martes, 28 de junio de 2011

Día de la Cultura Africano-Argentina en la Provincia de Buenos Aires

Gracias al grupo yahoo Esplendor Afroargentino de Pablo Cirio me enteré que una noticia en un diario online mencionaba que "el congreso de la provincia de Buenos Aires" había declarado al 11 de Octubre como el "Día de la Cultura Afro-Argentina" o "Afro-Americana" -las versiones no concordaban.
Busqué en el site de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y allí estaba, la ley 14276, que instituía a esa fecha como “Día de la Cultura Africano-Argentina”.





En los fundamentos de la ley, se argumenta:
"Por hallarnos en el año del Bicentenario de nuestra patria, parece necesario y conveniente no dejar de lado balances históricos que exceden la coyuntura. Se impone, en este sentido, reconocer y rescatar del olvido el papel de la cultura africana en nuestro país en general y en nuestra Provincia en particular, pues constituye un hito insoslayable de nuestra nacionalidad, no solo desde sus orígenes, sino incluso desde varios siglos antes.


            Es sabido que el primer ingreso de esclavos negros a nuestro país data del año 1588. Desde entonces, la inmensa mayoría de los descendientes de africanos en estas tierras se desempeñó como mano de obra esclava, sometida a maltrato y explotación. Durante el período colonial, la población negra de Buenos Aires nunca fue menor -según los cálculos de diversos historiadores- del 20% del total.
            Los grupos provenientes de África se extienden por todo el Continente Americano e ingresan en masa en América del Sur durante el auge del tráfico de esclavos por las rutas del Océano Atlántico.[1] Naturalmente, estas migraciones obedecen al desarrollo económico de los colonos provenientes de Europa, basado hasta el siglo XIX en la explotación agrícola y la minería, las cuales por otra parte financiaban la economía iberoamericana y a su vez las coronas española y portuguesa. Al igual que cierta tradición de pensamiento que privaba a los indios de alma, así también los colonos europeos no consideraban que los negros debían estar protegidos por los institutos legales de la “humanidad” (europea). Por esta razón, el africano era visto, como reza la famosa frase de Aristóteles, como un “instrumento animado”, cuya esencia y destino era la agotadora labor. El grueso de la inmigración africana en nuestro país se compuso de angoleños y congoleños, también mayoritarios en Chile, Perú, y Uruguay. Buenos Aires y Montevideo se convirtieron entonces en los puertos más importantes del Atlántico Sur y abastecieron a todo el interior del Virreinato del Río de La Plata. En nuestro país, los esclavos negros fueron utilizados en tareas rurales, la ganadería, las labores artesanales, el trabajo doméstico. Las familias propietarias de esclavos los hacían trabajar como talabarteros, plateros, pasteleros, lavanderas, peones o maestros de música, fuera de la casa, para así sostener un estilo de vida elevado.
            En el censo de 1778 se consigna que en el noroeste argentino, en la zona de Tucumán, el 42% de la población era negra; en Santiago del Estero, 54%; en Catamarca, 52%; en Salta, el 46%; en Córdoba, el 44%; en Mendoza, el 24%; en La Rioja, el 20%; en San Juan, el 16%; en Jujuy, el 13%; en San Luis, el 9%. En el año 1813,la Asamblea decreta la abolición de la esclavitud, en lo que constituye un gesto de reconocimiento a la población de origen africano. Algo similar sucede durante la gobernación de Juan Manuel de Rosas cuando tiene lugar un cierto auge de la comunidad negra de Buenos Aires, que asciende entonces al 30% de la población total. El mismísimo gobernador asistía regularmente con su familia a los candombes, que representaban una de las pocas formas culturales en que les era permitido expresarse a los agro-argentinos.[2]
            Sin embargo, a lo largo del siglo XIX desciende notoriamente la proporción de africanos en la población argentina. En 1801 se reglamentaron las formaciones milicianas con negros, a las que se denomina Compañías de Granaderos de Pardos y Morenos. Muchos de los argentinos africanos participaron en la defensa durante las invasiones inglesas. Habiendo regresado San Martín de España en 1812, su primera misión es la organización del Regimiento de Granaderos a Caballo. Al hacerse cargo del ejército del Norte, sus tropas se componían de 1.200 hombres, de los cuales 800 eran negros libertos, o sea, esclavos rescatados por el Estado para ser destinados a la milicia. Asimismo, muchos africanos mueren tras ser reclutados para el Ejército de Los andes durante la campaña de Chile, Perú y Ecuador, entre 1816 y 1823: de los 2500 soldados negros que iniciaron el cruce de Los Andes retornaron con vida 143. Unos años después, numerosos argentino-africanos integraron las fijas del ejército en la guerra contra Brasil (1825-1828). Los sobrevivientes volvieron a guerrear a continuación en la guerra civil entre unitarios y federales. El brigadier general y gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas, los había convocado para formar el Batallón Provincial y el Batallón Restaurador y el devenir de la historia quiso que formaran parte de los bandos enfrentados en las batallas de Caseros, Cepeda y Pavón. Con el fin de la Guerra dela Triple Alianza contra Paraguay (1865-1870) acabó el ciclo bélico iniciado casi 50 años antes y la Nación estaba ya pacificada. No hubo como consecuencia de ello reconocimiento alguno para los agro-argentinos. Por el contrario, en las calles de buenos Aires o de otras ciudades del país era posible encontrar negros viejos, antiguos combatientes, mendigando para sobrevivir, mutilados, heridos, olvidados.
            Un ejemplo paradigmático de este olvido es María Remedios del Valle, quien se había alistado en el Ejército del Norte un mes después de la proclama de mayo. Luego de haber combatido en las batallas de Tucumán, Desaguadero, Salta, Vilcapugio y Ayohuma (donde fue herida de bala y cayó prisionera de los realistas), acabó mendigando en la ciudad de Buenos Aires. La casualidad quiso que el diputado Juan José Viamonte se cruzara con Del Valle en la actual Plaza de Mayo, la reconociera y solicitara para ella en el año 1827 una pensión por sus servicios en la guerra emancipadora. Después de más de un año de discusiones, se le concedió el sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería. Sin embargo, por dificultades burocráticas, Del Valle jamás cobró su pensión. [3]
            Hacia fines de siglo, el ingreso masivo de la inmigración blanca europea hará bajar drásticamente, en términos relativos, la proporción de población negra e india en todo el país. Incluso los documentos oficiales comienzan a denominar a la población anteriormente denominada negra, parda, morena, O de color como “trigueña”, vocablo ambiguo que carece de precisión y puede aplicarse a diferentes grupos étnicos. Así las cosas, para fines de 1887 el porcentaje oficial de negros es de 1,8%. [4] A partir de ese período ya no se informa sobre este dato en los censos. Se ha intentado explicar este fenómeno a partir de la idea racial anti-africana de la generación del ’80, pero recientes estudios aseguran que esta perspectiva es, al menos parcial[5]
            En virtud de lo dicho estaría justificado un reconocimiento al aporte de los africanos argentinos a la construcción de nuestro país. En efecto, como dice Renan, una Nación es
en el pasado, un legado de gloria y de añoranzas para compartir; en el provenir, un mismo programa a realizar; haber sufrido, disfrutado, haberse esperanzado juntos: vale más eso que aduanas comunes y fronteras conformes a ideas estratégicas; esto es lo que nos implica más allá de las diferencias de raza y lengua. […] Cuando se trata de recuerdos nacionales, los duelos valen más que los triunfos ya que imponen deberes y organizan el esfuerzo en común.
Una nación es así una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se hicieron y de los que todavía se están dispuestos a hacer. Supone un pasado; se define, sin embargo, en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es (que se me perdone esta metáfora) un plebiscito cotidiano, como la existencia del individuo es una afirmación incesante de la vida.”[6]
            Sin embargo, en ese caso el reconocimiento sería parcial. En efecto, los afro-argentinos no solo se han expuesto en pos de una nueva comunidad que surgía en esta tierra, sino que han sumado su creatividad y productividad a diversas manifestaciones de nuestra cultura. A pesar de haber sufrido tanta adversidad, estos hombres y mujeres dejaron una improbota inconfundible en todos los aspectos de la sociedad argentina. Contribuyeron al surgimiento de formas artísticas populares como la payada (por ejemplo, Gabino Ezeiza, José Betinoti y Nemesio Trejo), el tango (Horacio Salgán), la milonga y la chacarera. Se destacaron en la interpretación y composición de diversos géneros musicales (Federico Espinosa – el Strauss argentino-, Manuel Posadas, Roque Rivero, etc.). También aportaron infinidad de palabras en castellano del Río de la Plata, enriqueciéndolo: batuque, malambo, bujía, conga, bombo, cafúa (lunfardo), candombe, mandinga, etc., y habilidad literaria, como es el caso de Horacio Mendizábal (Primeros versos, 1865; Horas de meditación, 1869).
            El presente proyecto propone adoptar el día 11 de octubre como Día de la Cultura Afro-argentina en homenaje a la capitana María Remedios del Valle, pues ese día del año 1827 se trató y aprobó la petición para otorgar sueldo de capitán de infantería a la “Madre de la Patria”.
            En razón de lo anterior solicito a los señores senadores que me acompañen en la aprobación de esta iniciativa.


[1] Alrededor de 12.000.000 de africanos introducidos en Latinoamérica.
[2] La palabra candombe aparece pro primera vez en una crónica del escritor Isidoro de María y con toda verosimilitud deriva de la voz bantú k’ndombe, que provendría de Angola y habría llegado a América del Sur a partir del ingreso forzado de africanos provenientes de los reinos de Kongo, Anziqua, Nyongo, Luango y otros. Dice Rubén Carámbula en El Candombe, Bs. As., 2005, p. 13: “Desde un punto de vista social [el candombe] es una pantomima de la coronación de los Reyes Congos, pero imitando las costumbres de los Reyes blancos. Desde el punto de vista religioso, constituye un auténtico sincretismo entre la religión bantú y la católica […] El término es genérico para todos los bailes de negros, sinónimo pues de danza negra, evocación del ritual de la danza”. 
[3] Unos datos más sobre la capitana. Combatió desde 1810 a 1821 y en víspera de la batalla de Tucumán se presentó ante Belgrano para atender a los heridos en las primeras líneas de combate. Belgrano, contrario a la participación femenina en los posiciones de alto riesgo, se negó. Sin embargo, la capitana se filtró en la batalla y llegó al centro del combate, donde asistió a los soldados heridos y alentó a batir al enemigo. Los soldados comenzaron a llamarla “La Madre de la Patria”. Murió en 1847 en la indigencia y el olvido y de ella no se ha conservado retrato alguno.
[4] Este fenómenos de invisibilización, lejos de agotarse en el siglo XIX, tiene –según los estudiosos- notables continuidades en nuestro tiempo: “La ‘blaquedad’ [,,,] porteña no es problematizada como categoría social pero sí precisa ser construida constantemente a nivel micro, a través de la adscripción de la categoría de negro tan solo a quienes tienen tez bien oscura y cabello mota. De hecho, ‘negro mota’ es el término más frecuentemente utilizado para afirmar inequívocamente que una persona es ‘negra, negra’, que pertenece a la ‘raza negra’. Con esta lógica de clasificación racial, los ‘negros’ (‘verdaderos’) siempre serán cada vez menos. Esto es socialmente necesario porque: a) la existencia de un número importante o visible de negros –así como el reconocimiento de que tuvieron un rol de una determinada importancia en nuestra cultura o nuestra historia- va absolutamente en contra de la narrativa dominante de nuestra historia y en contra de nuestro sentido común b) además, y principalmente, porque ser ‘negro’ es considerado una condición negativa. Propongo, entonces, que la invisibilización de los negros, se produce no solo en la narrativa dominante de la historia argentina –aspecto más tratado y sobre el cual existe bastante consenso- sino también en las interacciones sociales de nuestra vida cotidiana” (Alejandro Frigerio, “De la ‘desaparición’ de los negros a la ‘reaparición’ de los afrodescendientes: comprendiendo la política de las identidades negras, las clasificaciones raciales y de su estudio en la Argentina”, en Gladis Lechini, Los estudios afroamericanos y africanos en América Latina: herencia, presencia y visiones del otro, Buenos Aires, 2008).
[5] Jean Arsène Yao, “Negros en Argentina: integración e identidad”, en Revue de Civilisation Contemporaine de l’Université de Bretagne Occidentale, http://www.univ-brest.fr/amnis/documents/Yao2002.pdf
[6] E. Renan, ¿Qué es una nación?, Bs. As., Hydra, 2010.

Bibliografía de consulta
-          Alvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas, Bs. As., 1972.
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-          ----------------------- De la umbanda al africanismo: identificación étnica y nacional en las religiones afrobrasileñas en Argentina, Universidad Federal do Rio Grande do Sul, 1993.
-          ----------------------- “La umbanda, los negros y la pobreza como zonas ocultas del país”, Clarín, Buenos Aires, febrero 1993.
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-          Zorraquín Becú, Ricardo, la organización política argentina en el período colonial, Bs. As., 1967.

Copia de la ley en:
http://www.hcdiputados-ba.gov.ar/index.php?id=leyesDecretos&id_menu=ultimasleyes
Fundamentos de la ley en:
http://www.hcdiputados-ba.gov.ar/refleg/f14276.htm
Agradezco a Pablo Cirio y a Pedro Emanuel por plantear el tema en el grupo Esplendor Afroargentino

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