Diario Z de la Ciudad de Buenos Aires. Jueves 29 de julio de 2010
Porque esto ¡es África!
Contra el mito que dice que los negros se extinguieron en las guerras de la Independencia y por las epidemias, dejando sólo su legado cultural, se estima que hay unos dos millones de afrodescendientes en el país. Muchos viven en la Ciudad.
Por Fernanda Sández
Contra el mito que dice que los negros se extinguieron en las guerras de la Independencia y por las epidemias, dejando sólo su legado cultural, se estima que hay unos dos millones de afrodescendientes en el país. Muchos viven en la Ciudad.
Por Fernanda Sández
Para la historia argentina, nosotros sólo hicimos pastelitos. Y nos morimos todos en 1810", dice con voz rasposa Magdalena "Pocha" Lamadrid. Sabe de lo que habla. La patria del Bicentenario se armó sobre un par de mentiras claramente racistas. Y la primera es esa que a Magdalena la enardece tanto: que en este país no hay negros, y que -si los hubo, como cuentan los textos y las pinturas- se murieron todos hace mucho y sin herederos. En las guerras de la Independencia, algunos; en la del Paraguay, el resto; durante la epidemia de fibre amarilla de 1871, todos los demás.
Ya lo dijo -y con convicción- el por entonces presidente Carlos Saúl Menem: "En la Argentina no hay negros. Ese problema lo tiene Brasil". Sin embargo, para Lamadrid y tantos más la historia es otra, y parte de ella saldrá a luz el 27 de octubre de este año, cuando se realice el décimo Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda. Ese día, y por primera vez desde los tiempos de Faustino Sarmiento, el cuestionario incluirá una pregunta referida a la existencia de antepasados africanos en la familia.
Pero, ¿bastará con esto para comenzar a revertir un proceso deliberado de "blanqueamiento" social con más de un siglo sobre sus espaldas? Posiblemente, no. especial si, como sostiene Alejandro Frigerio, doctor en Antropología e investigador del Conicet, "la invisibilización de los negros se produce no sólo en la narrativa dominante de la historia argentina -aspecto más tratado y sobre el cual existe bastante consenso- sino también en las interacciones sociales de nuestra vida cotidiana. La ‘blanquedad' porteña, que habitualmente es considerada un dato objetivo, resulta de un proceso socialmente construido".
¿Cómo se dio entonces esa invención de una ciudad europea y clara sobre una realidad muy distinta, donde negros, pardos y mulatos representaron alguna vez un tercio de la población total? Según Frigerio, las estrategias fueron varias. Entre ellas, la idea de considerar como afrodescendientes solamente a los "negros mota" (los de características fenotípicas más inconfundibles), "el ocultamiento de antepasados negros en las familias y el desplazamiento, en el discurso sobre la estratificación y las diferencias sociales, de factores de raza o color hacia los de clase". Dicho de otro modo: las familias porteñas tradicionales "exorcizaron" su probable negritud escamoteando toda referencia al respecto. Se ocultaron historias, retratos, documentos y hasta parientes que pudieran llegar a poner en duda la alegada "blanquedad". Álvarez, afrodescendiente y secretario de la ONG África y su Diáspora, dice sin embargo que "así y todo, en los relatos familiares suele filtrarse la alusión a esos antepasados. El problema es que el ser negro está asociado a un estereotipo de pobreza, ignorancia y exclusión. ¿Y quién puede sentirse orgulloso de eso? Entonces, esa referencia se borra. Pero esto ocurre además porque la invisibilización, en la Argentina es una política de Estado. Este discurso de que en nuestro país no hay afrodescendientes y que todos fueron muertos en las luchas independentistas es el discurso de un Estado que no incorpora la diferencia", se lamenta.
La piel de Judas
Pocha Lamadrid es, nuevamente, la que pone las cosas en su sitio. Cuenta que -en eso que los sociólogos llaman "proceso de suburbanización"- su familia pasó alguna vez de un conventillo en San Telmo a una villa en el Gran Buenos Aires. "Nuestra gente siempre ha sido muy marginada de todo. De los estudios, del trabajo, de la posibilidad de progresar", explica. "Y de la posibilidad de ser argentinos también, porque durante años acá se dijo que argentinos negros no había." Y el mito aquel de la nación blanca, de "la París de Sudamérica" y de los europeos venidos en barco hasta el Río de la Plata caló tan hondo que hace ocho años un oficial de Migraciones puso en duda el pasaporte de Magdalena. "Vos sos negra, así que no podés ser argentina. ¿Sos peruana? ¿Entendés el español?", le espetó el 22 de agosto de 2002. En ese momento, como presidenta de la organización África Vive, estaba a punto de embarcar con destino a Panamá para asistir a un congreso en honor a Martin Luther King. No pudo ser; perdió el vuelo y permaneció tres horas detenida "por portación de cara", como ella misma recuerda hoy. Ni el pasaporte ni el documento de identidad bastaron para persuadir al funcionario de que estaba tratando de engañarlo. "Es trucho", sentenció apenas vio los papeles. Ocho años, una denuncia y un veredicto adverso más tarde ("no fue discriminación", dijo la Justicia) Lamadrid todavía se indigna. Es que, como argentina de quinta generación, sabe de sobra que los hechos de este tipo no son precisamente una rareza sino la norma en un país que siempre optó por imaginarse sin minorías ni conflictos raciales.
Sin embargo, desde el Colectivo Para la Diversidad (Copadi), la abogada Luciana Sánchez agita un concepto cuco: "racismo de Estado". Y habla -sin pausa, sin dudas, sin maquillaje- de historias que conoce desde adentro. "El racismo sigue tan potente como antes. Y esto te lo digo no sólo como afrodescendiente, sino como abogada. La gente del Movimiento Afrocultural, en Barracas, fue desplazada sin importar nada porque hoy, y desde hace un tiempo, en los barrios que tradicionalmente ocuparon los negros (como San Telmo, Monserrat y Barracas) se están dando movidas inmobiliarias importantes. Compra la clase media blanca y con dinero, y desaloja a los afrodescendientes que tienen historia en el lugar, pero son pobres y sin papeles. Y así están todos: de desalojo en desalojo. ¿Y qué vida podés organizar así? ¿A qué escuela podés ir, cómo te podés atender en un hospital? Nuestras cárceles están llenas de afrodescendientes. ¿Querés algo más elocuente que eso?"
Las palabras y las cosas
En septiembre de 2001, se reunió la I Conferencia Mundial contra el Racismo, también conocida como la Cumbre de Durban por la ciudad sudafricana en la que tuvieron lugar las reuniones.
La Argentina suscribió al documento final de aquel encuentro, en cuyo punto 33 se lee: "Consideramos esencial que todos los países de la región de las Américas y todas las demás zonas de la diáspora africana reconozcan la existencia de su población de origen africano y las contribuciones culturales, económicas, políticas y científicas que ha hecho esa población, y que admitan la persistencia del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia que la afectan de manera específica, y reconocemos que, en muchos países, la desigualdad histórica en lo que respecta, entre otras cosas, al acceso a la educación, la atención de salud y la vivienda, ha sido una causa profunda de las disparidades socioeconómicas que la afectan".
Desde entonces, la corrección política marca que a los hijos de los hijos de los africanos traídos al Río de la Plata se los llame "afrodescendientes" y que el antiguo "negro" sea una palabra maldita. Un insulto, casi, tal vez porque en el discurso de los triunfadores los negros también fueron "construidos" únicamente con rasgos negativos. Haraganes, violentos o bien bailarines como los de las pinturas de Fígari y divertidos como Eusebio de la Santa Federación, uno de los bufones de Juan Manuel de Rosas en su quinta de Palermo.
Lo que fuera, menos iguales. "Toda la historia oficial, que es la que se enseña en las escuelas, hace de lo afro una rareza de otro tiempo. Por eso los negros aparecen sólo para el 25 de Mayo o el 9 de Julio y para representarlos siempre hay uno que se pinta la cara con carbón. ¿Qué nos dice todo eso? Que los negros son un fósil. Algo del pasado, y que son tan distintos de nosotros que lo más parecido que podemos conseguir acá es un blanco pintado", ironiza Federico Pita, politólogo y presidente de la Diáspora Africana Argentina. "Por eso, sinceramente, no sé qué es lo que podemos esperar del nuevo censo. Primero, porque no sé cuánta gente conoce la palabra ‘afrodescendiente'; segundo, porque no sé cuántos realmente se harán cargo de sus raíces -cuestiona, y agrega-: Aun así, y aunque vayamos de cabeza a un subregistro, creo que la idea del censo es muy válida."
La razón es que tal vez -sólo tal vez- a la luz de un censo, de una pregunta repetida casa por casa y en todo el país, la Argentina casi caucásica de los textos escolares comience a lucir algo más morenita. Menos pálida. Más real.
Fuente de la nota: http://www.diarioz.com.ar/nota-porque-esto-es-frica.html
Esperando ansiosamente el censo :) para decir PRESENTE!!!
ResponderEliminarAlejandro:
ResponderEliminarAyer en un programa de canal Encuentro, escuché a José Pablo Feinmann decir "LA HISTORIA OFICIAL HA MUERTO", yo no sería tan categórico pero creo que vivimos en un época en que se la cuestiona fuertemente, el censo de afrodescendientes va en ese sentido.
Otra, el Chango Farías Gómez dijo: LOS ARGENTINOS VENIMOS DE LOS BARCOS... TAMBIÉN. ¿Se entiende? (Los argentinos TAMBIÉN venimos de los barcos) Es una expresión acertadísima para neutralizar la
afirmación original que no lleva el "también", hay que popularizarla.
Pesto.