domingo, 7 de agosto de 2011

Estudios sobre afro-argentinos (2): Sobre la naturaleza de la ética



En la entrada anterior de esta serie reflexionaba en voz alta sobre los criterios de construcción de “la verdad” en antropología. En ella reconocía forzosamente la precariedad de nuestro conocimiento, ya fuera construído a través de la ya fenecida “autoridad etnográfica”, o de una falaz (re)construcción de la “autoridad del nativo” –que en realidad sólo puede lograrse a partir de la sobre-homogeneización de una población muy diversa, o de mecanismos de nombramiento de un grupo determinado que excluyen a una gran mayoría que no lo utiliza. Peor aún, directamente haciendo pasar la voz del antropólogo como si fuera la voz del nativo, disfrazando un monólogo (seudo)académico -que atrasa en muchos años- como “diálogo intercultural”.
Es justamente por esta reconocida precariedad de nuestro conocimiento que las asociaciones de antropología han intentado elaborar códigos de ética para sus miembros. En Argentina, desgraciadamente, este tipo de emprendimientos apenas comenzaron a discutirse –justamente, este año.
El documento más completo al respecto –que aún así no puede abarcar todos las posibilidades - es el de Asociación (Norte)Americana de Antropología.
En una versión traducida que se encuentra online (dirección abajo, y también del original) se llama la atención hacia las complejidades de la interacción antropólogo-“nativos” y hacia la necesaria cautela por parte de los estudiosos:
 “En un campo con tales complejos compromisos y  obligaciones es inevitable que surjan incomprensiones, conflictos y la necesidad de elegir entre valores aparentemente incompatibles.  Los antropólogos son responsables de encarar dichas dificultades y de luchar por resolverlas en maneras compatibles con los principios aquí establecidos”
 De la lista de incumbencias éticas,  quisiera resaltar, primero,  las que hacen referencia a la obligación básica del compromiso de los antropólogos con la verdad:
 “Los antropólogos tienen la responsabilidad de la integridad y reputación de su disciplina, de su ciencia y de su conocimiento.   Los antropólogos son sujetos de las normas generales de conducta científica y académica: no deben engañar ni conscientemente distorsionar la información (por ejemplo, manipular evidencias, falsificar ...(…)”
 Luego, en línea con la entrada anterior de este blog, se hace referencia a la necesaria precariedad y carácter situado del conocimiento que producen (producimos) los antropólogos:
“Al así hacerlo deben ser honestos; ellos no son sólo responsables por el contenido empírico de sus investigaciones pero deben también considerar cuidadosamente las implicancias sociales y políticas de la información que ellos diseminan.   (…)  Deben dejar claras las bases empíricas que fundamentan sus informes, deben ser honestos acerca de sus calificaciones y de sus prejuicios filosóficos y políticos, y reconocer y dejar en claro los límites de su autoridad antropológica.   Al mismo tiempo deben esta alertas acerca del posible daño que su información puede causar a las personas con quienes estudian o a sus colegas.”
Las consecuencias negativas y la violación a la ética profesional que implica la diseminación irresponsable de información –cuya condición de “verdad” por todo lo antes expuesto es siempre contingente- que pueda dañar a los nativos es mencionada y condenada en varias oportunidades:
“Estas obligaciones éticas incluyen:
Evitar herir o dañar, entendiendo que el desarrollo del conocimiento puede cambiar lo que se entiende como positivo o negativo para las personas con quienes se trabaja o estudia.
(…)
Los antropólogos deben hacer todo lo que esté de su parte para evitar que su investigación cause daño a la seguridad, dignidad o privacidad de las personas con quienes trabaja, investiga o desarrolla actividades profesionales. ” 
 Es claro que estas afirmaciones hacen referencia a la totalidad de los “nativos” involucrados en la investigación. O sea, a la clase general de individuos a la que pertenecen. Para el caso que nos ocupa, al estudio de los afro-argentinos (en general).
Resultaría improcedente y falaz, por todo lo argumentado hasta el momento, pretender que porque se estudia o trabaja con un grupo de afro-argentinos se pueda diseminar información perniciosa respecto de otro/s grupos de afro-argentinos.
El compromiso ético es con todos.
No es infrecuente que los estrechos lazos que suelen establecerse entre un investigador y el grupo de “nativos” con el que trabaja lleven a una militancia –de distintos grados de involucramiento- en pro de su causa. 
Trabajar a favor, empoderar a un grupo no suele estar reñido con la ética antropológica. Pero sí aparece un conflicto grave con ésta cuando se entiende que por militar a favor de un grupo se puede o debe estar en contra de otros grupos. Las preferencias no deben expresarse en condenas. La lucha por el empoderamiento de un grupo no debe llevar al desempoderamiento de otro.
 El aún insuficiente desarrollo de los estudios afro-argentinos, el poco conocimiento local de lo ya acontecido con anterioridad –y criticado- en otros países y el escaso poder del que gozan los distintoS grupos afro-argentinos y sus militantes, llevan desafortunadamente a abusos de (ir)responsabilidad y desapego a la ética profesional. Como suele suceder en nuestra sociedad (aficionada a relatos dicotómicos que enfatizan la necesaria existencia de “buenos” y “malos”) estos abusos son disfrazados -en un nuevo alarde de ingenio local-  de “compromiso existencial”, “gesta heroica”, conversión post-epifanía, o las varias maneras que la febril imaginación humana pueda fabular.
Que el Santo Rey Baltazar nos proteja… 

Código de Etica de la AAA (traducido):
www.colegioantropologos.cl/web/images/stories/codigo_de_etica_def.doc
En inglés:
http://www.aaanet.org/committees/ethics/ethcode.htm

Y ya que estamos, también el código de ética de la Asociación Brasilera de Antropología:

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