Corta toda mala onda y deja fluir el amor. Recuerda que en la guerra y en el amor todo se puede. (…) Por la fuerza de los corazones sagrados y de las lágrimas derramadas por amor, invoco y conjuro Pomba Gira María Padilha,
Hace un par de semanas subí una invocación para Maria Padilha que había sido enviado a este blog, a la manera de las cadenas (mágico) religiosas. Lo hice porque me parecía poética y porque resaltaba dimensiones agónicas de la experiencia amorosa que explican bien el recurso a la Señora, en las miles de kimbandas que florecen a ambos lados del Río de la Plata. Precisamente de una de estas ceremonias me llega este testimonio de una amiga, cuya experiencia complementa bien el conjuro y el comentario que de él ofreció el babá Milton de Xangô.
“Esperaba para darle la ofrenda al Exú dueño de casa, el homenajeado de la fiesta. Estaba bailando y cantando en el medio, entonces esperé un poco. Y sin necesidad de buscar, detrás mío me rozó alguien. Me doy vuelta y ahí estaba Ella, como si supiera que necesitaba consultarla. Tenía un sombrero rojo, fumaba con boquilla y estaba tomando vino espumante o fresita. Y era hermosa, hermosísima. De gestos super elegantes, finos, qué decirles que no puedan imaginar. La más linda de todas las que estaban. Y su consejo fue: “A "ese", dejálo que ya va a volver. Y va a venir agachado (y me hacía el gesto), arrastrándose y te va a querer morder los codos. Pero vos vas a estar espléndida, con la felicidad a flor de piel y ya no te va a interesar”.
Y después me dijo que iba a encontrar un hombre castaño, de ojos celestes a mis espaldas y que cuando me diera vuelta y lo viera, lo besara. Y supongo que al ver la expresión de mi cara, porque no soy tan osada como para hacer eso, me convidó de su copa. Riquísimo.
Después me dijo que cuando eso pasara le llevara una rosa roja a una encrucijada, que ella iba a tomar cuenta de que es para ella. Y se despidió.
Lo que a toda mujer que hicieron sufrir le gustaría escuchar... Me fui con una sonrisa de oreja a oreja. “
Y después me dijo que iba a encontrar un hombre castaño, de ojos celestes a mis espaldas y que cuando me diera vuelta y lo viera, lo besara. Y supongo que al ver la expresión de mi cara, porque no soy tan osada como para hacer eso, me convidó de su copa. Riquísimo.
Después me dijo que cuando eso pasara le llevara una rosa roja a una encrucijada, que ella iba a tomar cuenta de que es para ella. Y se despidió.
Lo que a toda mujer que hicieron sufrir le gustaría escuchar... Me fui con una sonrisa de oreja a oreja. “
Foto: María Padilha das Almas en una fiesta de Exú en el ilê del pai Alfredo de Ogun. Tomada por Alejandro Frigerio.
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