El turista es cómodo
Hola Alejandro, se me está haciendo ocasional rutina participar en tu blog y está bueno. Espero no lo tomes como un abuso.
Como hombre viajado, sabés que todas las grandes capitales, las grandes ciudades y hasta los grandes centros “folclóricos” (como Cosquín) tienen lugares privilegiados para que merodeen los turistas. Generalmente se trata del centro histórico que, por constituir la parte más antigua de la ciudad, está cerca de todo: entes administrativos, bancos, comederos “bien” y, fundamentalmente, hoteles. Así, pueden salir a dar “la vueltita” por un lugar que es a la vez seguro, cálido, cerca, pintoresco y, generalmente, a la altura de sus pretensiones de ver/comprar algo “auténtico” incluso ya con carteles en inglés, para hacérsela más digestiva. Como hombre también viajado, sé que lo que se vende en esos lugares son, muchas veces, chucherías de la industria turística (recuerdo pasear por los bajos de la Acrópolis, las cercanías de la Catedral de Santiago de Compostela, por ejemplo, y ver siempre lo mismo en sustancia, vasitos, platitos, cuadritos, en fin… “recuerdo de…”).
No es cierto que “En un primer momento eran mayormente (afro)uruguayos”, ya que hay abundante información histórica de la presencia callejera los afroargentinos, más allá de que la Argentina no existiera como nación, y ya a esta altura podemos decir con alto grado de certeza que no tocaban, precisamente, el candombe que hoy se escucha allí. En todo caso, el reverdecer afro vía los uruguayos -como por ejemplo los Bonga, sin ir más lejos- se potenció o directamente se dio con la vuelta a la democracia y si eligieron ese barrio para sus llamadas fue porque era un barrio histórico y, por ende, vinculado con la negritud local. Pero también porque ya estaba constituido como un polo turístico -aunque no con las dimensiones marketineras actuales-, con lo cual se asegurarían un público ya que, después de todo, si un evento es público es porque se busca/necesita de la mirada ajena (con o sin gorra). También podrían haber ido a otros lugares históricos igualmente vinculados con la negritud local, como Retiro o Flores, pero no lo han hecho y creo, sencillamente, porque allí “no vende”. San Telmo ofrece todo lo que un turista cómodo busca, Retiro es demasiado espacioso y “no hay nada” y a Flores ningún turista en su sano juicio iría: “no hay nada”, es peligroso y queda lejos.
Coincido con vos en la calidad berreta de lo que allí se merca, sean bienes tangibles e intangibles, a excepción de las performaces de candombe al estilo uruguayo, emotivas y espontáneas. Ahora, uno también contribuye, aunque sea indirectamente, a que la berretada se agrande, como el agujero de ozono. Y eso es el “efecto turista”, que todo lo convierte en sale y flash. En un documental sobre budismo laosiano el investigador reflexionaba con los lugareños sobre los efectos colaterales del mismo al exponerlo a la voracidad televisiva primermundista como un nuevo lugar de visita: de un lugar tranquilo y apacible donde los monjes de túnicas rojas caminan en fila por las mañanas recibiendo de los aldeanos una limosna de arroz -todo lo que comerán en el día-, el documental induce a pensar: “miren, acá hay exoticidades nuevas, vengan, compren esta imagen”, y como lo cual, en poco tiempo, la caminata matutina podría devenir en otra performance convenientemente escenografiada al monitoreo de ocasional foráneo, los monjes engordarían por tener que repetirla más allá de la ayuna y los preceptos religiosos serían desplazados por los preceptos del negocio.
PD: Si a los vecinos de San Telmo les molesta la presencia actual negra y no la reconocen como símbolo de la identidad barrial como sí al tango es porque -entre otros motivos, seguramente- en cadena cronológica el tango está más cercano en el tiempo que el candombe y la memoria inmediata del ciudadano medio se ancla más en el pasado vivido más que en otros pasados que hoy sólo están en los libros. Con igual pretensión histórica, los antiguos querandíes podrían reivindicar su presencia histórica, incluso la más antigua de todas, pero ya no ocupan ningún lugar de memoria viva y -salvo que aparezcan argentinos reivindicando esa pertenencia étnica- ni siquiera viven.
Atte. Pablo Cirio.
Hola Alejandro, se me está haciendo ocasional rutina participar en tu blog y está bueno. Espero no lo tomes como un abuso.
Como hombre viajado, sabés que todas las grandes capitales, las grandes ciudades y hasta los grandes centros “folclóricos” (como Cosquín) tienen lugares privilegiados para que merodeen los turistas. Generalmente se trata del centro histórico que, por constituir la parte más antigua de la ciudad, está cerca de todo: entes administrativos, bancos, comederos “bien” y, fundamentalmente, hoteles. Así, pueden salir a dar “la vueltita” por un lugar que es a la vez seguro, cálido, cerca, pintoresco y, generalmente, a la altura de sus pretensiones de ver/comprar algo “auténtico” incluso ya con carteles en inglés, para hacérsela más digestiva. Como hombre también viajado, sé que lo que se vende en esos lugares son, muchas veces, chucherías de la industria turística (recuerdo pasear por los bajos de la Acrópolis, las cercanías de la Catedral de Santiago de Compostela, por ejemplo, y ver siempre lo mismo en sustancia, vasitos, platitos, cuadritos, en fin… “recuerdo de…”).
No es cierto que “En un primer momento eran mayormente (afro)uruguayos”, ya que hay abundante información histórica de la presencia callejera los afroargentinos, más allá de que la Argentina no existiera como nación, y ya a esta altura podemos decir con alto grado de certeza que no tocaban, precisamente, el candombe que hoy se escucha allí. En todo caso, el reverdecer afro vía los uruguayos -como por ejemplo los Bonga, sin ir más lejos- se potenció o directamente se dio con la vuelta a la democracia y si eligieron ese barrio para sus llamadas fue porque era un barrio histórico y, por ende, vinculado con la negritud local. Pero también porque ya estaba constituido como un polo turístico -aunque no con las dimensiones marketineras actuales-, con lo cual se asegurarían un público ya que, después de todo, si un evento es público es porque se busca/necesita de la mirada ajena (con o sin gorra). También podrían haber ido a otros lugares históricos igualmente vinculados con la negritud local, como Retiro o Flores, pero no lo han hecho y creo, sencillamente, porque allí “no vende”. San Telmo ofrece todo lo que un turista cómodo busca, Retiro es demasiado espacioso y “no hay nada” y a Flores ningún turista en su sano juicio iría: “no hay nada”, es peligroso y queda lejos.
Coincido con vos en la calidad berreta de lo que allí se merca, sean bienes tangibles e intangibles, a excepción de las performaces de candombe al estilo uruguayo, emotivas y espontáneas. Ahora, uno también contribuye, aunque sea indirectamente, a que la berretada se agrande, como el agujero de ozono. Y eso es el “efecto turista”, que todo lo convierte en sale y flash. En un documental sobre budismo laosiano el investigador reflexionaba con los lugareños sobre los efectos colaterales del mismo al exponerlo a la voracidad televisiva primermundista como un nuevo lugar de visita: de un lugar tranquilo y apacible donde los monjes de túnicas rojas caminan en fila por las mañanas recibiendo de los aldeanos una limosna de arroz -todo lo que comerán en el día-, el documental induce a pensar: “miren, acá hay exoticidades nuevas, vengan, compren esta imagen”, y como lo cual, en poco tiempo, la caminata matutina podría devenir en otra performance convenientemente escenografiada al monitoreo de ocasional foráneo, los monjes engordarían por tener que repetirla más allá de la ayuna y los preceptos religiosos serían desplazados por los preceptos del negocio.
PD: Si a los vecinos de San Telmo les molesta la presencia actual negra y no la reconocen como símbolo de la identidad barrial como sí al tango es porque -entre otros motivos, seguramente- en cadena cronológica el tango está más cercano en el tiempo que el candombe y la memoria inmediata del ciudadano medio se ancla más en el pasado vivido más que en otros pasados que hoy sólo están en los libros. Con igual pretensión histórica, los antiguos querandíes podrían reivindicar su presencia histórica, incluso la más antigua de todas, pero ya no ocupan ningún lugar de memoria viva y -salvo que aparezcan argentinos reivindicando esa pertenencia étnica- ni siquiera viven.
Atte. Pablo Cirio.
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