miércoles, 23 de julio de 2008

Negreando a Wole Soyinka

La nota es interesante e informativa. Qué necesidad había de titularla así? Por qué siempre que la nota trata de alguna persona afro- tienen que incluir la palabra negro/a en el título? Por qué esa cualidad es la que siempre los define en nuestro país?


RADAR LIBROS
Domingo, 20 de Julio de 2008

SOYINKA
Camino negro
Wole Soyinka se convirtió en el primer africano negro en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1986. Ese solo hecho le da un lugar en la historia. Pero además de una productiva obra literaria, especialmente como dramaturgo, ha tenido una vida política más que agitada. La aparición de los ensayos reunidos en Clima de miedo (Tusquets) abre una interesante puerta para acceder a su figura
Por Mariana Enriquez
Leer la obra de Wole Soyinka, el Premio Nobel de Literatura nigeriano de 1986 –el primer laureado africano negro de la historia–, especialmente su obra ensayística y de ficción, es enfrentarse con un intelectual en constante ebullición, un escritor que no puede evitar ser activista político, un hombre que es profesor emérito y doctor Honoris Causa de varias de las universidades más importantes del mundo pero, aun así, durante la dictadura del general Sani Abacha, en 1994, tuvo que huir de Nigeria hacia el exilio cruzando la frontera a pie, de noche, evitando las patrullas, en lo que llama “mi escapada a lo Rambo”. “Me preguntan cómo se conectan mi arte y mi activismo político, y si se estimulan mutuamente. Mi única definición es que son gemelos siameses que, si son separados en una operación, mueren.”
En 2004, Soyinka dio una serie de cinco conferencias sobre el fundamentalismo, el poder y la degradación de las democracias en el prestigioso ciclo Reith, y las llamó Clima de miedo. Recopiladas en un libro, se distribuyen aquí a través de la nueva colección de ensayo de Tusquets. Es un punto algo engañoso para ingresar a la vasta y polifacética obra de Soyinka, dramaturgo, poeta, novelista y hasta cineasta; pero resulta un texto revelador de los tres vértices sobre los que ha intentado pensar la política desde la independencia de su país en 1960: el humanismo secular, la racionalidad política y la imperiosa necesidad de justicia para quienes llama “la enorme república de los desilusionados” que terminan siendo carne de cañón.
Wole Soyinka nació en Abeokuta en 1934, cuando Nigeria todavía era una colonia del Imperio Británico. Su familia es yoruba, pero de chico recibió una educación religiosa sincrética, con una madre comerciante y anglicana (que además era activista política, una de las líderes de un movimiento local de mujeres) y un padre director del colegio St. Peter’s de Abeokuta. Los recuerdos de esos primeros años constituyen Aké, The Years Of Childhood, unas memorias de infancia cálidas, escritas con enorme belleza e inteligencia, sin concesiones ni explicaciones para el lector no africano; una obra sincera editada en 1981 donde ese chico que en el futuro estudiaría en Inglaterra es “marcado” con un cuchillo por su abuelo yoruba en una ceremonia privada (hasta el día de hoy, Soyinka es devoto del dios indígena Ogún); donde se pierde en la vitalidad y los aromas de los mercados, sufre ante la muerte de su hermanita, escucha sobre la guerra en Europa por la radio y cobra una especial de proto-conciencia política cuando ve a su madre y sus compañeras activistas exigir justicia ante los abusos de los soldados que, con sus constantes pedidos de coimas y otras presiones, no les permitían ir hasta la escuela para aprender a leer y escribir. Una de las activistas era la señora Kuti, su tía; Soyinka es primo del famoso músico Fela Kuti que murió de sida en 1997. Y aunque se adoraban, tenían sus diferencias: “Su activismo político era ingenuo. Era un apasionado africanista, pero su definición de africanismo no discriminaba: para él, todo lo africano era positivo. Nunca se le escuchaba una palabra en contra de Idi Amín u otros monstruos. Me acusaba de ser un agente de la CIA cuando yo hacía campaña contra Amín. ‘Jefe Wole –me decía Jefe–, no se deje influenciar por los norteamericanos.’ Yo lo hacía callar a los gritos”.
La crítica que le hacía el primo Fela es bastante común para Soyinka: como estilista exquisito que estudió en el prestigioso University College de Ibadan y luego en la Universidad de Leeds, donde se recibió de profesor de literatura inglesa, para muchos su obra no es lo suficientemente “africana”. El desdeña tal acusación. Hay que recordar, además, que el grueso de su producción es la dramaturgia: Soyinka escribió e hizo su investigación sobre teatro africano recorriendo su país en auto tres años después de la independencia. Eran tiempos románticos e inquietos, donde los jóvenes educados bajo el colonialismo debían tomar una decisión, porque tenían en sus manos el futuro de Nigeria. Ese estado convulsivo quedó reflejado en su novela The Interpreters (1965); pero cualquier sueño se vino abajo cuando empezaron a sucederse los golpes militares estimulados por la riqueza petrolera del país. Soyinka cayó preso en 1967 acusado de mantener conversaciones con líderes secesionistas de Biafra, este de Nigeria, que entonces quería la autonomía. Estuvo detenido durante 26 meses (15 en una celda de aislamiento), casi la totalidad de la guerra civil que terminó en 1970, y el resultado literario del encierro fue The Man Died, verdadero clásico de la literatura política, un libro excéntrico lleno de indignación, humor y experiencias que rayan con la locura extrema, sobre todo en los capítulos donde el confinamiento se une a la huelga de hambre que emprende Soyinka. Es la política, también, lo que nutre en muchos casos su obra como dramaturgo: en muchos casos, se trata de sátiras sobre las dictaduras africanas, tan grotescas y trágicas, como Madmen and Specialists, 1973, inspirada en Jean Bedel Bokassa, de la República Centroafricana. Y también nutre su trabajo como poeta: su último libro, Samarkand and Other Markets I Have Known incluye poemas sobre el desastre de Uttar Prudesh, en India, cuando masas hindúes destrozaron una mezquita de siglos de antigüedad porque, supuestamente, se había construido en el mismo lugar donde apareció el dios Rama. Pero, sin embargo no cree –como su colega, el otro gran escritor nigeriano Chinua Achebe– que un escritor africano deba sí o sí escribir sobre cuestiones políticas: “Los escritores que abren horizontes para otra gente están cumpliendo una función tan importante como cualquier escritor conscientemente politizado. No hay una especial imposición para que los escritores sean activistas. Esa idea estimula a los autores a escribir propaganda. Y la propaganda puede ser escrita por cualquiera, incluso por los dictadores. Mi búsqueda creativa, sin embargo, está unida a la política, aunque mi plan original era retirarme a los 49 para dedicarme a la escritura creativa, y desaparecer. En cambio, con más de setenta años, me encontré escribiendo otro tomo de mis memorias (You Must Set Forth At Dawn) para que no se distorsione demasiado mi imagen si me mataban. Es que Nigeria es un caso especial. En mi país la gente padece una completa falta de sentido común. Completa. Y yo estoy condenado a escribir sobre ellos, y sobre ese sinsentido”.
Fuente: RADAR LIBROS, suplemento de Página 12

martes, 22 de julio de 2008

Negreando a Mandela

¿ Se volvió blanco, después? ¿Qué añade el negro del título a su condición de condenado?
Certera e implacable, la revista Barcelona.

lunes, 21 de julio de 2008

Vida Negra (3) - Otros comentarios críticos a la nota de Crítica

Quizás mi visión de la nota escrita por Cicco para la revista de Crítica sea un poco menos negativa que la de Nicolás, simplemente porque a esta altura, desgraciadamente, no espero nada de los periodistas. No pretendo que sean “leídos” (que lean libros o intelectuales de moda), ni espero que se informen antes sobre el tema que van a escribir –que sepan qué escribieron otros periodistas antes, o cuál es el estado del conocimiento sobre un tema. Usar el archivo de notas de la editorial? Ya fue. No digo que esté bien tener un umbral de expectativas tan bajo como el mío, pero corresponde a lo que suelo encontrar en los periodistas que me contactan. Con excepciones, claro (digamos uno/a de cada tres o cuatro, lo que los convierte en excepciones….).
Por otro lado, por el tipo de revista y nota, es claro también que pretende ser un acercamiento “espontáneo” y “empático” al tema: “fui, hablé con varios negros, me enteré que existen, que los discriminan, que luchan de distintas maneras contra esta discriminación –aunque sólo conté las más obvias y chabacanas. No me interesaron otras visiones que no sean las de los protagonistas ni lo que otros periodistas escribieron antes sobre el tema.”
(Debajo de este texto, brindo una pequeña referencia de los antecedentes del periodista y de su manera de ver el periodismo. No intenta ser una crítica -ya que hasta me parece interesante- sólo para explicar por qué esta nota sale como sale y quizás ver los problemas de esta perspectiva. Como los antropólogos posmodernos que pretender salirse de su voz de autoridad sobre el tema que analizan, el periodista que intenta brindar una visión “desprejuiciada” de la realidad termina, inevitablemente, recortando las experiencias y visiones de sus entrevistados y acomodándolas dentro de un relato que muestra lo que él considera desprejuiciado, relevante, natural. Se logra así una visión “desprejuiciada” o, prejuiciada? La parcialidad inevitable se trasciende con más información o con menos sobre aquello de lo que escribo?).
Por un lado, celebro cualquier nota de siete páginas sobre las personas afro- en Argentina (como dije, está difícil hablar de raza en Buenos Aires: afrodescendientes, afro-argentinos, negros?) y sobre la discriminación que sufren.
Por otro, no me parece bien que una nota (cuantitativamente) importante que habla de la invisibilización y la discriminación que sufren los negros no aparezca anunciada en la tapa de la revista. Al editor le parece poco importante el tema?
Aunque quizás menos enfáticamente que Nicolás, concuerdo en que los protagonistas de la nota fueron “negreados”. Creo haber escuchado hace muchos años ya la expresión “tal me negreó” o “no me negrees” de boca de Juan Carlos Pinedo, un afroargentino que en la época (fines de los 80s) era uno de los más activos militantes en el Movimiento Afroamericano. No sé si es una expresión extendida, pero significaba algo así como “no me trates como a un negro” o “no me trates como los blancos (argentinos) tratan a los negros”, en fin, diría, “no creas que lo que soy se define por el color de mi piel”. No estoy del todo seguro de mi interpretación de la frase, pero de ser correcta la expresión transmitiría un insight interesante: aunque uno no discrimine, igual puede estar tratando a una persona de manera de continuar con la imagen negativa y la posición subordinada que tiene en la vida cotidiana. Diría que, para la experiencia argentina, ésta era (y quizás continúa siendo) la forma más común de “mantener a los negros en su lugar” –de negros. A través de la burla, el menosprecio, el mostrarlos o creerlos “conventilleros”, con poca cultura, poco confiables, en suma, quilomberos, que hacen “cosas de negros”.
Aunque ahora con un signo positivo (como corresponde al periodismo border, ver abajo), ésta parece ser un poco la imagen que se desprende de la nota. Cualquiera que la lea va a creer que Isa Soares es sólo “una negra discriminada que no se calla la boca”, obviando el hecho nada menor que fue la precursora e impulsora de una movida cultural ya masiva e importante en la ciudad. Sin minimizar el aporte también muy importante de Telma Meirelles y otras profesoras, no se podría entender el impresionante desarrollo local de la danza afro sin el trabajo inagotable y las dotes humanas y de maestra de Isa. Pero sus múltiples logros docentes y artísticos no aparecen en la nota, que sólo resalta sus peleas reivindicativas en su consorcio. Algo similar sucede con Diego Bonga, otro pionero indispensable de la cultura afro en el país, cuya tarea de promoción cultural y activismo de dos décadas son casi ignorados a favor de su estado febril y su probable desalojo. Lo mismo se puede decir para el incansable activismo militante de Miriam, o de Pocha (éste sí, algo más reivindicado..)
Está bien, quizás en un primer acercamiento “desprejuiciado” y desprevenido al tema, lo primero y lo único que aparezca sea la discriminación. Sin duda una parte importante de la experiencia de cualquier persona afro-algo en Buenos Aires, pero que está lejos de definir o agotar la experiencia vital de los individuos retratados en la nota, todos ellos activistas culturales o militantes políticos de larga data. Todos sus logros y luchas quedan ignorados bajo el relato de las instancias en que fueron discriminados, y, sobre todo, de sus reacciones individuales ante ellas. Sus esfuerzos colectivos, que son más y sin duda más importantes, casi no aparecen en el relato. Casi al mismo tiempo en que se realizaba una actividad importante como era La Diáspora Africana en Movimiento, que mostraba parte de lo mucho e importante realizado hasta ahora -emprendimiento que no merece una línea en la nota.
En suma, una visión algo miserabilista de unos actores que, pese a las dificultades de todo tipo que encuentran, desarrollan una lucha reivindicativa fundamental y han dejado una huella cultural importante en la Argentina actual que esperemos en algún momento les sea reconocida adecuadamente.

Sobre Cicco:
“El periodista antes conocido como Emilio Fernández Cicco trabajó en Noticias y ahora está en Newsweek. Escribe para varias revistas de acá y de afuera, como Gatopardo. Publicó dos libros: una biografìa de Julio Cortázar y otra de Rodrigo, el potro cuartetero cordobés que se tomó hasta su fama. Cicco dice que su estilo es el periodismo border. Por eso, para escribir sus notas y crónicas, se convirtió en sepulturero en el cementerio de la Chacarita, fue a cazar y a jugar a la canasta con señoras bien, hizo de sparring de boxeo y hasta actuó en una película porno.”
Fuente:
http://eblog.com.ar/1280/el-mundo-le-queda-cicco/

Sobre su visión del periodismo:
Cicco reivindica y propone el periodismo border , que para él sería “una forma de narrar los hechos con pautas personales, desprejuiciadas, desencantadas.” El periodista border, según su visión, “no lee los diarios excepto para zambullirse en su historia, lo cual le permite un abordaje descontaminado, auténtico, un golpe de lanza que va desde la ignorancia al conocimiento, un viaje de iniciación que todo lector agradece. El border se especializa en la no especialización y sigue una de las premisas de G. I. Gurdjieff, el místico ruso: “No hay nada más imbécil, que un hombre inteligente”. “
Estas citas, así como la visión de Cicco del periodismo border, se encuentran en:
http://tomashotel.wordpress.com/2006/11/16/heptalogo-del-periodismo-border/
Fuente de las imágenes: revista Todo es Historia 393, abril del 2000.

jueves, 17 de julio de 2008

Lanata y los zulúes.....

Me gusta cada vez más Crítica, el nuevo diario de Jorge Lanata, y tengo el mayor respeto por su trayectoria de periodista. Pero tampoco le íbamos a dejar pasar ésta (aunque la haya escrito apurado a las 4 de la mañana)....



VOTACIÓN HISTÓRICA
Un antropólogo en la tribu de zulúes
Escribo estas líneas a las 4.27 de la madrugada. Hace minutos Cobos dijo que no. Dijo lo lógico, lo que cualquiera hubiera dicho. Jorge Lanata.

(....)
Cobos comenzó a hablar pausado y refirió a un viejo incidente durante su colimba en el Sur, en años del conflicto por el canal de Beagle.Hablaba lento, y desde el corazón. Estaba nervioso, pero no hacía mucho por ocultarlo. Todo el recinto del Senado lo escuchaba en un silencio religioso. Verlo fue conmovedor: había ahí una persona; entre tanto animal político, negociador de raza, vendedor profesional de ilusiones, había aparecido una persona que podía decir con pudor que tenía miedo, que vivía contradicciones.
Un antropólogo hablando en medio de la tribu de zulúes que estaba a punto de meterlo en la olla hirviente. Dijo lo lógico, lo que cualquiera de los cientos de miles que miraban por la televisión hubiera dicho: el país está partido, una ley así no vale la pena, hay que consensuar, no se muere nadie, etc., etc. Pichetto se retorcía como un cascabel con dolor de estómago. Pidió un receso. Un cuarto intermedio para encontrar una solución.
El delegado de K citó la Biblia: –Hagamos lo que haya que hacer, y que sea rápido.

Fuente del texto de Lanata: http://www.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=7581
Fuente de los dibujos: Clarín del 19/5/1991 y Página 12 (Sátira 12) del 5/5/1991

miércoles, 16 de julio de 2008

Vida Negra (2) - Comentarios críticos a la nota de Crítica

El pseuriodismo y “los africanos”: (Nuevos) comentarios críticos sobre la (no tan nueva) nota de la revista del diario Crítica.

Nicolás Fernández Bravo
nhicuf@arnet.com.ar

Una vez más, el periodismo en Argentina descubre que hay negros en Buenos Aires. Como si de un reflejo impresionista se tratara, “describe lo exótico” sin el menor reparo profesional. El pasado domingo 13 de julio, una nueva nota que poca información relevante aporta a las que circunstancialmente aparecen en medios nacionales, aborda el mentado “tema” de la discriminación. Tal vez como fruto de las políticas de la declamación tan en boga en los últimos tiempos, el eje de la nota está puesto en las denuncias por discriminación. “Qué barbaridad”, “algo habría que hacer”, “no se puede creer, ché”, “pero mirá vos!” – parecerían ser la conclusiones a la que se llega luego de su lectura.
La nota publicada por Cicco (ese es su apodo, no hay un nombre real ni un correo electrónico; lamentablemente la nota no está en internet) puede ser cuestionada desde al menos tres perspectivas: la periodística, la documental y la antropológica. En este ejercicio de taxonomía argumental, estoy dejando por fuera la valoración estilística del uso del lenguaje periodístico.
Periodísticamente hablando, entiendo que una nota de una revista dominical debe dar cuenta de aquellos temas de actualidad que, por su tratamiento o por su grado de inmediatez, ameritan un enfoque diferente (¿profundo?) de la noticia convencional. No obstante, es considerable pensar que una revista dominical “toca” temas de actualidad. Una comparación de las principales notas de la revista, aporta los siguientes datos: en su edición del 13 de julio se publicó una nota sobre un ex carcelero de la guerrilla colombiana (asociada a la reciente liberación de Ingrid Bettancourt), un reportaje a Gastón Gaudio (deportista de actualidad a punto de volver al circuito internacional de tenis), y una crónica sobre el aprendizaje del manejo de automóviles en Buenos Aires (temática asociada al elevado número de accidentes y muertes en la vía pública).
En este sentido, una nota sobre la discriminación hacia las y los afro-descendientes e inmigrantes recientes, debería estar asociada a alguna forma de actualidad. Podríamos inferir que la noticia es que “hay negros en la Argentina”, o bien que “hay discriminación”. Dado que como novedad es poco novedosa, la nota se ubica entre el periodismo de investigación y la actualidad. Resulta paradójico que frente al hecho tan evidente de la visibilidad (que da origen a la nota) y el accionar diverso de la diáspora africana (en el campo político como luchadores, en lo económico como agentes, en lo cultural como artistas y en lo pedagógico como maestros y educadores), la nota sea recurrente en la “invisibilidad” y en la “denuncia”. Como si no hubiera escuelas de danza afro, organizaciones de afro-descendientes y negocios desarrollados por africanos. Pareciera ser que, cuando los negros participan activamente de la esfera pública en festivales, conferencias, educación, negocios, debates, etc., la noticia es que el vecino de la esquina le dijo “negro de mierda”. Las novedades asociadas a mundo africano parecieran ser, por naturaleza, “afro-pesimistas” o “afro-victimizantes”.

Del mismo modo, resulta un tanto ingrato retratar a una personalidad de la envergadura y la trayectoria de María Magdalena Lamadrid, a partir de la violencia con la que – en 1969 – ubicó de un puñetazo a una “coqueta señora” que le había proferido un improperio cargado de racismo. La violencia amerita un abordaje adecuado. Sin un tratamiento serio, la violencia cae en los lugares comunes que tanto mal le han hecho a los negros en todo el mundo. La lectura de clásicos como Frantz Fanon y de intérpretes contemporáneos como Homi Bhabha, podrían aportar algunas ideas para explicar las razones históricas de la violencia social en función del color de la piel, sin tener que recurrir a anécdotas menores sobre situaciones discretas (mucho menos en letra de molde). Este modo de ver las cosas termina por generar un círculo de violencia entre vecinos y vecinas, sin que la responsabilidad se retire de la escena doméstica-tribal. Nunca es tarde para recordar que el genocidio de Rwanda, que en 1994 cobró la vida de aproximadamente 1 millón de personas, fue retratado por los más prestigiosos medios internacionales, como “una guerra entre tribus de negros”. La explicación del proceso histórico que condujo a esta situación, (de la que participaron europeos, africanos y asiáticos) como la matriz de pensamiento que primó en las decisiones que llevaron a la comunidad internacional a retirarse de la escena en el momento de mayor violencia política, estuvo radicalmente ausente: invisible. Está claro que el periodismo irresponsable no es el único actor a señalar en casos extremos como este, pero las personas que toman decisiones también viven en familias que toman el desayuno en sus casas leyendo revistas dominicales.
Luego de leer la nota, parecería ser que las principales acciones realizadas por las organizaciones, agrupaciones e individuos africanos y afro-descendientes, han sido: 1) la queja y 2) el lamento. Un periodista profesional debe manejar el arte de preguntar y no conformarse con los datos según se presentan ante la impresión de sus ojos, dado que – afirman periodistas rigurosos como Kapuscinski – la realidad suele ser más compleja de lo que aparenta. De lo contrario, la función social del periodismo – esto es, informar – más bien alimenta los estereotipos que tanto parecen irritarle al periodista en cuestión. Conviene entonces preguntar quién queda como el culo en una revista de este tipo: si la clase dirigente que pretendió desarrollar un modelo de sociedad en el contexto histórico del evolucionismo social, o si un periodista “comprometido” con un “análisis trasgresor” de nuestros próceres… 150 años después.

Es prácticamente parte del sentido común progresista cuestionar los modelos sociales del siglo XIX, incluso con las herramientas combativas de la actualidad, como la palabra. Pero también es importante saber los riesgos que supone el uso alegre de comentarios historiográficos en una revista dominical. Una adecuada lectura de Las Bases de Alberdi o el Facundo de Sarmiento, permitiría un análisis algo más interesante de su legado que un conjunto verborrágico de insultos hacia individuos que – no debemos olvidar – ni siquiera están en condiciones de enviar una carta de lectores.
Si se tratara de un análisis histórico (y aunque el periodismo no lo sea), al menos se deberían citar fuentes que permitan minimizar el uso de apoyaturas oscurantistas tales como “se calcula” o “aparentemente”, por mencionar algunas. Rigurosidades de este mismo tenor son las que han permitido afirmar, sin el menor reparo, que “se calcula que todos los negros son bastante primitivos”, o que “aparentemente están más cerca de la naturaleza, como tantas otras tribus”. A veces parece que el periodismo construye la realidad sobre la base de “me dijeron de que”, “parece de que”, “escuché que escucharon que alguien escuchó de que”. Si es este campo argumental que se pretende cuestionar, es importante hacerlo de modo tal que la crítica emplee una lógica diferente. El uso de adjetivos calificativos como “racista garca que los trata como el ojete”, aunque parezcan envalentonados por la toma de partido, bastante poco contribuyen a explicar los motivos por los cuales los mecanismos de discriminación se generaron, y se reproducen en la actualidad.
De todos los juicios de valor presentes en la nota, el comentario sobre la visión “light” acerca del racismo, es la que tal vez amerite mayor atención. Denominar “light” a la lucha coherente y comprometida desarrollada por Víctor Bille en los últimos 13 años en la Argentina, es poco más que una falta de respeto. Lo grave es que, desde el poder que otorga escribir desde un medio masivo de comunicación, Cicco identifica a personas que desconoce con adjetivos calificativos inadecuados. Y eso trae consecuencias. Escribir palabras contundentes como “mierda” o “hijos de puta” genera una sensación de fuerte compromiso (probablemente sea más cómodo que poner el cuerpo, sabiendo del compromiso real que demuestran algunos periodistas con ciertos temas el día después de la edición de su nota) que debería contrastar con el liviano hecho de haber dedicado esfuerzos sobrehumanos para construir espacios en los que la conversación, la solidaridad y el respeto – y no el legítimo resentimiento – sean el motor del diálogo con la diversidad humana. Me pregunto si el periodista considera que su nota es “strong”, o si ser uno de los pocos interlocutores serios del poder político en un campo complejo es una función secundaria.
Desde un punto de vista antropológico, los comentarios sobre los patrones de migración, los estereotipos nacionales, sus gentilicios y el uso de las fuentes a partir de información oral, no hacen más que remachar el mismo clavo que se pretende cuestionar a base de improperios. Investigadoras como Marta Maffia (la diputada que estuvo trabajando desde la Legislatura para encontrar una solución al problema del desalojo del Movimiento Afro Cultural se llama Diana y se apellida Maffia), han demostrado lo complejo de los patrones migratorios actuales, los cuales hacen difícil inferir generalidades sobre las características de los migrantes contemporáneos – y mucho menos sobre sus sueños. Otras investigadoras de África contemporánea, como Marisa Pineau y Luciana Contarino, han invertido mucho tiempo en la formación académica para desmitificar el esencialismo que asocia nacionalidades, etnias y tribus, a comportamientos homogéneos. Si bien la coyuntura del mercado de trabajo y las redes sociales facilita que muchos senegaleses vendan artesanías y otros tantos nigerianos usen su inglés para conseguir un empleo, es un tanto peligroso afirmar que “cada africano tiene su especialidad”, y que por lo tanto “suelen” trabajar de esto o aquello. Sería equiparable a afirmar que los nativos de periodistilandia que no tienen una especialidad, suelen escribir sobre temas que no les interesan y disimulan su desconocimiento con palabras contundentes.Por último, es importante volver al rol social de los periodistas, que es diferente del rol de un dirigente político o el de un investigador. Formar opinión es una tarea de tal responsabilidad, que debería existir un mecanismo para medir las consecuencias de un mal ejercicio de la profesión, del mismo modo que un médico debe dar cuenta ante la mala praxis. El campo africanista es un excelente ejemplo del daño que el periodismo sensacionalista les ha causado no solo a los africanos, sino a la humanidad en general que, sedienta de curiosidad y exotismo, ve a un persona (reparemos en el concepto: persona) cuya piel es negra u oscura, y comienza a desarrollar una larga serie de fantasías. Las opciones podrían ser distintas: ver a una persona diferente y ser hospitalario, ver a un africano e imaginar su valentía, ver a una hermosa mujer negra y suponerla ingeniera, encontrarse con un inmigrante y preguntarle si necesita una mano para entender a una sociedad contradictoria hasta la exasperación como lo es la Argentina. Pero no: parece que los africanos se encuentran condenados a ser reproducidos por el sentido común de izquierda a derecha. Revertir esta situación o denunciar su injusticia (ese parecería ser el objeto de la nota de Cicco) es una tarea casi tan importante como informar su existencia.
El contexto del desalojo del Movimiento Afro Cultural, al cual se dedica pobremente el último de los párrafos, así como también la falta de idoneidad para señalar las coincidencias entre los distintos grupos y personas entrevistadas o las distintas acciones inteligentes y creativas que se desarrollan a diario, deberían ser parte de una buena estrategia de información, responsable y comprometida. Eventualmente podría aportar al contenido de una noticia interesante sobre aquello que hacen los negros, que se deslice suavemente desde el lenguaje del padecimiento hacia el de la acción. Es (nuevamente) una pena que siete hojas con texto e imágenes se hayan vuelto a desperdiciar para informar que hay discriminación en la Argentina. Y nada más.

Nicolás Fernández Bravo es antropólogo y docente de historia contemporánea de Asia y África (UBA). Fue director de la oficina del Centro Carter en Mozambique y trabajó en el campo de los derechos humanos en Mozambique, Angola y Sudáfrica. Actualmente asesora al Movimiento de la Diáspora Africana en la Argentina.


martes, 15 de julio de 2008

Vida Negra - Nota sobre personas afro- en la revista del diario Crítica


Doble click en las imágenes para agrandarlas y leer la nota




Fuente: revista del diario Crítica del domingo 13/7/2008

lunes, 14 de julio de 2008

Obama Musulmán


Polémica La ilustración de portada de la revista The New Yorker muestra al candidato demócrata vestido como musulmán y a su esposa como terrorista. El director afirma que es una sátira de las tácticas de miedo y desinformación de los grupos de ultraderecha (Foto: AP )

Califican de ‘insultante’ caricatura sobre Obama
Rechaza el equipo de campaña del candidato demócrata la sátira donde muestra a Barack de musulmán y su esposa como una terrorista
AP
El Universal Washington, D.C.
Lunes 14 de julio de 2008

El equipo de campaña de Barack Obama dijo que la portada más reciente de la revista New Yorker, donde aparece la caricatura del candidato presidencial demócrata vestido de musulmán y su esposa como una terrorista ''es insultante y de mal gusto''.
En el dibujo, Obama aparece vestido con ropas musulmanas tradicionales en tanto su esposa, Michelle, está vestida con ropa de combate, botas y un rifle de asalto. El decorado de fondo es la Oficina Oval de la Casa Blanca. En la chimenea arde una bandera norteamericana y encima de una repisa hay un retrato de Osama bin Laden.
La ilustración del número, que llegó el lunes a los quioscos y titulada ''La política del miedo'', fue hecha por Barry Blitt.
''The New Yorker puede pensar, como nos explicó uno de los miembros del personal, que la portada es una sátira de cómo los críticos de la ultraderecha han tratado de caracterizar al senador Obama'', dijo Bill Burton, vocero de la campaña del senador por Illinois.'
'Pero la mayoría de los lectores la consideran insultante y de mal gusto. Y estamos de acuerdo con eso'', agregó.Una vocera de The New Yorker no devolvió de inmediato una llamada de The Associated Press para que formulara comentarios.El director de la revista, David Remnick, dijo en un comunicado al periódico The Daily News en Nueva York que quedó sorprendido por la reacción.
La portada ''combina una serie de imágenes fantásticas acerca de los Obama y muestra las obvias distorsiones (de esas imágenes)'', dijo.''Parte de lo que hacemos es una sátira. Y la intención es ventilar asuntos de manera pública, poner un espejo que refleje el absurdo'', señaló Remnick.Tucker Bonds, vocero de la campaña del candidato republicano John McCain, se mostró de acuerdo en que la portada era ''insultante y de mal gusto''.