Retrato de María Remedios del Valle realizado por la artista afroargentina María Gabriela Perez -foto TELAM
La atención que está recibiendo la figura de María Remedios del Valle no deja de asombrar. Fue probablemente la nota de tapa de la revista XXIII de octubre de 2008 –con una foto de la activista afro-argentina Miriam Gomez en uniforme militar de la época, acompañada del gran título “ La Madre de la Patria”- la que la lanzó a la atención general. A partir de allí, varios blogs reprodujeron la información y recibió homenajes de legisladores y hasta funcionarios del Estado. Como señala el artículo de Pigna reproducido un par de días atrás en este blog, un proyecto de ley de las legisladoras Victoria Donda y Paula Merchan propuso, en octubre de 2010, la realización de un monumento a su memoria. En el Día Internacional de la Mujer de 2011 la entonces diputada por Buenos Aires Raquel Satragno (Pinky) la hizo el centro de su discurso conmemorativo. En junio los chocolates Aguila la incluyeron en una serie de homenaje a cuatro "mujeres de mayo". En noviembre, en un curioso doblete celebratorio, los ministros de Justicia, Julio Alak, y de Educación, Alberto Sileoni, celebraron el 60 aniversario del primer voto femenino con un reconocimiento a las comunidades afrodescendientes en Argentina bajo la consigna de seguir "profundizando cada vez más" los derechos para todos. Durante el acto se descubrió un cuadro con la figura de María Remedios del Valle (foto) realizado por la artista afroargentina María Gabriela Pérez.
Foto: Eugenio Fernández
Todo lo anterior sugiere que María Remedios está rápidamente convirtiéndose en la contraparte femenina de Falucho –o quizás superándolo?- como icono de la presencia negra en el pasado argentino. Resulta interesante, por lo tanto, pensar –más allá de los indudables méritos de la figura histórica- qué es lo que esta nueva mitologización añade a nuestra comprensión del pasado y presente de nuestra sociedad.
En primer lugar, claro, visibiliza de manera absolutamente necesaria a las afroargentinas. Aún los más denodados esfuerzos por rescatar afroargentin@s lograban individualizar pocas –poquísimas- mujeres negras. En segundo lugar, al contrario de Falucho, no parecen haber dudas de que María Remedios realmente existió. Su figura parece particularmente apropiada para homenajear en este específico momento histórico “porque era negra, porque era mujer, porque era pobre y porque hemos sido unos miserables” (Pinky dixit en su discurso). Esta ultima consideración de la ex-legisladora porteña señala, creo, una vía de comprensión interesante que merece ser analizada.
El rescate de María Remedios en esta clave parece alinearse así con una contra-narrativa de la nación argentina que enfatiza el maltrato y el genocidio de los afroargentinos en oposición a la narrativa dominante que sostiene el buen trato (de los amos hacia los esclavos), el aprecio (del que habrían gozado los afroargentinos) y la fidelidad y lealtad de estos últimos sirviendo en el ejército. Lo que en una versión es agradecimiento y lealtad, en otra es genocidio. En lo que ambas, la narrativa dominante y la contra-narrativa -digamos, revisionista- parecen coincidir es en que l@s afroargentin@s habrían desaparecido.
Foto: Eugenio Fernández
La actual mitologización de María Remedios, con su triste final como pordiosera no reconocida por el Estado que ayudó a construir –pese a los esfuerzos de algunos hombres de buena voluntad de la época por torcer este destino- apoya, de manera que hay que cuestionar, la visión de que l@s afro-argentin@s desparecieron a fines del siglo XIX.
Es cierto que muchos fueron marginados y relegados a los últimos escalones de la jerarquía social –ésta es una historia importante que hay que contar. Pero también hay que reconocer la persistencia de familias, de un colectivo social con distintas formas y grados de comunalización y de integración a la sociedad argentina que persistió durante el siglo XX. Y que aún lo hace, con diferencias internas de todo tipo, en pleno siglo XXI.
La recepción acrítica de la nueva mitologización de la figura de María Remedios –especialmente cuando vista como algo del pasado exclusivamente sin relevancia para el presente- puede ayudar a ocultar esta realidad. En todo caso, retomando el discurso de la legisladora, no “hemos sido unos miserables” sino que seguimos siéndolo…
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