miércoles, 28 de enero de 2009

Candombe (2)

Comentario de Pablo Cirio:
Hola Alejandro, cómo andás. Muy interesante los relatos en contrapunto acerca del parche cuero/plástico y su respectiva tensión fuego/tornillos, entre ejecutantes de candombe al estilo uruguayo de generaciones diferentes entre sí.
Como músico (¿recordás que toco la gaita gallega?), nos pasó lo mismo en el reemplazo de la caña en las dos lengüetas con la “revolución del plástico” de los ’70 y ’80. Las causas las mismas (complicaciones para afinar, inexperiencia de los novatos, mantenimiento en el tiempo de ejecución una vez afinadas). Las diferencias en la calidad del sonido eran quizá, menos notorias, pero la caña siempre suena mejor y los buenos gaiteros nunca cedieron. Hoy las lengüetas de plástico casi nadie las usa y todo el mundo volvió “a la antigua”, paciencia y calidad mediante.
Mi comentario tiene que ver con la naturalización de ciertos conceptos nativos en nuestro discurso antropológico, que como seres humanos y sensibles a la pasión de lo que estudiamos (que es buena parte de nuestra vida) entiendo que a veces se nos escapan.
Si hacemos en experimento ficcional y situamos tu diálogo digamos, a mitad del siglo XIX, la pregunta tecnológica/simbólica no hubiera sido sobre el uso del plástico -porque no existía- sino por el material del cuerpo del instrumento. Ficcionemos:
Antropólogo: ¿Pero ustedes tocan tambores hechos con barriles usados, que transportaban alimentos?
Nativo: Sí, es más cómodo, no hay que estar cavando troncos, que da mucho trabajo, acá ya te viene la forma hecha, le clavás un cuero y ya está.
Antropólogo: Claro, pero yo te digo por los rituales de construcción de un tambor en tanto comunicación con la naturaleza, el pedir permiso al árbol para talarlo, el manejo del hacha y su simbología religiosa, la comunicación con los ancestros a través de la reverberancia de un objeto natural.
Nativo: Sí, pero esto es más práctico, más barato y da menos trabajo. Si suena igual.
Sabemos que los tambores de candombe del estilo uruguayo y los del estilo porteño hoy se tocan ya no usando barriles (porque la tecnología mercantilista los ha dejado de fabricar, también, valga paradoja, porque son obsoletos, caros y problemáticos, reemplazándolos por plástico o metal) pero si a la usanza de los barriles, con duelas. Ya nadie recuerda en Uruguay cómo sería el toque con tambores enterizos. Acá con la comparsa de Bakongo hicimos la experiencia de fabricar nuestros tambores de tronco -ideales para la marcha- y no sólo la experiencia fue maravillosa, sino que el sonido no tiene nada que ver, y no te digo que empezamos a ver mal después a los de duela, pero por ahí…
Moraleja: la tecnología siempre media entre el músico y el instrumento musical. El músico hecha mano a lo que tiene más cerca, es más barato y es más práctico, y generalmente a expensas de la tradición e incluso, paradójicamente, de la calidad del sonido. Ese es su problema, no el nuestro.
Romantizamos el uso del fuego en el templado porque ellos lo romantizan y depositan carga de sentido existencial en ello, por tanto tiempo que lousaron. Nosotros acusamos recibo. Pero de la revolución tecnológica anterior, el reemplazo del cuerpo enterizo en madera cortada y excavada primero por un barril de aceitunas, yerba (o lo que fuere) y la fabricación de cuerpos con duelas, ya nadie se queja ni se lamenta ni se lo extraña. Digamos que esa revolución fue un éxito y la del parche de plástico a medias.
No quiero extenderme más, porque es un blog, seguimos en el debate.
Atte. Pablo Cirio.

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