

Contratapa del libro

"Esta es la historia de una revolución inexistente. ¿Y cómo contar un hecho que nunca existió si no es inventándolo o tergiversándolo todo? ¡La historia la puede escribir cualquiera!"
La literatura es una forma de conocimiento, y hay ficciones que cargan más verdad que el relato verídico de los hechos. 1810 es un fantástico ejercicio de imaginación histórica. Sólo la pluma agitada de Washington Cucurto podía reconstruir los hechos de la Revolución de Mayo tal como los sintieron y los vivieron los negros y los miembros de las clases sociales sumergidas.
Con golpes de boxeador desesperado, atizado por la realidad delirante que reina en América latina, Cucurto labra una picaresca social afroamericana, el lado oscuro de una aventura en la Buenos Aires colonial emprendida por hombres atolondrados y advenedizos a los que hoy llamamos próceres.
En 1810, en la aldea junto al Plata, no reina la calma: un general, José de San Martín, pansexual, contrabandista y fumanchero, es el protagonista de esta historia, junto a miles de descendientes del Africa a quienes libera en Buenos Aires para desencadenar una orgía sexual, social y política que dejará todo patas para arriba.

Fragmentos del libro

Querido General San Martín,
200 años después te escribo encerrado en una pieza del barrio de Constitución, te escribo como si fueras un hermano que no conozco. Te escribo desde mi condición de escritor cumbiantero contemporáneo que no acepta la historia como se la contaron otros. Desde mi corazón de admirador y enamorado tuyo, ahora que te descubrí 200 años después, desde un rincón del Río de la Plata que supo ser terreno de todas tus hazañas y amoríos tales. Hoy sos “el faro, el guía, el Libertador y prócer de América”, en los libros de historia y en la boca de los políticos revolucionarios de izquierda.
Yo te quiero como el hombre sencillo que fuiste y que ocultó su imagen de luchador de grandes gestas. Te quiero, como un muchacho porteño más, que bardeó todo lo que pudo, que “políticamente fue el más incorrecto y romántico de los héroes de la América mestiza”. Poco me importa tu cruce de la Cordillera (hoy es un trámite intrascendente y lo hago en dos horas por Lan Chile) o tu encuentro en Guayaquil con ese otro maricón como sos vos y como lo seré siempre yo, ni un pelo me mueve.
Me mueven, me sensorizan tus aventuras con negras y negros esclavos del África, con mujeres casadas; que te hayas atrevido a liberar 1600 esclavos en medio del Océano y en las narices del Rey de la Corona.
Me conmueve que hayas sido el padre del verdadero héroe negro de la revolución de Mayo y de nuestra historia argentina, negado por las plumas de historiadores blancos, que no podían aceptar el liderazgo de la negritud en nuestra historia. Me conmueve, oh dulce amado mío, tu “libertinaje a la hora de vivir”, y por eso sos para mí, Mi Libertador.
Oh, hermano, me importan un pito tus laureles, Libertadorcito de Argentina, Chile y Perú, te recuerdo como la primera vez que te vi en un cuadro del colegio, al lado de un cuadro de Perón, los dos montados en caballos blancos.
Querido San Martín, ahora que me hallo, 200 años después, enamorado de vos, mucho más allá y más alto que las Cordilleras de Chile e incluso todo el cielo de Chile (que es un blef), te quiero decir, ya para concluir esta carta carmesí de niña enamorada atemporal, que la revolución sigue en pie. Y sobretodo sigue en mí, nuevo Libertador de América, de la música y del lenguaje. Sigue en mí a través de ti, que has reencarnado dulcemente en mi espíritu.
Yo sé muy dentro de mí, que si vivieras en esta época serías cucurtiano. Por ahora te traigo a la realidad a través del velo mágico y comercial de la empresa editorial argentina, el libro.
Para todos los mequetrefes, sotretas y zoquetes que no saben un pito de historia ni te aceptan por puto, ni menos que hayas puesto el cuerpo en la Revolución de Mayo (esto no consta en ni un libro de historia). Los intelectuales referencistas de nuestro pasado, los grandes escritores de best sellers te niegan rotundamente. Se ciegan a la liberación que significó tu vida y tu lucha. Contra ellos es este libro. Y también contra la ignorancia existente en torno a ti, tanto la del agreste maestro rural con barba guevariana o la del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, señor Hugo Chávez (le he escuchado decir auténticas bestialidades acerca de vos).
Por último, me despido con una sonrisa de tránsfugas picardías de putañero que descubrió su hombre; te mando un beso con saliva de guitarrero infame de sambas berretas, de gavilán de tierras malas.
(….)

(folleto de propaganda del libro El curandero del Amor)

10. En el barco de la revolución

Desde el centro del río, sobre el gran barco “carbonero”, lleno de esclavos, la ciudad apenas se disimulaba detrás de una bruma negra de humo, que de seguro sería producto del trajín de las carretas y carros que no dejaban de levantar polvo con sus ruedas bartoleras de maderas y el patalear de sus caballos criollos. Había llovido unos días antes, así que se habían formado grandes baches de barro y agua en las calles, lo que armaba un quilombo bárbaro en el tránsito carretil, incluso hasta algunos caballos se ahogaban al hundirse con carreta en estos pozos profundos. La ciudad prontamente se convertía en un lugar intransitable de barro y mierda.
De seguro tal masa asfixiante de polvo provenía del conchetísimo barrio del Retiro, en el puerto, gran zona comercial, más precisamente en la calle Real, que conecta el puerto con la plaza Buenos Aires. Pese a la inmensa nube de polvo se divisaba desde el centro del río, los faros de la South Sea Company.
El General se asomó a la escotilla del barco, fumándose un cigarrón de tabaco y algo más...
—¡Estos garcas, están vendiendo sacos de carbón de cuarta categoría! ¡Son unos chantas totales estos inglesitos de poca monta!
Reflexionaba para sus adentros el Generalísmo galán y mujeriego incurable del Río de la Plata.
—¡Solo a ellos se los ocurre vender esclavos de 25 años para arriba, sin dientes, llenos de escorbuto y sarna! Por suerte yo me traje 1600 lolitas y lolitos oscuros de 14 años, merca de Primera A total! ¡Sobre ellos construiremos la base de la Revolución del Río de la Plata!
Acomodándose el sajal, nuestro prócer seguía reflexionando en voz alta, Olga Cucumbú, la negrita, lo escuchaba.
—¡Sos un tétrico, estás decadente, libertadorcito de América!
Mas el General no respondió, seguía absorto en sus pensamientos mirando el río cristalino, lleno de peces que se pescaban a red y caballo y luego se vendían en la Feria gigantesca del Retiro. Un último, efímero y snob pensamiento se le coló: “que hubiera sido de América sin la sangre del África”. Pregunta sin duda irrespondible a esta altura de la existencia humana...
El General sabía más que nadie, que esos negros eran la base del ejército, la carne de cañón que iría al frente ante el poderío guerril de la Corona de España. No quedaba otra, a cualquier sangre había que liberarse.
El General dejó de pensar, pegó una ultima pitada a su cigarrón de tabaco y algo más... y se metió a las bodegas del barco a contar los esclavos, no vaya a ser que en los bolonquis que armaron se le haya piantado alguno. Faltaba media hora para que desembarcaran en el Puerto de la gran Capital del Sud, conocida por todos como Buenos Aires, en tiempos actuales, locura de los turistas.
La negrada en la bodega del barco era un descontrol. A pesar de venir encadenados tenían un gran entusiasmo por conocer una nueva ciudad.
Las morochas estaban en conchas, mostraban sus culos increíbles, sus pechos de martillo, sus caderas hechas para el parimiento y el gire del nabo. Los negros, por su lado, exhibían sus grandes huevos, sus pijas asombrosas, sus piernas perfectas, sus barcas salomónicas. De la bodega subía hacia el exterior un tufito, una baranda imbancable, que sólo los negros agrupados de a miles pueden largar. Sonaba un tambor y los negros agitaban todo, encarcelados y llenos de cadenas, pero todos sabemos que no hay cadenas que encadenen a los espíritus libertinos, a las almas tiradas a la joda, no hay barrotes, no hay rejas, no hay celdas ni ataduras, no hay matrimonios, que los separen de su realidad, de su manera de ser tan alegre y desmesurada, “y si no hay vino nos emborrachamos igual”. Por lo cual estos negros eran unos genios, y, ¡cómo no iban a hacer la revolución con muchachos tan pilas!
Al General, aunque fingía que todo era un cumplimiento del deber, le encantaba bajar a la bodega con los negros, que lo piropeban de lo lindo y el general se excitaba como un chancho. Unas veces se calentaba con una morocha, otras veces se ruborizaba con un morocho...
Por eso, Olga Cucumbú, siempre le decía “milico y puto”. Sobretodo puto, porque al general, lo que realmente le molestaba era que lo tildaran con el mote violento y represivo de milico.
—Soy un soldado de América, negra olor a patas, berenjenera de cuarta —le decía en joda, siguiéndole el juego nuestro héroe.
—Sí, pero al fin y al cabo, no sos más que un milico sudamericano, golpista, represivo, dictador y chorro como todos...
—Cómo se equivoca la gente. Los militares estamos para servir al pueblo y el pueblo tiene que dejar de leer tanto los diarios opositores.
Esta conversación la vamos a escuchar a lo largo de todo el libro, así que volvamos a la bodega llena de esclavos.
(….)

Fuente del texto (hay un capítulo entero)
http://www.elinterpretador.net/32WashingtonCucurto-1810.html
Fuente de la foto de Cucurto: Revista Hombre (incluye reportaje):
http://www.hombre.uolsinectis.com.ar/edicion_0045/entrevistas/nota_00.htm


sábado, 28 de junio de 2008

Candombe en las paredes de Montevideo

El excelente libro Gráfica Popular de Montevideo, que acaba de salir, tiene entre sus numerosas y atractivas fotos de carteles, stencils y murales, algunas con motivos candomberos. Van un par.
Bien por editorial La Marca, que viene publicando varias obras indispensables que, como dicen "rescatan la belleza de lo pequeño".
Catálogo en www.lamarcaeditora.com