miércoles, 13 de marzo de 2013

La Lupe: De los orichas al pentecostalismo....

(Re)Encontré esta breve pero atractiva crónica de Diego Manso sobre la famosa -pero no suficientemente recordada- cantante afrocubana La Lupe -cuya inquietante voz engalana algunas de las más conocidas películas de Pedro Almodóvar.
Yo le hubiera dejado una flor...




No está de más leer la entrada sobre su (bastante desdichada) vida en Wikipedia. Allí cuentan que uno de los motivos de su enemistad con Celia Cruz es que habría mencionado, en una entrevista a un diario, que el marido de aquella era palero -algo que, en la época, era mejor ocultar. 

La crónica de Manso es parte de una nota mayor sobre el bolero, en revista Ñ:
http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/musica/Bolero-La-Lupe-Chavela-Vargas-Tona-La-Negra_0_504549776.html

lunes, 11 de marzo de 2013

Rituales académicos -según un mestre de capoeira...

Fotos: Alejandro Frigerio.  Mestre Cobra Mansa en Buenos Aires (2009)

Admiro a pocas personas en este mundo. El mestre Cobra Mansa es, sin duda, una de ellas.  Ya lo he dicho, y lo volveré a hacer, porque muchas personas que no estaban allí en aquel momento no lo tienen muy claro: fue responsable, junto con su profesor, el mestre Moraes, de la revalorización de la capoeira angola durante la decada de 1980. Mientras que los mestres antiguos del momento (João Pequeno, João Grande, Curió) mostraban la continuidad, ellos -por su juventud, dedicación y talento- mostraban la eficiencia de la capoeira angola. He visto a las grandes "fieras" de la capoeira regional de la época modificar -con casi ninguna excepción- sus movimientos hasta volverlos anodinos, confundidos por el jogo de los dos mestres angoleros -al que no estaban acostumbrados- y muy concientes de que al más mínimo descuido terminaban en el suelo de una rasteira. Cobrinha (como se lo conocía entonces) y Moraes jogaban y jugaban pero lo suyo era calculado, eficiente y letal. Y muy bello a los ojos, claro....
Ver a Cobrinha en esa epoca era como ver a Maradona jugando en el Nápoli:  hacía cosas que uno no podía entender de dónde salían pero cuya belleza conmovía hasta al observador más lego. No sólo entonces, claro. Como señalé en una entrada anterior a propósito de su venida a Buenos Aires en noviembre del 2009, en aquella oportunidad el mestre jogó dos horas y medias seguidas, con absolutamente todos los asistentes a la multitudinaria roda que siguió a su workshop y mostró que su magia (casi entrando en los cincuenta) seguía viva. Repito lo que dije en aquella oportunidad: "Como el buen vino, el Mestre Cobra Mansa mejora con los años y a su deslumbrante –y permanente- técnica angolera le suma dosis cada vez mayores de sabiduría y experiencia histórica".
El texto que sigue -y que tuvo la amabilidad de enviarme-  que describe los paralelos entre una defensa de tesis y una roda de capoeira, brinda una buena muestra de ello 
(Hay versiones en la web en portugués y francés, creo que esta es la primera en español. La traducción no es fácil, ya que todo el texto intercala, en un juego de palabras, términos de la academia y de la capoeira. Para que sea entendible por no expertos en la materia, intercalo explicaciones de ciertas palabras)


Mestres-doctores de capoeira
Por Mestre Cobra Mansa  (traducción Alejandro Frigerio)

Me invitaron para asistir a la defensa de una tesis de maestría en una universidad brasilera. Me dio curiosidad, claro, era la primera vez que participaría de la presentación de una tesis sobre capoeira. Me alegró que las personas del jurado fueran casi todas amigas y amigos míos de la capoeira -algun@s hasta habían sido mis alumn@s.
El inicio del ritual me hizo acordar un poco a una roda de capoeira. Toda la ceremonia parecía más un batizado (bautismo de capoeira) o un examen para mestre de capoeira, en los que habitualmente cada mestre invitado debe jogar (jugar capoeira) una vez con el/la candidato/a.
El primero a intervenir realizó un buen jogo, intentando explorar de varias maneras las aberturas (espacios no bien cubiertos) que encontraba de la candidata, y mostrar su conocimiento, quizás más bien para el público presente.
El mestre de la roda (el director académico de la candidata) observaba e intervenía en ocasiones en el jogo, a medida que la roda (la defensa) se desarrollaba, pero no podía interferir mucho ni el jogo de la candidata ni en el de los otros mestres (jurados), ya que todo lo que podía hacer -o no- por la alumna ya lo había hecho.


El segundo mestre doctor, que parecía algo joven y nuevo en la materia, comenzó enseguida un jogo muy duro, intentando de todas las maneras mostrar sus habilidades de mestre, y dejando bien claro para todos que su jogo sería mucho más exigente, pues creía que para ser mestre (obtener una maestría) un candidato/a debía tener determinadas cualidades y habilidades. En el medio del jogo  llamó a la candidata al pie del berimbau, cantó un corrido (canción breve de estrofas cortas que invoca un coro), y comenzó un jogo de dentro, (mañoso, complicado) explorando todo lo que la candidata sabía y no sabía, pero que sin querer había escrito. Después, se le fue encima con ataques duros, sin darle tiempo de respirar a la pobre. Entonces abrió un poco el jogo  para que la candidata se soltara. La joven, pensando que ya estaba finalizando el jogo, intentó  mostrar sus habilidades. Era justo lo que él quería. Le hizo entonces una rasteira  (movimiento desequilibrante) y una cabeçada fatal que la tiró al piso, lo que dejó a algunas personas del público algo irritadas, pues creíamos que no era necesaria tanta inquina ya que la candidata era apenas una novata en este jogo de mestre o de la maestría. Al final, como un buen mestre y capoeirista, le dio la mano y salió del jogo  educadamente, dando entonces lugar a la mestra por la que la candidata tenía un cariño especial, ya que había llegado a entrenar con ella. Pero la sorpresa vino en medio del jogo, cuando en un movimiento malicioso, usando los contraataques que ella misma le había enseñado a realizar -pero de los cuales no le indicó cómo salir- la contraatacó sin piedad. Entonces pensé: "la mestra decidió dejar la enseñanza final para el momento de la roda ". Ya decía mestre Pastinha: "el mestre reserva secretos, pero no niega una explicación".


En el final del jogo, la candidata, para mostrar que sabía un poco más de lo que había jogado, habló de su experiencia y humildemente mostró que todavía tenía mucho para aprender, y que le gustaría un día también ser mestra/doctora, lo que dejó a los otros mestres y al público en general bien más felices....
Mientras yo, en mi rincón de mestre, observaba todo.  Por un instante tuve un dejá vu: en la década de 1930 los alumnos universitarios de mestre Bimba influyeron en la capoeira introduciendo elementos académicos como el ritual de formación, el bautizado, el paraninfo y hasta crearon nombres de movimientos como meia lua de compasso, cambiando la forma de ver y pensar de la capoeira. Casi todos los alumnos de mestre Bimba eran doctores que en la  capoeira no pasaban de meros principiantes. Por algunos instantes no tuve muy claro si estaba en una universidad o en una roda de capoeira. Al igual que en una roda, los doctores presentes usaban términos propios de la capoeira y los capoeiristas, y yo me sorprendía con cada diálogo. Eran comunes frases como "no entendí su llamada" (chamada). Otro doctor dijo "estaba esperando un jogo más duro". "Hiciste una chamada y me quedé esperando para ver cómo ibas a salir de ella".
Pensé para mis adentros: los "capoeiristas doctores" o los "doctores capoeiristas" están cambiando la forma de pensar de la universidad. Me convencí de que la capoeira, no importa dónde esté, llevará consigo, en su interior más íntimo, su forma de ser y de pensar en la roda de la vida. La roda de la capoeira sin duda es parte de la roda de la vida.


Salí de alli feliz por haber participado de una defensa de tesis de maestría en capoeira, siendo que la ahora Maestra sueña con ser mestre  de capoeira, aunque ya tiene una maestría, y los doctores que ya hicieron su maestría todavía son alumnos de capoeira. Recordé la frase ya tan famosa en la capoeira: "Sou discípulo que aprendo, sou mestre que dou lição" (soy discípulo que aprendo, soy mestre que doy una lección), o ahora, mejor "soy discípulo que aprendo que a un doctor le voy a dar una lección!". 
No estudié para ser soldado, ni tampoco para ser doctor, aprendí la capoeira para pegarle al inspector (policía).

domingo, 10 de marzo de 2013

El rey afroboliviano


La revista del diario La Nación de hoy dedica su nota de tapa a Julio Pinedo, el monarca de los afrobolivianos....
Se puede leer en:
http://www.lanacion.com.ar/1561753-el-ultimo-rey-de-america

Agradezco a Nicolás Fernández Bravo...

viernes, 8 de marzo de 2013

jueves, 7 de marzo de 2013

El primer gurú de la cocina local fue afroargentino...

Fotos que amigos hacen circular por facebook: un afamado chef porteño de comienzos del siglo XX era afroargentino. Su libro fue una biblia del buen comer, antes de la mítica Doña Petrona. 
Reproduzco dos notas de diarios que lo recuerdan -siempre con el tono algo condescendiente o nostálgico con que los periodistas (blancos) se refieren a los "morenos" o a los "negros"...

Foto: Quique Vizcaya

La Nación, 15 de octubre de 2009
La cocina del negro que cautivó Buenos Aires
Por Javier Navia

Cuando la gastronomía no era una moda ni materia de estudios terciarios, cuando no existían canales gourmet porque ni siquiera existía la televisión, cuando aún la palabra chef no se había expandido por el mundo impulsada por la nouvelle cousine , un cocinero negro recibió una ovación de una multitud reunida para apreciar, en vivo, una demostración de su talento.
Hace 80 años, en octubre de 1929, el moreno Antonio Gonzaga se presentó en el cine Palace Theatre, como sólo lo hacían los engominados cantores de tango. Era el cocinero más famoso de Buenos Aires y estaba en el apogeo de su carrera.
Gonzaga era de esos negros de Palermo Viejo devotos de San Benito que incitaban la imaginación de Borges. Se convirtió en cocinero cuando ese oficio estaba lejos del prestigio actual y el servicio, cuando no la servidumbre, era el destino laboral inevitable de los negros porteños de principios de siglo. En la Argentina del Centenario su nombre ya resonaba en los salones donde se degustaba su puchero, que se haría célebre, y otros platos que serían la base de lo hoy conocemos como cocina porteña, o bien argentina.
Popularizó la criadilla y la riñonada, que horneaba con el vino grueso de ese tiempo. El chorizo criollo y las achuras, propias de los fogones gauchos, llegaron a las mesas de manteles blancos de la alta sociedad porteña. Cocinó en los mejores hoteles y para el Congreso de la Nación, del que fue empleado. Hasta el ex presidente norteamericano Theodore Roosevelt probó en el Jockey Club su menú cuando visitó el país, en 1913.
En la década del 20 era tan popular que Jacobo Yanquelevich editó sus recetas (Francisco N. Juárez sitúa en la calle Niceto Vega 5836, corazón de lo que hoy es Palermo Hollywood, el lugar donde Gonzaga plasmó en el papel todo su saber). Luego, su libro Nuevas recetas de cocina , auspiciado por Anilinas Colibrí, fue el primer best-seller gastronómico, mucho antes de que, ya en otros tiempos mediáticos, Doña Petrona se convirtiera en la nueva referente de nuestra cocina popular.

Tradición familiar: Su nieto, Horacio, también es chef. Foto: Quique Vizcaya

Como al resto de los negros porteños, el tiempo lo fue dejando en el olvido. Sin embargo, su legado permanece. El asado con cuero sigue haciéndose según lo que él prescribió en 1928: la ternera cortada en trozos, el cuero sobre la tierra hirviente en una zanja de medio metro donde ardió la leña, y una chapa y la misma leña, en un fuego superior, cubriéndolo todo. Gonzaga fue un puente entre el saber de los gauchos, aprendido en algún conventillo de Palermo, y la alta cocina. Sin él, la gastronomía argentina no tendría fundamento. Aunque no lo recuerda, mucho le debe Buenos Aires a aquel cocinero que hace 80 años recibía el aplauso de una ciudad a la que cautivó. .

(de otra nota, ahora de Francisco N. Juárez):
Los grandes bifes o el célebre puchero del chef más requerido de principios de siglo -el negro Antonio Gonzaga- eran de rigor en un menú abundante, pero inocuo. Gonzaga fue el mimado de los niños bien de la época del Centenario, etapa de un Buenos Aires desbordado de visitas ilustres arribadas desde los países que adhirieron a los fastos. Cocinó en los mejores hoteles y cuando llevaba 37 años de profesión, Jacobo Yanquelevich lo convenció de escribir sus mejores recetas para publicarlas (se las editó). Este cocinero "de color" -como se atenuaban las alusiones a las gentes con origen africano- vivía en la suerte de gueto negro del Palermo Viejo.
Gonzaga escribió su folleto Recetas de cocina familiar -100 páginas a 20 centavos de precio de tapa- en la calle Niceto Vega 5836, domicilio hoy atrapado en el gastronómico Palermo Hollywood. Se había hecho famoso por la elaboración de sus chorizos criollos y por una riñonada de ternera horneada al vino. En los grandes salones impuso como una coquetería la carbonada criolla y el guiso de cordero. Su "puchero carnicero" era pródigo en varios cortes vacunos y un espinazo de carnero. Su viajada clientela sumaba, a las nostalgias comunes, la distancia que una tour europea los separaba de las empanadas o las costillas de cordero a la Villeroy (que Gonzaga empapaba con la salta Tigre de su invención).

Agradezco a: Quique Vizcaya, Ricardo Carossino, Berenice Corti, Marilú Ghidoli, Darío La Vega

Fuente de las notas:
Ver también:

martes, 5 de marzo de 2013

Asamblea del Año 13: El Bicentenario en perspectiva


Reproduzco invitación de la Mesa Nacional por la Igualdad:


Los/as esperamos mañana 6/03, a las 18 hs, en la Legislatura Porteña, para compartir una interesante charla/debate sobre lo que implicó y significó la "Libertad de vientres", establecida por la Asamblea General Constituyente del año 1813. 
Será una oportunidad para esclarecer ciertas cuestiones relativas a la verdadera incidencia de aquella medida en la vida de las personas negras sometidas a la esclavitud, y sobre la abolición de este perverso sistema que se cobró la vida de millones de personas en todo el Continente. 

Panel:
- Miriam Gomes (Presidenta de la Sociedad Caboverdeana y Profesora de Literatura Latinoamericana y Africana). 
- Los antropólogos Alejandro Frigerio y Nicolás Fernández Bravo. 
- La Diputada Porteña por el FPV, María Rachid (Secretaria General de la Mesa Nacional por la Igualdad). 

lunes, 4 de marzo de 2013

Treme - La cultura afro(norte)americana como pocas veces se la retrató....

(Comparsa de) Indios de Mardi Gras - Treme

Ninguna persona interesada en la cultura afro-americana (en este caso, norteamericana) debería dejar de ver Treme, la serie televisiva de HBO que retrata la vida en Nueva Orleans post-Katrina. 
La vitalidad cultural de la ciudad no deja de sorprender, y las escenas -de ficción, pero casi documentales, con una cantidad enorme de músicos, bandas y bailarines locales- conmueven. La trama es sencilla, apenas apunta a contar la vida de varios personajes emblemáticos de la ciudad; afrodescendientes y blancos. Músicos, periodistas, chefs, pescadores, una abogada que lucha contra los excesos de la policía local, su conflictuada hija adolescente, un líder de una comparsa de indios del carnaval local y, cada tanto, el Mardi Gras. Muchos bares, ensayos, algún encuentro violento, y la política de reconstrucción y comodificación de la ciudad como paño de fondo.
Realizada por el productor de la recordada serie The Wire (que también retrataba el mundo afronorteamericano como pocas veces se lo vio) muestra las alturas a las que puede llegar la televisión cuando se lo propone. Se consigue por internet, en algunos proveedores locales de peliculas y series ... 


Hace poco la reseñó la periodista Mariana Enríquez, para Radar:

Treme: una joya sobre New Orleans post Katrina
Y la banda sigue tocando
Por Mariana Enriquez

Si The Wire no fue la mejor serie jamás producida, seguro se apunta a cualquier Top 10: una novela para televisión, con sus capas narrativas y sus lentas revelaciones, tantísimos personajes y todos complejos, jerga que ni para iniciados y un soberbio conocimiento de los procedimientos policiales, judiciales, narcos, mediáticos, educativos, callejeros, portuarios, prostibularios. La ciudad de The Wire era Baltimore: David Simon, su productor y guionista, la conocía bien, porque había trabajado como periodista en The Baltimore Sun –donde conoció a su coguionista, el ex policía Ed Burns–. Pero cuan-
do The Wire terminó y se planeó otra serie para HBO, la ciudad que Simon eligió era bien distinta. Treme, que acaba de comenzar su tercera temporada, es sobre New Orleans después del huracán Katrina; y, con todo respeto por Baltimore, el desafío era enorme: retratar esta ciudad única, maravillosa, en su momento más terrible; hacerlo y no conventir la experiencia en un barato recorrido turístico, lo que sobra cuando se elige como geografía una ciudad que, además, es un mito.


David Simon eligió un equipo fabuloso para Treme –el título es el de uno de los barrios emblemáticos de la ciudad, lugar de nacimiento de las brass bands, cercano a Congo Square, donde los esclavos inventaron el jazz– y arrancó por HBO en abril de 2010. Su colaborador principal es Eric Overmyer, un veterarno de The Wire, y entre los coguionistas se cuentan George Pelecanos y Anthony Bourdain –nombre fundamental porque una de las tramas es sobre una de las marcas culturales de la ciudad, la gastronomía–-. 
Otra es, claro, la música. Y en esto Treme es absolutamente maravillosa. Sin didactismos tontos, la serie permite escuchar todo tipo de jazz –desde el más tradicional hasta el más vanguardista–, bluegrass, country, bounce (el estilo de hip hop original de New Orleans), blues; y escuchar y ver actuaciones de artistas como Soul Rebels Brass Band, Allen Toussaint, Spider Stacy, Dr. John, Elvis Costello, Steve Earle, Eyehategod, Justin Townes Earle, Sammie “Big Sam” Williams, Donad Harrison, Jr., Galactic, Troy “Trombone Shorty” Andrews, Deacon John Moore, The Pine Leaf Boys, Paul Sanchez, Rebirth Brass Band, Treme Brass Band o la fabulosa Irma Thomas o la hermosa violinista Lucia Micarelli, que además de ser una virtuosa es hermosísima y una actriz notable –-interpreta a una chica que, de a poco, se abre paso entre los grandes nombres locales y los visitantes, como Shaun Colvin–. O a Kermit Ruffins, el trompetista fundador de la Rebirth Brass Band, otro de los músicos actores.
Sin embargo Treme no es una serie musical. También es una serie sobre los Indios, intrincadísima tradición que podría definirse como una comparsa forajida de hombres negros en perpetua guerra con la policía y fundamentales en el desfile de Mardi Gras; aquí los representa el jefe Albert Lambreux (Clarke Peters, de The Wire), feroz guardián de la tradición que vuelve a su barrio destrozado por el agua para seguir cosiendo su traje. Es una serie sobre la gastronomía y en ese sentido una crítica rabiosa al esnobismo de los chefs de Nueva York. Es una serie sobre el trauma de una ciudad que fue abandonada después de una catástrofe, sobre saqueos y barrios muertos a los que la gente vuelve, sobre desarrolladores inmobilarios con deseos de tiburón –en general, texanos–; sobre padres buscando cuerpos de sus hijos entre las ruinas, sobre crímenes policiales como las ejecuciones, durante el huracán, en el puente Danziger, una de las tramas de la serie, que se resolvió, en la vida real, hace un mes. 


Sobre el exilio interno representado en Ladonna, dueña de un bar, que no quiere irse ni a Baton Rouge –la capital del estado– ni siquiera después de que le roban y la violan. Es una serie sobre la literatura de New Orleans, de John Kennedy Toole a Kate Chopin, simbolizada en Creighton Bernette (John Goodman), profesor de la universidad de Tulane que no puede recuperarse de la depresión post-huracán. Es una serie sobre las diferencias sociales y raciales y la relación amor-odio de los nativos con el turismo y el amor por la ciudad de los turistas que, de golpe, se quedan a vivir ahí. Es, sobre todo, una serie sobre la supervivencia de una cultura. Así de ambiciosa y, al mismo tiempo, bastante pequeña, poco pomposa, sencilla.
En su tercera temporada –la serie tendrá sólo una más, la cuarta y última, el año que viene–, muchos personajes ya no están porque Treme tiene intenciones de hiperrealismo vital y a los productores no les tiembla la mano si tienen que decirle adiós a personajes. Veinticinco meses después del huracán, le da más importancia que las temporadas anteriores a la política, desde la corrupción local hasta el surgimiento de Barack Obama. ¿The Wire seguirá siendo la mejor serie de los últimos veinte años? Porque parece que la hermana menor podría estar a punto de arrebatarle el trono.