domingo, 14 de agosto de 2011

La Quilombera

Cuando muy joven, Sandra Chagas fue la Mama Vieja del Grupo Cultural Afro (y en ocasiones también lo fue su mamá, Pocha). Desde aquellas lejanas épocas viene sosteniendo un lugar para la mujer afro, quizás con más intensidad o conciencia desde su militancia dentro del Movimiento Afrocultural. Celebro el reconocimiento a su labor que le brinda el suplemento Las 12, del diario Página 12.

Sandra y su mamá Pocha, en las Llamadas de San Telmo de 2009

Las 12 - Página 12, viernes 12 de agosto de 2011
SANDRA CHAGAS
La quilombera
Por Luciana Peker

Nació en Montevideo, pero sus orígenes cruzan el Río de la Plata. Vino a Buenos Aires a los 14 años, pero su destino se cruza más allá de esa pequeña frontera. Su papá (Juan Carlos Chagas) y su mamá Santa Hilda Techera (alias Pocha) son afrodescendientes. Ella también. Pero no es sólo su ADN, su aspecto que no le deja marcada ni una arruga, su pelo que se trenza en su gorro y su polera blancos que se acoplan –por contraste– a su piel. Es, también, su lucha. Sandra es activista afrocandombera y perteneciente al movimiento afrocultural. Además es lesbiana y feminista (aunque le pide al feminismo que levante las banderas de esa discriminación que destiñe la igualdad por el color) y vive con su pareja y su mamá.
El martes 9 de agosto cumplió años. No quiere decir la edad. Y es indescifrable en ese rostro que parece latir vida y en ese cuerpo que se ocupa de cuidar a su pareja y a su mamá (que son discapacitadas) en la misma casa en donde se definen como familia y de la que ella sale para cuidar a personas mayores o discapacitadas.
Ella quería ser abogada. Pero vino a Buenos Aires de adolescente y tuvo que salir a trabajar en esas oficinas donde siempre tenía menos tiempo para almorzar o menos sueldo que el resto de sus compañeras. Sin casualidad más llana que la discriminación



Sandra y su mamá Pocha, en las Llamadas de San Telmo de 2009

“Vas a ser defensora de pobres y ausentes”, le decía su papá (que falleció en el 2005). Pero ella no se atraganta con la frustración del título porque siente que como activista cumple con el diagnóstico de su batalla –-convertida en baile, comida, religión y espíritu– por la justicia. Eso sí: de pobres (puede ser), pero de presentes.
Sandra pelea por visibilizar a la comunidad afro en la Argentina. Esa comunidad que nos legó la palabra tango, que parece una marca registrada de Buenos Aires y que, en realidad, es tangó por el baile africano que sobrevivió a la esclavitud y al genocidio contra el pueblo africano y a las violaciones masivas de mujeres negras. “La discriminación se sufre y se vive. Pero el baile, lo religioso, los tambores, la cultura son formas de resistencia: somos negros y aquí estamos”, se planta.
El lenguaje también es una batalla. “Yo defiendo el quilombo porque quilombo no es una mala palabra sino el lugar donde se juntaban negros, blancos, mestizos y compartían la resistencia”, arremete y desarticula el silencio sobre años de historia borrada. Pero, además, defiende a las más invisibles dentro de los invisibles: las mujeres afro. “En el mundo hay 80 millones de afrodescendientes y hay 650 mujeres con algún poder político de importancia. De esas 650, sólo 12, en todo el globo, son afro. Esto demuestra las deudas pendientes”, ejemplifica. “Nunca dejé de estar con mi comunidad. Pero también soy lesbiana y feminista. A la mujer afro le cuesta mucho decir lo que piensa y lo que quiere y en esos espacios pude empoderarme”, valora. Pero también reprocha: “En los Encuentros de Mujeres, que ahora va a ser el número veintiséis, nunca hubo una mesa de mujeres afro. Todavía falta instalar el tema en el feminismo”.


Foto: Página 12

El 25 de julio fue el Día de la Mujer Afrolatinoamericana. “Hay problemáticas particulares de la mujer negra –acentúa–. Se da una situación de exclusión, de no poder terminar los estudios y de no encontrar un trabajo bien renumerado”, describe. Pero la discriminación a veces no es sólo individual o laboral sino estatal. Sandra cuenta su mayor batalla: “El último quilombo urbano era en Herrera 313, en Barracas. De ahí fuimos desalojados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y le estamos haciendo un juicio por discriminación institucional que ya tiene una sentencia a favor”.

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