sábado, 22 de marzo de 2008

Semana Santa

Semana de la religión cristiana
Por Mae Susana Andrade de Oxum

La vida y martirio hasta la muerte de Jesucristo determinaron la creación de feriados mundiales de raíces espirituales como Semana Santa y Navidad.
Sólo por curiosidad me pregunto: ¿Qué celebraciones sagradas tendrían nuestros aborígenes? ¿Cuáles serían los festejos rituales seguidos periódicamente por la población nativa traída del África esclavizada durante la depredación de América?
Navidad no es ni más ni menos que el cumpleaños de un líder religioso. Y allá vamos todos. Las estructuras son poderosas además de arbitrarias y discrepar con ellas suele ser visto como subversivo.
Semana Santa y Pascuas son móviles pues varían de acuerdo al año litúrgico católico. Se superpusieron a fiestas del imperio romano denominadas “paganas” por los cristianos, justamente para que se olvidaran las primeras como forma de dominación.
El 25 de diciembre es fecha política impuesta para desterrar el festejo de Mitra, dios de la justicia indoiraní del mitraísmo una de las religiones antiguas más populares.
Es de reconocer la fuerza de la gesta de Cristo como para transformarse en realidad mundial. Por lo mismo es más difícil cambiar la óptica y mirar unos instantes desde el perfil de los relegados, de las minorías con derecho a preservar sus peculiaridades. Así los africanistas se han visto forzados a recordar sus Orixás en fechas de santos católicos para que les fuera permitido hacerlo.
Invito a pensar desde “el otro” despojado de sus celebraciones naturales y obligado a soportar que se prioricen costumbres ajenas, a la vez que se menospreciaban históricamente sus prácticas culturales. Se nos dirá “hagan lo mismo” ¿Ah si? Intentemos en Uruguay basar una jornada de descanso público el día de Yemanjá, por ejemplo. Dirían, “Si vamos a guardar feriados por todas las religiones no se trabajaría en todo el año!” O algo como “No, no. Ya hay muchos asuetos y no se pueden cambiar.” He ahí el problema: ¡Nada cambia! Los que mandan y dirigen siguen mandando y los que obedecen son siempre los mismos. Hay corrimientos y reajustes no más allá de caducos puntos de referencia garantizando la perpetuidad de la exclusión social.
Al menos como expresión cultural de una población, la espiritualidad afroindígena que vivió y vive en nuestro suelo debe ser conocida y para ello es necesario relevarla y fortalecerla en sus emblemas. Es justo darle un lugar digno a las etnias endémicamente invisibilizadas y sus manifestaciones sagradas. No caridad o pantallas para quedar bien o cuidar las apariencias, sino verdaderos espacios en igualdad de condiciones que permitan desarrollar idiosincrasias autóctonas. Bien por la música de los demás pero estamos cansados de bailar sones extraños. Tenemos nuestro propio ritmo y vaya si es cadencioso.
Ese universo, inexplicable desde la razón igual que otras convicciones míticas, cree en diferentes espíritus sublimes y tiene su particular visión sobre las energías incorpóreas. Sostén de naciones el idioma y la fe son elementos esenciales a la hora de conservar patrimonios de la humanidad.
Hay avidez intelectual y solidaria por conocer la cultura religiosa de los pueblos originarios de la llamada América. Prueba de ello fue la visita de los embajadores de Israel y Canadá, hecho que sorprendió a la propia comitiva oficial, al acto en honor a Yemanjá el pasado 2 de febrero promovido por la Junta Departamental y la Intendencia de Montevideo.
No importa cómo la llamemos, Semana Santa (Semana del Turismo en Uruguay) es un feriado que tiene orígenes religiosos cristianos igual que la Navidad, y ello puede ser injusto para los que tienen otras creencias o son ateos.

Cristo negro y Cristo indígena por Melanie G. Twelves. Tomados de http://www.twelvesimages.com/

Graffitis de Orixás - Salvador, septiembre de 2006

Xangó, Iansá,Ogum, Omolú,Oxalá, Oxossi, Oxum, Exú, Iemanjá
En una ciudad donde la modernidad continuamente se encuentra con la tradición, era de esperar que el graffiti se encontrara, finalmente, con los orixás. Una antigua forma religiosa afrobrasilera ilustrada de acuerdo con la técnica de la más contemporánea forma artística afroamericana -supongo que a Carybé le hubiera gustado, y se hubiera sentido acompañado-. No hay muchas ciudades del mundo donde esto pueda suceder. Quizás La Habana, o también ya Nueva York o San Francisco, ciudades todas donde la Santería cubana ha plantado sus reales y donde también se encuentra la cultura hip hop.

Exú concientizado
Los graffitis son, desgraciadamente, una forma de arte efímera, y estos ya no se encuentran. Casi todos estaban frente al elevador Lacerda, en un edificio antiguo que hace mucho está en reconstrucción (o por derrumbarse).

Exú

Este año (o quizás antes) habían sido reemplazados por unos de capoeira - el tema de este carnaval. Los graffiteros parecían contar con una subvención de la intendencia o algo parecido ya que había varios de ellos pintando esta temática en la ciudad. Pintaban sin prisa, algunos copiando de papeles en que tenían versiones menores o preliminares del dibujo que luego harían con el aerosol. Su actitud no parecía la de cultores de un arte clandestino. No me imaginaba a grafitteros en Sao Paulo o en Nueva York pintando con esta despreocupación por el tiempo y la policía.

Iemanjá

Quizás sobreviva todavía el Exú “Poder para o Povo Preto!” que estaba en la avenida Sete de Setembro justo antes de llegar a la plaza Castro Alves y que sí parece haber sido pintado por un artista espontáneo. O quizás no, hace rato ya que en Bahía una buena parte de la espontaneidad está planificada y subvencionada. Parte no, es la tradición que sigue en piloto automático (Filhos de Gandhy, por ejemplo, tema que trataré pronto).

Iansá

PD: Efectivamente, la ciudad de Salvador tiene un programa que subvenciona graffiteros. Desde marzo de 2005 el Projeto Salvador Graffita paga salarios a 43 artistas para que decoren las paredes de Bahía.

Mas información (en inglés) en http://www.lasamericasfilms.org/Graffiti/Memorandum-2.pdf



miércoles, 19 de marzo de 2008

Bastón de candombe?

Ya que estamos con el libro de Schavelzon, dos perlitas (pagina 250). Dice:
Un posible "bastón serpenteante" usado por el bastonero del candombe; puede verse la extraña manija que permite girarlo en el aire sin perderlo y el rostro tallado.

Resulta díficil ver esa cabeza en el bastón y no acordarse de los bastones cortos de danza (usados por los médiums en trance) o las estatuillas de Eshú de los yorubás de Nigeria. El peinado alargado hacia atrás remite a la cualidad fálica de Eshú, y denotan su dominio o encarnación de la dinámica. El hecho de que una cabeza salga de otra (como en el bastón y la figura abajo) denotan el ser espiritual que convive con-puede incorporar a , un médium.

Puras especulaciones, claro...




Buenos Aires Negra - libro online

Bien por Schavelzon....

domingo, 16 de marzo de 2008

Evita Afro (II)

Si no leyó el diario Crítica de hoy, la vio primero en AfroAmericanas.

Ëbano - de Ryszard Kapuscinski

No es barato (80 $) ni se consigue fácil. Es algo estereotipante ("los africanos" son así, "los europeos" son asá....) pero atrapa y brinda una interesante puerta de acceso a la realidad africana -o al menos, a la percepción europea de ésta....
africa > cronica de un viaje en bus de accra a ghana
Camino a Kumasi
Considerado uno de los grandes reporteros del siglo XX, el polaco Ryszard Kapuscinski recorrió el continente africano durante años. De su libro Ebano, un fragmento sobre un viaje por el interior de Ghana.
Por Ryszard Kapuscinski *

¿A qué se parece la estación de autobuses de Accra? Pues recuerda al campamento de un gran circo que se ha detenido en su camino para una breve parada y fonda. Hay mucho colorido y suena la música. Los autobuses se asemejan más a los carromatos de un circo que a los lujosos Chausson que recorren las autopistas de Europa y Norteamérica.
Los de Accra son una especie de camiones con carrocería de madera que cubre un techo apoyado sobre unos palos. Gracias a que no hay paredes, durante el trayecto nos refresca una corriente de aire salvadora. En este clima, las corrientes de aire son un valor muy buscado. Si queremos alquilar un piso, la primera pregunta que formularemos al dueño será: “¿Corre aquí el aire?”. El, en respuesta, abrirá las ventanas de par en par y nos veremos recorridos por una benévola corriente de aire en movimiento: tomamos una buena bocanada, experimentamos un gran alivio y sentimos que la vida vuelve a nosotros.
En el Sahara, los palacios de los poderosos están construidos del modo más rebuscado: aparecen llenos de aberturas, rendijas, recodos y pasillos, pensados de manera que permitan la mayor circulación de aire posible. Al calor de justicia que hace al mediodía, el poderoso de turno permanece echado sobre una estera, colocada estratégicamente junto a uno de esos reanimantes intersticios, y se deleita respirando el aire que en este lugar resulta un poco más fresco. La corriente se traduce en términos económicos: las casas más caras se levantan allí donde el aire circula más. Cuando se mantiene inmóvil, el aire no tiene valor, pero basta que se mueva para que el precio se dispare.
Los autobuses, llenos de dibujos abigarrados, están pintados de colores vivos, llamativos, hasta chillones. Las cabinas de los conductores y los laterales lucen cocodrilos blandiendo dientes afilados, serpientes arqueadas preparándose para atacar, manadas de zambos saltando de árbol en árbol, antílopes huyendo al galope por la sabana de unos leones que las persiguen... Y, por todas partes, pájaros, un montón de pájaros, y cadenas y ramos de flores... En definitiva, un gran kitsch, pero cuán lleno de vida y de fantasía.
Sin embargo, lo más importante son las inscripciones. De gran tamaño y adornadas con guirnaldas de flores, se ven desde lejos, pues su misión es la de alentar o advertir. Hablan de Dios y los hombres, de deberes y prohibiciones. (...)
Basta con aparecer en la plaza en que se amontonan decenas de autobuses para que nos rodee un enjambre de niños, gritando a cual más fuerte, la pregunta de adónde queremos ir: ¿a Kumasi, a Takoradi o a Tamale?
–A Kumasi.
Los que pescan a los pasajeros que van a Kumasi nos dan la mano y, saltando de alegría, nos conducen al autobús adecuado. Están contentos porque, por el hecho de haber encontrado pasajeros, recibirán del conductor una naranja o un plátano.
Nos subimos al autobús y ocupamos los asientos. En este momento puede producirse una colisión entre dos culturas, un choque, un conflicto. Esto sucederá si el pasajero es un forastero que no conoce Africa. Alguien así empezará a removerse en el asiento, a mirar en todas direcciones y a preguntar: “¿Cuándo arrancará el autobús?” “¿Cómo que cuándo?”, le contestará, asombrado, el conductor, “cuando se reúna tanta gente que lo llene del todo”.

El tiempo
El europeo y el africano tienen un sentido del tiempo completamente diferente; lo perciben de maneras dispares y sus actitudes también son distintas. Los europeos están convencidos de que el tiempo funciona independientemente del hombre, de que su existencia es objetiva, en cierto modo exterior, que se halla fuera de nosotros y que sus parámetros son medibles y lineales. Según Newton, el tiempo es absoluto: “Absoluto, real y matemático, el tiempo transcurre por sí mismo y, gracias a su naturaleza, transcurre uniforme; y no en función de alguna cosa exterior”. El europeo se siente como su siervo, depende de él, es su súbdito. Para existir y funcionar, tiene que observar todas sus férreas e inexorables leyes, sus encorsetados principios y reglas. Tiene que respetar plazos, fechas, días y horas. Se mueve dentro de los engranajes del tiempo; no puede existir fuera de ellos. Y ellos le imponen su rigor, sus normas y exigencias. Entre el hombre y el tiempo se produce un conflicto insalvable, conflicto que siempre acaba con la derrota del hombre: el tiempo lo aniquila.
Los hombres del lugar, los africanos, perciben el tiempo de manera bien diferente. Para ellos, el tiempo es una categoría mucho más holgada, abierta, elástica y subjetiva. Es el hombre el que influye sobre la horma del tiempo, sobre su ritmo y su transcurso (por supuesto, sólo aquel que obra con el visto bueno de los antepasados y los dioses). El tiempo, incluso, es algo que el hombre puede crear, pues, por ejemplo, la existencia del tiempo se manifiesta a través de los acontecimientos, y el hecho de que un acontecimiento se produzca o no, no depende sino del hombre. Si dos ejércitos no libran batalla, ésta no habrá tenido lugar (es decir, el tiempo habrá dejado de manifestar su presencia, no habrá existido).
El tiempo aparece como consecuencia de nuestros actos y desaparece si lo ignoramos o dejamos de importunarlo. Es una materia que bajo nuestra influencia siempre puede resucitar, pero que se sumirá en estado de hibernación, e incluso en la nada, si no le prestamos nuestra energía. El tiempo es una realidad pasiva y, sobre todo, dependiente del hombre.
Todo lo contrario de la manera de pensar europea.
Traducido a la práctica, eso significa que si vamos a una aldea donde por la tarde debía celebrarse una reunión y allí no hay nadie, no tiene sentido la pregunta: “¿Cuándo se celebrará la reunión?” La respuesta se conoce de antemano: “Cuando acuda la gente”.
De modo que el africano que sube a un autobús nunca pregunta cuándo arrancará, sino que entra, se acomoda en un asiento libre y se sume en el estado en que pasa gran parte de su vida: en el estado de inerte espera.
–¡Esta gente tiene una capacidad extraordinaria de espera! –me dijo en una ocasión un inglés que llevaba mucho tiempo viviendo aquí–. Capacidad, aguante, ¡es un sexto o séptimo sentido!
En alguna parte del mundo fluye y circula una energía misteriosa, la cual, si viene a buscarnos, si nos llena, nos dará la fuerza para poner en marcha el tiempo: entonces algo empezará a ocurrir. Sin embargo, mientras una cosa así no se produzca, hay que esperar; cualquier otro comportamiento será una ilusión o una quijotada.

La espera
¿En qué consiste esa inerte espera? Las personas entran en este estado conscientes de lo que va a ocurrir; por lo tanto, intentan elegir el mejor lugar y aposentarse lo más cómodamente posible. A veces unas se tumban, otras se sientan en el suelo o en una piedra, o se ponen en cuclillas. Dejan de hablar. El grupo de personas en estado de inerte espera es mudo. No emite ninguna voz, permanece en silencio. Los músculos se distienden. La silueta se vuelve lacia, se desmaya y encoge. El cuello se queda rígido y la cabeza deja de moverse. La persona no mira, no intenta divisar nada, no se muestra curiosa. A veces tiene los ojos entornados, pero no siempre. Los ojos, por lo general, están abiertos pero con la mirada ausente, sin brizna de vida. Puesto que he pasado horas observando multitudes enteras en estado de inerte espera, puedo afirmar que se sumen en una especie de profundo sueño fisiológico: no comen, no beben, no orinan. No reaccionan a un sol que abrasa sin piedad ni a las moscas, voraces y pesadas, que las asedian y se posan sobre sus labios y párpados.
¿Qué debe de pasar entonces por sus cabezas?
Lo ignoro, no tengo la menor idea. ¿Piensan o no? ¿Sueñan? ¿Recuerdan cosas? ¿Hacen planes? ¿Meditan? ¿Permanecen en el más allá? Difícil de decir.
Al final, después de dos horas de espera, el autobús, repleto, sale de la estación. En el camino, lleno de baches, los pasajeros, sacudidos, despiertan a la vida. Alguien se pone a buscar un bizcocho, otro pela un plátano. Todos empiezan a mirar a su alrededor, se secan las caras empapadas y doblan cuidadosamente los pañuelos húmedos. El conductor no para de hablar; tiene una mano puesta sobre el volante y usa la otra para gesticular. A cada momento, todos estallaban en carcajadas; él, en las más fuertes; otros, en risas menos sonoras. A lo mejor, ¿quién sabe?, sólo lo hacen por educación, porque así lo mandan los buenos modales.
Estamos en pleno viaje a bordo de nuestro autobús. Los que van conmigo sólo pertenecen a la segunda, cuando no primera, generación de afortunados que viajan en un medio de transporte rodado. Durante miles y miles de años Africa anduvo a pie. La gente de aquí no tenía noción de la rueda, ni tan siquiera conseguía hacerse a tal idea. Hombres y mujeres iban a pie, se desplazaban caminando y todo lo que tenían que llevar lo llevaban en la espalda, en los brazos y, las más de las veces, sobre las cabezas.
¿Que de dónde han salido los barcos que se ven en los lagos, en el interior del continente? Del océano: los desmontaban en los puertos marítimos, transportaban las piezas sobre las cabezas y las montaban en las orillas de los lagos. Se han transportado al interior de Africa, por piezas, ciudades, fábricas, maquinaria para minas, plantas eléctricas y hospitales. Toda la civilización técnica del siglo XIX fue llevada al interior de Africa sobre las cabezas de sus habitantes. (...)

* Fragmento del libro Ebano, de R. Kapuscinski. Editorial Anagrama, 2004.

Tomado de http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/turismo/9-1226-2008-01-27.html

Primitivismo

Está muy lindo el aviso. Pero a no engañarse, las magníficas estatuillas (serán Senufo, de Costa de Marfil?) no son milenarias. No soy un experto en arte africano, pero supongo que como mucho tendrán la misma edad que la marca de relojes.
No olvidemos que la cultura africana, como todas, evoluciona, cambia, se desarrolla. No debemos caer en el primitivismo (aunque con signo positivo) tan en boga últimamente, en boca de bailarinas, percusionistas, practicantes de formas de la cultura afro-americana. No son éstas, de ninguna manera, artes "primitivas". Las religiones como las conocemos probablemente se formaron recién en la segunda mitad del siglo XIX, las danzas lo mismo, y la percusión sin duda también cambió a lo largo del tiempo. Resulta algo enervante escuchar a los profesores/as contar cómo uno se pone en contacto con alguna parte "primitiva" de su yo o de la cultura practicando artes de origen africano. Eso es sólo perpetuar los estereotipos, aún cuando apreciemos esta supuesta "primitividad". (Tema importante al que volveremos ya que merece ser discutido con mayor profundidad.... )